Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Julio de 2022

A 95 años del primer voto femenino en Sudamérica. Y todavía falta mucho para una ciudadanía plena
Amalia Antúnez


Placa conmemorativa de la primera vez que votó una mujer en Sudamérica | Foto: ministeriodeturismo.com.uy



La Corte Electoral uruguaya había habilitado a sufragar a todas las personas “sin distinción de nacionalidad y sexo” que se inscribieran para participar. El voto femenino no fue reconocido oficialmente, sin embargo, hasta 1932.

“Las mujeres de la pequeña localidad se movilizaron y fueron reconocidas por la Corte Electoral. Sin embargo, el plebiscito de Cerro Chato tiene esa calidad paradojal: la decisión se tomó, pero no le dieron importancia. Por un lado, movió los resortes institucionales, por otro se invisibilizó nuevamente a la mujer, ya que no se registró esa decisión”, afirma la historiadora Graciela Sapriza.

Mucho antes de ese plebiscito, las mujeres ya venían organizándose y exigiendo el derecho a sufragar.

El primer proyecto de ley de sufragio femenino data de 1914, y planteaba en su primer artículo que las mujeres fueran reconocidas con “los mismos derechos políticos que los hombres”.

De la mano del movimiento obrero y feminista
El logro se vio favorecido por la larga tradición de clubes femeninos, organizaciones antiesclavistas y grupos vinculados al feminismo que intervenían a través de la prensa, el arte y la literatura. No sólo en Uruguay sino en varios países de América Latina.

También influyó el creciente liderazgo de mujeres profesionales e intelectuales, como Alicia Moreau de Justo en Argentina, Paulina Luisi en Uruguay o Zoila Aurora Cáceres en Perú, quienes formaron alianzas con representantes de las clases privilegiadas y con miembros de agrupaciones anarcosocialistas y obreras.

Luisi organizó los primeros dos sindicatos femeninos en Uruguay: la Unión de Telefonistas y la Unión de Costureras.

Según describe en su libro El sufragio, una conquista femenina la historiadora María Laura Osta, argumentos masculinos contra el voto de las mujeres fueron esgrimidos hasta la mitad del siglo XX.

Señalaban que “la mujer era psicológicamente incapaz de la misma elevación racional que el hombre, que su naturaleza era emotiva y su vocación era ética”.

“Así, sus funciones sociales se tenían que ajustar a esas cualidades. Podía y aún debía ser moralizadora de las costumbres, formadora de ciudadanos, forjadora de valores, consejera de hombres sabios, inspiradora de patriotas, pero no política y menos sufragista”, agregaban.

El plebiscito de Cerro Chato marcó el camino para que se estableciera posteriormente el sufragio femenino en Uruguay.

Simbólicamente la primera mujer en votar era migrante y afrodescendiente. En palabras de la historiadora Sapriza, ese derecho “no benefició solo a las mujeres, sino que profundizó el sentido democrático de la república”.

Pasados 95 años del primer voto femenino y 90 de la promulgación de la Ley de Derechos Cívicos de la Mujer, la presencia femenina en cargos representativos todavía genera disputas.

Y por casa ¿cómo andamos?
El ámbito sindical no escapa a lo que marca históricamente la sociedad.

Aunque ahora es más común ver a mujeres presidiendo organizaciones sindicales de base, su participación todavía es escasa en los escalafones más altos de las centrales obreras en América Latina.

Una tendencia que la Regional Latinoamericana de la UITA viene intentando revertir desde su fundación y que ha profundizado con la creación en 2012 del Comité Latinoamericano de Mujeres (CLAMU).

El CLAMU tiene como finalidad promover y defender reivindicaciones, construir redes de comunicación y solidaridad, apoyar y colaborar en la realización de cursos de formación sindical y otras tareas educativas basadas en la igualdad y equidad de género.

Pero también ofrecer herramientas para abordar las diversas problemáticas que enfrentan las mujeres trabajadoras, sobre todo en lo referente a violencia, discriminación, acoso sexual y laboral y falta de oportunidades.

http://www.rel-uita.org/america-latina/y-todavia-falta-mucho-para-una-ciudadania-plena/

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