Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Mayo de 2021

La Globalización como productora de hoyos negros
CARLOS ALBERTO NAVARRO FUENTES


betoballack@yahoo.com.mx

Trataremos de dejar claro cuál es la diferencia más importante entre hablar de globalización y referirnos a lo que podríamos denominar globalismo, pues si tratamos de involucrar la noción de desarrollo en este texto, la concepción del liberalismo, neoliberalismo y neoconservadurismo saltan a la vista. Iniciamos presentando algunas definiciones que nos permiten entender cómo es que la globalización se gesta. Veremos que algunos de los discursos teóricos acerca de la globalización son más institucionales que otros, así como algunos son más críticos y otros se instalan del lado del fenómeno mismo considerándole prácticamente una situación paradigmática. Algunos otros discursos, le inscriben un origen o nacimiento diversos, así como otros son más explicativos que normativos o descriptivos o performativos. Lo importante, consideramos, es brindarle al lector la oportunidad de ofrecerle un cierto número de voces distintas y distintos sentidos acerca de dicho fenómeno de manera que pueda arrojar una mayor comprensión sobre este ente complejo.

Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la globalización se define como, “la interdependencia económica creciente en el conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y de servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo que por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología” (citado en Guerra-Borges, 2002: 33). Mientras que para la Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económicos (OCDE),

Podría definirse como un sistema de producción en el que una fracción cada vez mayor del valor y la riqueza es generada y distribuida mundialmente por un conjunto de redes privadas relacionadas entre sí y manejadas por grandes empresas transnacionales, que constituyen estructuras concentradas de oferta, aprovechando plenamente las ventajas de la globalización financiera, núcleo central del proceso (citado en Guerra-Borges, 2002: 35).

En ambos casos, la globalización es definida desde la economía y el comercio, posibilitada y acelerada en virtud de los avances tecnológicos que han servido como base para la internacionalización de la información y la movilidad financiera y de capitales. Por otro lado, las definiciones descriptivas se reducen a una discursividad de tipo causal, en donde ni las consecuencias ni el aterrizaje de la realidad del fenómeno espaciotemporalmente hacen o permiten la aparición del sujeto ni focalizan alguna territorialidad específica, material, concreta e histórica. La globalización parece ser entonces una causalidad cuya historicidad acaso se encuentra en el lado de la necesidad. La tecnología parece ser la causa eficiente de su producción y realización, mientras que la empresa transnacional la providencia material y el capital la formalidad indispensable como insumo. Para Octavio Ianni, en su obra “La Sociedad Global”,

La idea de la globalización está en muchos lugares por los cuatro rincones del mundo. Aparece en los hechos e interpretaciones relativas a todo lo que es internacional, multinacional, transnacional, mundial y planetario. Está presente en la vida social y en las producciones intelectuales. Resuena en toda reflexión sobre el capitalismo, el socialismo, occidente y posmodernidad. En escala creciente las ciencias sociales están siendo desafiadas por esta problemática. En varios aspectos la globalización confiere nuevos significados a individuos y sociedad, modos de vida y formas de cultura, etnia y minoría, reforma y revolución, tiranía y democracia. Permite pensar el presente, rebuscar el pasado e imaginar el futuro. Todo puede ganar otra luz cuando se ve desde la perspectiva abierta de la globalización (Ianni, 2002: 1).

De acuerdo con esta cita anterior, la globalización es un proceso que al modificar las concepciones de tiempo y de espacio, conlleva de una u otra manera a ser incluida consciente o inconscientemente en toda reflexión actual, sin importar la religión que se practique, el régimen político imperante o la posición socioeconómica que se tenga en la sociedad. Incluso –siguiendo con el párrafo y la cita anterior- el simple hecho del cambio que sufren las condiciones espaciotemporales mencionadas al contacto con la globalización, los criterios, la reflexión y los marcos de referencia desde los cuales las ciencias sociales y las humanidades deben tomar en cuenta para partir y realizar análisis y estudios, entraña ya en sí una problemática importante. En otras palabras, las ideas personales, comunitarias, nacionales, etc., se ven afectadas por este proceso de la globalización que, si bien se da de manera desigual, trastoca la médula de las culturas nacionales, el quehacer político, los proyectos nacionales, las ideologías, las utopías, las comunicaciones, las artes, la educación, entre otras cosas, esto es el imaginario colectivo y el inconsciente de las intersubjetividades y/o posiciones intersubjetivas cambiantes.

Por lo anterior, para Ianni, “la historia del capitalismo puede ser vista como la historia de la globalización del mundo” (2002: 34). Lo anterior, por supuesto no deja de ser discutible, puesto que por ejemplo si consideramos la cultura helénica, ésta bien podría considerase en el momento de su expansión hacia otros territorios en afán de dominación como un proyecto de globalización, más no del capitalismo propiamente. La discusión en torno al momento exacto en el cual surge la globalización es amplia y compleja, puesto que depende de muchas variables y consideraciones, como por ejemplo, la concepción de la historia que se tenga, esto es, si se habla desde una concepción lineal de continuidad histórica como la marxista del materialismo histórico; o si se considera la crítica que hace Foucault en torno a ésta última, al decir que hay discontinuidades, fragmentaciones, quiebres en el devenir histórico humano; o el mismo Popper en su crítica al historicismo tanto por parte de comunistas como por parte de fascistas para justificar unas continuidades y unas discontinuidades acordes con una cierta ideología política.

Para Schumpeter, “el proceso capitalista racionaliza el comportamiento y las ideas y al hacerlo expulsa de nuestras mentes, junto con la creencia metafísica, las ideas místicas y románticas de todo tipo. Y así reformula no sólo nuestros métodos para alcanzar nuestros fines sino también sus propios fines” (1984: 67). Con la expansión de la “mundialización” del proceso global, el mundo entró en una era de globalismo. Ésta se trata de una era de integración y fragmentación, de dependencia e interdependencia, en una lógica de permanente tensión que da fe de la innegable interdependencia a que da lugar la fuerza globalista. En este sentido, el globalismo vendría ser la forma en la que las elites locales o nacionales introyectan las fuerzas y los requerimientos del fenómeno global de manera que sirva pues a la globalización en su proceso de totalidad universalista. Así, globalismo y neoliberalismo jugarán un papel casi perfectamente simbiótico e inseparable.

El neoliberalismo se ha convertido en la doctrina hegemónica no por un proceso de decantación en el que haya demostrado su mayor coherencia lógica o su mayor capacidad para resolver las dificultades económicas, sino por razones que tiene que ver con la naturaleza de la clase del sistema capitalista. En primer lugar, por ser la mejor cobertura ideológica que tiene la burguesía de cada país para implantar la política que le conviene para superar la onda larga recesiva en que está instalado el capitalismo desde principios de la década de setenta. Es necesario restaurar la tasa de rentabilidad del capital y todas las recomendaciones neoliberales se orienten a ello. En segundo lugar, porque permite unas relaciones internacionales que benefician a los países poderosos económicamente en detrimento de los más débiles…El predominio adquirido por lo neoliberalismo se debe a que responde a los intereses del capital de un modo instintivo e inmediato en unas circunstancias de crisis. Pero esos intereses no coinciden con los de la mayoría de la población…Con el neoliberalismo parece que se ha desviado el curso de la historia. En lugar de haberse adentrado en una etapa de extensión y mejora del bienestar general, como permite el desarrollo de las fuerzas productivas, se ha iniciado una marcha atrás, fortaleciéndose los aspectos más regresivos de un sistema cuya continuidad está teniendo desoladoras consecuencias para una parte considerable de la población mundial y el equilibrio ecológico de la naturaleza (Montes, 1999: 14-15).

Desde tribus hasta los grandes conglomerados de acciones, como la Unión Europea denotan esta dinámica fluyente de integraciones y desintegraciones, de acentuación de las desigualdades, de diversidades que se fragmentan más conforme los intentos de homogeneización se intensifican. Así, las realidades históricamente son descodificadas y desterritorializadas adquiriendo nuevos significados, formas de vida, de actuar, de organizarse, de comprenderse, de percibirse y de relacionarse. Adoptar una cierta mirada o posición crítica de carácter histórico que nos permita adentrarnos en la realidad histórica mexicana y el proceso global es indispensable para poder, reflexionar, pensar y sugerir desde la perspectiva y la interpretación varia de qué se trata este proceso y por qué y cómo enfrentarlo para en todo caso aprovecharlo más que padecerlo de manera más equitativa para la población en cuestión. Continuar con la creencia de que se trata de un destino trágico ineludible que, el progreso y la modernidad utópicamente una vez más nos conminan a sufrir por el bien del progreso de la humanidad, es inmoral e ingenuo.

Las formas de apropiación, las estructuras, las fronteras o límites, los mecanismos de dominación adquieren también nuevas determinaciones y dinámicas. Estos cambios suelen provocar en muchas ocasiones desarraigo entre las personas, pues los mismos referentes históricos, también se ven modificados cuando no nulificados, afectando tradiciones, historias, memorias, literaturas, lealtades, lenguas y especificidades cohesionadoras de toda agrupación histórica. Esta desterritorialización que sufre efecto mediante las exacciones del globalismo incide en todas las esferas de la vida, desde las raíces y las conexiones hasta las flores. Es decir, desde donde se piensa, se siente, se imagina, se ama, se reprime, etc., hasta desde dónde se actúa, se dialoga, se relaciona, se disiente, se opone, se acepta, etc.

Desterritorializar significa disolver o desplazar el tiempo y el espacio. Lo que puede implicar la pérdida de algunas determinaciones esenciales. En el afán por abstraer, codificar o taquigrafiar se provoca la disolución de lo real. Los métodos sofisticados de cambio de los hechos, propiciados por ciertos manejos de la razón instrumental son uno de los caminos más frecuentes de ‘quienes resuelven problemas’ (Ianni, 2002: 65).

En los países llamados subdesarrollados y/o en desarrollo, la desterritorialización suele operar con mayor intensidad y extensión, en términos reales y simbólicos. Ejemplos del desarraigo y pérdida de referencialidad que provoca esta situación de desterritorialización, son los relacionados con los problemas relativos a la identidad, la subjetividad, el aislamiento, la soledad y la depresión, entre otros. ¿En dónde quedan los intereses de las comunidades, los pueblos y las sociedades en medio de los discursos y las instituciones abocadas a la protección de los derechos humanos, el género, el medio ambiente y la ecología, el desarrollo y la justicia social, la seguridad y la paz, frente al contubernio siempre ilegal entre los grandes poderes transnacionales y las elites locales que encuentran fácilmente la manera de compaginar intereses como sucede con el despojo y la extracción del “oro blanco” (litio), la plata y el oro en el México contemporáneo?

¿Qué es eso que llamamos la potencia de recuperación del capitalismo? Es el hecho de que dispone de una especie de axiomática. Y esta es, en última instancia –y tal como sucede con todas las axiomáticas- no saturable, está siempre lista para añadir un axioma de más que hace que todo vuelva a funcionar. El capitalismo dispone entonces de algo nuevo que no se conocía. En el momento en que el capitalismo ya no puede negar que el proletariado es una clase, el momento en que llega a reconocer una especie de bipolaridad de clase…es un momento extraordinariamente ambiguo, pero también es un momento esencial para la recuperación capitalista…La máquina capitalista vuelve a partir rechinando. Ha colmado la brecha. En otros términos, para todos los cuerpos de una sociedad lo esencial es impedir que, sobre ella, sobre sus espaldas, corran flujos que no pueda codificar y a los cuales no pueda signar una territorialidad. Una sociedad puede codificar la pobreza, la penuria, el hambre. Lo que no puede codificar es aquella cosa de la cual se pregunta al momento en que aparece: ¿Qué son estos tipos ahí?, en un primer momento se agita entonces el aparato represivo, se intenta aniquilarlos. En un segundo momento, se intenta encontrar nuevos axiomas que permitan, bien o mal, recodificarlos…El acto fundamental de la sociedad es codificar los flujos y tratar como enemigo aquello que con relación a ella se presente como un flujo no codificable que pone en cuestión toda la tierra, todo el cuerpo de esa sociedad (Deleuze & Guattari, 2005: 20-21).

Como ya hemos hablado en párrafos anteriores, la globalización incide en nuestra forma de pensarnos, de concebirnos a nosotros mismos y a los otros, a la naturaleza, al tiempo y el espacio, la vida y la muerte. El globalismo localiza y mundializa los principios y las contradicciones del capitalismo, enfrentando en no pocas veces las paradojas y aporías sobre los que se pretenden fundamentar los supuestos económicos con respecto a los principios de una vida buena y digna de ser vivida. Una realidad que por imposible que parezca, producto de las dificultades que le depara a la vida cotidiana, se vuelve efectivamente imposible de ser enfrentada bajo las dificultades comentadas anteriormente, pues resulta complicado comprender y descodificar qué es lo que está sucediendo; resulta difícil hacer coincidir lo que es y lo que se nos dice; comprender que si el mundo y la realidad capitalista no son deseables por el impacto agresivo e inhumano que juega a nivel a cultural, ¿por qué se nos sigue educando conforme al indeseable paradigma en cuestión: ser competitivo, ser productivo, ser líder, entre otros adjetivos de la infinita jerga desde la que enuncia esta jerigonza economicista. A esto nos referimos con los problemas de referencialidad, que conllevan a que el sujeto llegue a sufrir problemas de identidad, de pérdida de realidad, depresión, esquizofrenia, entre otros problemas psicosomáticos.

La sociedad global no es solamente una realidad en constitución, que apenas comienza a moverse como tal sobre naciones e imperios, fronteras y geopolíticas, dependencias e interdependencias. Se revela visible e incógnita, presente y presumible, indiscutible y fugaz, real e imaginaria. De hecho, está en constitución, apenas dibujada por aquí y por allá, aunque en otros lugares parezca incuestionable, evidente. Son muchos los que tienen dudas y certezas, convicciones y escepticismos acerca de ella (Ianni, 2003: 24).

Así, crea la globalización a través del mercado la ilusión de un todo homogéneo y estable, cada vez más armónico. Como ya vimos, si bien el proceso de la globalización se puede identificar más fácilmente por la sofisticada expansión de los avances tecnológicos cibernético-electrónicos y los mercados financieros, siendo el capitalismo en su versión neoliberal-transnacional lo que con fuerza se expande. El globalismo en cambio tiene que ver más con la manera en que la globalización es mundializada por medio de los mercados regional y localmente (nacionalmente). Así, lo preexistente histórico y lo subsistente al momento del contacto, así como lo nuevo traído al espacio local es reconstituido y reconstituyente, recodificante y reconfigurante, desde lo trivial hasta la “Razón” en uso, de la cual han venido dependiendo moderna y científicamente las decisiones económicas, políticas, sociales y morales del siglo pasado y lo que va de éste.

Para un autor muy leído en la actualidad acerca del tema de la globalización como es Thomas Friedman, quien formula la ley de los arcos dorados, considera que entre dos países en los que haya McDonald`s no ha habido declaración de guerra. Este –en nuestra visión de la problemática que venimos enunciando- argumento no puede si no estar basado en un inductivismo de la más prolija ingenuidad ideológica y cínica. La Guerra Fría que se ha iniciado ya, tal vez muy pronto ponga en entredicho la afirmación del teórico anterior mencionado. En parte, porque si comparamos el horizonte histórico en el cual podrían confluir tanto la historicidad de la guerra y los conflictos de orden bélico y el tiempo transcurrido de existencia de la empresa McDonald`s, es por demás irrisorio y nimio. Tal vez es una invitación a expandir aún más el transnacionalismo desde los EUA -como ejemplo paradigmático más no único- al resto del mundo como condición certificadora de la paz mundial y la democracia.

Para este autor, la globalización ha resultado en un proceso en el cual esta ha venido aplanando al mundo, la cual está principalmente siendo impulsada por individuos de todos los rincones del orbe. Estas fuerzas de la globalización hacen posible hoy que mucha más gente se conecte, entre en esta dinámica y saque provecho de ella. A decir de Friedman, la globalización es un fenómeno que comenzó cuando se abrió el comercio entre el viejo mundo y el nuevo mundo, hasta un poco antes de la revolución industrial. Se fundamentó en países y músculos. Su principal agente de transformación fue el Estado Nación y la fuerza dinámica que impulsó el proceso de integración global (músculo, caballos, viento y después vapor)”. A esta etapa, Friedman la denomina globalización 1.0. Posteriormente, con la revolución industrial fueron apareciendo otros agentes de transformación. Las multinacionales se globalizaron tanto en mercado como en mano de obra. La integración se vio impulsada por la caída de los costos del transporte, la energía y las telecomunicaciones. La fuerza dinámica de esta etapa fue el desarrollo tecnológico, que se manifestó especialmente en los nuevos materiales que sirvieron para producir desde grandes barcos hasta aviones rápidos, la sofisticación de los instrumentos financieros y los semiconductores que dieron origen a la irrupción de los ordenadores. A esta etapa Friedman la denomina globalización 2.0.

Ahora, insiste Friedman, nos encontramos en la tercera era de la globalización, que se fundamenta en la revolución informática, el cable submarino (fibra óptica) y la red de redes (internet). El principal agente de transformación es el individuo impulsado por la conectividad y movilidad. La fuerza dinámica de esta era es la capacidad de los individuos de “colaborar y competir”, sin fronteras, a escala global. En este desconcertante contexto, en el que muchos nadan contra corrientes económicas erráticas, los emprendedores luchan desesperadamente contra el statu quo y los sistemas de valores se resquebrajan, emerge la “telecomunidad” –a la que Friedman llama la comunidad virtual– como una nueva unidad de trabajo –y de emprendimiento– que posibilita que un gran número de personas trabajen desde su propio hogar, ayudados por los ordenadores y por las telecomunicaciones. Friedman llama a esta era la globalización 3.0 y los interrogantes básicos serán: ¿Cómo encajo yo en esta competencia y en las oportunidades de mí tiempo? ¿Cómo puedo yo colaborar con otros individuos a escala global? Para este autor, “La globalización 3.0 aplana y encoje el mundo, y cada vez más estará impulsada por individuos de todos los rincones de esta Tierra plana, que ya están dotándose de poder” (Friedman, 2006).

El internet, la conectividad, la subcontratación, la tercerización, las empresas off shore, la ubicuidad, las cadenas de abastecimientos, la digitalización y la movilidad conforman el poderoso brazo propulsor del fenómeno globalizador 3.0. Quienes se resistan al cambio quedarán atascados en el pasado y aquellos que sean capaces de crear valor a través de estas nuevas fuerzas impulsoras transformarán las industrias en las que compiten. Todo parece indicar entonces, como veíamos con las primeras definiciones institucionales en torno a la globalización, que se trata de una especie de paradigma inquebrantable y en gran parte autolegitimado por esos individuos de la Globalización 3.0, usuarios interconectados estratégicamente en diversas partes del mundo –principalmente en aquellos en donde no se hacen la guerra por contar afortunadamente con un McDonald’s en patio propio- cuya responsabilidad moral y política es la de contribuir a que la expansión tecnológico-informática pueda llegar a todas partes. A todas partes para aquellos que quieran claro, pero ¿y todos pueden hablando de países e individuos acceder a este nuevo estado de cosas? Para concluir, la siguiente cita de Walter Benjamin para quedarnos reflexionando más allá de los conceptos aquí expuestos, sobre la relación entre historia y política que este autor alemán exponía en sus polémicas “tesis” à propos de la proximidad que en un momento dado podrían tener el fascismo, el neoliberalismo y la globalización transnacional, por un lado; y, la escasez de derechos humanos, las libertades y oportunidades equitativas, el derecho al territorio, a la movilidad, al trabajo y a la tierra, a la paz y la justicia social.

La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en parte no insignificante, en que sus adversarios lo enfrentan en nombre del progreso como norma histórica. El asombro ante el hecho de que las cosas que vivimos sean “aún” posibles en el siglo veinte no tiene nada de filosófico. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser el de que la idea de la historia de la cual proviene ya no puede sostenerse (Benjamin, 2008: 43).

Bibliografía
Benjamin, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México, ITACA/UACM, 2008.
Deleuze, Gilles y Guattari, Felix, Derrames. Capitalismo y Esquizofrenia, Buenos Aires, Editorial Cáctus, 2005.
Friedman, Thomas L., La tierra es plana: breve historia del mundo globalizado del siglo XXI, Madrid, Martínez Roca, 2006.
Guerra-Borges, Alfredo, Globalización e integración latinoamericana, México, S. XXI, 2002.
Ianni, Octavio, La Sociedad Global, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001.
Ianni, Octavio, La Era de la Globalización, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
Ianni, Octavio, Teorías de la Globalización, Buenos Aires, Siglo XXI, 2000.
Montes, Pedro, El desorden neoliberal, Madrid, Ed. Trotta, 1999.
Schumpeter, Joseph. A., Capitalismo, socialismo y democracia, Buenos Aires, Página indómita, 1984.
World Comission on the social dimensions of globalization, a fair globalization: creating opportunities for all, (Ginebra, oficina internacional del trabajo, 2004, se puede encontrar en www.ilo.org/public/english/fairglobalization/report/index.htm



Visitas: 427