Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Enero de 2022

Autoelogio de Biden en su primer año de gobierno, baja aprobación y un futuro incierto
Mirko C. Trudeau


El presidente estadounidense Joe Biden se auto-otorgó altas calificaciones para su primer año en la Casa Blanca, subrayando logros en la lucha contra la pandemia y el rescate de la economía, pero reconoció que hay frustración y fatiga en el país. Su mayor queja fue por la tajante oposición republicana a casi todas sus iniciativas.

Algunos analistas de Washington señalan que lo más importante en este primer aniversario es que Donald Trump no es presidente y que su proyecto protofascista fue frenado por el voto masivo de repudio, pero la realidad que en el país se palpaita un creciente desánimo en la opinión pública, y desencanto entre defensores de derechos y libertades civiles, promotores de reformas migratorias y quienes esperaban un giro mayor en las relaciones exteriores. No está Trump, pero esa realidad no ha cambiado.

Cabe recordar que el casi octogenario Biden asumió el poder después del fracaso de un intento de golpe de Estado sin precedente en Estados Unidos, con el asalto al capitolio, y con un país en crisis sanitaria y económica gracias –entre otras cosas- al mal manejo de la pandemia y políticamente polarizado que los debates se centran sobre la estabilidad de su modelo de democracia ante las reales amenazas de supresión y mayor manipulación del sufragio, golpe, guerra civil y terrorismo ultraderechista interno.



No fue un mensaje a la nación sino una maratónica conferencia de prensa de casi dos horas durante las cuales habló de “una campaña sin precedente de salud pública, que logró vacunar a tres cuartas partes de la población”, la generación de seis millones de empleos en un año y la reducción de la pobreza, así como la aprobación de su masiva iniciativa de infraestructura.

Con el tradicional discurso del Estado de la Unión, una suerte de rendición de cuentas ante el Congreso programado para el primero de marzo, se agota el tiempo para que Biden cambie el estado de ánimo antes de las elecciones legislativas de noviembre, cuando se espera que los republicanos recuperen el control de la legislatura.

En tono de “gran restaurador”, Biden insistió en que su gobierno enfrentó en su primer año, algunos de los desafíos más grandes jamás vistos en este país en los últimos años, Ahora vemos hacia el futuro para ganar el siglo XXI, dijo, y agregó su frase de campaña, “los mejores días de este país están adelante, no atrás”.

Pero también expresó frustración ante la falta de reconocimiento público y mediático de los logros de su presidencia: ningún presidente ha logrado más en su primer año, añadió, y estrenando un nuevo mensaje, repitió que los republicanos no tienen propuestas. ¿Los republicanos están a favor de qué? ¿Favorecen qué?



Exaltó los avances en materia de vacunación, y dijo que se pasó en un año de dos millones a 210 millones de personas vacunadas y celebró que “creamos 6 millones de nuevos puestos de trabajo, más puestos de trabajo en un año que en cualquier otro momento anterior”.

Pero advirtió que la lucha contra la inflación requerirá un esfuerzo “a largo plazo”, y atribuyó la vertiginosa subida de precios a los problemas en las cadenas de suministro provocados por la pandemia. Admitió que llevar a un nivel razonable la inflación, actualmente en su nivel más alto en 40 años, será difícil y que “hasta entonces será doloroso para mucha gente”.

Sin embargo, la desigualdad económica entre los más ricos y el resto de la población sigue ampliándose a niveles sin precedente en un siglo

El mandatario aceptó el fracaso de su gobierno en materia de comunicación, y prometió que en su segundo año se dedicará a salir más de Washington para hablar directamente con el público para contarles sobre lo que están haciendo y ser mucho más activo en las campañas electorales legislativas de su partido en este año de elecciones intermedias.

Biden recordó que cuando era vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, impulsó una iniciativa de millones de dólares para ayudar a los países centroamericanos a reducir la expulsión de migrantes, y que también dedicó mucho de su tiempo a América Latina en apoyo a la creación de un hemisferio de democracias, algo que fue dañado, acusó, por Trump. “No es el traspatio de Estados Unidos… uno no dicta lo que sucede ahí”, aclaró.



Si bien Biden presentó en sus primeros días la propuesta de reforma migratoria más ambiciosa en la materia en las últimas dos décadas y prometió cambiar de manera radical el manejo de la frontera, ha generado ira por no invertir más capital político en promover esa reforma y por la lentitud en impulsar variaciones en cómo se enfrenta el control de la migración y los refugiados en la frontera.

Sin embargo, hay cambios como la suspensión de la construcción del muro fronterizo, el fin de medidas de persecución de migrantes a través de redadas masivas en el país, intentos para reparar daños por la separación de niños de sus familias, un nuevo enfoque sobre las causas de origen de la migración y un alto a la retórica oficial antimigrante.

Un periodista le preguntó por qué está empujando a este país tanto hacia la izquierda. El mandatario primero lanzó un risita nerviosa y luego dijo que generar empleo y vacunar en forma masiva no son logros izquierdistas, y aclaró que “ustedes han intentado convencerme de que soy Bernie Sanders… no soy socialista. Soy parte del centro del Partido Demócrata”.

Tensiones externas



Obviamente, uno de los temas más recurrentes en la conferencia de prensa fue el de la relación con Rusia. Dijo que todavía existe una salida diplomática, incluso aún es posible una cumbre con Vladimir Putin, a pesar de que el presidente supone que su par ruso intervendrá en Ucrania.

Los medios se entusiasmaron con un comentario desafortunado, y después corregido por la Casa Blanca, de que una incursión menor de Rusia en Ucrania podría no detonar una respuesta masiva de Washington y sus aliados. El mensaje oficial final es que Rusia pagará caro cualquier intervención.

Sobre la tensión en la frontera ucraniana, Biden también anticipó que Rusia pagaría un alto precio si decidiera invadir a Ucrania, incluyendo un elevado costo humano y un profundo daño a su economía. “Va a ser un desastre para Rusia”, dijo Biden, y agregó que los rusos podrían finalmente prevalecer, pero que sus pérdidas “van a ser grandes”.

“No es hora de rendirse” en lo que respecta a las conversaciones con Irán para revivir el acuerdo nuclear de 2015. “Se están haciendo algunos progresos”, celebró.

Las buenas noticias ¿vendrán?

La Casa Blanca espera que las buenas noticias superen de a poco el pesimismo relacionado con la pandemia, con la economía recuperándose, la variante del coronavirus ómicron disminuyendo y los estadounidenses valorando logros de Biden como sus voluminosos gastos en infraestructura.



Por otra parte, anunció que la vicepresidenta Kamala Harris volverá a ser su compañera de fórmula en 2024. También indicó que confía que el Congreso aprobará “grandes porciones” de su estancado proyecto de ley de gasto social, que generar división dentro de los demócratas y dijo aún tener esperanza de que el Senado apruebe nuevas leyes sobre el derecho al sufragio, las que a priori parecen condenadas al fracaso.

Una nueva encuesta de Gallup muestra a Biden con solo un 40 % de aprobación, frente al 57 % del inicio de su mandato. Desde la Segunda Guerra Mundial, solo los números del primer año de Trump fueron más bajos, dijo Gallup. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Ron Klain, dijo que: “El presidente Biden fue elegido para un mandato de cuatro años, no de un año”.

Pero el mismo Biden hasta ahora ha sido parco. Si bien interactúa con los periodistas en sesiones breves y a menudo apresuradas de preguntas y respuestas en la Casa Blanca, su falta de conferencias de prensa llama la atención.

Pero a pesar de sus logros en varios rubros, Biden enfrenta un panorama poco alentador: está al borde de una derrota política inminente al no lograr la aprobación de proyectos en el Senado para defender el derecho al voto y proteger el proceso electoral que están bajo sitio por republicanos, y ese fracaso será en gran medida culpa de un par de senadores de su propio partido.



A la vez, sus principales propuestas de inversión social y ambiental están por ahora estancadas en el Congreso y las infecciones de covid se están elevando con la nueva variante. Todo ello nutre la percepción negativa de su gobierno.

Tras triunfar en la elección con más votos que cualquier candidato en la historia del país y ayudar a derrotar un golpe y prometer un regreso a la gloria del mito estadounidense, Biden ahora se encuentra entre los presidentes menos populares en tiempos modernos a esta altura de su administración. Su tasa de aprobación oscila alrededor de 41 por ciento.

Algunos analistas manifiestan sorpresa por la beligerancia de Biden frente a China y Rusia, retornando en algunos casos a la retórica de la guerra fría, otros recuerdan que el campo de concentración ilegal de Guantánamo sigue abierto, que apoya la persecución de Julian Assange y Edward Snowden, y porque el presupuesto militar es el más alto de la historia del país.

Quienes esperaban un giro en las políticas hacia Cuba y Venezuela, son testigos de la subordinación de la Casa Blanca a los intereses de Miami y la derecha latinoamericana. No todo está bajo el control de Biden y muchos asuntos fueron obstaculizados por el Legislativo y por partes del Judicial, sobre todo la Suprema Corte, que fue instalada por conservadores.



Críticos liberales y progresistas de su Partido Demócrata exigen que sea más audaz ante el peligro real de las fuerzas derechistas aliadas con Trump ante las elecciones intermedias de noviembre en las cuales, si las tendencias no cambian, los demócratas se arriesgan a perder sus mayorías en una o ambas cámaras del Congreso.

* Integrante del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


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