Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Marzo de 2022

La Colombia de Iván Duque pretende convertirse en la Ucrania de Sudamérica para continuar con su rol de enclave económico-militar de EE.UU.
Raúl Zibechi


El alineamiento de los Gobiernos de Colombia con Estados Unidos ha sido una constante a lo largo de su historia, prácticamente sin fisuras. Lo novedoso es que Bogotá se está convirtiendo no sólo en aliado, sino en el peón de las jugadas geopolíticas de Washington, en pieza clave de su estrategia regional.

Por un lado, Colombia, es el único país latinoamericano miembro asociado de la OTAN. Pero la subordinación llega a tal punto que parece competir con la que viven algunos países europeos en su apoyo a la política de EE.UU. hacia Rusia, en particular Ucrania.

“La ratificación del acuerdo de Colombia con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) este 14 de febrero, afianza al país como instrumento de ofensiva militar bajo la dirección y comando de los intereses de Estados Unidos”, asegura la página Colombia Informa.


Prueba de ello es la visita realizada los días 7 y 8 de febrero, por la Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, quien se reunió en Bogotá con funcionarios del Gobierno nacional, en el marco del Diálogo Estratégico de Seguridad de Alto Nivel entre Estados Unidos y Colombia.



Nuland aseguró en una entrevista radial que “Venezuela está movilizando tropas a la frontera con Colombia con el apoyo y la asistencia técnica de Rusia e Irán”. La diplomática que jugó un papel destacado en el cambio de régimen en Ucrania en 2014, vincula la presencia rusa en Venezuela con una imaginaria influencia en las elecciones presidenciales de mayo, en las que por vez primera podría ganar una fuerza progresista.

Días después, en el marco de su gira europea, luego de la entrevista con el secretario de la OTAN, Jeans Stoltenbeg, el presidente Iván Duque dijo: “Apoyamos de manera decidida la integralidad del territorio ucraniano y también hemos dicho que si llegara a haber cualquier tipo de acción contra esa integralidad territorial vamos a unirnos a la comunidad internacional respecto a todas las acciones que se dan en su momento”.

En este sentido, acierta el analista Fernando Dorado al señalar que tanto el presidente Duque como la vicepresidenta (Marta Lucía) Ramírez, cuestionada por sus vínculos con el narcotráfico, “hacen grandes esfuerzos por relacionar la situación que se presenta entre Rusia y EE.UU. y la Unión Europea alrededor de la problemática de Ucrania, con el conflicto que se vive en la frontera entre Venezuela y Colombia”.

En efecto, la desprestigiada vicepresidenta y canciller, en entrevista con el diario de ultraderecha El Tiempo de Bogotá, mientras Duque viajaba por Europa, dijo que su Gobierno tiene como “principal preocupación” que el armamento que Rusia vende a Venezuela pueda caer en manos de las guerrillas que operan en la frontera y que pueden interferir en las elecciones.

La dificultad de Colombia para desatornillarse de la dependencia de EE.UU. será muy visible si, en efecto, ganara las elecciones Gustavo Petro. Esta dependencia tiene varias causas: históricas, militares y económicas, y son lo suficientemente potentes como para demandar un largo proceso histórico para ser desmontadas.


Desde el punto de vista histórico, la clase dominante colombiana, formada como todas en la región al calor de las luchas de independencia, se formateó en torno al poder de la tierra. Una potente oligarquía formada por la alianza entre terratenientes, militares de alta graduación y una iglesia conservadora, se mantiene hasta el día de hoy sin grandes cambios y sostiene a la ultraderecha del deslegitimado y cuestionado expresidente Álvaro Uribe.


El abyecto mandatario colombiano Iván Duque atiende sumiso las directrices que le traza el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden




Hubo dos momentos en la historia reciente en que fue posible un viraje, pero en ambos casos lo impidió el poder violento de los grandes hacendados. En 1948 fue asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien fuera alcalde de Bogotá y defensor de causas popular como la de los afectados por la Masacre de las Bananeras en 1928. Su asesinato impidió su casi seguro triunfo electoral en las presidenciales del 27 de noviembre de 1949.

La segunda fue la fallida reforma agraria a comienzos de la década de 1970. En 1972 políticos y empresarios firman lo que se conoce como Pacto de Chicoral, un gran acuerdo de las clases dominantes y el poder político para liquidar el reformismo en materia agraria.


El presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) quería impulsar una tímida reforma agraria en el marco de la Alianza para el Progreso de Kennedy, para debilitar los apoyos sociales a las guerrillas. En sintonía con la política de EE.UU., Lleras intentó hacer cambios e impulsar la organización del campesinado, bajo control estatal, a través de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC).

Fue demasiado para las elites dominantes. Así como los intentos reformistas encabezados por Gaitán fueron neutralizados con su asesinato (dando inicio a una sangrienta guerra civil que causó entre 200 y 300.000 muertos), el fracaso de la reforma agraria de Lleras, abandonada por su sucesor, el conservador Misael Pastrana Borrero (1970-1974) quien llegó al poder de manera fraudulenta, implicó la militarización de regiones enteras para contener a los campesinos.

La relación militar de Colombia en EE.UU. se solidificó con el Plan Colombia. Implementado desde 2001 e impulsado por los presidentes Bill Clinton y Andrés Pastrana, permitió una modernización y profesionalización sin precedentes de las Fuerzas Armadas.



Según Le Figaro, “entre 2001 y 2016, Estados Unidos han invertido 10.000 millones de dólares en Colombia en ayuda militar”, el mayor presupuesto en ese rubro de Washington después del concedido a Israel.

La Embajada de EE.UU. en Bogotá se convirtió en la mayor del mundo en ese momento, donde llegaron a trabajar 4.500 personas. Se estima que fueron entrenados 100.000 soldados colombianos en quince años, siendo en el mayor Ejército de tierra sudamericano.

Uno de los resultados del Plan Colombia son las ocho bases militares de EE.UU. en el país, desde donde es posible hostigar a cualquier vecino, como sería el caso de Venezuela.


Por último, Colombia presenta un comercio exterior diferente al de sus vecinos y al resto de la región sudamericana. Pese al crecimiento del comercio con China, su principal socio sigue siendo EE.UU. Según datos oficiales, en 2021 las exportaciones hacia EE.UU. fueron tres veces superiores respecto de las de China.

Las importaciones son algo más equilibradas, pero en su conjunto, como estima un estudio de publicado en Nueva Sociedad, China aún está “atrapada en la política exterior de Colombia”. Pese al crecimiento del comercio bilateral, “China todavía necesita recorrer un buen camino para reemplazar a Estados Unidos como el principal socio comercial”.

En suma, Colombia es una sólida base de la política exterior y militar de EE.UU. Fue el principal tapón de iniciativas como el Banco del Sur y la Unasur, y está llamada a ser la plataforma para desestabilizar a Venezuela, si es que no lo impide el Gobierno que salga de las urnas en mayo próximo.

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