Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Agosto de 2021

Censura mediática y humanidad teledirigida
Homar Garcés


Lo que pudo caracterizar un anhelo y una conquista colectiva ahora se trata de acomodar de acuerdo a los intereses y la visión del mundo de una minoría.

El avanzado desarrollo de la Inteligencia Artificial sitúa al conjunto de la humanidad frente a una inmensa gama de retos, cambios e incertidumbres que son pocos los que buscan advertirnos sobre sus consecuencias, especialmente en cuanto a la vigencia, la concepción y el ejercicio de los valores democráticos por los que, desde siempre, los pueblos lucharán denodadamente, fuese cual fuese el tipo de régimen dominante. En la actualidad, tales valores son socavados a través de manipulaciones de la opinión pública, la imposición de una especie de sociedad de la banalidad donde es más importante si una celebridad usa o no un producto determinado que estar pendiente de la tragedia diaria que soportan palestinos, yemenitas o inmigrantes; y el establecimiento de verdades oficiales con las cuales se distorsionan u ocultan los hechos históricos. Todo esto haciéndonos sentir que manejamos libremente opciones durante las veinticuatro horas del día, pero (sin parecernos extraño) dejándonos al margen del conocimiento de otras que supongan un cuestionamiento del orden e ideologías establecidos.

Ya la frase “Contenido delicado” con que Facebook estigmatiza algunas fotos y frases comienza a generar molestia y opinión negativa respecto al poder de veto que esta aplicación ejerce sobre el contenido publicado por sus adeptos. No hay publicación que sea catalogada como tal, así sea la más sencilla o ingenua relacionada con la historia de luchas y resistencia de nuestros pueblos que no sea víctima de su celo censor. Otro tanto ocurre con las demás redes sociales. La libertad, como la pudiéramos definir desde hace doscientos años como mínimo, está siendo perfilada en contra de sí misma. Lo que pudo caracterizar un anhelo y una conquista colectiva ahora se trata de acomodar de acuerdo a los intereses y la visión del mundo de una minoría. Incluso el odio que muchos dejan traslucir obedece a este manejo de intereses. Estaríamos entonces frente a una humanidad teledirigida, autoconvencida de ser libre, pero sin percatarse de que dista mucho de serlo realmente.

Concordando con lo afirmado por Martín Becerra en su artículo “La libertad de expresión y su policía digital”, podemos decir que «el derecho a la expresión comprende no solo la posibilidad de emitir ideas y noticias “por cualquier medio de expresión", como dice la Declaración Universal de Derechos Humanos, sino también el acceso a las ideas y noticias de terceros y la facultad de investigar. Si no median políticas que corrijan o compensen las desigualdades estructurales, las probabilidades reales de concretar el derecho a la expresión por parte de los sectores con menores recursos se diluyen». Esto es aprovechado por quienes, de una u otra manera, controlan el poder y el mercado capitalista, encallejonando a los sectores populares a responder del modo que se espera de ellos. Por ello, la difusión de las noticias falsas (fake news) busca tergiversar y mantener vedada la verdad, no importa que ésta sea evidente. Se observa que las redes sociales conceden a mucha gente la sensación de absoluta libertad y la oportunidad de expresarse sin que la coaccione prácticamente ningún control, lo que -por otra parte- ha incrementado los niveles de intolerancia en todo el mundo; convirtiéndose en una tendencia altamente dañina y peligrosa.

La producción de subjetividades a través de internet es parte fundamental de lo que algunos especialistas denominan la Cultura de lo desechable. Esto representa también el consenso logrado por el capitalismo neoliberal, a diferencia del Estado burgués liberal habituado a reprimir a aquellos que lo enfrentan. Pocos se atreven a ir en contra, por ejemplo, de la idea generalizada que presenta a los pobres como culpables de su condición inhumana y no como parte de un problema estructural que exige una verdadera revolución en vez de pañitos calientes. Básicamente, esta clase de democracia teledirigida está abarcando diversos países, sin hallarse conformada (como se pensaría) en razón de unos iguales intereses u objetivos, y sus efectos apenas tienden a ser debidamente analizados y confrontados; lo que exige nuestra prevención, dadas sus consecuencias negativas para todos.

https://www.alainet.org/es/articulo/212707

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