Diciembre de 2020
Parlamentarias en Venezuela: todo lo que juega este 6 de diciembreOciel Alí López
El día de las elecciones parlamentarias pueden pasar dos cosas: o el oficialismo toma el control total del poder político en Venezuela y logra una verdadera hegemonía o sucede una sorpresa y la oposición electoral y/o la disidencia chavista, le impiden el dominio total.
Las salidas al estilo violento como los golpes militares, los estallidos sociales o operaciones militares como la llamada Gedeón que trató de desembarcar mercenarios en mayo de 2020, no entran dentro de los escenarios más probables para los próximos días, especialmente después de todos sus fracasos y la derrota de Trump.
Por su parte, el liderazgo opositor tradicional aún no establece alguna ruta alternativa, más allá del llamado a la abstención.
Washington ha sido persistente en su decisión de sabotear el evento, con la novedad de haber sancionado en septiembre a actores de oposición que decidieron jugar en el escenario electoral.
Sus aliados, incluido el Gobierno español, no reconocen el evento electoral y más bien su el presidente Pedro Sánchez recibió en octubre al líder opositor Leopoldo López, quien dirigió de manera pública el golpe militar del 30 de abril 2019 y parece gozar de simpatías en el PSOE y la derecha española.
El triunfo electoral del oficialismo en la cita supone tomar el único poder público que le era esquivo y prolongar su control político, en tanto la nueva Asamblea Nacional tendrá la facultad de nombrar casi todos los poderes públicos
Mientras tanto, las sanciones del Gobierno de EE UU bloquean de manera efectiva las transacciones de venta y compra de combustible, lo que agrava una crisis económica que ya era aguda debido al declive de la industria petrolera venezolana.
Vale recordar a los cientos de miles de europeos que junto a los venezolanos están sufriendo en carne propia las nuevas situaciones que vive un país que ya es pospetrolero en tanto sus mermados ingresos provienen de otros rubros como las remesas y el oro.
La oposición: entre la disolución definitiva y su renovación electoral
La diatriba al interno de la oposición sobre la necesidad de asistir a las parlamentarias dejó como saldo el incremento de la división interna que ya es más cercana a una dispersión general.
Mientras tanto, la campaña sigue su curso aunque con poco entusiasmo, sobre todo si comparamos con las anteriores parlamentarias de 2015 cuando se batió el récord de participación con 74%.
La corriente de Guaidó está organizando una consulta para el 12 de diciembre para que la gente responda “si rechaza las parlamentarias del 6 de diciembre”. Una convocatoria que no parece generar mucho entusiasmo ni siquiera entre sus seguidores. Ningún otro líder opositor la ha impulsado.
El triunfo electoral del oficialismo en la cita supone tomar el único poder público que le era esquivo y prolongar su control político, en tanto la nueva Asamblea Nacional tendrá la facultad de nombrar casi todos los poderes públicos. Rectores del Consejo Nacional Electoral, fiscal, contralor y defensor del pueblo que sean nombrados en su mandato, culminarán sus períodos en el segundo lustro de esta década, y los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia permanecerán, según los plazos de 12 años que les asigna la Ley, hasta entrada la década de los 30.
Una vez nombrados los nuevos poderes públicos, cuando la oposición tradicional decida volver al escenario electoral, tendrá que someterse a una férrea estructura oficialista que le ajustará cualquier capacidad de maniobra.
En 2005 ocurrió algo similar cuando las fuerzas opositoras consensuaron la línea abstencionista, proceso que culminó con la hegemonía total del chavismo que le permitió gobernar establemente incluso cuando perdió elecciones o tuvo momentos de desestabilización política, debido a que tenía la mayoría holgada de cargos en los poderes públicos. En las presidenciales de 2018 la oposición convocó nuevamente a la abstención. Y el presidente Nicolás Maduro logró su reelección sin obstáculos.
Si la historia se repite, el oficialismo se llevará nuevamente una victoria que le permitirá tener cargos públicos claves hasta más allá del sexenio actual que debe terminar en 2024
Ni la abstención de 2005 que fue de 85%, ni la de 2018 que fue de 54% lograron desestabilizar al poder constituido y el objetivo de la “deslegitimación” sigue siendo un constructo muy abstracto que en nada tiene que ver con el poder efectivamente existente.
Si la historia se repite, el oficialismo se llevará nuevamente una victoria que le permitirá tener cargos públicos claves hasta más allá del sexenio actual que debe terminar en 2024.
Es esperable que, como ha ocurrido en las últimas elecciones venezolanas, la Unión Europea y varios países de América latina, especialmente los que giran en torno al debilitado grupo de Lima, desconocerán los resultados, adhiriéndose a la línea de Trump, que aún se mantiene en la Casa Blanca, lo que ha incrementado la crisis económica existente, pero no ha debilitado al Gobierno.
Pero, en el marco de la memorable derrota del trumpismo y las expectativas en el Gobierno de Joe Biden y el debilitamiento de los gobiernos más agresivos contra Venezuela como Chile y Colombia, la salida violenta parece haber perdido fuerza.
Por su parte, la oposición moderada intenta, con pocas probabilidades, una sorpresa electoral que pueda rediseñar una nueva oposición al Gobierno, ubicada fuera del espectro radical impulsado desde Washington y Florida.
Oposición moderada
La oposición moderada ha acentuado su ruptura con la oposición abstencionista, apostando por un resultado positivo que permita mostrar al mundo una vía diferente de conflicto contra el oficialismo.
El resultado que pueda conseguir dependerá fundamentalmente del grado de participación electoral en unos comicios que no parecen generar mucha empatía en sectores de votantes opositores que han sido sistemáticamente desalentados tanto por la misma oposición como por el gobierno.
El resultado del 6D puede terminar de hundir a la oposición existente, o, con pocas probabilidades, reanimar una fuerte oposición electoral amparada en los partidos tradicionales que están en la contienda, como Acción Democrática (AD) y Copei y algunas fuerzas emergentes como los evangélicos y los gobernadores o ex gobernadores opositores.
La persecución agresiva del Gobierno de EE UU ha pasado la frontera del chavismo y ha comenzado a disparar contra el campo opositor con la intención de dinamitar cualquier salida política
Esta oposición ha usado a su favor la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de intervenir varios partidos políticos importantes como AD y Copei, entre otros, quienes están participando con juntas directivas escogidas ad hoc por el máximo tribunal, habiendo despojado a sus líderes visibles que están en la línea abstencionista. Esos partidos estarán en el tarjetón electoral y está por verse ese día si sus bases acuden a votar o siguen el llamado abstencionista.
El 22 de septiembre el Departamento del Tesoro sancionó a cinco opositores al presidente Nicolás Maduro, acusándolos de “complicidad” con el Gobierno en su intento por dirigir sus partidos hacia el escenario electoral. Entre ellos, Bernabé Gutiérrez, secretario general del histórico Acción Democrática, el partido más votado de la oposición.
Comenzando septiembre, la misma oficina había sancionado a la presidenta del CNE, Indira Alfonzo y al rector principal del ente, José Luis Gutiérrez, quien fue designado en consenso con sectores de oposición.
La persecución agresiva del Gobierno de EE UU ha pasado la frontera del chavismo y ha comenzado a disparar contra el campo opositor con la intención de dinamitar cualquier salida política.
El chavismo también debate
Por primera vez, la coyuntura electoral no encuentra unida a la totalidad de las fuerzas chavistas. El partido de Gobierno, el Partido Unido Socialista de Venezuela (PSUV) cuenta con un voto duro que si bien ha retrocedido luego de sus años de esplendor, siempre se mantuvo como el partido más votado, gracias a la impronta de Hugo Chávez y a una maquinaria que sabe salir victoriosa debido a su organización territorial. Si bien es posible que no supere la movilización de las presidenciales de 2018 de poco más de seis millones, espera al menos llegar a los cinco millones de votos, de un padrón electoral que supera los 20 millones. Con eso le basta para ganar en escenarios de alta abstención.
Su panorama, sin embargo, no es del todo fulgurante para conseguir votos debido a que la crisis económica y el bloqueo financiero y petrolero, así como el modelo económico heterodoxo para enfrentarlo del segundo Gobierno de Maduro, ha supuesto el fortalecimiento de enemigos ideológicos como el dólar y la importación, mientras paralelamente ha visto debilitarse la economía nacional, el bolívar y la institucionalidad social producida por el chavismo como las misiones sociales, la distribución de alimentos, los planes de vivienda.
También sufre la escisión de varios partidos minoritarios, pero históricos de la izquierda que han roto con Maduro y se han lanzado por cuenta propia desde la Alianza Popular Revolucionaria, y utilizando las siglas del Partido Comunista de Venezuela (PCV), prácticamente el único partido de este sector que no fue intervenido este año por el Tribunal Supremo de Justicia quien nombró directivas en otros partidos del chavismo disidente como el partido Patria para Todos (PPT) y Unión Popular Venezolana (UPV) entre otros, por lo que sus tarjetas participarán en alianza con el Gran Polo Patriótico, la coalición que acompaña al partido de Gobierno.
Las elecciones del 6 de diciembre enviarán una señal al Gobierno de Biden sobre las cosas que no se pueden seguir haciendo mal desde EE UU
A pesar de los escollos, el partido de Gobierno está en camino de convertirse en mayoría sólida en la Asamblea Nacional desde donde puede rehacer su hegemonía política de cara al próximo sexenio 2024-2030, a menos que ocurra una sorpresa.
Es probable que se imponga un porcentaje bajo de la participación electoral, sobre todo en comparación con las pasadas parlamentarias de 2015 donde la participación llegó al 74%, o en las del 2010 que fue de 66%.
Son muchas cosas las que se definirán este 6 de diciembre. Desde la correlación interna en la nueva Asamblea Nacional hasta la supervivencia de la oposición existente en el país. También se enviará una señal al Gobierno de Biden sobre las cosas que no se pueden seguir haciendo mal desde EE UU.
El trumpismo saboteó una salida electoral y ahora la oposición tendrá que reformularse para sobrevivir la era post Trump.
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