Agosto de 2021
El Discurso de la Globalización. Geopolítica, Territorio y Consecuencias humanasCARLOS ALBERTO NAVARRO FUENTES
(Imagen de Wikipedia)
betoballack@yahoo.com.mx
El capitalismo neoliberal imponiéndose globalmente, va determinándose histórica y hegemónicamente como “El” modo de producción por excelencia, avasallando los modos de producción tradicionales, y así también, las relaciones sociales que de aquí se producen y se reproducen.
El globalismo no nace listo, acabado y mucho menos presente, visible, evidente. Se revela poco a poco, ya sea a la observación o al pensamiento. Aparece y desaparece, según el lugar, el ángulo de visión, la perspectiva o la imaginación. A veces parece inexistente y otras, de forma evidente, estridente…sucede que el globalismo es producto y condición de múltiples procesos sociales, económicos, políticos y culturales, generalmente sintetizados en el concepto de globalización (Ianni, 2001: 56).
Sin duda alguna, sin el término de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, el globalismo no tendría lugar ni necesidad de ser explicado, pues para ello, el fenómeno de hegemonía del capitalismo y el de dominación de los países más ricos del mundo (Norteamérica, Europa, Japón y actualmente China) son necesarios. Immanuel Wallerstein, tiene una lectura similar de la misma, para este la realidad de la globalización es que, “el sistema cruza las fronteras políticas, nunca se ha constituido de manera separada a los estados y sin relaciones mutuas. La división del trabajo ha cruzado siempre las fronteras constituyendo así cadenas de mercancías que responden a las descripciones exactas de lo que hoy se llama producto global…” (Wallerstein, 1997: 48).
Mediante el globalismo, la globalización impone una desterritorialización que transforma geografías e imaginarios, realidades, contextos históricos, sistemas semióticos, entre otros códigos y hábitos socioculturales. El sujeto mismo es otro, que pierde y busca ganarse nuevas referencias, crearse e imaginarse nuevos lugares y espacios donde realizar su vida y experimentar sus impulsos vitales. El globalismo podría ser descrito como el proceso mediante el cual la globalización va imponiéndose hegemónicamente espaciotemporalmente en todo el orbe, legitimando paralelamente el fundamentalismo del libre mercado (neoliberalismo) como verdad dogmática. El globalismo, como ya mencionamos, viene a imponer, creando nuevas formas de dominación y exclusión, de perversión e integrismos, los antes sólo pobres y/o marginados o desposeídos, hoy como resultado de la fragmentariedad e intentos de integración forzada, conlleva a que comunidades diversas alrededor del mundo, ya ancestrales y predominantemente rurales, ya contemporáneas y predominantemente urbanas, tiendan a apelar de cara al poder el reconocimiento de su identidad, el respeto de su tradición y formas de vida, la recuperación de su historia y la reconstrucción de su memoria, lo cual incluye la revaloración de su literatura y sabiduría, y de su territorio, entre muchas otras cosas.
De esta manera, la democracia, la justicia, la libertad, el reconocimiento; pero también, el modelo económico, la escritura de los días, el diálogo, amar y pensar, se juegan en el universalismo capitalista de corte neoliberal llamado globalización en el espacio local mismo. Debido a lo anterior, la globalización debe implicarnos desde múltiples horizontes de inacabables diálogos desde una perspectiva necesariamente crítica y de izquierda, para pensarla, reflexionarla y criticarla, entre los que le aplauden, los que la quieren incendiar y los que guardan posiciones menos extremistas. Teorizar la globalización es ya adoptar una visión de esta, del mundo, de la realidad y del futuro.
El mundo ya no es exclusivamente un conjunto de naciones, sociedades nacionales, estados-naciones, en sus relaciones de interdependencia, dependencia, colonialismo, imperialismo, bilateralismo, multilateralismo. Simultáneamente, el centro del mundo ya no es principalmente el individuo, tomado singular y colectivamente, como pueblo, clase, grupo, minoría, mayoría, opinión pública. Aunque la nación y el individuo sigan siendo muy reales, incuestionables y estén presentes todo el tiempo, en todo lugar, y pueblen la reflexión y la imaginación, ya no son hegemónicos (Ianni, 1999: 3).
La globalización es así tanto una realidad como una metáfora, la cual no cesa ni avanza ni sólo linealmente ni siempre hacia adelante, como el progreso capitalista de la modernidad quisiese que fuese. No obstante, como metáfora suele despreciarse, pues durante siglos se le ha considerado cercana al mito y a la tradición, por tanto, poco racional o irracional y acientífica, o sea, sospechosa para la razón instrumental desde la perspectiva del progreso científico requerido para “el bienestar de la humanidad”. No obstante, la metáfora no se queda en la fantasía, esta es útil a la imaginación y ayuda a comprender y reflexionar fenómenos de la realidad histórica y concreta. Asimismo, es una manera de poner en contacto a lo real y lo simbólico, al sujeto, a la historia y el pensamiento. Es en esta dinámica desde donde se explica y se puede comprender lo real de la humanidad, darle sentido y adecuación que más que buscar una única verdad o solución a un problema en particular, se produzcan horizontes significativos de interpretación a partir de los cuales argumentar, reflexionar, debatir y establecer planes de acción conjunta a favor de la mayoría y tomando en cuenta a las minorías. Cuando se habla de que la globalización coadyuvará al desarrollo de las naciones atrasadas de la Tierra, a lo que se refiere es a la idea de modernización, la cual va siempre unida a las ideas de progreso, occidentalización, racionalidad e individualismo egoísta. “La concepción del mundo moderno, prevaleciente en las sociedades avanzadas de Europa Occidental y en las sociedades de habla inglesa, ganó la delantera en la formación de instituciones internacionales y en la transformación del mundo como resultado de la adopción generalizada de sus valores e instituciones” (Black, 1966: 139).
Así, occidentalizar, modernizar y racionalizar, parecen ser sinónimos que interactúan siempre conjuntamente en esta lógica de la globalización neoliberal. El globalismo lo hace evidente en el momento en que los patrones afines a esta se universalizan en todo el mundo hegemónicamente, siendo aquello que se resiste a su inclusión y/o aceptación minusvalorizado como irracional o antimoderno y, por tanto, muy probablemente asumido como un cáncer que debe ser extirpado de raíz. Esta concepción del globalismo se hace acompañar de una cierta actitud pragmática orientada a intencionalidades homogeneizantes a la manera del rey Midas, en las que se promueve la negación de la diferencia, de la posibilidad del disenso y la oposición, de las prácticas “culturales” que no se adaptan óptimamente al modelo que propone el desarrollo modernizador neoliberal. Suele conllevar también a que lo individual quede contrapuesto a lo comunitario, como si éstos fuesen históricamente enemigos irreconciliables, aduciendo que los derechos y consideraciones a favor de la comunidad contravienen los derechos y libertades individuales.
En este último sentido, de hecho, se enmarca una de las diferencias más importantes entre los principios que dieron origen a la doctrina del liberalismo y el actual neoliberalismo. Así, una práctica como el disenso, por ejemplo, habría de ser considerada probablemente como irracional y no sólo como indeseable, contraria al status quo, y por tanto, antimoderna y antidemocrática, aunque en el fondo pueda implicar todo lo contrario. La racionalidad del liberalismo económico de la globalización y/o lo que hemos venido denominando neoliberalismo es una muy cercana a la racionalidad económica, la cual, por cierto, se aproxima demasiado a la concepción actual que podríamos tener de libertad, es decir, una libertad (económica) de la cual dependen las posibilidades y calidades de la libertad política, social, etc. Por ello, contravenir el acuerdo de libertades en el sentido anterior, fácilmente podría considerarse un actuar irracional. Para algunos otros autores la globalización no se trata de un aspecto definitivo, sino de un fenómeno que tiene consecuencias diversas en la humanidad y su desarrollo histórico, así, por ejemplo, dice Kande Mutsaku,
La globalización es uno de los fenómenos más controvertidos de nuestros tiempos. Unos lo consideran como un ave de salvación para la humanidad mientras que otros ven a este proceso el camino que lleva al infierno, sobre todo los pueblos pauperizados…A pesar del carácter triunfalista del discurso que lo acompaña la globalización sigue siendo un problema; un análisis de las diferentes consecuencias sociales, económicas y políticas de su desarrollo nos invita a plantear las preguntas de su viabilidad y de su futuro… (2002: 5).
Lo globalista de la globalización implica la exportación de las instituciones occidentales capitalistas a todo el orbe como sistema hegemónico, las cuales a través de diversos organismos, ponen en sintonía sus mecanismos internacionales y transnacionales ya existentes con sus posibles consortes en el ámbito local, cuya sana comunicación y virtual eficaz adaptabilidad resultan por lo general poco o nada parsimoniosas, por lo que el choque traumático resulta en nuevas formas extremas y agudizadas de colonialismo, en gran parte debido a los avances en las telecomunicaciones, las tecnología informática y armamentística, sobre todo a partir de la entrada en escena del Neoliberalismo, con su economía financiarizada virtualmente en los mercados de valores y de capitales, la especulación financiera, los paraísos fiscales, el secreto bancario, entre otros mecanismos que funcionan como correlatos de la actual economía de libre mercado global, la cual a su vez erigiéndose legítimamente como paradigma y corrector de anomalías próximas a este último, asegura tecnoeconómicamente la producción, la distribución y el consumo, la oferta y la demanda, quedando así impuestas las formas en que tendrán que ser organizadas la vida y el trabajo, las cuales giran en torno a los dictados del mercado y la economía. El Estado se torna en amigo del capital como una más de las ampliaciones en las cuales este incurre y de las cuales se vale para asegurarse el control, el dominio y la manipulación de los ciudadanos que conforman la sociedad en cuestión, siendo el mercado el encargado casi único de la distribución de los beneficios y de los costos, de la riqueza y de la pobreza, con ayuda de la tecnología y otras instituciones afines, como ya se mencionó. Afirma Marcuse: “La tecnología, como una forma de organizar la producción, como una totalidad de instrumentos, esquemas e inventos que caracterizan la era de la máquina y, al mismo tiempo, un modo de organizar y perpetuar (o cambiar) las relaciones sociales, las manifestaciones predominantes del pensamiento, los patrones de comportamiento, es un instrumento de control y dominación” (1941: 414).
Metodológica y epistemológicamente, me parece importante agregar la siguiente descripción que hace Elie Cohen de la globalización, para este, “el acuerdo sobre el término globalización es en sí mismo un problema, no se puede progresar en el conocimiento de los diferentes fenómenos agrupados bajo este concepto sin una previa distinción de sus diferentes sentidos” (Mougin, 1996).” No obstante, me parece que lo que es innegable y debe ser reflexionado, es que, el globalismo cree poder asegurar el alcance de la modernización u occidentalización del mundo no occidental, tanto en el Norte como en el Sur. Este proceso, se incrusta ideológicamente en una tesis biológica de carácter evolucionista, en donde el racismo y la discriminación sirven de filtros selectivos bajo algunos criterios como los de rentabilidad, productividad y competitividad, todos estos conceptos sobre los cuales se construye racionalmente el capitalismo, y cuyos criterios actuando sobre el espacio de la vida misma, el mundo, decretará qué pervive, qué deviene y qué no sobrevive, es decir, qué debe morir y qué de momento es perentorio por razones económicas, dejar vivir. De esta manera, el control ya no se ejerce sólo sobre la vida, sino también sobre la muerte. Sólo lo moderno evoluciona; lo que evoluciona puede llegar a modernizarse; lo que se resiste a la modernización no puede evolucionar, su extinción u olvido se vuelve inminente, necesario y urgente. Esto, no obstante, confiere la ilusión de integración.
La Globalización (Económico-Financiera). Algunas Consecuencias Humanas
Aparentemente existen ciertos paralelismos, tanto en el tiempo como en el espacio, entre la puesta en funcionamiento de los mecanismos y de las instituciones de la mundialización financiera y la utilización de métodos cada vez más complejos en la producción, la distribución y el consumo en el orbe, merced a la globalización en un movimiento de ida y vuleta. La desregulación y liberalización financiera ha multiplicado las posibilidades ofrecidas a los capitales de crecer de forma puramente financiera, alejados de toda actividad de producción de bienes y servicios, así como de reinversión para fines productivos. La economía globalizada ha hecho más perceptibles algunos viejos problemas y ha hecho aparecer otros nuevos. Terrorismo, narcotráfico, migraciones forzadas, devastación ecológica y contaminación, son algunos de los retos que la humanidad debe enfrentar actualmente, y que de manera curiosa pareciese como si estos problemas no tuvieran una relación directa con el modelo capitalista neoliberal que se expande y acuña globalistamente a través de las fronteras.
Como comentamos al inicio del ensayo, la actual economía globalizada plantea una serie de problemáticas que repercuten en todos los lugares del planeta. Son problemas globales que no se pueden afrontar de forma unilateral, sino que necesitan un compromiso general y una cooperación internacional y nacional. Las desigualdades entre los países ricos y los países pobres se siguen incrementando. Asimismo, las desigualdades sociales internas están creciendo en muchos países del mundo, incluidos los más ricos. El conflicto entre desarrollo –muchas veces utilizado bajo la denominación de crecimiento y estabilidad económica- y medio ambiente, que comenzó a denunciarse hace décadas, no solo no ha encontrado soluciones, sino que también se ha globalizado creando problemas planetarios entre cuyas consecuencias graves encontramos también el cambio climático. El poder de las transnacionales y los grandes corporativos financieros en la economía mundial ha alcanzado un poder descomunal, al llegar a ser muchas de éstas más ricas y poderosas que la mayor parte de los países del planeta.
Entre las consecuencias y problemáticas que podemos mencionar provocadas por la globalización en México, encontramos un aumento en la desigualdad económica producto de un recrudecimiento negativo en la distribución del ingreso y la riqueza, la cual se ve a su vez acentuada por una baja tasa de desarrollo tecnológico y de capital humano en comparación con nuestros principales socios comerciales (EUA, principalmente) que no nos permiten establecer una verdadera relación justa de competencia e intercambio, comenzando por el diferencial existente entre economías y los candados proteccionistas que aún subsisten. La situación se agrava en cadena, puesto que lo anterior conlleva y a la vez es resultado del complicado acceso a capitales e inversiones en los mercados financieros, lo cual también complica atraer inversión productiva, y al llegar esta suele ser una manera de asegurar su instalación en el país, la flexibilización de las condiciones de trabajo, legales y ambientales para operar en territorio nacional acorde con las necesidades del capital financiero y global. Lo cual produce hambre, violencia y migración, entre otros males difíciles de superar a veces al paso de generaciones enteras.
La desregulación ha debilitado considerablemente las funciones del Estado-nación al colocar fuera de su control (del control nacional) sectores completos, uno de ellos tan importante como las telecomunicaciones. Aún más grave es el hecho de que en vez de encaminarse a la supranacionalidad, la economía mundial parecería ser arrastrada en dirección contraria debido a que los gobiernos están poseídos por un depresivo sentido de minusvaluación; a toda costa quieren valer menos, para lo cual están despojando al Estado de muchas de sus funciones de manera que gobierne menos, que regule menos y que las empresas transnacionales decidan más…La desregulación financiera ofrece posiblemente el mejor ejemplo del poder que se ha transferido a las empresas transnacionales y, en general, a entidades no públicas. Si del 1.5 millones de millones de dólares, es decir, billón y medio de dólares de operaciones financieras diarias sólo corresponde al comercio de bienes y servicios el 2%, lo demás son transacciones entre empresas transnacionales en las que nada tienen que ver las autoridades monetarias nacionales; aún más, ni siquiera les preocupa tener algo que ver pues ellas mismas han dado esa libertad a las transnacionales (Guerra-Borges, 2002: 31).
Si bien la migración acaba siendo una salida a esta situación, la supuesta libre movilidad de población de un país a otro no se aproxima a la realidad que si existe en cambio con el capital. Estos migrantes cruzando –y muchos de ellos muriendo en el intento insolados, vejados o asesinados por la patrulla fronteriza y otro tipo de mafias y delincuentes- al llegar a los EUA, los trabajos a los cuales suelen acceder la mayoría son bajo condiciones que, si bien económicamente les representa una mejora sustancial con relación a lo que ingresaban para sí en territorio mexicano, es realizado bajo condiciones de explotación y diversas modalidades infrahumanas e ilícitas muchas veces. El conflicto se incrementa cuando obreros de los EUA –y otros migrantes de otros países- se ven obligados a recibir una paga inferior para poder competir en el mercado de trabajo, pues la violencia, diversas formas de racismo y discriminación entran a jugar, incrementando así las situaciones de violencia y persecución. Asimismo, la deslocalización, la especialización y división internacional del trabajo con prácticas cada vez menos competitivas y si más de tipo oligopólico o monopólico han ocasionado una gran cantidad de pérdida de empleos en los países subdesarrollados. Paralelamente, se está destruyendo el trabajo de muchos campesinos en los países pobres bajo la lógica del mercado, sin considerar el drama social que provoca el hambre, el éxodo rural masivo, el extractivismo y la disputa por el oro, la plata, el litio y muchos otros recursos naturales codiciados por las grandes potencias económicas del mundo. De igual manera, la interconectividad de las relaciones entre los diferentes puntos del planeta, debido a las tecnologías de la comunicación, favorece el crecimiento de intercambios desiguales.
En los países ricos preferidos por los emigrantes, la afluencia de indocumentados está causando estragos en unos mercados laborales que, por otra parte, ya han sufrido recesiones y cambios estructurales como la deslocalización. Y si se erosiona la protección laboral y decae la afiliación sindical, los indocumentados se convierten meramente en un “ejército de reserva” en el sentido que daba Marx al término: una reserva de trabajadores dóciles y baratos cuya disponibilidad presiona a la baja sobre el precio del trabajo y calidad de las condiciones laborales. No debe extrañar entonces la alarma que manifiestan los sindicatos, ni las frecuentes acusaciones de que las empresas están interesadas en que la situación no cambie. Sin embargo, en una repetición de la experiencia histórica, esta afluencia ha provocado también conflictos perturbadores en el seno de las propias comunidades de inmigrantes, entre aquellos trabajadores que llegaron en una época anterior y lograron sindicarse –a menudo a costa de grandes luchas-, y los nuevos inmigrantes y los traficantes, supuestos responsables de que los salarios bajen. No obstante, desde otra perspectiva –la de los vecinos y familiares que los trabajadores han dejado atrás- los emigrantes objeto de contrabando o de tráfico pueden representar una fuente de remesas exactamente igual que los emigrantes legales (Naím, 2006: 125).
El globalismo que ya mencionamos en líneas anteriores va así imponiéndose en el mundo, incluyendo guerras, invasiones, ocupaciones, presiones diplomáticas y otro tipo de amenazas, sin que importen mucho las cuestiones éticas. El neoliberalismo, basado principalmente en los “principios” estipulados en el Consenso de Washington y la reunión de Mont Pèrelin, sirvieron para ofrecer los fundamentos sobre los cuales tendría lugar la institucionalidad de la que se conforma la “la economía política” del proceso globalizatorio. Su ideología está basada en el libre mercado, la competencia leal –sólo en el discurso- siempre a favor del más poderoso en el relación, acuerdo o negociación, el monopolio económico y las implicaciones en torno al poder de injerencia política creciente y en la libre circulación de materias primas y recursos naturales semiclandestinamente; la disciplina fiscal, el reordenamiento de las finanzas públicas, la liberalización de las tasas de interés, del comercio y de las privatizaciones por supuesto, bajo la justificación que toda intervención estatal causa distorsiones en la economía que conllevan a procesos inflacionarios y que la riqueza a mediano plazo “chorreará” a manos llenas para todos, comenzando por aquellos que en este momento están haciendo el mayor sacrificio “apretándose el cinturón” y difiriendo consumo futuro. Sirva este párrafo para ejemplificar los nodos sobre los cuales suele transitar el discurso neoliberal típico.
Asimismo, considera que el precio de los productos y el valor del trabajo se dan por la oferta y la demanda. Podríamos decir que, en el trasfondo de este consenso y el discurso en favor de la globalización, hay mucho de retórica, demagogia e ideología, porque podemos darnos cuenta luego de más de tres décadas, que mucho de lo que se dice es discurso de uso, pero no de práctica real, y en ocasiones, todo lo contrario. Tal es el caso de que los países y las empresas más poderosas rara vez respetan ciertas normas básicas, incluso cuando han sido proferidas y aceptadas por el mismo consenso y su participación en los acuerdos de cooperación económica y regional. La ideología neoliberal como discurso de la globalización acaba casi incuestionablemente por convertirse en una práctica real acrítica, realizada y aceptada con naturalidad en la cotidianidad, cayendo así en su realización normalizada socialmente del régimen de la posverdad y su estrategia de comunicación basada en las fake news.
La ideología es, entonces para Marx, una construcción imaginaria, un puro sueño, vacío y vano, constituido por “residuos diurnos” de la sola realidad plena y positiva, la de la historia concreta de los individuos concretos y materiales que producen materialmente su existencia. En este sentido, en La Ideología alemana, la ideología carece de historia, ya que su historia acontece fuera de ella, allí donde existe la única historia que existe, la de los individuos concretos, etc. En La Ideología alemana, la tesis sobre la carencia de historia de la ideología es, entonces, una tesis puramente negativa, ya que significa a la vez: 1. La ideología no es nada, en tanto es puro sueño…2. La ideología carece historia… [Para Althusser], la ideología es una “representación” de la relación imaginaria entre los individuos y sus condiciones reales de existencia…y tiene existencia material… (Althusser, 1991: 122-126).
De esta manera, hablar de legalidad y de legitimidad se complica de manera importante, normalmente provocando relaciones injustas entre los participantes. La legalidad se concreta demagógicamente y sin realización de consenso alguno. En México, como en la mayoría de los países subdesarrollados, las clases medias suelen ser débiles y estar supeditadas a las decisiones de las oligarquías nacionales portadoras de la ideología de la globalización neoliberal. Victorias históricas de los movimientos obreros, campesinos, magisteriales y estudiantiles, entre otros, comienzan a perder vigencia y poder, a pesar de que éstos aparezcan como vigentes en las Constituciones y leyes orgánicas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), instituciones hereditarias del desaparecido Sistema Bretton Woods, y la Organización Mundial de Comercio (OMC) entre otros organismos, presionan para eliminar las endebles defensas institucionales de los grupos más desfavorecidos socialmente.
Durante siglos, por no decir milenios, la actividad económica fundamental del pueblo cucapá –gente del río- ha sido la pesca. Con todo y ser una economía de autoconsumo (en la actualidad ya comercializan su producción) es la base material de su supervivencia y de su desarrollo. De esta actividad se desprenden toda su superestructura cultural y religiosa, sus costumbres, su lenguaje y sus tradiciones, de tal manera que, si esta se cancela, al pueblo cucapá no le queda más remedio que desaparecer. La pesca de la que viven ha venido realizándola en la parte baja del río Colorado y en el Golfo de California. Su tragedia consiste precisamente en que el Río Colorado ha desaparecido prácticamente de nuestra geografía y la parte cercana a su desembocadura en el Golfo de California ha sido declarada zona de reserva ecológica, donde se prohíbe la pesca. De tal modo que estamos ante el caso de un cambio radical del medio ambiente, con la consecuente desaparición de antiguas especies, el surgimiento de otras nuevas y una modificación sustancial en el modo de vida del hombre, que bien puede conducirlo hacia su extinción. Este cambio del entorno donde realizan su actividad económica los cucapá, no es obra de la naturaleza, del cambio climático, del calentamiento global, ni de la depredación excesiva de las especies que habitan en dicha zona. Es obra exclusiva de la decisión de los hombres (Partido de los comunistas, 2007: 5-6).
En virtud de lo anterior, la dificultad para distinguir entre lo legal y lo ilegal, así como entre lo legítimo y lo legítimo, se convierten respectivamente en algo sumamente confuso de discernir moralmente, puesto que acaso económicamente –renunciando a lo moral- parece poder evitar cualquier tipo de confusión en automático. Así, lo legal y lo legítimo acaban por ser aquello que favorece a las clases altas y lo ilegal y lo ilegítimo aquello que los marginados y más desfavorecidos por el proceso global, intentan emprender para revertir y resistir dichas prácticas injustas.
Al tomar este punto de partida absurdo como legítimo, se llega a sorprendentes efusiones parafilosóficas. Friedrich von Hayek, a quien nuestros economistas neoliberales consideran el gurú de cabecera, no pudo negarse a admitir la existencia de naciones, Estados, clases sociales y otros aspectos de la realidad, pero se contentó con despacharlos al cesto de los residuos “irracionales”, estableciendo así, de la manera más alegre, una racionalidad mítica en lugar de la búsqueda de una explicación racional de la realidad (Amin, 1999: 59).
Esta confusión llega a ser tan real y a la vez tan ambivalente, que los mercados globales financieros y los tráficos ilegales, acaban por -independientemente de lo que se trafica: trata de personas y narcotráfico, drogas y armas, lavado de dinero, migración ilegal, prostitución, etc.- actuar voluntariamente o no, directamente o no, como socios en muchos de los intercambios que se realizan como actividades económicas y comerciales, como parte común del proceso globalizatorio. Según el último Informe sobre el Desarrollo Mundial del año 2020 elaborado por el Banco Mundial, la distancia entre países ricos y pobres sigue en aumento. El ingreso promedio de los 20 países más ricos es alrededor de 40 veces el de los 20 países más pobres. Esta diferencia se ha duplicado en los últimos 40 años sobre todo debido a la falta de crecimiento de los países más pobres, lo cual debido a que para que haya desarrollo tiene que haber crecimiento, no nos da muy buenos augurios en torno a la realidad de miseria para los muchos en un futuro próximo.
Este nuevo panorama ha producido magníficos resultados para los traficantes. Pero la transformación más importante quizá sea que los principales integrantes del comercio ilícito han alcanzado una influencia política directamente proporcional a sus enormes beneficios. Esta influencia política va hoy más allá de la tradicional “compra” de políticos o burócratas: incluye la prolongada “captura” de determinados gobiernos estatales o locales; un poder casi soberano sobre territorios que pueden coincidir o no con fronteras políticas y, en casos extremos, el control de decisiones cruciales dentro de los gobiernos nacionales. De ello se deduce que en algunos casos los intereses de un país pueden estar completamente en sintonía con el fomento y la protección de actividades comerciales ilícitas a escala internacional. El negocio y la política del comercio ilícito han cambiado radicalmente. Pero lo que no ha cambiado tanto es nuestra forma de verlo, ni el modo en que ciudadanos y gobiernos nos movilizamos y organizamos para enfrentarnos a él (Naím, 2006: 273).
Un ejemplo de lo anterior es que como hoy sabemos proviene de los informes que pululan diariamente en los medios informativos, que existen redes de tráfico de personas dedicadas a transportar a estos emigrantes, muchas veces a riesgo de su vida, a cambio de una importante suma de dinero. En ocasiones, una vez en el país de destino, los emigrantes se ven obligados a trabajar en condiciones de esclavitud para redes delictivas para pagar su viaje. El paradigma económico ha virado principalmente hacia el desarrollo de industrias de exportación y la caída de los ingresos públicos en muchos de esos países, en parte relacionadas a esas condiciones y a la carga del servicio de la deuda, todo ello ha contribuido a incrementar la importancia de vías alternativas de subsistencia, rentabilidad y por asegurar ingresos públicos. Estos párrafos, pretenden describir la situación que la globalización neoliberal está provocando en países como México y las consecuencias que conlleva en términos de deshumanización para la sobrevivencia de los mexicanos excluidos y más marginalizados, así como de los migrantes en su mayoría centroamericanos. Tal es el caso además de lo ya mencionado, sobre la migración de prostitución y trabajo que se realiza en los linderos del crimen y la delincuencia organizada como formas de subsistencia; el tráfico legal o ilegal de trabajadores, incluyendo trabajadores sexuales, está creciendo en importancia como mecanismos de obtener ganancias; y las remesas enviadas por los emigrantes, tanto como los ingresos de las exportaciones organizadas de trabajadores son fuentes crecientemente importantes de divisas para algunos de esos gobiernos. Las mujeres están mayoritariamente en la parte del tráfico ilegal para la industria del sexo y en la exportación organizada por el gobierno como exportación de trabajadoras y obreros. Esto sucede en ambas fronteras de nuestro país, así la exportación de trabajadores sea legal o ilegal, es parcialmente facilitada por la infraestructura técnica y organizacional de la economía global: formación de mercados globales, intensificación de redes transnacionales y translocales, desarrollo de tecnologías de comunicación que escapan fácilmente de las prácticas de vigilancia convencional, así como de las formas antiquísimas que conocemos sobre el traslado, movilidad y comercio de esclavos y cautivos.
El fortalecimiento y, en algunos de los casos, la formación de nuevas redes globales es incorporada o es posible por la existencia de un sistema económico global y el desarrollo asociado de varios soportes institucionales para flujos monetarios y mercados internacionales. Una vez que existe una infraestructura institucional para la globalización, los procesos que básicamente han operado a nivel nacional pueden aumentar su escala a nivel global, aunque esto no sea necesario para su operación. Esto contrastaría con procesos que son por sus características eminentemente globales, tales como la red de centros financieros que subyace a la formación de un mercado de capital global. El descentramiento desde el espacio globalizado se va convirtiendo en el centramiento globalizador en algún lugar del mundo que se lleva los beneficios a su centro, dejando los costos a lo descentrado del territorio globalizado. La debilidad de estos Estados –como en el caso de México- y las dificultades para la población mexicana quedan cada vez más expuestas a su propia vulnerabilidad, puesto que ni siquiera al interior del país, los beneficios y los costos se reparten equitativamente, sino más bien reproduciendo la misma lógica en provecho de la elite gobernante, lo cual incluye claro, a aquellos oligarcas a los cuales el status quo les conviene. La miseria y las distintas formas de violencia hacen que parte de la emigración tienda cada vez más a alinearse con el crimen, el único camino para millones de personas hacía los países más ricos en busca de un medio de vida. Sin embargo, como mencionábamos hace unos momentos, los países desarrollados –como es el caso de los EUA- mantienen restricciones en las fronteras para controlar la llegada de inmigrantes. Esto hace que muchos crucen las fronteras de forma ilegal, situación que es aprovechada por las mafias. Los problemas de deuda y servicios de la deuda representan una característica sistémica del mundo en desarrollo desde los 1980s y están contribuyendo a los esfuerzos ampliados para exportar trabajadores legal e ilegalmente.
Esta transformación se ha producido pese a que en todas partes –especialmente en Estados Unidos y en algunos países europeos- los gobiernos están derrochando ingentes recursos en el intento de contener el comercio ilícito global. A pesar de asignar cada vez más recursos económicos, de aplicar leyes más estrictas y de disponer de mejor tecnología, lo cierto es que ningún gobierno puede mostrar un progreso significativo y duradero en la lucha contra las redes de traficantes. Esta lucha se ve dificultada por el hecho de que dichas redes son a la vez globales y locales. Su capacidad para explotar rápidamente su movilidad internacional y su profundo arraigo en las estructuras de poder locales les proporciona una enorme ventaja sobre los gobiernos locales o nacionales que tratan de contenerlas. Estas redes son capaces de eludir la persecución gubernamental trasladándose a otra jurisdicción, utilizando su influencia política para rechazar a sus perseguidores, o mediante ambos métodos (Naím, 2006: 54-55).
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