Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Octubre de 2021

ARGENTINA: CÓMO PERDER LA ELECCIÓN DEL BARBIJO
Carlos A Villalba


En el minuto que cada votante transcurrió en el cuarto oscuro pasaron por su cabeza las mil imágenes de lo vivido en este tiempo dramático de la peste; la boleta del color elegido simbolizó las expectativas, los agradecimientos y, también, las desilusiones y las broncas. En general, son las y los gobernantes el blanco móvil de la frustración que, si es compartida, genera derrotas electorales.

El domingo 12 de septiembre, en la Argentina, no se eligió nada, menos aún porque cuando eso suceda, el domingo 14 de noviembre, será en el marco de una elección de medio término, que define “solo” la composición de las cámaras legislativas y no las figuras de quienes gobiernen la Nación, las provincias y los municipios. Sin embargo, estos comicios delinearon un escenario de rechazo a la gestión actual y de expectativas favorables a una expresión liberal que reemplaza la del ex presidente Mauricio Macri, que acaba de asistir a su defunción partidaria.

Peste y supermercado

La pandemia desembarcó en el país en uno de los peores momentos de su historia económica, después de la destrucción de los cuatro años de gobierno de los grupos económicos y el FMI, con multiplicación de la pobreza, la indigencia y la desocupación. Cuando todavía no terminaba de acostumbrarse al sillón mayor de la Casa de Gobierno, heredado el 10 de diciembre de 2019, Alberto Fernández tuvo que dedicarse a reconsiderar la forma de asignar recursos y redirigir la inversión, primero, hacia salvaguardar la mayor cantidad de vidas humanas que el virus se llevaba. Lo logró, rearticuló un sistema sanitario destruido, consiguió insumos en cualquier lugar que los hubiese, contribuyó a la producción de los mismos en el país y, lo principal, generó una política de acceso a las vacunas anticovid sin prejuicios y en todos los mercados que lo permitieron.

En segundo lugar distribuyó los magros recursos con que contaba el Estado entre todos los sectores que los necesitaran, empezando por los comedores populares que desde hacía dos años ya eran el único sustento alimentario de millones de personas y, desde abril del 2020, explotaron de mujeres, hombres y niños que ni tenían trabajo ni podían salir a buscarlo en medio de una cuarentena imprescindible. Los diferentes sectores de la economía paralizada recibieron todo tipo de medidas de sostén, incluso muchos grupos con ganancias astronómicas a lo largo de los años.

La pandemia cambió todo, desde las conductas sexuales hasta las funerarias, las costumbres sociales, las prácticas laborales y educativas. Si hasta el fútbol, “pasión de multitudes” argentinas si las hay, se convirtió en un deporte en soledad, televisivo, donde el silencio de las gradas permite escuchar hasta la última puteada de jugadores y los susurros de les técnicos.

El sedimento de esa situación fue el malhumor, de incomodidad, junto a la impresión de vivir en un mundo diferente, “raro”, un sentimiento de “extrañamiento”... de ser aquello que no se es.

Los despojados y los sectores medios, que orientan simpatías a uno y otro lado del electorado según sus percepciones, ahora con barbijos y sin la “presión” de tener que definir quién va a presidir los destinos de su país, opinaron sobre cuarentenas, vacunas, errores, aciertos y, también, acerca de los precios a los que se deben enfrentar cada vez que van a hacer sus compras.



En la nota previa a las elecciones, este cronista afirmó que “Para los precios no hay vacuna” y sostuvo que la mayoría de los “acuerdos” sectoriales jamás llegaron a los mostradores o las góndolas, al tiempo que los controles brillaron por su ausencia y, a pesar de ser peronista, el gobierno “no se dedicó a analizar la cadena de valor de las diferentes producciones, mapear los márgenes de ganancias (siderales aún en pandemia) de supermercados, agroexportadores, productores y distribuidores de servicios energéticos, alimentarias, laboratorios farmacéuticos... y fijar reglas que beneficien al conjunto y no solo a quienes se aprovechan de posiciones dominantes”.

Era sabido que el proceso de construcción del voto es complejo, determinado por variables objetivas y subjetivas, más aún en el contexto actual, en el que decurso personal, familiar y grupal del impacto del virus jugaría un papel crucial sobre la “percepción” de los hechos, incluso por encima de virtudes o defectos concretos de la “gestión” de los problemas. Es clave la diferencia entre la situación y la percepción de la misma y en eso juegan un papel determinante “los medios”, más aún cuando desde hace tiempo la “Cadena de Propaganda Privada de las Corporaciones Económicas” actúa sin límites, opera como un actor partidario y mantiene buena parte de su poder de agenda y construcción de sentido. En lo concreto logró negar el desarrollo del dispositivo sanitario e impidió vivir la vacunación como una conquista que salvó miles de vidas.

Esa herramienta, también contó con una serie de circunstancias como las de las vacunas aplicadas “por el costado” a algunas figuras públicas, que se llevaron puesto a un ministro que, como extraordinario sanitarista que es, desarrolló un trabajo excelente aunque a pesar de que antes de su asunción parecía mejor perfilado para asesor del Presidente que para titular del Ministerio. Las reuniones festivas en la Quinta Presidencial cuando las familias se recluían y apenas se saludaban por teléfono y, en el mejor de los casos, “por zoom”, ofrecieron otro flanco a quiénes ni perdonan ni confirman datos.

Acomodar el jardín



Con el diario del lunes, donde los goles fueron reemplazados por el 41,50% de los votos de Juntos por el Cambio contra el 31,80% del Frente de Todxs, lo que fue una pregunta es una respuesta: la pandemia y la situación económica llevaron a la primera minoría de votantes a optar “contra” las precandidaturas de los oficialismos peronistas y dejaron a un porcentaje alto de la ciudadanía en sus casas, muchas de ellas ubicadas en los barrios populares. El ausentismo generó una participación por debajo del promedio para las primarias, ni qué decir de las de 2019, cuando el apuro por sacarse encima al gobierno constitucional que más daño causó en menor tiempo en la Argentina empujó hacia las urnas al 75% del padrón.

Cuando Macri fue aplastado en esas internas, todo lo que hizo fue enojarse por el voto en contra de su gestión, culpar al kirchnerismo por la trepada del dólar y amenazar con supuestas consecuencias negativas ante una eventual victoria de los Fernández. En la antípoda de esas expresiones, el domingo pasado, al ponerle el cuerpo a la derrota, el actual mandatario reconoció que “algo no hemos hecho bien pero todos escuchamos el veredicto de la gente” y que “hay errores que hemos cometido y de ello aprendemos. Hay una demanda que no habremos satisfecho adecuadamente y nos ocuparemos de prestarle atención y resolver lo que la gente nos plantea”.

El oficialismo tiene nueve semanas para intentarlo. Los comportamientos electorales son de cambios lentos, sobre todo cuando las diferencias son importantes. Seguramente los 24 meses que restan para las presidenciales de 2023, le ofrecen un espacio más sólido a quienes deban analizar lo sucedido, desarrollar nuevas políticas y presentar propuestas electorales que regeneren mayorías.

Desde lo formal, la comunicación gubernamental seguramente deberá, ante todo, “existir”, ya que al momento no acompaña las medidas necesarias que se generan y tendrá que “descentralizar” el mensaje para que la gestión aparezca como tal y no como las piezas sueltas de un rompecabezas o los consejos de un señor tranquilo y bonachón.

En momentos en que muchos sectores piden renuncias, la arquitectura ministerial debería analizarse en profundidad y no ser víctima de venganzas ni de intereses mezquinos. La realidad previa a las elecciones mostraba ya una serie de fisuras en la gestión, además de las “comunicacionales” ya planteadas.

Entre los puntos que se apresuran a incluir en los papeles que se pretenden como “guía de ruta” de próximas decisiones, el mismo “lunes del velorio”, por ejemplo, surgió la importancia de tener un Jefe de Gabinete que sea el coordinador de un equipo de ministros y de un Ministro de Economía que no sea solo “Secretario de Negociación de la Deuda Externa”, además de la urgencia de poner en línea a los referentes de los principales aparatos de prevención y control de la seguridad en un país que ese tema siempre está entre las tres primeras preocupaciones de “la gente” y es banderín al viento de los horarios centrales de la televisión.

También se agitó, en el marco del relanzamiento de la campaña, fue el del desarrollo de políticas que aceleren el proceso de construcción masivo de trabajo digno y de viviendas populares y la generación de obra pública de cercanía. Algunos de los actores políticos deberían traducir las frases en programas concretos y realizables.

El resultado pone al gobierno en la encrucijada de hacia dónde y con qué energía avanzar, sobre todo, teniendo en cuenta que la valoración positiva que hace de lo actuado, en términos generales y en el marco de la crisis sanitaria con la situación macroeconómica del país, no se vio reflejada en las urnas.

Una de las direcciones es la de dejar de conceder espacios o de retroceder ante el primer fustazo de los factores de poder que, además de saquear al país y empobrecer a sus habitantes hasta niveles de miseria, quieren volver a instalar a sus gerentes en el lugar que él ocupa, ahora y -por lo menos- hasta el 10 de diciembre de 2023.

Dos meses pueden no constituir el tiempo necesario para hacerlo todo. Dos años son un período en el que se pueden articular planes, acciones y alcanzar logros, sobre todo si enfrente está el mismo monstruo que destruyó los avances logrados en más de una década y hundió al país en una situación cuyas consecuencias, incluso, terminó pagando en las urnas, sin comerla ni beberla y... estando vacunado.

* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la/).


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