Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Septiembre de 2021

EN TORNO A LA MUERTE MASIVA DE ABEJAS EN SANTA CRUZ, BOLIVIA
José Luis Saavedra


El pasado reciente 27 de mayo nos enteramos que han muerto abejas de más de 400 colmenas (y unas 70.000 abejas por colmena en producción), instaladas en terrenos próximos a Río Grande, una región situada al sureste del municipio de San Julián, en la provincia Ñuflo de Chávez, en el departamento de Santa Cruz. Después, el problema fue mayor porque el número de colmenas afectadas subió de 400 hasta al menos 973 colmenas.

Todavía hoy se discute qué es lo que ha afectado tan letalmente a las abejas y cuál es la causa de su muerte masiva. Se desconoce pues cuál es la sustancia diseminada que eliminó a las abejas, nos dicen que no se puede determinar (“no podemos detectar”) qué es y aún no hay informe oficial. El resultado del análisis de laboratorio tampoco es concluyente y no ha podido identificar el químico (sustancia contaminante) o plaguicida (veneno) que mató a las abejas. Tontamente (sospecho que nos ocultan información) nos dicen que “se observa una molécula (no identificable) presente en las muestras” y también nos hablan de “un compuesto químico no identificado” presente en las áreas afectadas. En fin, no hay posibilidad de hacerlo (¿no existe capacidad analítica en el país?) y tampoco contamos con toxicólogos clínicos que puedan hacer ese trabajo.

Aquí hay, entre varios otros, un problema central, además de protocolos de respuesta (en tiempo correcto) inexistentes, y es el tiempo transcurrido entre el incidente de la muerte de las abejas y la recolección de muestras (de residuos de agroquímicos o insecticidas) durante el levantamiento de información en campo. La muerte de las abejas fue advertida por los apicultores la mañana del 27 de mayo y, casi un mes después, recién se inició la inspección por parte de las autoridades a las zonas dañadas. El tiempo que pasó entre el incidente y la toma de muestras pudo haber llevado a la degradación enzimática del plaguicida.

Nuestra hipótesis de trabajo comprende una causalidad extrínseca y otra intrínseca. Entre las causalidades extrínsecas está el modelo (productivo) actual, prohijado por el régimen MASista, de carácter radicalmente extractivista y el consiguiente uso de ingentes cantidades de agrotóxicos (cfr. “El apetito por los agroquímicos creció 471% en 20 años”, Revista Nómadas, 20 julio 2021), que están matando a las abejas y afectando severamente a los productores de miel.
Hablamos por ende del boyante negocio de los agroquímicos y de la severa afectación socio ambiental producida por los agroquímicos, es decir que no sólo afecta a las abejas sino también a otras especies importantes, provocando graves desequilibrios ecosistémicos, contaminaciones de acuíferos, reducciones de polinizadores, afectaciones a la cadena (seguridad) alimentaria, etc. Es pues altamente probable que la afectación/contaminación no sólo sea a las abejas sino también a todo el conjunto de los polinizadores y que responden por al menos el 85% de la productividad de alimentos.

Entre las causalidades intrínsecas está que las abejas han muerto por envenenamiento y el efecto del uso de agroquímicos, es decir de sustancias contaminantes o tóxicas presentes en la fumigación. ¿Cómo opera el proceso de envenenamiento?, básicamente por los insecticidas que son aplicados sobre las plantas y que alcanzan a las flores donde liban las abejas. Planteamos pues que las abejas han sido envenenadas por los insecticidas neonicotinoides, que, como bien dice Roger Caravajal, “son los más responsables de la muerte de las abejas”, ya que los efectos y los impactos de los neonicotinoides sobre las abejas son letales. Consideramos por tanto que la causa del masivo envenenamiento de las abejas es el efecto letal de los agrotóxicos.

Una vez establecidas las causalidades, ahora veamos los contextos y circunstancias en los que se ha generado esta grave mortandad de las abejas. Un dato importante es que, el 20 de mayo, poco antes de la muerte masiva de las abejas, el periódico digital Guardiana publicó que el uso excesivo de plaguicidas y herbicidas es la causa de graves desequilibrios ecosistémicos y que la existencia de las abejas está severamente amenazada -precisamente- por la fumigación con químicos tóxicos.

Un argumento esencial, que aquí procuramos desarrollar, es que las abejas han muerto envenenadas por los químicos utilizados en la fumigación de campos de trigo y maíz transgénicos (monocultivos). Consideramos pues que el uso de agroquímicos (por los productores agrícolas de la región) envenenó la flora y con ello causó la muerte masiva de las abejas que recogen el polen.

Esta evidencia se refuerza con el hecho que, en los terrenos colindantes a los apiarios, existen varios cultivos de maíz y trigo. Así, de acuerdo con el gerente de Adapicruz, Osvaldo Soruco, hay el pensamiento de que se fumigó con productos tóxicos, como compuestos organofosforados u organoclorados, que se utilizan para combatir cierto tipo de gusanos.

Los agroquímicos y los usos indiscriminados de pesticidas afectan/dañan tanto a las colmenas, a los apiarios, como también al medioambiente y a la producción, además de generar graves contaminaciones en los suelos y -lo más importante- en las fuentes de agua. Los monocultivos, que están cargados de fumigaciones, no son pues compatibles con las áreas de apicultura, ni con los sistemas de producción biológica y menos con el conjunto de la biodiversidad.

¿Qué hacer para que no sigan muriendo las abejas? en lo inmediato, identificar el veneno (sus principios o ingredientes activos), evitar que continúe presente en las fumigaciones e impedir mayores afectaciones (efectos e impactos toxicológicos). ¿Cómo? Trabajar en más y mejores regulaciones ambientales, tanto para no afectar como para disminuir la afectación que tienen los apicultores. Concretar políticas de alerta temprana y respuesta oportuna a los problemas; de manera que, ante la sola sospecha de posibles afectaciones, detectarlas, hacer evaluaciones y monitoreos, tomar muestras y remitirlas al laboratorio.

También convendría desarrollar investigaciones en apicultura, implementar laboratorios de alta gama (quizá con apoyo de las universidades), establecer estructuras operativas, definir competencias y precisar claramente los protocolos de quién, cómo y cuándo tomar las muestras, de manera que se pueda actuar no sólo cuando hay reportes de mortandad, sino hacerlo de manera mucho más preventiva. Se trata pues no sólo de actuar sobre los efectos, remediar desastres, como los reportes de mortandad, sino más bien de prevenirlos.

Para terminar, debo decir que este artículo es sólo una aproximación, hay que seguir trabajando en torno a este tema. No faltará quién nos pregunte, ¿y por qué debemos preocuparnos por las abejas? Las razones son múltiples, por las limitaciones de espacio, bastará con decir que las abejas hacen posible más del 75 por ciento de los cultivos que alimentan a las personas, como bien dice Jaime Rodríguez: “las abejas responden por el 75% de toda la polinización”. Las abejas aportan a la naturaleza y la seguridad alimentaria y, junto con otros polinizadores, como las mariposas, aves, escarabajos, son consideradas responsables de la polinización de más del 75% de los cultivos de alimentos y obviamente ayudan a la reproducción de las plantas.

Las abejas están pues entre las principales polinizadoras responsables de la producción de alimentos y por eso, precisamente por eso hay que cuidarlas; ya que, en sus manos, mejor dicho, en sus patitas están nuestras vidas.


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