Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Noviembre de 2021

CRÓNICA DE UNA DERROTA INEVITABLE Avance del voto neoliberal en la Argentina
Carlos A Villalba


Son las 23 y 30 del domingo electoral argentino.

Las pantallas televisivas muestran los festejos en los bunker partidarios del liberal-radicalismo de Juntos por el Cambio;

pasan al discurso del éxito que celebra en el

Luna Park de la ciudad de Buenos Aires el fenómeno de

“rebeldía” bizarra, ultraliberalismo y protofascismo de un tal Javier Milei y,

también, posan sus cámaras en el estallido triunfal del

Frente de Todos oficialista de Alberto Fernández y Cristina Fernández.



¿Es posible ese paneo en el que “nadie pierde” y todos ganan? Aunque los 24.381.370 votantes que concurrieron a las urnas (71,7% de los 34.413.82 habilitados), se fueron a dormir con la “victoria” que a cada uno le “correspondió”, la realidad de los 2.001.756 de ventaja que obtuvieron los herederos del ex presidente Mauricio Macri (equivalentes a una diferencia nacional del 9,6%) señalan con claridad a un espacio triunfante y una explosión del “voto liberal” explícito, cercano a los 11 millones de sufragios.

Sin embargo, hay otra forma de analizar la fotografía e intentar convertirla en una película que aventure causas y proyecte horizontes. Ante todo se debe señalar que los comicios de medio término en la Argentina son legislativos y, por lo tanto, ejercen menos “presión” sobre quienes votan y permiten “libertades” que se reducirán dentro de dos años, a la hora de definir gobernantes.

Hacia adelante, el fenómeno más destacado fue la recuperación de votos del gobierno bonaerense de Axel Kicillof que, en dos meses, redujo a 1.27% la brecha de 4.15% que lo separaba de Juntos por el Cambio en las elecciones primarias de septiembre. No evitó la derrota (por escasos 112.000 votos, sobre 9.133.235 de votantes en un padrón de 12.762.724 de electores, el 37% del total nacional) pero sí logró esquivar una catástrofe de efectos inciertos sobre la coalición gubernamental.



En síntesis, la movilización de las autoridades municipales, la militancia de los movimientos populares y de los sindicatos contribuyó a que 600.000 habitantes de los sectores más humildes que no votaron en la interna lo hiciesen en la general, mayoritariamente en favor del peronismo. Casi un millón más mantuvieron su prescindencia; la cifra explica por qué no ganaron, también muestra que, en ese nicho, tienen un espacio inmenso de crecimiento.

El título de esta nota afirma dos cosas; por un lado que la derrota del oficialismo nacional era imposible de evitar y, también que creció el “voto liberal” que no necesariamente quiere decir “el” liberalismo o el neoliberalismo en un país con una población que reclama presencia del Estado, en general poco simpatizante de las políticas impuestas por Estados Unidos y los organismos multilaterales que controla.

Entre los deberes que deben realizar los líderes de cada sector en los próximos meses figura el análisis acerca de la dirección del voto del domingo 14 para determinar si fue contra el gobierno nacional o si constituye un apoyo a las políticas neoliberales que, en la Argentina, tienen la experiencia reciente de los cuatro años (2015/2019) de gestión encabezada por el gerente general de uno de los más importantes grupos concentrados de la economía, con sus colegas de otras corporaciones convertidos en “ministros de la Nación”.

Pobreza y pandemia

El 10 de diciembre de 2019, cuando los Fernández accedieron a las botoneras de la gestión nacional, la economía estaba destruida, la multiplicación de la pobreza, la indigencia y la desocupación eran consecuencia de los cuatro años de gobierno de los grupos económicos y el FMI. Tres meses después aterrizó (literalmente) el coronavirus.

La pandemia que desencadenó lo cambió todo, desde las conductas sexuales hasta las funerarias, las costumbres sociales, las prácticas laborales y educativas.
El fútbol, “pasión de multitudes” argentinas si las hay, se convirtió en un deporte en soledad, televisivo, donde el silencio de las gradas permitía hasta hace pocas semanas escuchar la mínima queja de los jugadores y los susurros de los técnicos.

El gobierno logró capear el temporal sanitario. En las peores condiciones, evitó el colapso hospitalario y funerario; rearticuló un sistema destruido, consiguió insumos en cada lugar en los que pudo, contribuyó a la producción de los mismos en el país y, lo principal, generó una política de acceso a las vacunas anticovid sin prejuicios y en todos los mercados que lo permitieron.



El distanciamiento y la disminución de la movilidad de todos los que no fuesen “esenciales”, junto con la inversión estatal, fueron las herramientas centrales de esa pelea contra la muerte.

Los efectos de la suspensión productiva se hicieron sentir. En el plano económico recargaron los problemas existentes, en especial el empobrecimiento de las familias, la escalada de la desocupación, el aumento de las dificultades diarias en los barrios carenciados.

Aislamiento y pobreza fueron el sedimento de una coyuntura social en la que campea el malhumor, la incomodidad, miedo al “asesino invisible”, la tristeza por quienes enferman, por quienes murieron. Fue como vivir en un mundo diferente, “raro”, un sentimiento de “extrañamiento”..., un ser aquello que no se es.

Tras las primarias de septiembre, esta misma columna planteó la importancia de la pandemia en el comportamiento electoral, potenciada por el aumento ininterrumpido de los precios de los productos de consumo básico.

El proceso de construcción del voto es complejo, determinado por variables objetivas y subjetivas, más aún en el contexto actual, en el que el decurso personal, familiar y social del impacto del virus juega un papel crucial sobre la “percepción” de los hechos, incluso por encima de virtudes o defectos concretos de la buena o mala “gestión”, de los problemas.

La situación (la “real realidad”) y la percepción de la misma son cosas diferentes y en eso juegan un papel determinante “los medios” que, en la realidad argentina, no son un instrumento de comunicación sino, y desde hace tiempo, constituyen una “Cadena de Propaganda Privada de las Corporaciones Económicas”. Se integran en un aparato que actúa sin límites, opera como un actor partidario, controla buena parte de la agenda, construye sentido y maneja códigos inconscientes. En el concreto que nos ocupa, sus mensajes lograron negar el desarrollo del dispositivo sanitario, impidieron vivir la vacunación como una conquista que salvó miles de vidas y desplazaron la responsabilidad de la situación económica desde los causantes hacia los que debieron manejar sus consecuencias.

El sostén estatal de todos los escalones de la producción, desde los informales de la economía popular, hasta las grandes empresas y el trabajo de prevención sanitaria y respuesta a la pandemia no se “reflejó” en términos de mayorías electorales.



Los votos de septiembre y noviembre y, en especial, la ausencia en las urnas, opinaron sobre cuarentenas, vacunas, errores, aciertos y, también, acerca de los costos a los que se enfrentan las personas cada vez que van a hacer sus compras. Contra la suba de precios no hay vacuna y la mayoría de los “acuerdos” sectoriales jamás llegaron a los mostradores o las góndolas.

¿Errores? no forzados
Como en toda película, ni los buenos lo son tanto, ni los malos (que lo son) son los únicos que los conducen hacia los peores caminos. La construcción del Frente de Todos (y de Todas) y la candidatura presidencial de Alberto Fernández, nacieron de la inteligencia de Cristina Kirchner, la principal figura política del país, “sin la que no se podía ganar las elecciones, pero con la que sola no alcanzaba” (Fernández y Felipe Solá dixit).

Esa alianza electoral, la más amplia lograda en el país a lo largo de su historia contemporánea, saltó de manera mecánica al gobierno; sus áreas se “repartieron” en función de los pesos sectoriales, en un mecanismo al que denominan con el desagradable concepto de “loteo”. Una herramienta fraccionadora que se repitió al interior de muchos de los ministerios.




La consecuencia lógica del método, fue la falta de coordinación; enfrentamientos entre jurisdicciones (increíbles las protagonizadas por el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, que sobrevive a pesar de desautorizar a dos colegas nacionales y al mismísimo Presidente de la Nación); carencia de propuestas productivas sectoriales; falta de gestión de distintas carteras, con una ausencia central como es la de un ministro de Economía que no se limite a ser Secretario de Estado para la Negociación de la Deuda Externa, ni viva bajo la lupa diferenciadora del área de Producción.

Fuera del formato y, tal vez, como pecado original, aparece la evidente falta de un plan estratégico, abarcativo de todas las áreas y que incluya planes, programas y proyectos concretos, que propongan acciones. Por ejemplo, las de diferentes protagonistas del Frente que aluden, por ejemplo, al modelo energético, prioridades productivas; políticas de crecimiento e inclusión en base a sistemas tributarios y fiscales más justos e inclusivos, con cargas a las grandes fortunas y a las corporaciones concentradas, a la renta potencial de las tierras improductivas y con regulación de las operaciones del comercio exterior; generación de circuitos cortos de comercialización y de ámbitos de venta directa de productor a consumidor; mejora para los eslabones más débiles de las cadenas agroalimentarias, con ley de acceso a la tierra para cooperativas, familias, micro y pequeños productores agrarios; redistribución de la renta; generación de empleo genuino; combate de los efectos negativos del cambio climático; Ingreso Básico Universal; control de la cadena de valor de los productos, en especial, de consumo básico...

Cada uno de esos temas exige la conformación de equipos que analicen, desarrollen, comparen, presupuesten, descarten y, al fin, entreguen los frutos de su trabajo a un Presidente que, palabra más, palabra menos, llegó a la Casa Rosada gracias a la certeza popular de que se caminaría en esa dirección. Al pensamiento, discusión y elaboración de propuestas no debiera haber virus que los detenga.

Existe una “Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la Nación Argentina”, tal vez hubiese podido impulsar ese camino. O la propia Secretaría General de la Presidencia, cuyo nuevo ocupante, llegado de la cálida provincia de Tucumán, debe haber comprobado, rápidamente que, en la cima de la administración nacional, “no por mucho madrugar se amanece más temprano”.

Tras la derrota en las primarias el Presidente pareció decidido a aferrarse a su equipo inicial de gestión y a mantener su agenda. Como si el chubasco no mojase no reunió a su gabinete el mismo lunes del velorio, ni convocó a los miembros de la alianza. Pareció que navegaría hasta noviembre con el mismo barco y en las mismas aguas encrespadas del humor social. Cristina Fernández decidió expresar su malestar públicamente; los ministros que le respondían pusieron la renuncia a disposición (algo que todo funcionario debe hacer ante una derrota). Forzó cambios, la imagen presidencial quedó deteriorada y la sensación de “doble comando”, que disgusta a la población y los medios fogonean, tuvo su máxima expresión.

Cuando las cosas están mal... todo resta.

Otras yerbas

Ya se señaló la importancia electoral que tuvo la imposibilidad (tal vez incapacidad) de controlar los precios de los productos de la canasta básica; los controles brillaron por su ausencia y no se analizaron las cadenas de valor de las diferentes producciones. Tampoco se mapearon los márgenes de ganancias (siderales aún en pandemia) de supermercados, agroexportadores, productores y distribuidores de servicios energéticos, alimentarias, laboratorios farmacéuticos, para, finalmente, fijar reglas que beneficien al conjunto y no solo a quienes se aprovechan de posiciones dominantes en el mercado. Cuando se intentó un avance en esa dirección, era tarde, ante todo para el hambre de millones de personas y, en segundo lugar, para mejorar la imagen electoral.
Una vez más la coalición oficialista “se privó” de disfrutar de sus propias elecciones internas, las “Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias” (PASO). No hubo motivos para participar, ni espacios que disputar, políticas que discutir o votos que “militar”. Quedó comprobado en el aumento de concurrencia a las urnas en las elecciones en las generales; cuando los jefes territoriales decidieron salir a la cancha, todo fue mejor.

En plena cuarentena, una de las medidas más ponderadas por la población fue la disponibilidad de un “Ingreso Familiar de Emergencia” (IFE), que en su primer pago abarcó a casi 9 millones de personas, desesperadas y sin recursos, que acudieron a ese beneficio en medio del parate provocado por la pandemia. Lo suspendieron cuando la recuperación de la economía, tan real como rotundo, todavía no dinamizaba la economía familiar y barrial.
En ese camino empedrado, hay aspectos menos materiales, pero muy importantes. Ya se mencionó la influencia de la “Cadena de Propaganda Privada de las Corporaciones Económicas” que construyen discursos sobre irrealidades, apoyadas en el desparpajo de quienes fueron oficialismo hasta hace dos años y les reclaman a quienes los sucedieron lo que ellos no hicieron o, peor, los acusan hasta de las deudas que tomaron y fugaron.

Sin ignorar esas realidad, cabe señalar que el Gobierno no supo construir una buena comunicación, un buen relato, una expresión clara, seria, sencilla, comprensible de su propia gestión, que tiene muchos aspectos positivos y publicables. Durante meses se gastó en la unicidad de la voz presidencial. Durante meses se diluyó en explicaciones dispersas o en el silencio cerrado de funcionarios poco convincentes.

Juntos por el Cambio propuso una discusión “modelo vs modelo”, el Presidente aceptó la cancha, reinstaló a Macri en el escenario y perdió de presentar su agenda propositiva. Los herederos del ex mandatario empresarial esquivaron la imagen destruida de quien pasó a ser su “ex” jefe y blanquearon las propias: Horacio Rodríguez Larreta (jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), María Julia Vidal (ex gobernadora bonaerense) y Diego Santilli (ex segundo de la Ciudad), se desconectaron de los destrozos causados por el gobierno constitucional que hizo más daño en menos tiempo en el país y se presentaron sin prontuario ante el electorado.

Dos años son más que dos meses

Sesenta días no constituyen el tiempo necesario para hacerlo todo, pero, como sucedió, alcanzaron para que el peronismo y sus acompañantes, mostraran que mantienen sus músculos vivos; también para mantenerse como primera minoría en Diputados y bloquear la intentona desestabilizante de los halcones opositores que pretendían incrustarse en la línea sucesoria de un cargo (el de Presidente/a) para el que no fueron elegidos en 2019, y para lograr un empate en el Senado que la muñeca “federal” de los Fernández podrá (o no) inclinar en favor de sus propuestas.

Del mismo modo, las elecciones dieron visibilidad al cansancio de millones de personas, a sus silencios, a sus opciones electorales y a un mapa con la “novedad” de la aparición legislativa de caras ultraliberales. La bajada al título de esta “Crónica” incluye una suerte de trampa, tal vez de “duda”, al decir que lo que avanzó el “voto neoliberal” en la Argentina y no “el liberalismo”. Eso se verá a lo largo de los próximos años.



Al día de hoy, son dos candidatos que corrieron por derecha a la expresión neoliberal macrista, le arrebataron votos a ese espacio y generaron expectativas particulares. Uno de ellos, encabezado por Javier Milei, un autodenominado “libertario” que, en realidad, luce una postura “libertarista” como expresión de un individualismo acérrimo y libremercadista extremo, contrario a los cuidados contra la pandemia y disfrazado de una “rebeldía” con la que logró instalarse en un sector de la población de la Ciudad de Buenos Aires, compuesto por desencantados de los partidos mayoritarios y por jóvenes entusiasmados por el discurso agresivo, exultante y “antipolítico”. Incluso por encima de sus ideas, permiten describir su perfil el trabajo que realizó como asesor de Antonio Bussi, genocida acusado de más de 800 secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones en la provincia de Tucumán, y las posturas de sus colaboradores más cercanos, negacionistas de las violación sistemática de los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar. El intento de un miembro de su equipo de utilizar un arma contra uno de sus seguidores, en pleno festejo electoral, completan la descripción del espacio.



Los próximos meses permitirán ver si estos sectores serán fagocitados por el neo macrismo de Larreta y Vidal, si perduran o se licúan en el fragor de la pelea de fondo. Del mismo modo, el paso del tiempo y la cercanía de la definición de las candidaturas permitirá ver si “Juntos” logra mantenerse en esa situación o los intentos del desteñido aliado Radical por reinstalarse resquebrajan la alianza ante los estratégicos comicios de 2023 cuando, además de presidentx y vicepresidentx, se elegirán, 130 diputadxs, 24 senadorxs nacionales y centenares de intendentxs en todo el país.



En el territorio de “Todos y Todas” tal vez comprendan que, al margen de cualquier campaña electoral, para un gobierno no hay mejor carta de presentación que el diseño de buenas políticas y el ejercicio de una buena gestión. En dos años s se pueden articular planes, acciones y alcanzar logros, sobre todo si enfrente está el mismo monstruo que destruyó los avances logrados en más de una década y hundió al país en una situación cuyas consecuencias sin comerla ni beberla y estando vacunado... terminó pagando en las urnas el propio sector que sacó semejante peso de las espaldas de argentinas y argentinos.

* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la/)


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