Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Julio de 2023

¿Hacia una integración latinoamericana frente al neoimperialismo?
Alberto navarro


betoballack@yahoo.com.mx


La pandemia producida por el virus del Covid 19 produjo una gran recesión a nivel mundial que ya venía arrastrando estragos y malos resultados desde las experiencias sufridas en el mismo tenor desde 2008, obligando al mundo a cerrar sus economías tratando de evitar males mayores. Lo anterior implica sin duda no sólo un parteaguas para los gobiernos, sea de países ricos o países pobres (aunque los costos por supuesto sean siempre mayores en estos últimos), sino para las sociedades y sus ciudadanos, quienes han tenido que repensar su rol en la vida tanto pública como privada y la manera en cómo se relaciona con los otros, máxime cuando se trate de hacerlo en forma presencial, física y cara a cara, lo cual implica poner en juego valores y principios tales como la solidaridad, la cooperación, el diálogo y la negociación, todo en clave de aproximarse a la consecución de objetivos colectivos que de manera individual podría resultar más complicado acariciar. Dichos funcionamientos sociales bien podrían coadyuvar -contraviniendo favorablemente a la población latinoamericana- a poner cierto freno o pausa al proyecto neoliberal y sus consecuencias, contribuyendo así a la reconstrucción del tejido social y los hábitos comunitarios que han venido perdiéndose en las últimas décadas como parte de la ejecución de dicho proyecto tecnocrático, conservador, rapaz, excluyente, racista y devastador para el medio ambiente y el planeta en su conjunto. Pero esto es sólo una posibilidad a través del Aleph por donde innumerables alternativas, posibilidades, resistencias y monstruos es posible adivinar entre las sombras que la oscuridad produce, pues es entrada y salida, camino de ida y vuelta. Tiempos aciagos, llenos de incertidumbre se aproximan.

Las amenazas del surgimiento de nuevas, variadas y más mortíferas pandemias que provoquen crisis económicas severas y conflictos sangrientos relacionados con la movilidad migratoria dentro y fuera de los países latinoamericanos, y los desplazamientos forzados de comunidades enteras, aunados a la manera en la cual se desarrolla la vida cotidiana en los países asolados por la pobreza transgeneracional y permanente, acompañada sin fallo de niveles cada vez más agudos de violencias diversas relacionadas con la impunidad, la miseria, la ignorancia de las poblaciones más vulnerables y la permisividad del estado ampliado y la plutocracia cómplice, se tornan más amenazantes por su muy probable inminencia. Lo anterior me parece que es tan cierto como el hecho de que a pesar de que China es una nación que crece y se expande vertiginosamente, y que Rusia tiene un poder militar y energético innegable e incomparable con cualquier otra nación, para América Latina, la única preocupación fáctica de regresión democrática continúa siendo los Estados Unidos.

En México, todo el territorio está atravesado por la violencia que despliegan por un lado, los cárteles de la droga y otro tipo de tráficos y negocios criminales (secuestro, extorsión, prostitución / trata de “blancas”, feminicidios, pago de piso, tala clandestina, entre muchas otras prácticas económicas ilícitas, todos ellos con cierta participación directa e indirecta por agentes gubernamentales). Y, por otro lado, los delitos corporativistas y transnacionales que intereses económicos particulares nacionales y extranjeros realizan para hacerse de los recursos naturales de la nación: industrias mineras y extractivas (petroleras, gaseras, piedras preciosas y metales: oro, plata, litio, cobre, entre muchos otros), con la complicidad del gobierno en sus diferentes niveles o su indiferencia, lo cual no hace gran diferencia en términos de costos sociales presentes y futuros.

En la medida en que los pronósticos y las tendencias expresadas anteriormente se materialicen como parece que podría suceder, las amenazas de un creciente populismo en la región se incrementan, y lo que resulta más curioso, es que dichas tendencias populistas bien podrían venir acompañadas de una mayor militarización en la región (México, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, etc.), que pudieran osificarse; o, que paralelamente este populismo antineoliberal más en apariencia que en los hechos, tendiese a abandonar un supuesto liderazgo de izquierda progresista para darle entrada y lugar protagónico a la derecha (también y más militarista aún en los hechos) – y a la ultraderecha inclusive -, como Chile, Perú, Colombia, etc
.).
Si a todo lo anterior le sumamos los conflictos que se viven en la Franja de Gaza, hecho que se ha venido obnubilando – por el affaire Ucrania -, al igual que lo que sucede en Siria y que parecen tan lejos de nosotros en Latinoamérica, habría que sumarle por supuesto el leit motiv de la Guerra en Ucrania, un conflicto cruel y desigual, que además “comenzó” mucho antes de iniciar y en el que los Estados Unidos vienen azuzando a la “OTAN” (Alemania, esbirros de los gringos desde la Reconstrucción [Plan Marshal] al término de la segunda gran contienda bélica presuntamente mundial a mediados del siglo XX, seguidos por los mercenarios europeos triunfadores de la Guerra Fría (Francia e Inglaterra, enemigos del Reich en los años 40 del siglo pasado, pero más del socialismo-comunismo [las élites, claro]) durante la guerra que el régimen nacionalsocialista alemán perdió) para proteger lo que sería con el tiempo la “esencia” de Occidente: el Cristianismo (desde Teodosio y Justiniano I) y la inmensa cantidad de otros “ismos” que se han erigido sobre los cimientos de esta teología-política, entre ellos, los distintos capitalismos resilentes, y claro, hasta llegar a su actual versión neoliberal, transnacional, global, especulativa-financiarista.

Resulta que sean izquierdas o derechas parece que se encuentra la manera en los hechos de hacerle frente al neoliberalismo, de resistírsele, sobre todo en su vertiente económica, porque en realidad este llego para erigirse como andamiaje de todo cuanto pueda surgir metafísica, performativa y acríticamente en todo presente, capaz de explicarlo, justificarlo y legitimarlo en lo absoluto, a manera de una especie de escatología más allá de todo tiempo y espacio, y con propia justificación ética y legítima discursando “democracia”, “soberanía”, “libertades individuales”, entre otros conceptos que por vacíos no por ello dejan de operar y surtir efecto mediáticamente. A pesar de todo esto, parecen existir ciertas tendencias disruptivas a nivel global, en Latinoamérica por ejemplo, México, Bolivia, Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba (e incluso Chile aunque por momentos parece que a Boric le anda quedando grande el chaleco, y la derecha neopinochetista no tiene intenciones de perder el tiempo) atraviesan procesos en los que gobiernos de izquierda y centro izquierda pueden y deben asumir un proyecto distinto al que los Estados Unidos quieren para la zona, aprovechando ciertamente el contexto geopolítico generado por la invasión rusa a Ucrania, pero sobre todo asumiendo como propio el problema y su posible solución conjunta que los desplazamientos forzados, la pobreza, la miseria, la violencia y el desempleo, entre otras cosas vienen produciéndose en el subcontinente y que tiene como corolario: la migración. Una migración masiva nunca vista en este lado del mundo desde el cono sur hasta la frontera entre México y el siempre incómodo vecino del norte.

Una integración que se diese no solo en la firma de tratados y acuerdos, palabras, abrazos y fotos, idas y venidas de un país a otro por parte de los líderes latinoamericanos, sino realizando proyectos bien pensados a mediano y largo plazo entre los países, de modo tal que sirviesen en común para generar crecimiento económico, oportunidades de trabajo, bienestar, paz y seguridad que paralelamente coadyuvase a disminuir y ordenar el flujo migratorio en los niveles en que viene ocurriendo. Insistir en la ayuda internacional y los tecnocráticos programas de choque o las reiteradas pseudosoluciones populistas no llevarán a solucionar nada y sí a osificar, extender en el tiempo y agravar irremediablemente el problema de la migración y los desplazamientos forzados que habrán de tornarse cada vez más violentos como problema y en la misma medida como aparente solución, poniendo en riesgo las vidas de millones de seres humanos provenientes de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe. La educación por redundante que suene, sigue siendo el capital a invertir y desarrollar, a repartir y extender intensiva y democráticamente, pero no entre los líderes sindicales, no a financiar proyectos y programas de universidades privadas y mafiosos y oligarcas de la academia de cuello blanco, sino de las instituciones públicas de educación superior y posgrado, tanto aquellas que se encuentran situadas en las grandes urbes, como a aquellas que se localizan en provincia y en zonas rurales o costeras, en donde la educación intercultural debe probarse bajo la esfera del derecho a la diferencia e inclusivamente.

En esas reuniones caras y rimbombantes en las cuales se reúnen como es el caso de la Cumbre de las Américas, deben mediante agenda lanzarse y ponerse sobre la mesa iniciativas que involucren la colaboración conjunta que por fin permita echar a andar las fuerzas del desarrollo que la región requiere hoy más que nunca, de modo tal que la dependencia, el endeudamiento, la corrupción del estado ampliado entre élite empresarial, milicia y gobernantes, entre otros males, como el de devastar a la naturaleza, el medio ambiente y sus recursos naturales como suele ocurrir con la industria minera y extractiva, solo por citar un ejemplo, al fin termine y deje de ser a su vez la idea de crecer por crecer el objetivo unitario y primordial de cada país. Es el desarrollo equitativo y desde abajo más que el crecimiento macroeconómico per se, que solo beneficia a los grandes capitales nacionales y extranjeros, que además repatrian capitales, especulan y encuentran múltiples maneras de evadir al fisco, dejando al país desnudo, con frío y hambriento, en vez de repartiendo y redistribuyendo riqueza, encausar, gestionar y acelerar el desarrollo de manera más equitativa, democrática, incluyente y sustentable.
La gran explosión que ha significado la economía, el comercio y las inversiones chinas no debe funcionar solo como una mera sustitución de capital yanqui por el de este país o el español, cosa que en este último caso ya sucede en México en los sectores financiero y energético. Pensar e imaginar tratados comerciales ventajosos entre las naciones sería algo que podría generar magnos beneficios a las poblaciones de la región, en la medida en que esto pueda hacerse garantizando la seguridad de los habitantes, viajeros y comerciantes, por ejemplo. Lo mismo echando a andar una suerte de lo que alguna vez fue el modelo de sustitución de importaciones, de manera que el desarrollo tecnológico sea una posibilidad más para invertir y expandir el mercado interno, a través de una política económica y fiscal expansivas, estableciendo un impuesto anual a la riqueza de entre 1.5% y 2% para los grandes capitales y patrimonios, e incentivos a la contratación atractivos para los empresarios, entre otras cosas.

Lo anterior implica retomar aquellos sueños utópicos e ideales de los grandes próceres de la Independencia americana e imaginar espacios y resistencias distópicos que se encuentran latentes en el presente o en proceso de configuración para acabar con el historial de atraso al cual el imperialismo y la dependencia de los EUA y sus órganos descentralizados como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo nos han conducido. El mismo caso ha sido el de La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización para los Estados Americanos (OEA). Esto es, acabar con la dependencia y apostar por la interdependencia complementaria entre las naciones de la región. La cultura de la ayuda, de la dependencia y la necesidad del imperio funcionaron con éxito en gran parte porque existieron las mentalidades propicias para ello y también porque así convino a los intereses de las élites y oligarquías plutocráticas de la región durante la Guerra Fría. La ciudadanía en esta última cuestión puede y debe jugar un papel protagónico para la consecución del objetivo de avanzar en el logro y hacer realidad la integración regional, aprovechando precisamente la coyuntura geopolítica en la cual el imperio se encuentra entretenido en este momento y en virtud de que al problema de los migrantes al sur de su frontera le ha prestado ojos y oídos sordos, cuando en gran parte este actor es el principal, que no el único, culpable de que se haya llegado a esta situación. Hay agentes externos e internos en estas naciones que han contribuido a generar las circunstancias y el contexto de migración forzada en los cuales estas masas de desplazados tienen lugar.
No es posible que el litio, el oro, la plata, el gas, el zinc, el cobre, entre otros recursos naturales continúen extrayéndose a mansalva por parte de empresas extractivas y mineras extranjeras de tierras latinoamericanas pretextando acuerdos ventajosos, inmorales, corruptos y perversos firmados con elites apátridas nacionales en el pasado lejano y reciente, y no puedan revertirse dichos legajos criminales. Ni siquiera las empresas e industrias nacionales deben tener el poder de explotar los recursos que invariablemente ocurren paralelamente a la explotación de los despojos humanos que son contratados sin la mediación de un contrato colectivo y las condiciones laborales y de seguridad mínimos, para obtener los insumos y productos que poco o nada dejan en beneficios a quienes ofrecen su existencia toda, y la de sus familias y comunidades enteras sin ver ni una sola mejoría en sus vidas a lo largo del tiempo. América Latina no puede ser otra vez un área en disputa entre imperios de ningún tipo, ni en ascenso ni en decadencia, y más que competir entre sí, complementarse sinergiando ventajas comparativas y competitivas hasta lograr que América sea en efecto para los americanos, y no para el Tío Sam, ni ninguna otra nación que se arriesgara a intentarlo. Los Estados Unidos, China, Alemania, Japón, entre otros grandes poderes transnacionales nos necesitan, y deberán necesitarnos más en el futuro, pero las condiciones deberemos ponerlas nosotros y nunca más ellos. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) debe servir a estos intereses comunes, entre los cuales la integración de los estados americanos, debe ser el objetivo número uno a alcanzar. Nunca más permitir el intervencionismo estadounidense en la región, ni en el ungimiento y usurpación, ni en el derribo y magnicidio de los líderes democráticos y constructores de esta, sin la cual la paz americana nunca acabará por llegar.

Integración, complementariedad y diálogo para que no tengamos más “caravanas humanitarias” en las fronteras de México (más de 7 mil cruces irregulares diarios de México hacia los Estados Unidos) ni en el norte ni en el sur, para que niños y niñas no sean separados al llegar a los Estados Unidos ni a su paso por territorio mexicano, siendo vejados por el crimen organizado, las autoridades y elementos del Instituto Nacional de Migración, ni otro tipo de bandoleros sin uniforme oficial.

El autoritarismo, el neocolonialismo sea neoliberal de “izquierda” o de derecha, importado o vernáculo y la regresión democrática antiprogresista se encuentran latentes en América Latina, Furias aguardando la llamada de Pentesilea para acometer con sus carros de fuego bien articulados y pertrechados por los poderes globales transnacionales (laboratorios químico-farmacéuticos, administradores de redes sociales, software y contenidos, además de cine, prensa y música), que fungen como la policía del mundo guardiana del Santo Grial, el capitalismo; y, de la piedra filosofal, la criminal globalización transnacional que simula liberalismo, libertad, tolerancia y democracia, que en realidad no significan otra cosa que el encubrimiento en aras de perpetuar el aislamiento, el bloqueo y el unilateralismo punitivo en contra del desarrollo, la justicia y la paz de los pueblos latinoamericanos.

¡Por una integración Latinoamérica que traiga el desarrollo, la paz, la justicia y la democracia!


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