Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Septiembre de 2020

Un homenaje al gran educador Federico García. La Educación y la Universidad Neoliberal
Jorge Lora Cam



RESUMEN

En este artículo hacemos una critica al modelo educativo neoliberal que sustituyo al viejo “paradigma” que correspondia a la segunda revolución industrial y que no obstante sus magros aportes a la ciencia y la cultura critica encontraba sus limites al entrar en obsolescencia por ser eurocentrico, corporativo, clientelar, vertical y siempre obstaculizado por la burocracia y penetrado por la corrupción. El nuevo patrón copiando orientaciones del capitalismo avanzado y dejando a un lado a la comunidad educativa implicada, no solo reprodujo los antiguos males sino que creo otros que se agravaron con el tiempo al estar originados en la privatización, autoritarismo, evaluaciones, estimulos, empresarialización y un simulacro de investigación y supuesta excelencia. Con las iniciativas que se generaron en la etapa de la OCDE, FMI, Banco Mundial, Tratado de Libre Comercio no fue posible revitalizar este sistema educativo anquilosado, con un rezago enorme y limitada cobertura pública, a pesar de su crecimiento cuantitativo. Con la llamada 4T no cambio la mínima vinculación estrategia con las necesidades mas apremiantes de la población, los irrelevantes programas de estudio, su atraso y ausencia de investigación significativa, la venta de servicios y títulos las instituciones, los esquemas de estímulos según productividad para el personal académico, mas bien agravaron la actual crisis educativa.

Palabras clave: crisis, educación, neoliberalismo, reformas, continuismo.

Abstract

In this article we criticize the neoliberal educational model that replaces the old "paradigm" that corresponded to the second industrial revolution and that despite its lean contributions to science and critical culture found its limits by going into obsolescence because it is Eurocentric, corporate, clientele, vertical and always hindered by bureaucracy and penetrated by corruption. The new pattern copying orientations of advanced capitalism and setting aside the educational community involved, not only reproduced the old evils but I believe others that were aggravated over time by being caused by privatization, authoritarianism, evaluations, stimulus, businessization and a mock research and alleged excellence.. With the initiatives that were generated at the OECD stage, IMF, World Bank, Free Trade Agreement oritwas possible to revitalize this ankylized education system, with a huge lag and limited public coverage, despite its quantitative growth. With the so-called 4T I do not change thea minimum linkage strategy with the most pressing needs of the population, the irrelevant curricula, their delay and absence of significant research, the sale of services and titles institutions, the schemes of incentives according to productivity for academic staff, rather aggravatesthe current educational crisis.

Keywords: crisis, education, neoliberalism, reforms, continuism.

EL MODELO EDUCATIVO NEOLIBERAL

“Creo que uno de los factores más importantes de la crisis en general y actual de la educación en México tiene que ver con un modelo educativo que surgió como altamente centralizado, corporativo, burocratizado, autoritario, y cuyos problemas intentaron resolverse a través de medidas neoliberales (privatización, verticalidad, empresarialización y restricción como traducción de significado de calidad). En ese sentido, un planteamiento de política educativa en búsqueda de la liberación va más allá sólo de los estudiantes en lo individual y grupal y tiene que ver con la creación de nuevas estructuras en instituciones y sistemas, que abran espacios de verdadera libertad para aprender, enseñar e investigar y que se vinculen con los grandes movimientos y procesos también progresistas y, podemos decir, de avance de liberación nacional.” (Palomino y Bonilla-Molina, 2020, pág. 2).

Este es el contexto que orienta y dirige la educación universitaria en torno al mercado como centro y el interés privado como objetivo. En los últimos años se vienen alzando cada vez más voces de alarma ante el impacto negativo que las recetas neoliberales de gestión y operación tienen en la universidad. Mientras la empresa y la inversión privada sigan siendo los motores de la economía neoliberal ya consolidada, y se pretenda homogenizar la educación superior con los países de la OCDE, aumentará la creciente dependencia que sufre el mundo académico respecto a las evaluaciones para colocar la educación bajo los estándares anglosajones asociados con aquella entidad, ubicarse en los ranking que priorizan cantidad sobre calidad; y para ello publicar sus investigaciones en inglés y en ciertas revistas cada vez más controladas por multinacionales. Esto ocurre en un paisaje académico atravesado por la precariedad, la incertidumbre y el fomento de la competencia entre individuos, moldeando la vida cotidiana de docentes, investigadores y de los estudiantes en torno al fraude y la simulación para entrar en la competencia. Situación agravada por unos recortes “austericidas” que siguen sin revertirse, esperanzados en el apoyo empresarial privado al sector, se vive una precarización sin precedentes sobre la investigación y la enseñanza. La actividad intelectual expresa la degeneración del pensamiento público. El tema es de la máxima relevancia, considerando el papel constitutivo que la universidad aún juega en las sociedades modernas como medio de ascenso social. Esta institución deja de serlo y tampoco es más la encargada de proveer la formación más avanzada y especializada que se procura a sí misma cada cultura, cada nación. Tampoco es la fuente de los avances culturales, científico-técnicos. Sin proyecto de país soberano, pierde su capacidad de ser motor y dirección del cambio, y deja de impulsar la innovación y pujanza de una economía frente a otras y, por tanto, deja de influir en la calidad de vida y el desarrollo del pensamiento. Buena parte de los avances y logros sociales se han gestado en la universidad. Los cambios que esta sufre repercuten tarde o temprano al conjunto de la sociedad. La universidad se ahoga en planteamientos organizativos, administrativos y evaluativos. La investigación queda reducida a maximizar las publicaciones en determinadas revistas. Ya no se trata de publicar trabajos rompedores o innovadores que mejoren sustancialmente la sociedad.

Los mecanismos de estímulos para investigadores que están en las líneas definidas por la economía y que utilizan los “marcos teóricos adecuados”, condenan a los investigadores críticos a la invisibilidad y a una carrera académica marginal. Los estímulos han generado incentivos perversos que están acabando con la reflexión y el pensamiento crítico en todos los niveles.

La investigación reconvertida en negocio es un problema global que se vive en el capitalismo avanzado y como caricatura en los países recolonizados. Cada vez más profesores viven en los márgenes de la pobreza. Es rápido el crecimiento de problemas de salud mental, explotación salvaje y generalización del plagio, entre otras dinámicas, debido a la presión de la competencia desenfrenada para sobrevivir en la academia: la aceptación generalizada de las normas del mundo de los negocios por parte de las instituciones académicas, la adopción de un sistema hipercompetitivo.

La dictadura de los ranking obliga a concentrar recursos en la investigación que garantice resultados de alto impacto a corto plazo, olvidando medir la calidad de la docencia, o las investigaciones de incierto resultado y largo aliento, marginando con ello a las ciencias sociales y humanidades. Hemos pasado de ser docentes-investigadores a ser hacedores de publicaciones urgentes, donde la docencia y la titulación aportan más puntos en la competición. Se crean todas las carreras posibles sin contar con expertos y así se titulan y reproducen de forma ilimitada y cada vez más intelectualmente empobrecedora. Ni siquiera saben que el conocimiento en el que nos basamos, acumulado a lo largo de los siglos, jamás se hubiera podido producir en un clima como este. Sin embargo, las humanidades, las artes y las disciplinas sociales —con excepción de la economía y la administración— se encuentran en el ámbito de las disciplinas y áreas del conocimiento consideradas prescindibles por este modelo, con lo que se transformarán en espacios tendentes a la marginalidad.

Por las condiciones laborales, el personal docente e investigador exige la reducción de la temporalidad y otras medidas. El orden actual exige al profesor universitario que sea productivo en una competición global llena de trampas y simulacros, pero no se le permite que salga de la temporalidad antes de haber trabajado, en promedio, 25 o 30 años en la institución, aunque para mantener el estímulo muchos trabajen hasta su muerte, afectando cada año más a su actividad intelectual. El miedo, la sensación de vulnerabilidad, la desorientación, el aislamiento, la ausencia de reconocimiento, son algunos de los males que acechan la tarea intelectual, y que se han acrecentado en los últimos tiempos. Factores que moldean una vida académica fraudulenta, imponiendo límites, orientaciones, condiciones de partida, penalizaciones, obligaciones, estilos, modos de organizar el curso de las ideas y los tiempos.

Además, hay una falta de estabilidad y seguridad, sobre todo por “el conjunto de transformaciones culturales y organizativas que rigen la esfera intelectual en esta etapa del capitalismo”, que impiden institucionalizar tradiciones intelectuales, escuelas, continuidades y renovación a la altura de los proyectos de investigación de largo aliento. Por los ritmos y sesgos fatales que impone la competencia en el campo de las humanidades, pensar con profundidad, con todas las consecuencias, exige calma y mucha libertad para desplegar e implicarse con el propio pensamiento. La solidaridad y la cooperación como principios resultarían hoy contra hegemónicos, y amenazan con lastrar la carrera profesional de quien trate constantemente de materializarlos, tanto como la salud mental de quien sistemáticamente se vea empujado a deshacerse de ellos.

Nos han hecho parte, cómplices de la mediocridad, de la creación de posgrados sin especialistas, de trabajar para feudos de familias en los poderes académicos, de los falsos reconocimientos académicos, de las endogamias y mandarinatos institucionales, de los feudos de grupos, y esto permite que la producción intelectual no sea más que para pasar los protocolos de evaluación. En su vocación expansiva y globalista, la ideología neoliberal ha terminado colonizando no solo físicamente el planeta, sino todos los aspectos de la vida, y especialmente el orden de los afectos, sembrando un régimen emocional desequilibrado regido por criterios de uso y beneficio, en una lógica sacrificial de autoexplotación permanente, donde el tiempo de ocio ha quedado abolido. Hemos interiorizado las demandas disciplinarias del sistema productivo, quizá con algo de retraso en el mundo académico, pero sin duda con especial intensidad. Las medidas de autovigilancia y autocastigo, la servidumbre voluntaria y apasionada, no remplazan ni excluyen a las impuestas desde fuera por otros mecanismos de gestión y control, más bien forman estratos de sometimiento que se superponen.

El neoliberalismo se inició en México al tiempo de la creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en 1984, con una forma de flexibilización laboral, un estímulo para los investigadores más productivos con doctorado con la idea de compensar el deterioro salarial. Fueron desapareciendo los sindicatos, se congelaron los contratos colectivos y se introdujeron sistemas de pago complementario por productividad en cada universidad. El salario base quedó fijado en 30% del ingreso total, un fragmento que condicionó las jubilaciones. En el marco de una nueva concepción de universidad, donde el conocimiento comenzó a destacar por su valor de uso y los indicadores de productividad, se puso en jaque el ideal de libertad académica y de investigación, condicionado por los conceptos de rendición de cuentas y necesidad de atender intereses externos. Transformó profundamente la conciencia, la organización, la cultura, las mentes y la orientación de los académicos; toda gira en torno al capital humano y las competencias, sometidos a sistemas de evaluación y expresados en un ranking de universidades, disciplinas e investigadores, operados por empresas transnacionales como Clarivate Analytics (Web of Science, Citation Index) y Elsevier (Scopus), que controlan en buena medida un supuesto destino empresarial de los investigadores en el mundo. Ya no importa la sociedad y menos el impacto social de una investigación. El factor de impacto científico contabiliza las citas a un artículo en otras publicaciones. Así, el modelo neoliberal ha creado una práctica sistemática y creciente de simulacros y fraudes académicos para aumentar la productividad: los artículos con decenas de autores y las interminables citas (Academia). Se subvirtió la ética académica orientada hacia el conocimiento, la buena docencia y el compromiso social, virtudes sin duda arraigadas históricamente en las universidades con tradición social (Hamel, 2019).

La formación integral y las vocaciones son un obstáculo para las inversiones y la competición desregulada, la versatilidad y la productividad para el mercado o las instituciones, cada vez menos diferenciables; conseguir una beca, un contrato, una promoción, un proyecto financiado o un estímulo. La pertenencia grupal a Cuerpos Académicos es siempre coyuntural, simbólica y no de verdadero compromiso material con los otros miembros, de quienes, sin embargo, temporalmente depende la productividad lograda. Esa competición y precariedad que siempre marcó la fase de aprendiz, se ha hecho permanente, desorientado y carente de destino fiable, se dedica a acumular productividad en unos CV que crecen cada dáa hasta lo irracional. Paralelamente al abandono de planes de investigación de largo aliento, la fragmentación de saberes y la tendencia narcisista al hermetismo, la autorreferencialidad y la insatisfacción académicas, son producto de este orden caotizante.


MUCHAS INTERROGANTES Y DESAFIOS CON DEBIL RESPUESTA

Necesitamos tener una visión general de la educación universitaria en una perspectiva crítica que nos muestre la relación entre sus objetivos, alcances, naturaleza, situación y tendencias y ver si existe una crisis educativa. Si definimos el terreno complejo del movimiento nos encontramos con que esta es una de las reformas neoliberales más estructural y fundamental. Por ello deberemos abordar la reforma en función de sus alcances más profundos: ¿qué y cuanto hay en términos de proyecto o anteproyecto educativo? ¿en qué medida anidan allí una voluntad y un proyecto empresarial y de privatización? ¿a qué intereses obedece y qué alcances tiene la reforma? ¿qué tiene que ver con el rumbo y el sentido de país? ¿cuál es el valor y la orientación de la educación ofrecida a los universitarios y, en general, a los estudiantes del país? ¿cómo está segmentado el mercado de carreras universitarias? ¿qué y a quiénes recuerdan los egresados de lo aprendido en la universidad? ¿saben investigar los egresados? Revisemos sus características básicas desde la práctica: evaluaciones, currículos estandarizados, privatización y capacidad de renovación. ¿Será que enmascaran una agenda más extensa, favorecer los flujos mundiales sin restricciones de capital e inversión, privatización y desregulación? ¿Por qué se desmantelan las protecciones de los trabajadores contra los despidos y el salario mínimo? ¿Cómo y cuánto significa la precaridad laboral de los profesores hora clase? ¿Acaba con los derechos de los trabajadores al empleo y los beneficios de jubilación? ¿De qué sirve la precarización docente? ¿Cuánto avanzó el pensamiento liberal en posesionarse de las mentes académicas? ¿Cómo se da en la práctica la formación en competencias? ¿Cuál es el nivel cultural de los egresados? ¿Qué papel tuvieron los académicos de izquierda en la implementación de la reforma? ¿Qué respuestas críticas se han dado a la reforma en este último cuarto de siglo?

También tenemos que interrogarnos respecto a qué opciones de modelos educativos y pedagógicos existen. ¿Qué podemos contraponer a esta reforma que vaya más allá de lo laboral y evaluativo? ¿qué alternativas hay y quiénes serían los actores capaces de impulsarlas? ¿en qué condiciones se hallan estos? ¿se debe proponer una nueva reforma educativa que repite valores, conceptos y lenguaje de la reforma educativa neoliberal: individualismo, estímulos dinerarios, calidad, excelencia, pragmatismo, ¿y que carezca por completo de alguna idea que rescate la tradición educativa humanista y social? ¿la universidad tendrá que reorganizase para circular saberes y prácticas que entreguen fundamentos, estructuras, bases sólidas para que seres humanos concretos y contextualizados aprendan a pensar y actuar responsablemente conforme a los estatutos de cada saber, en equilibrio con un humanismo, ciudadanía, ética y verdad, útil para convivir, tanto en el campus de la ciencia y la cultura, como en su condición de actores en medio de la adversidad de la realidad material?

La educación pública en México vive una larga crisis: de proyecto, de identidad, de compromiso estatal en términos de soberanía, de corrupción y financiamiento, de apoyos, de valorización de la profesión académica. Sería largo enumerar los factores y las dimensiones de esta crisis. Paralelamente hay una desactivación de la política universitaria, único sector social con capacidad de movilización relativamente constante y en ello tienen gran responsabilidad los estímulos y los cuerpos académicos, focos de la difundida micro corrupción y la despolitización. El gobierno juega a un gran proyecto educativo vinculado con un nuevo modelo de acumulación capitalista correspondiente a una visión del empresariado neoliberal. Continúa el esquema de privatización. Aumenta la proliferación de universidades privadas con la mercantilización del conocimiento. La desregulación y la anarquía son totales. La venta de la educación como servicio es dominante. La universidad es una empresa que vende el currículum, plataformas, los materiales de planeación docente, el avance programático, los exámenes, los títulos. Los estímulos y los bajos salarios han distorsionado toda la vida acádemica, más aún si están basados en criterios mercantiles y cuantitativos, desembocando en el fraude y la simulación.

Necesitamos pensar la educación desde la sociología política y las relaciones internacionales, desde la configuración del proyecto neoliberal hasta la extensión y límites de la disputa política; la naturaleza de la ideología dominante; los grados de movilización política o participación ciudadana; las características del liderazgo político, así como el papel de los partidos y otras instituciones formales del Estado. Estos elementos tienen un impacto significativo al interior de las instituciones estatales, incluyendo las relativas a la educación superior. El reconocimiento de las complejas interacciones entre el Estado en sentido amplio y sus instituciones, entre el Estado y el poder económico, es un proceso clave para comprender las fuerzas tras las transformaciones y el gobierno de la educación superior.

La educación es compleja y su análisis atañe a las cuestiones económicas y políticas, a la cultura, absolutamente a todo. La cuestión está en sus múltiples dimensiones y en el reto de que la educación formal deje de ser el espacio de lo obligatorio y lo aburrido por ausencia de realidad y de investigación sobre la misma. Según los defensores de la reforma, la educación está saliendo de sus tiempos más oscuros. Sin embargo, además de no ser cierto, la educación de los jóvenes muy parcialmente se da en la escuela: en gran medida se da en la calle, en los medios, en la familia, en las iglesias, en todos los lugares. Y lo que puede hacerse en la escuela está en gran medida limitado, condicionado, por lo que se lleva a cabo fuera. Se ha reiterado que la televisión y los medios son deseducativos; y lo son, pero nadie los evalúa. Con eso se introducen todos los antivalores del mundo de los negocios privados, una de las privatizaciones más claras de la educación. Es el verdadero proceso de hegemonización de la cultura y de la educación por el capital.
Un aspecto más para iniciar la investigación es la semántica. En general, en el campo educativo impera un lenguaje muy impreciso y descuidado. Se utilizan palabras confusas y ambivalentes. No existe precisión respecto a “calidad o excelencia educativa”, sobre a qué se le debe llamar evaluar, si son estímulos, juegos salariales o los complementos jerarquizados de un salario dividido.

Confundimos evaluación con medición: evaluar es “juzgar”. La evaluación no puede ser solo cuantitativa y menos solo laboral, es compleja; implica la definición de criterios y juicios de valor. Entonces, nos introduce en el ámbito de la filosofía, de la política, de la ética. No basta con técnicos: es necesario incorporar a todos los actores con intereses legítimos en esos ejercicios de evaluación. Debemos desarrollar una conceptualización educativa profunda, disciplinar, basada en teorías y conceptos bien definidos. Toda la línea de la OCDE y de la UNESCO ha sido evaluar e implantar la cultura de la evaluación tecnocrática. Lo que entienden por evaluación es un ejercicio productivista, a lo mucho pedagógico o psicologista, cuando no estrictamente laboral. Surge la pregunta de estos tiempos ¿qué son las competencias y cómo medirlas?

Es fundamental la revaloración de los maestros, pieza clave de la formación, gente con saberes y experiencia; no solo formación ética, temática, teórica y práctica, sino didáctica, pedagógica e investigativa. Los académicos, los universitarios, ¿de cuáles elementos de los formulados disponemos para hacer esa crítica si hemos aceptado acríticamente antivalores, mecanismos de sometimiento, chantajes, sobornos, corrupción? La desregulación y la privatización han acelerado la lucha por los nuevos recursos públicos comercializados. Además, los fondos para la educación pública se utilizan para administrar las pruebas que han dado lugar a una lucrativa industria dominada por empresas privadas de pruebas.

Quisiéramos conocer cuánto queda del pensamiento crítico y el compromiso cívico, hasta dónde ha sido reemplazado por una ideología competitiva en la formación profesional, en la que la educación solo existe para el objetivo de proporcionar a los estudiantes habilidades relacionadas con el trabajo y competir en una economía globalizada. La retórica del logro, el éxito, la elección y la competencia a menudo oscurece los objetivos estratégicos neoliberales y los motivos de los reformadores de la educación superior. Un proyecto que se apoya en maestros auxiliares mal pagados y fácilmente reemplazables; en aplicar técnicas de gestión tipo negocio y con una toma de decisiones autoritaria no puede tener buen fin; menos aún si para reducir el costo y aprovechar al máximo las instalaciones físicas exigen a los estudiantes completar rápidamente los programas asistiendo a tiempo completo y fomentando la inscripción en las clases en línea. Menores costos con elevados estándares. Las clases en línea permiten que los auxiliares mantengan discusiones, contesten preguntas y califiquen papeles y exámenes cuando estas tareas no se hacen automáticamente. La degradación resultante de los trabajos estudiantiles justificará pagos bajos y debilitará aún más la seguridad laboral.

Los estímulos respecto a competencias y evaluaciones será un gran tema a investigar. ¿Qué tratan de medir las evaluaciones? ¿Qué quieren saber? ¿Cuáles habilidades y competencias se desarrollan y cuáles no? ¿Cuáles herramientas son útiles? ¿Quiénes merecen estímulos y por qué? ¿Por qué se evalúa la cantidad más que la calidad? ¿Por qué un artículo es científico y otro no? ¿Lo deciden las revistas indexadas y selectas? ¿Si se publica en inglés tiene acaso más valor un artículo? Son cuestiones que en esta reforma no se responden. Son instancias que se ubican por encima de la estructura educativa, asignándole la tarea de la evaluación. El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en la educación básica aplica un examen a todos los profesores o estudiantes por igual, sin considerar ninguna diferencia. ¿Y respecto a la investigación? ¿Vale igual un artículo en Scopus que un libro producto de la investigación de una década? ¿Quién enseña a investigar? ¿Cuándo el Estado dejó de nutrir la investigación, el diseño curricular?
La visión de competencias implica una perspectiva de competencias para la vida y para el trabajo. ¿Cómo se establecen? ¿Cómo se mide su cumplimiento si no es en la práctica? Pero, ¿cuál es el diagnóstico nacional que nos permitiría decidir cómo mejoramos la nunca definida “calidad de la educación”? ¿Por qué las dimensiones cualitativas de la educación, como la creatividad, la cultura, la filosofía, las disciplinas sociales, el compromiso de la comunidad y el humanismo, han sido descartadas?

III. COLONIALIDAD DEL SABER: LOS DISPOSITIVOS DE LA REFORMA NEOLIBERAL Y EL PENSAMIENTO CRÍTICO

Pese a las enormes adversidades para el pensamiento crítico, no todo es pesimismo. Desnaturalizar y desinteriorizar el orden neoliberal, llevar a cabo una operación de extrañamiento, alimentar la toma de conciencia, es la contrahegemonía. Marchar hacia la reconciliación con el principio de realidad cambiante, no inmutable, sin dejar la dignidad por el camino. Si el precario intelectual busca la fuga mediante la integración en una lógica que le resulta insana, perversa, de acuerdo con la ética del capitalismo; no importa si el producto de una actividad sirve para algo o para nada, vale si, al invertir en ella, resulta un valor de cambio. Es una ética sin moral, cínica; su concepto del hombre es el de una bestia insaciable e insensible, individualista y consumista, su concepto de sociedad es el de un mercado en el cual el individuo es un cliente o una commodity más. Los resultados del capitalismo son las guerras, hambrunas, ecocidio y destrucción cultural.

En el campo educativo el pensamiento crítico es urgente, porque la ideología del capitalismo se ha vuelto hegemónica, aun en sectores académicos e intelectuales, que deberían dar la batalla para desnudar los mitos, engañifas y trampas de la narrativa capitalista. No se puede, no se debe proponer una nueva reforma educativa que repite valores, conceptos y lenguaje de la reforma educativa neoliberal —individualismo, estímulos dinerarios, calidad, excelencia, pragmatismo— y que carezca por completo de alguna idea que rescate la tradición educativa humanista y social.

Se ha impulsado un proyecto que tiene como objetivo central desmantelar los avances en el sistema público de la educación, aprovechando sus deficiencias, como ocurrió con las privatizaciones. La meta de las reformas liberales fue inculcar en la población una serie de valores, símbolos y creencias que sirvieran como núcleo de la identidad nacional, pero además conformar un sector de trabajadores de la educación que tuviera la misión de proteger y promover los valores de la educación como un bien público. En ese sentido, la educación pública sirvió como punta de lanza para acabar con la hegemonía de la Iglesia en la educación y para homogenizar contenidos y fines educativos despojados de religiosidades. Pero también, su carácter público estuvo orientado a definir la educación pública como una inversión social y no solamente individual (Cuevas, 2009).

Las universidades ya no preparan a sus alumnos para el pensamiento crítico, no les enseñan a analizar y criticar los sistemas de poder y los presupuestos culturales y políticos. Se han convertido en escuelas profesionales, en criaderos de gestores de sistemas preparados para servir al Estado empresarial. Firmando un pacto con este, la 4T espera que muchas de esas universidades vean incrementarse las donaciones y los presupuestos de sus departamentos con dinero procedente de empresas y del gobierno. A cambio, esos centros universitarios, al igual que los medios de comunicación y las instituciones religiosas, no solo guardan silencio sobre el poder empresarial, sino que también tachan a todo aquel que dentro de sus confines cuestiona los desmanes empresariales y los excesos del capitalismo sin trabas, repitiendo la ideología del capitalismo desregulado. El capitalismo ha hecho de las universidades y demás instituciones de enseñanza superior, ejes de trasmisión del comercio en el área y de ideologización de su cultura dominante. Las élites universitarias se entrelazan con los fines y negocios del capital, transformándose en capas aristocratizadas que detentan presupuestos y constriñen toda posibilidad de cambio democrático (Cuevas, 2019). No será suficiente intervenir las universidades con administraciones corruptas, mientras no haya claridad en el proyecto educativo general.

Abordar la llamada reforma educativa en clave crítica implica desnudar las operaciones que desde hace casi 30 años fueron puestas en marcha para la desposesión del sistema de educación pública. Desde los organismos internacionales, las fundaciones y las ONG, se despliega la conversión de la educación en mercado. Se impuso el concepto de servicios educativos en un mercado donde existen bienes y servicios, es decir, productos transables. Transforma las subjetividades sociales, con la idea del capital humano o creación de los “recursos humanos” del siglo XXI. La reforma se monta en el juego desposesión/acumulación: la desposesión de derechos, de saberes, de pensamiento y la acumulación de capital y concentración del poder de las minorías empresariales. La reforma implica un proceso de mayor alienación social donde aparecen las nuevas formas de obediencia que la colonialidad del poder nunca abandonó. Poder empresarial que también es poder político. Existe una madeja de sujeción colonial que la reforma educativa veladamente impone.
Las industrias más rentables en el mundo capitalista son las armas, los medicamentos, la pornografía y la educación. Los billonarios del mundo con los gobiernos han creado una delincuencia global que genera políticas públicas para beneficiar al poder privado; son pactos perversos de obediencia, fundante de la subjetividad sometida, que adquiere dimensión planetaria. La financiarización de la economía obligó a toda una reconfiguración a nivel global que viene produciéndose desde los años setenta del siglo pasado y ha puesto en tensión hasta dominar el sistema productivo. Las investigaciones político-económicas en regiones recolonizadas sirven para vincular esta nueva expoliación con la era del extractivismo y la apropiación de territorios, el nuevo avasallamiento a las comunidades y pueblos originarios, la gentrificación o movimientos poblacionales, así como la transformación alimentaria y modos de producción agraria con sus obvias consecuencias para la salud. Aceptar el saqueo va de la mano con la creación de una nueva subjetividad —necesaria para aceptar el “despojo educativo por acumulación”— que, a su vez, retroalimenta la concepción de una formación destinada a producir sujetos sin historia, ni geografía, sin derechos laborales, ni colectivos, individuos funcionales y descartables a modo de las necesidades de la economía del mercado.
La universidad tendrá que reorganizase para circular saberes y prácticas que entreguen fundamentos, estructuras, bases sólidas para que seres humanos concretos y contextualizados aprendan a pensar y a actuar responsablemente conforme a los estatutos de cada saber, en equilibrio con humanismo, ciudadanía, ética y verdad, útil para convivir, tanto en el campus de la ciencia y la cultura, como en su condición de actores en medio de la adversidad de la realidad material.

Para que este sistema neoliberal sea viable, son necesarias tres precondiciones: que haya un robusto sector de educación privada, que los centros de educación pública sean autónomos para competir entre ellos, y que existan sistemas de evaluación estandarizados para que se puedan hacer ranking que ayuden a los clientes.

El objetivo de la educación es dotar a las personas de capital humano, supone que son todas portadoras de un capital en renta: conocimientos, contactos y habilidades. Ese capital les dará un retorno mayor cuanto más hayan invertido en él, y esa inversión es la educación. Porque si la sociedad va a ser un gran mercado, y el rol de la educación es que las personas sean capaces de competir en él con las artes de la empresa. Y el sistema educativo que logre eso de la mejor manera va a ser un sistema de empresas, una educación segmentada, de emprendedores, gerentes y trabajadores precarios (Delacoste y Cano, 2019).

Basta analizar el glosario de la Nueva Gestión Pública o el abc del neoliberalismo pedagógico: no solo procuran instalar en la esfera pública y en el conjunto de las relaciones humanas los términos del pensamiento empresarial (competencias, eficiencia, recursos humanos, gobernanza, etcétera) sino que también buscan resignificar aquellos que pertenecían a discursos opuestos (como autonomía, pensamiento crítico, participación). Se presenta siempre desde una posición reformista tecnocrática, con categorías neoliberales para reformar la escuela: innovación educativa, tecnologías de la información y la comunicación, aprendizaje por proyectos-colaborativo-significativo, pensamiento computacional, programación, robótica, neurociencia, entre otras. Las guerras de redes son en la actualidad un instrumento hegemónico que nos lleva a pensar en revoluciones pasivas de última generación, en la que los ciudadanos no llegan a reconocer el origen de su información y de su alienación.

Se torna imprescindible la reflexión y el debate sobre esta “guerra de redes”. Los pueblos deben romper la manipulación sobre nuestras subjetividades y seguir construyendo el destino de la propia emancipación. Se virtualiza la vida cotidiana; las redes virtuales y las plataformas digitales son la nueva forma de mediar y organizar las relaciones sociales. La acumulación, la apropiación, control y despliegue del conocimiento estratégico, por la burguesía, implica pérdida de la soberanía estatal, cambio en la configuración espacial de la territorialidad, vinculada al proceso de financiarización de la economía. Las grandes corporaciones determinan dónde y cómo invertir el ahorro interno, lo que subordina a los poderes políticos estatales al lobby empresarial y a la presión de estas al determinar las políticas educativas. De este modo, los sistemas educativos son empujados a la obsolescencia, las universidades públicas desfinanciadas, o financiadas bajo las pautas de las grandes corporaciones. Las plataformas virtuales aparentan formar sujetos a medida de las necesidades del capital, adoptan la educación a distancia, pauperizan el trabajo docente y transfieren la formación y la investigación científico-tecnológica desde lo público-estatal a lo privado-supranacional, mientras las empresas forman a sus propios trabajadores de forma directa sin necesidad de formación universitaria. Los posgrados, los únicos que valen, son aquellos de EU o Europa.

Los trabajadores del conocimiento, tendencialmente empiezan a jugar un papel fundamental como creadores de riqueza. Las transformaciones en este ámbito están ligadas con la base material de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Cada vez son más los contratistas y empleados que trabajan de forma remota. La venta de conocimientos, de servicios, de datos, de la fuerza de trabajo, es cada vez más internacional. El capitalismo trasnacionalizado construye una pequeña burguesía “ilustrada” cada vez más atomizada y desvinculada de sus realidades.

NEOLIBERALISMO Y DESTRUCCIÓN DE LA EDUCACIÓN

La educación superior debe ser un bien público social, un derecho humano y universal, y un deber de los Estados, donde el acceso, el uso y la democratización del conocimiento, bien social, colectivo y estratégico, es esencial para garantizar el derecho a la emancipación. Que enseñe a pensar y haga mejores personas, precisamente porque se centre en enseñar a pensar por cuenta propia, planteándose las preguntas relevantes para entender el mundo en el que vivimos y entenderse uno mismo y rechazar el aprender a obedecer. El resultado final es que las miradas críticas, humanistas o, simplemente, conectadas con las preocupaciones reales, sean socialmente relevantes. De ahí que los ataques a la educación de parte de los gobiernos neoliberales empiezan por lo salarial y presupuestario, pero terminan en la construcción de un modelo de educación acorde con las nuevas necesidades y requerimientos del capitalismo globalizado. Este es el horizonte conceptual de la preocupante situación que atraviesa el sistema de educación superior público.
El escritor norteamericano Philip Roth (2000), en su novela La mancha humana califica la universidad como:

Empresas chanchullo. Profesores mafiosos. Ejercicios de poder con discípulas. Sexo, acoso, obsesión. Másteres ficticios. Dinero público engordando chiringuitos. Arbitrariedad y elitismo. Lo que la asquerosa actualidad política está desvelando de la universidad no es capaz de soportarlo ninguna ficción, por inverosímil. Pero tampoco es capaz de soportar, por banal, la hiperburocratización de la vida académica, la precarización de la carrera profesional, el sometimiento constante a arbitrajes injustos, a entregas de memorias o informes de solicitud, de seguimiento o de rendición de cuentas que ahogan todo conato de creatividad, el trabajo gratuito naturalizado de becarios, investigadores y docentes o, en definitiva, la tiranía del prestigio y la corrupción del trabajo intelectual. Una ‘Basura académica prestigiosa’ (p. 59)

Diagnóstico completado por Charles Ferguson (2012) quien califica a los profesores universitarios norteamericanos de “Académicos mercenarios” o de “especialistas académicos de alquiler”:

Media docena de firmas de consultoría, varias agencias de conferenciantes y diversos grupos de presión económicos mantienen extensas redes de especialistas académicos de alquiler con el propósito de abogar en favor de intereses económicos en los debates de política y regulación. Los principales sectores implicados son la energía, las telecomunicaciones, la atención sanitaria, el agribusiness y, de manera que no deja resquicio de duda, los servicios financieros (p.30 ).

Resumamos lo que dice Hedges sobre la universidad: “Las universidades ya no preparan a sus alumnos para el pensamiento crítico, no les enseñan a analizar y criticar los sistemas de poder y los presupuestos culturales y políticos... se han convertido en escuelas profesionales, en criaderos de gestores de sistemas preparados para servir al Estado empresarial” (Hedges, 2015, p.) y Federico Aguilera (2018) agrega:

El resultado final es la irrelevancia intelectual y social de la Universidad como espacio de reflexión y de pensamiento independiente, convertida desde hace mucho tiempo en un espacio de sumisión y de aburrimiento. Los estudiantes ven con claridad que no aprenden sino que asisten a un ritual en el que no cuenta que se aprenda sino que “prima la evaluación de los símbolos del desempeño sobre el desempeño real”. Lo importante para aprobar la evaluación que el Ministerio realiza de cada Facultad o Grado, de cara a renovar la acreditación para seguir impartiendo la enseñanza, es demostrar que se cumple un protocolo, que se obedece, que se rellenan bien las Guías Docentes, no qué es realmente lo que se enseña. (p. 2)

Chomsky y Edgar Morin también reclaman a la universidad su responsabilidad con la investigación, coinciden en afirmar que lo importante no es qué se investiga sino dónde se publica. La universidad es un espacio estéril, de ignorancia, del que los estudiantes están deseando escapar lo más pronto posible, con su papelito-título de dudosa utilidad. Esta huida es más que comprensible, pero no es nueva. ¿Cuándo dejaron de estudiar para aprender y empezaron a estudiar para aprobar? Una ucon estos resultados está prácticamente muerta, es realmente una escuela de ignorancia y prepara a los estudiantes para ser cretinos. De hecho, Edgar Morin afirmaba en su Introducción al pensamiento complejo que: “Mientras los medios de comunicación producen la cretinización vulgar, la Universidad produce la cretinización de alto nivel. La metodología dominante produce oscurantismo porque no hay asociación entre los elementos disjuntos del saber ni posibilidad de engranarlos y de reflexionar sobre ellos” (Morin, 1994, p.31 ). La cretinización no se refiere solo a las ciencias sociales sino que es un resultado inevitable del pensamiento por piezas inconexas, es decir, de la “falsa racionalidad” con la que nos educan en la universidad y que impide realmente pensar con claridad, comprender y reflexionar (Aguilera, 2018). La inteligencia parcelada, compartimentada, mecanicista, disyuntiva, reduccionista, rompe lo complejo del mundo en fragmentos disjuntos, fracciona los problemas, separa lo que está enlazado, unidimensionaliza lo multidimensional. Destruye en embrión toda posibilidad de comprensión y de reflexión, eliminando así cualquier eventual juicio correctivo o perspectiva a largo plazo. Así, cuanto más multidimensionales se hacen los problemas, mayor incapacidad hay para pensar su multidimensionalidad; cuanto más progresa la crisis, más progresa la incapacidad para pensar la crisis; cuanto más planetarios se hacen los problemas, más impensables se hacen. Incapaz de enfocar el contexto y el complejo planetario, la inteligencia ciega se vuelve inconsciente e irresponsable. Se ha vuelto mortífera. Pero la universidad sigue instalada en ese enfoque reduccionista y lo enseña e impone como si fuera científico.

La mayoría de las carreras universitarias siguen siendo excesivamente largas y sin apenas contenido relevante, sin enseñar a relacionar, duplicándose y triplicándose “temas sin contenido y sin profundidad” y evitándose las cuestiones clave y las preguntas relevantes que son las que permiten comprender en qué sociedad vivimos, qué implicaciones tiene nuestra manera de “pensar” y de vivir, y qué perspectivas tenemos como especie para vivir de manera razonable en este planeta. Nadie niega la formación profesional orientada a lo laboral. Pero antes que ella está la formación integral; una formación desde la experiencia y la práctica, sí, pero para entender, interpretar, comprender el mundo en su complejidad. Entender, por ejemplo, que hay clases que luchan entre sí, que hay opciones de sociedad, que no solo debemos ser adiestrados para ciertas "competencias", muchas veces efímeras y desechables por el avance tecnológico, que hay conocimiento científico y pensamiento crítico. A quienes se les forma como seres humanos ahora le llaman "sobre calificados", pues el capital quiere instrumentos. Muchos “maestros” ahora trafican con las competencias, como una forma de vivir y eso es más condenable aún.

Quizá en este tipo de textos (o artefactos dirían Deleuze y Guattari) puede distinguirse el pathos de nuestro tiempo. Una exégesis ad absurdum de la razón cuantitativa. Una apuesta irracional, simbólica e ideológica en la que, como pontifica la microeconomía, más es siempre preferible a menos. Una sociedad atravesada por racismos atávicos, por comportamientos rentistas, por simulaciones cotidianas, pero dispuesta a sacrificar a su propia realidad en textos imposibles. La enumeración de hechos imposibles como absolutamente normales. La producción en serie de un conocimiento banal e intrascendente. El conocimiento como simulacro y la universidad como tramoya. Todas las universidades en mayor o menor medida, sobre todo luego de las reformas de Bologna, están condicionadas a crear artefactos como éste, y a producir otro adínaton más, otro simulacro. A recrear la lógica del absurdo como algo corriente y administrativo. A crear laberintos disciplinarios para toda disidencia teórica. A plegarse a las prerrogativas del poder (Davalos, 2017, p.1 ).

Agrega Pablo Dávalos (2017) en esta magnifica reflexión, que en la historia del pensamiento de la humanidad, crear una sola idea de relevancia a veces es demasiado. La mayoría de aquellos pensadores que dejaron su huella en nuestra memoria y en nuestro saber, generalmente pronunciaban una sola idea antes de sumergirse en la noche del mundo. Publicar una sola obra de relevancia que “aporte al conocimiento” requiere de mucha humildad, de mucha intuición, de mucha paciencia, de mucho esfuerzo, de mucha disciplina teórica, de mucha imaginación y, sobre todo, tiempo. Las ideas que nos han cambiado, fueron ideas comprometidas con su tiempo, con su historia, con su presente y su futuro. Fueron producto del esfuerzo, la genialidad, la intuición, el arrebato, la epifanía, el compromiso, la imaginación.

Es de imaginar que con los criterios actuales de doxa y disciplinamiento al pensamiento, en donde los censores del saber dan su visto bueno a la creación teórica, estableciendo la definición de contenidos de su propia ciencia implica la decadencia y la muerte in nuce de todo cambio paradigmático. Si hubiesen leído a Heidegger sabrían que “el nivel de una ciencia se determina en la medida en la cual ella es capaz de una crisis de sus conceptos fundamentales” (Davalos, 2017, p.2 )

Por último, Pablo Dávalos agrega que el docente se somete a una praxis cuantitativa en donde se sacrifica, precisamente, la inteligencia humana:
Este artefacto revela la decadencia del pensamiento y la emergencia del absurdo como condición de posibilidad para toda verdadera creación teórica en el capitalismo tardío. Demuestra la conversión de las universidades en centros de producción en serie de un conocimiento banal, y sabemos desde Hanna Arendt que la teodicea del mal siempre se refugia en la banalidad. En estos momentos, si queremos innovación, creatividad, imaginación, inteligencia, compromiso, y nuevas respuestas que den cuenta de lo que somos, de lo que necesitamos, de lo que queremos, de lo que soñamos, tenemos que ver por fuera de la universidad, por fuera de sus circuitos de producción académica, por fuera de sus reglamentos, por fuera de su doxa. El pensamiento que la humanidad recordará de aquí a algunos años, muy probablemente no será producido por ninguna universidad. Nacerá en revistas, en textos, en blogs, en libros no indexados, no controlados, no disciplinados. Será un conocimiento comprometido con su tiempo y no con los requisitos administrativos que nacen desde el poder. Nacerá desde la libertad, desde la negación, desde el compromiso con lo humano (Davalos, 2017, p.3).

En conclusión, la evaluación debe ser erradicada, mientras sea el punto de quiebre de la “reforma educativa”. Los maestros de la CNTE y rebeldes de otros países, pusieron el dedo en la llaga del corazón de la reforma neoliberal. Los maestros desnudaron la esencia neoliberal de la evaluación (el despido, la racionalización, el pago por tarea realizada, etc.) que los convertía en meros operadores del pensamiento único, en aplicadores de propuestas mercantilistas en el sistema educativo, que hay que educar por competencias, por competencias laborales, dejando de lado la formación humanística, estética y somática de los niños, despojando a maestros y niños de todo pensamiento crítico y creativo.

Y si definimos el terreno complejo del movimiento, nos encontramos con que esta es una lucha contra una de las reformas neoliberales considerada la más estructural y fundamental. Sus características básicas son: evaluaciones (pruebas de alto riesgo), currículos estandarizados, privatización y alta capacidad de renovación. Enmascaran una agenda diferente: favorecer los flujos mundiales sin restricciones de capital e inversión; privatización y desregulación; desmantelar las protecciones de los trabajadores contra los despidos y del salario mínimo. Acabar con los derechos de los trabajadores al empleo y los beneficios de jubilación.

La reforma escolar tiene como objetivo las ganancias relacionadas con la educación, reforzar la hegemonía corporativa, ayudar a realizar una visión neoliberal basada en el mercado. Está claro que los ejecutores dependen de las decisiones y preferencias de los conductores que, a su vez, están subordinados a los controladores que son el sector empresarial organizado, formado por federaciones empresariales, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial. Crecen las empresas e inversores con una participación financiera directa en la reforma. Entre estas se encuentran las editoriales, empresas evaluadoras y de pruebas, empresas de tecnología e inmobiliarias, que se alimentan de la expansión de escuelas y universidades privadas (Howard, 2017). A escala mundial, ninguna organización ha sido más influyente que la OCDE con sede en París, pero financiada por los EU. La influencia de la agencia presionada por la mundialización del capital, se ha comenzado a extender hacia el sur, trabajando para apoyar el libre comercio, la reducción del impuesto de las empresas y el retroceso de las protecciones ambientales y laborales.

El pedagogo crítico, Peter Maclaren sostiene que los teóricos culturales han realizado una excelente labor para entender el impacto que la ideología neoliberal produce en el espacio, el lugar, la escala, el momento histórico, la raza, el sexo, la clase, la identidad y agencia humana: la mercantilización de la vida diaria. Una racionalidad tecnócrata cuyo valor está relacionado con el superávit de valor que se pueda extraer y acumular. El capitalismo financiero o de bienes, la acumulación por desposesión, el capitalismo del desastre, son tipos de explotación del capitalismo, extensiones de la ideología neoliberal. Necesitamos imaginar un futuro con posibilidades concretas más allá del neoliberalismo y de la lógica del valor de la producción, y en el que liberarnos de la producción de tiempo, espacio y de la propia existencia al servicio del capital (Maclaren y Farahmandpur, 2014).
El neoliberalismo hace referencia a una dominación corporativa de la sociedad que apoya el cumplimiento estatal del mercado libre, reprime las fuerzas ajenas al mercado y la política anti-mercado, destruye los servicios públicos gratis, elimina los subsidios sociales, ofrece concesiones ilimitadas a las corporaciones trasnacionales, prioriza un programa de política pública neo-mercantilista, establece el mercado como patrón para la reforma educativa, y permite que los intereses privados controlen gran parte de la vida social para ganancia de unos pocos (o sea, mediante la disminución de los impuestos de los más ricos, el rechazo de las regulaciones medioambientales, y el desmantelamiento de los programas de educación pública y bienestar social) (Barroso, 2017).

Es en nombre de la excelencia que se institucionalizan tendencias sumamente autoritarias en el sistema educativo. En la propuesta de la 4T, las decisiones fundamentales de una relación laboral: ingreso, evaluación, promoción, funciones, compromisos, responsabilidades, materia de trabajo, relaciones, procedimientos, derechos y obligaciones, quedan en manos de funcionarios gubernamentales. Al desaparecer la bilateralidad, se fortalece la tendencia a reducir a los maestros a operadores de programas, respecto de los cuales solo pueden dar opiniones; sujetos al escrutinio civil y empresarial, y objeto de evaluaciones de diagnóstico, cuyos criterios y objetivos, el diseño y la determinación de los procedimientos para ingreso y promoción están fuera de su alcance. La bilateralidad también salvaguarda derechos humanos, libertad de organización y defensa de intereses gremiales, derecho a la gratuidad y libre acceso a la educación, fortalecimiento de los pueblos originarios, regiones y comunidades y la perspectiva de género. Son derechos que cuentan con importantes bases sociales y que, aliadas al magisterio, pueden transformar el sistema y dar al proceso educativo una perspectiva y referencia de transformación mucho más sólida y amplia que bellas declaraciones.

No menos importante, la bilateralidad puede dar paso al fortalecimiento de la conciencia y organización de los maestros porque permite discutir con la administración del sistema y definir la mejor manera de atender las necesidades de conocimiento en las comunidades. Desde sus niveles más inmediatos y locales hasta los regionales y nacionales. Tan importante es la fuerza que puede generar una estructura de acuerdos que los estados han procurado casi siempre controlar. El corporativismo desperdicia el potencial de transformación y libertad que una verdadera vida democrática en todos los niveles puede dar al magisterio y a la educación.


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