Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Mayo de 2022

La revuelta de los presidentes de Centroamérica y la IX Cumbre de las Américas
El Socialista Centroamericano No 353


Acaba de finalizar en la ciudad de Los Ángeles, California, Estados Unidos, la IX Cumbre de las Américas. El primer evento de este tipo fue convocado por el presidente Bill Clinton, en diciembre de 1994, en la ciudad de Miami, Estados Unidos con el objetivo de impulsar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), revitalizar la hegemonía de Estados Unidos en el continente, al finalizar la guerra fría, con base a tres ejes: democracia, tratados de libre mercado y neoliberalismo.

El agotamiento de la Organización de Estados Americanos (OEA), creada en 1948, como un mecanismo de control y hegemonía de Estados Unidos, era más que evidente ante el surgimiento y auge de gobiernos nacionalistas o “progresistas”. Las Cumbres de las Américas, esa reunión protocolaria de jefes de Estado, intentó superar la crisis y falta de credibilidad de la OEA, llegando a participar la Cuba de Fidel Castro por primera vez en el año 2015, en la VII reunión realizada en Panamá.

A diferencia de los eventos anteriores, la IX Cumbre de las Américas estuvo precedida del debate en torno a la invitación a Cuba, Venezuela y Nicaragua, agrupas en el ALBA, por considerarse que son dictaduras que niegan los principios sobre los cuales se han organizado dichos eventos. La polémica estuvo al rojo vivo cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), anunció que no iría a esa Cumbre si se excluían a Cuba, Venezuela y Nicaragua. El presidente de Bolivia, se pronunció en el mismo sentido.

Al acercarse la fecha de su realización, Estados Unidos anunció oficialmente que estos tres países no serían invitados. Y los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, dijeron que tampoco asistirían, aunque fueran invitados. Antes de nacer, la IX Cumbre de las Américas ya había muerto. En total, 8 presidentes no asistieron: Cuba, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Uruguay. El presidente de Uruguay no asistió por estar enfermo de covid. México envió a su canciller, Manuel Ebrard. Honduras envió a su canciller, Eduardo Enrique Reina.

La verdadera sorpresa de esta IX Cumbre, no fue la anunciada exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino la rebelión de los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica. Solamente asistieron Belice, Costa Rica y Panamá. Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala, no asistió en protesta por las presiones de Estados Unidos en torno a la reelección de Consuelo Porras, como Fiscal General, quien fue sancionada por estar incluida en la lista Engel. Nayib Bukele tampoco asistió, por tener roces con Estados Unidos. Xiomara Castro, aunque se considera aliada de Estados de Unidos, mantuvo una discreta protesta, manifestando su oposición a las exclusiones de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

La mitad de Centroamérica mostró su inconformidad con Estados Unidos, pero las apariencias no deben confundirse con la esencia. Los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras, no son antiimperialistas, para nada. Mucho menos la dictadura de Daniel Ortega. En realidad, esta pequeña rabieta de los presidentes del Triángulo Norte de Centroamérica, y las tendencias autoritarias en Guatemala y El Salvador, así como la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, reflejan el colapso de los regímenes democráticos burgueses que fueron instaurados después de los Acuerdos de Esquipulas II. Para que funcione la democracia no bastan las elecciones periódicas, sino que existan condiciones económicas mínimas (empleo, educación, salud, etc.), las que, por cierto, no existen en Centroamérica.

Una vez mas se comprueba que Estados Unidos no promueve la democracia, sino que utiliza la bandera de la democracia para defender sus propios intereses. Por eso una de las principales resoluciones de esta Cumbre fue sobre el compromiso de los asistentes para compartir responsabilidades y contener la inmigración.

La IX Cumbre también mostró la crisis terminal de la OEA. El primer ministro de Belice calificó de “imperdonables” las exclusiones de Cuba y Venezuela. En ese sentido, coincidió con Gabriel Boric, presidente de Chile. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, pidió la reestructuración de la OEA y la destitución inmediata de sus actuales autoridades. Y para remate, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, parafraseó las palabras del Che Guevara, al calificar a la OEA como un “ministerio de colonias de Estados Unidos”

En resumen, la IX Cumbre de las Américas reflejó un deterioro espectacular de la hegemonía de Estados Unidos en el continente, una creciente división en sus aliados, la existencia de gobiernos nacionalistas y dictaduras que resisten a Estados Unidos, pero en realidad no son antiimperialistas. En realidad, reflejan las contradicciones naturales de los nuevos sectores burgueses emergentes que compiten con las transnacionales del imperialismo norteamericano.


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