Diciembre de 2020
Para que sigan encendidas las luces de las democracias: Carta abierta de investigadores académicos inquietos por el autoritarismoAAVV
Independientemente del resultado de las elecciones de los Estados Unidos, la democracia, tal como la conocemos, se encuentra en peligro. Sin embargo, no es demasiado tarde para revertir la marea.
Ya sea que Donald J. Trump es un
fascista, un populista
post-fascista, un autócrata, o simplemente un torpe oportunista, el peligro para la democracia no llegó con su presidencia y va bastante más allá del 3 de noviembre de 2020.
Si bien pareció que florecía la democracia en los años posteriores al final de la Guerra Fría, hoy parece estar marchitándose o en un descalabro a gran escala, globalmente hablando. Como investigadores académicos del populismo autoritario, el fascismo y el extremismo político del siglo XX, creemos que a menos que se tomen acciones de inmediato, la democracia tal como la conocemos proseguirá su pavorosa regresión, quienquiera que sea que se haga con la presidencia norteamericana a principios de noviembre.
Por contraposición a las vacuas proclamaciones del “inevitable” triunfo del liberalismo político y económico sobre el autoritarismo en todas sus reiteraciones, estudiar el pasado demuestra que la democracia es extremadamente frágil y potencialmente temporal, y exige vigilancia y protección.
Los investigadores académicos de la raza, el colonialismo y el imperialismo han ahondado aun más nuestras perspectivas recordándonos de qué modo los mitos de la “grandeza nacional” se escribieron y siguen escribiéndose sobre las espaldas de “otros” en buena medida silenciados, marginados y a menudo esclavizados o nada libres.
Nosotros estudiamos las condiciones que han acompañado históricamente el ascenso del autoritarismo y los regímenes fascistas. En casi todos los casos, hemos observado cuán hondamente han conmovido la confianza de la gente en la capacidad de la democracia de responder adecuadamente a sus aprietos, o de proporcionar incluso formas básicas de seguridad a largo plazo, las perturbaciones sociales, políticas y económicas, entre ellas los estragos de los conflictos militares, las depresiones y las enormes presiones provocadas por la globalización.
Hemos visto todos estos patrones en nuestro estudio del pasado y reconocemos también las señales de la crisis de la democracia en el mundo de hoy. La pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto profundas desigualdades de clase a lo largo del globo. Tal como han demostrado los últimos cuatro años, la tentación de buscar refugio en una figura de arrogante fortaleza es hoy mayor que nunca.
Para afrontar este desafío, hay varias cosas que debemos hacer.
Tenemos que salvaguardar de formar audaz y sin concesiones el pensamiento crítico basado en la evidencia. En ello va incluido demostrar las virtudes de un amplio abanico de posiciones y perspectivas, y apoyar, tanto de palabra como de hecho, el periodismo de investigación, la ciencia y las humanidades, y la libertad de prensa. Necesitamos compromisos raudos y tangibles de organizaciones mediáticas empresariales y gobiernos para abordar los peligros de la desinformación y la concentración de medios de comunicación. Debemos alentar coaliciones organizadas que traspasen las diferencias de clase, género, religión y casta, a la vez que respetamos las perspectivas y experiencias de otros. Tenemos que revelar y denunciar todas y cada una de las conexiones de quienes están en el poder con las fuerzas de justicieros y paramilitares que recurren a la violencia política para desestabilizar nuestras democracias. De forma muy semejante a los activos movimientos democráticos en todo el globo, de Nigeria a la India, de Bielorrusia a Hong Kong, tenemos que estar preparados para defender el pluralismo y la democracia en contra de los crecientes peligros de la violencia comunitaria y el autoritarismo en las urnas, pero también, si fuera necesario, por medio de la protesta no violenta en las calles.
Debemos defender la integridad del proceso electoral y garantizar la más amplia participación posible de votantes, no sólo en estas elecciones sino en cualquiera de las elecciones grandes y pequeñas de todas nuestras ciudades. Y debemos volver a comprometernos en un diálogo global sobre al apoyo a instituciones, leyes y practicas democráticas tanto dentro de nuestros respectivos países como entre ellos. Y en ello se cuenta enfrentarse directamente a la codicia sin restricciones que impulsa la desigualdad global, que ha desatado las rivalidades geográficas por el acceso a los recursos, las migraciones internacionales y el desplome de la soberanía estatal por todo el mundo.
Tenemos que apartarnos del gobierno de las élites atrincheradas y volver al imperio de la ley. Debemos substituir la política de los “enemigos internos” por una política de adversarios en un mercado de las ideas sano, democrático. Y por encima de todo lo demás, tenemos que trabajar juntos para hacer que siga brillando la luz de la democracia en nuestros respectivos países y en todo el mundo. Porque si no lo hacemos, desde luego que en adelante afrontaremos días obscuros.
Firman esta carta más de doscientos profesores y especialistas académicos de Historia y otras ciencias sociales, entre ellos Federico Finchelstein, Nancy Fraser, Martin Jay, Michael Löwy, Xosé M. Núñez Seixas, Robert O. Paxton, Enzo Traverso, Fabian Virchow o Eli Zaretsky.
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