Septiembre de 2020
El coronavirus provocó un cambio abrupto en la evaluación de las supuestas bondades de la mundialización. Imagen: AFP
La relocalización o reinteriorizacion parcial de los procesos de producción de bienes o de servicios se inició en la crisis financiera de 2008, continuó con el incremento del proteccionismo de los Estados Unidos de Donald Trump y de la Unión Europea, y se consolidó como tendencia con el impacto del coronavirus en la economía mundial.
En el último capítulo de La Teoría General, Keynes explicó que “si las naciones pudieran aprender a alcanzar y mantener el pleno empleo usando únicamente la política económica interna, ningún país tendría un motivo poderoso para imponer a los otros países sus productos y rechazar los de sus vecinos”.
Esta cita muestra que, como siempre, Keynes se extirpa del corset de la simplicidad del modelo explicativo sobre las presuntas ventajas del intercambio integrándolo en la dimensión macroeconómica. Y cuando se comprende la relación entre el comercio internacional y la realidad económica interna de cada país los presuntos misterios y ventajas del impacto del comercio exterior se desvanecen.
Al final de los años 80 y hasta la Gran Recesion provocada por la especulación financiera en Estados Unidos en 2008, se observa un rápido crecimiento de las exportaciones no solo en valores absolutos, sino también de la proporción de éstas respecto a la riqueza global (PIB), lo cual significana que una parte creciente de lo producido al interior de algunos países se destinaba a otros espacios geográficos.
La medición de este crecimiento fue, en parte, errónea puesto que las cadenas de valor hacían que, por ejemplo, las exportaciones de componentes electrónicos de algunos países hacia China aparezcan luego contadas como exportaciones chinas del producto terminado; vale decir se contaba dos veces.
A partir de 2009 esas cadenas de valor se orientaron a la baja, salvo en 2011 y 2012, y esa tendencia se aceleró en los años siguientes hasta la severa y brusca caída con la pandemia de la codiv-19.
El concepto de mundialización surgió como explicación de esta evolución del comercio y fue descripto por los economistas ortodoxos como una tendencia “natural”, debido al progreso de las comunicaciones, Internet, los transportes.
Los más osados sugirieron que el grado de mundialización podía medirse a través de la variación de dicha relación. Y algunos fueron mucho más allá puesto que se atrevieron a sostener que era el aumento del comercio el que arrastraba el crecimiento de la economía mundial tomando como paradigma la economía china.
Los intercambios económicos fascinan a funcionarios y economistas, y son importantes para un país dado que en el cálculo del PIB, las exportaciones se suman mientras que las importaciones se restan. Lo que se exporta es trabajo y empleo contenido en los bienes y servicios, pero lo que se importa es desempleo cuando se compra en el exterior lo que podría producirse en el propio país.
Si no existen otros condicionantes, políticos, sanitarios, el precio del bien es la variable más importante en el intercambio y es por esto que la Organización Mundial del Comercio (OMC) y economistas ortodoxos han adoptado como modelo explicativo de la manera en que se desarrolla el comercio el principio de las “ventajas absolutas”. Estas fueron expuestas por Adam Smith en el Libro IV de su obra Sobre la Naturaleza y el Origen de la Riqueza de las Naciones.
En ese texto se afirma que "el comportamiento de un buen padre de familia es de no tratar de hacer en su casa por sí mismo lo que le costará menos de comprar afuera”. Pero para poder importar el prudente padre de familia de Smith, que es el rey, debe poder vender algo para pagar lo que compra y, como lo señala Keynes, quizás tenga que limitar sus costos -“hambrear a su propia familia”- para disminuir el precio de los productos para vender y así obtener los medios para poder comprar lo que desea.
Esto puede hacerse de manera visible o con disimulo, pueden limitarse los salarios o el acceso a la salud o la educación, y practicar el dumping social. Pero en la actualidad, los que importan y los que exportan y recogen los beneficios son los individuos y las empresas y no “el país”, como dicen los modelos.
Vale decir que el producto de las ventas puede volver al país o no, si quienes realizan las operaciones lo desean o los gobiernos lo imponen. Se recuerda en ese sentido el 17 de noviembre 2017 cuando Macri firmó un decreto por el cual las empresas exportadoras tenían un plazo de 10 años (antes 3 meses) para repatriar las divisas obtenidas. Esta medida hizo disminuir la entrada de dólares, precipitó el pedido del crédito al FMI y fue una de las medidas que provocaron la crisis financiera de 2018.
Smith trató de mostrar y convencer, lo que olvidan de explicar demasiado seguido los profesores de Comercio Internacional, que permitiendo que entren a precios módicos, sin aranceles, los alimentos desde Francia, eso permitiría de abaratar el valor de los salarios y favorecer a los burgueses urbanos, perjudicando a los aristócratas terratenientes.
Vale decir que, como señala Keynes, el objetivo del comercio no es sólo comprar un bien inexistente en un espacio económico determinado, sino modificar los parámetros macroeconómicos al interior de cada espacio o país. Esto permite mostrar que, en el intercambio, hay quienes ganan y quienes pierden ya que la consecuencia de la apertura del comercio provocará una ganancia para aquellos productores que pueden exportar y expandir su producción y una perdida para los que proveen bienes que serán sometidos a una concurrencia que es, en general, desleal puesto que el comercio hay dumping y subsidios que abaratan el producto.
La historia y la actualidad muestran que la fuerza de los exportadores está además ligada a la dominación política, y que sin ésta no hay una perennización de la corriente exportadora.
La globalización fue promovida en las instancias internacionales mediante una incitación a una “apertura de los mercados”, como “garantía de la paz” que favoreció en primer lugar a los flujos financieros especulativos y a la provisión a menor precio de bienes para el consumo de los trabajadores con objetivos similares a los imaginados por Adam Smith.
Vía la importación a precios más bajos se incrementaba la capacidad adquisitiva de los salarios pero se creaba desempleo. Luego se pasó a una nueva etapa, a través de la transferencia de capitales y tecnología, que en el modelo de Smith no está contemplada, que fue la instalación de los procesos de producción de textiles, indumentaria, farmacéuticos, construcción naval, química pesada, metalurgia hacia ciertos países emergentes.
Esto produjo, en los años 90, en los países avanzados y también en Argentina, la desindustrializacion.
En la optimización de las cadenas de creación de valor cada empresa definía para disminuir el costo en un espacio geográfico particular donde se realizaba la operación específica sobre cada producto. Pero a partir de la primera década del siglo se observó lo que se llamó el “estancamiento secular”.
Los países avanzados ya no crecían más a pesar de tasas de ganancias importantes y la consolidación de masivas transferencias de ingresos de los sectores medios y populares hacia el “top 1%” (superricos).
La ortodoxia afirma que el comercio mundial enriquecía los países pero, por el contrario, su expansión empobreció vastos sectores sociales, multiplicó los llamados trabajadores pobres, los “perdedores de la mundialización”.
Esto ocurrió tanto en Estados Unidos, que es un país con un importante déficit de la balanza de pagos, puesto que en el periodo 1980 (Reagan) y 2010 el ingreso medio en valores constantes del 50 por ciento de las personas que ganan menos disminuyó. También en Alemania que en 2016 tenía un excedente de la balanza comercial equivalente al PIB de Bélgica, pero donde casi el 20 por ciento de la población gana menos del 60 por ciento de la mediana del ingreso y es considerada como pobre.
Como lo indica Keynes en el texto mencionado, para ser más “competitivo” cada país se autoimpone -o el FMI le aplica- programas de austeridad. Así se puede observar que el comercio, con el neoliberalismo, no enriquece sino que empobrece a la mayoría de las naciones.
La crisis del 2008 produjo la primera ruptura importante en el cuento de hadas y se impusieron cambios institucionales en la Reunión del G20 en Londres, en abril del 2009. Los Estados Unidos con el apoyo de Argentina, Brasil, China y México propusieron reforzar la vigilancia de la legalidad de las transferencias financieras especulativas, en particular de los productos derivados, a través del GAFI, lo cual provocó una caída del 40 por ciento de las mismas.
En lo que concierne la industria y los servicios, como se indicas más arriba, la ralentización de las exportaciones es una evidencia estadística y hay que explicar su origen.
La relocalización o reinteriorizacion parcial de los procesos de producción de bienes o de servicios, incluso de la industria del software, se dio en tres fases:
1. Se desarrolló a partir del 2008 con una dinámica económica propia en los países avanzados debido a la caída de la demanda, el incremento de los precios de los productos importados por el alza de los costos salariales en los países emergentes, las perdidas ligadas a la falta de controles de calidad, el incremento de los costos del transporte y en el caso europeo las nuevas regulaciones ecológicas que pueden interpretarse como una barrera no arancelaria. Además la progresiva sustitución de las importaciones de energía que llevó a los Estados Unidos al autoabastecimiento petrolero.
2. Antes de la pandemia hubo un cambio en la posición de Estados Unidos, y de Trump en particular, con la promoción del “America primero”, que instauró un proteccionismo de facto y específico para cada producto para favorecer las empresas estadounidenses frente a las importaciones, como el caso del acero y el aluminio. Pero también, en la aeronáutica, el queso parmesano, los tomates en lata, el champagne, el whisky o el jerez. La Argentina conoce bien el caso de la carne vacuna y los limones. Más importante para el futuro es el ensayo de trabar toda “desamericanizacion” de las tecnologías de punta. Esto va desde la sobreimposición a las exportaciones de Airbus, o la tecnología 5G en la prohibición de aplicaciones chinas.
3. Se despliega en la actualidad con la pandemia: los países avanzados descubrieron que eran dependientes de importaciones y que esto era una fragilidad de sus economías que costaba muy cara. La imposibilidad de disponer de barbijos o de medicamentos banales, como el paracetamol, ya que se habían desmantelado sectores enteros de producción y el aprovisionamiento dependía de las importaciones, provocó un cambio abrupto en la evaluación de las supuestas bondades de la mundialización.
No es la primera vez, puesto que Francia e Italia habían llegado a un acuerdo para mantener la industria de construcción naval nacionalizando las empresas, lo mismo pasó con las compañías de aviación, o la nacionalización de facto de la industria ferroviaria de material rodante. En la urgencia, el Estado francés acaba de programar el gasto de 10 mil millones de euros y Alemania, España, Italia y Gran Bretaña han tomado medidas similares para reinternalización de algunos procesos de producción de bienes semiestratégicos, como el aluminio, aceros especiales o la alimentación.
Pero varias empresas escaldadas por el “América Primero” han comenzado a tomar otras precaucion
es, como Samsung que acaba de anunciar el desplazamiento de usinas de China a Vietnam ante la eventualidad de la aplicación de aranceles políticos.
Los procesos económicos reflejan las relaciones y tensiones sociales y políticas imperantes. La observación de la evolución actual muestran que se ha abierto un lento pero inexorable ciclo de cambios y de turbulencias en las relaciones económicas internacionales.
* Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.