Julio de 2022
El ascenso de China y sus impactos para los pueblosRaúl Zibechi
Pese al ensordecedor ruido mediático y geopolítico que se acumula en estos tiempos turbulentos, algunas cuestiones parecen seguras: la decadencia de Estados Unidos y el ascenso de China son tendencias de larga duración, estructurales, que pueden demorar más o menos tiempo en concretarse pero resultan, digamos, inevitables.
La segunda cuestión que va quedando meridianamente clara, es que la guerra entre potencias nucleares es más que probable, con todas las terribles consecuencias que tendrá para la humanidad y la vida en la Tierra. Nunca hubo una transición hegemónica sin guerra.
No puedo extenderme en datos sobre estas tendencias, pero quisiera destacar que el dominio de China de las tecnologías de la revolución industrial en curso (como la inteligencia artificial, las redes 5G y la computación cuántica, entre otras), representan algo similar al dominio por EU, un siglo atrás, de la organización científica del trabajo, la adopción de los avances tecnológicos de la época y su aplicación al arte de la guerra.
Existen algunas diferencias respecto a las anteriores transiciones, o sea la decadencia y el ascenso de grandes potencias.
La primera es que la potencia decadente depende de la ascendente, porque sus economías están entrelazadas. Ejemplo de ello es la enorme frustración de la estadunidense Boeing, cuando China acaba de comprar 292 aviones comerciales a su competidora Airbus, que reaccionó pidiendo al gobierno Biden un “diálogo productivo” con China, porque no puede prescindir de ese mercado (
https://bit.ly/3uGSnUg).
El comunicado de Boeing lo dice todo: “Las ventas de aviones Boeing a China respaldan históricamente decenas de miles de empleos estadunidenses, y esperamos que los pedidos y las entregas se reanuden pronto”. Pero el gobierno de EU impuso sanciones que incluyen el mantenimiento y la reparación de aeronaves Boeing, lo que perjudica a una de sus principales empresas.
La segunda diferencia es que estamos ante una transición que involucra regiones y naciones cuya población tiene diferentes colores de piel, que involucra una historia de colonialismo y racismo de Occidente contra Oriente, del Norte contra el Sur. Algo así no había sucedido en transiciones anteriores.
La tercera es que no habrá un mundo hegemonizado por China, ni por EU, ni por ninguna otra potencia. Nos encaminamos hacia un mundo fracturado en dos grandes bloques, con varias regiones y hasta continentes oscilando entre uno y otro.
Como la transición se resolverá mediante guerras, es importante tener en cuenta que “el sector de defensa de China está desarrollando nuevas armas de manera más eficiente y entre cinco y seis veces más rápido que las de EU”, según un alto mando de la fuerza aérea (
https://bit.ly/3bWn1CA). La ventaja china radica en su base industrial y la escala de su investigación, mientras las principales exportaciones de EU son commodities agrícolas y armas.
Aunque la cuestión geopolítica es importante, y habrá que seguir profundizándola para una mejor comprensión de un mundo complejo y en cambios constantes, me interesa abrir el debate sobre las repercusiones de una posible hegemonía china en los conflictos sociales y en el tipo de movimientos que habrá en el futuro, desde una perspectiva centrada en América Latina.
Un primer aspecto a tomar en cuenta, es que bajo la hegemonía inglesa predominaron los sindicatos por oficios y bajo la estadunidense los sindicatos de masas. En gran medida, como consecuencia del tipo de empresa y de producción que hubo en ambos periodos. La gran empresa taylorista y fordista remplazó a la empresa familiar manufacturera, donde los obreros aún controlaban sus tiempos y modos de trabajo.
La segunda es que desde la revolución mundial de 1968, el movimiento obrero tradicional dejó de ser el sujeto central en la lucha anticapitalista, siendo remplazado por la gente originaria, las mujeres que luchan y los pueblos negros, campesinos y de las periferias urbanas. La acumulación por despojo y la cuarta guerra mundial, llevan a los pueblos, a las mujeres y las juventudes a luchar para sobrevivir, porque están condenados a la desaparición bajo este modelo.
La tercera es que el secuestro de los Estados-nación por las grandes empresas multinacionales y uno por ciento más rico, hace que los movimientos no puedan referenciarse en esa institución, ni para exigirle ni para ocuparla, abriéndose los caminos de las autonomías como necesarios y posibles.
Por último, me cuesta imaginar que vaya a existir un tipo único de movimiento y un sólo modo de caminar, porque las tendencias dicen que habrá diversas formas de organización y de acción. Lo que sí sabemos, es que los movimientos unificados y “unitarios” no serán emancipatorios, porque no pueden sintonizar con una época profundamente antipatriarcal y anticolonial.
Serán los tiempos de quienes se arriesguen a crear poniendo sus cuerpos por delante; y serán malos tiempos, para los que busquen manuales.
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