Agosto de 2020
Elon Musk, el litio y la postergación de las elecciones en BoliviaLucio Garriga Olmo para Letra P
Bolivia atraviesa una situación marcada por la protesta social contra el gobierno de facto y la voracidad de empresarios extranjeros por los recursos naturales del país.
Dos noticias profundizaron, en los últimos días, las crisis que vive Bolivia desde el golpe de Estado contra Evo Morales. Por un lado, los dichos en Twitter del físico y magnate sudafricano, Elon Musk, quien se jactó de haber apoyado el derrocamiento del líder indígena para tener acceso a las reservas de litio, posteo que más tarde eliminó y que algunos atribuyeron a un perfil polémico, que le ha provocado numerosas polémicas, aunque aquel no pasó por alto. Por el otro, el nuevo aplazamiento de los comicios presidenciales que estaban previstos para septiembre y que se realizarán recién en octubre.
El país andino no termina de cerrar una herida cuando se le abre otra: ¿hubo realmente empresas internacionales involucradas en el golpe? ¿Cuándo se termina la crisis? Las preguntas flotan en la altura paceña.
Las dudas acerca de los intereses que confluyeron en el golpe volvieron a primera plana por una discusión del dueño de Tesla Motors en Twitter. Un usuario lo acusó de haber apoyado la salida anticipada de Morales para acceder al litio boliviano, un mineral esencial para las baterías de los autos eléctricos que su compañía Tesla produce a escala mundial.
El magnate respondió: “Le vamos a dar un golpe a quien queramos. Lidien con eso”. Luego, se excusó y dijo que obtiene esa materia prima en Australia, pero la polémica ya se había generado.
Desde su salida de Bolivia, Morales resume su derrocamiento en una frase: “Fue un golpe contra el indio y por el litio”. El líder aymara denuncia que la oposición nacional e internacional, caracterizada por Estados Unidos, no le perdonó dos aspectos de su mandato: haber ampliado los derechos de los pueblos originarios históricamente abandonados y haber nacionalizado y declarado el litio como recurso estratégico.
Los dichos de Musk, un empresario que ha coqueteado políticamente con la familia de Donald Trump, suponen, como mínimo, un aspecto para investigar y, como máximo, una confesión.
El litio, conocido como el “oro blanco”, es uno de los minerales del futuro y un elemento clave en el cambio de la matriz energética de los recursos fósiles a las energías renovables. Es imprescindible para la producción tecnológica, desde los smartphones hasta los autos eléctricos. Bolivia tiene la mayor reserva del mundo: cerca de 21 millones de toneladas concentradas en el Salar de Uyuni, en Potosí. Junto con Argentina y Chile, forma el “triángulo del litio” y concentra entre el 75 y el 85 por ciento de las reservas mundiales.
Evo Morales siempre soñó con una unión para dominar el mercado de ese mineral y controlar la oferta y el precio. ¿Fue derrocado antes de cumplirlo o fue derrocado por querer cumplirlo? La ex senadora por el Movimiento Al Socialismo (MAS) que se vio obligada a renunciar durante las violentas jornadas de noviembre, Carola Arraya, aseguró en diálogo con Letra P que los dichos de Musk “confirman” que el golpe contó con una “organización liderada desde el extranjero que tenía intereses en el litio”.
“Esta lucha va más allá de intereses pequeños hacia el interior del país porque hay intereses de trasnacionales que buscan apropiarse de los recursos naturales”, denunció desde Cochabamba.
Quienes piensan así explican el golpe de Estado por la política desarrollada por Morales en relación con el litio. A diferencia de la Argentina y Chile, que exportan el mineral con nulo valor agregado, Bolivia decidió industrializarlo desde el Estado. Creó la filial Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) y firmó dos asociaciones para su industrialización: una con una empresa alemana y otra con un consorcio chino. El proceso dio resultado.
Antes de las últimas elecciones, Morales presentó el primer auto eléctrico producido enteramente en Bolivia y esperaba exportar la primera batería de litio, las mismas que usa Tesla, a Alemania para 2023.
En tanto, Estados Unidos, que también tenía intereses, quedó afuera. “No nos perdonaron”, dicen en el entorno del ex presidente.
El ex viceministro de Pensiones y Servicios Financieros de Morales, Omar Yujra, también contactado por Letra P, denunció la complicidad internacional.
“Los intereses empresariales bolivianos estuvieron en concomitancia con intereses internacionales que querían nuestros recursos naturales”, afirmó. Asimismo, aseguró que el complot fue “planificado” por las “empresas y personas que se vieron afectados por la política del MAS”.
En este marco, cobran mayor relevancia las marchas del Comité Cívico de Potosí que coincidieron con el golpe y que exigieron anular los contratos con esas empresas. El líder del reclamo fue Marco Pumari, actor clave del golpe y actual candidato a vicepresidente junto a Luis Fernando Camacho, su homólogo de Santa Cruz y otro protagonista de la caída de Morales. Antes de abandonar el poder, Evo Morales derogó la asociación y, desde entonces, la industrialización tan esperada está estancada.
A este escenario, se le suma la postergación de las elecciones. Se había logrado un acuerdo para votar el 6 de septiembre, pero el Tribunal Supremo Electoral (TSE) las postergó y suspendió de forma unilateral para el 18 de octubre debido a la pandemia de la COVID-19. El MAS denunció que eso es ilegal porque, sostiene, la convocatoria debe hacerse a través de una ley y, además, aseguró que es una excusa del golpismo para perpetuarse en el poder.
El temor a una nueva crisis social aumentó porque la Central Obrera Boliviana (COB) anunció una huelga nacional indefinida con cortes de rutas si la medida no es revertida. Por su parte, el gobierno ya reveló que espera el pico de contagios para octubre. La pregunta de fondo que recorre a la escena política es: ¿quién da un golpe de Estado para luego permitirle al derrocado volver al poder? Nadie, y Bolivia no parece ser la excepción.
El golpe rompió la ilusión industrialista del litio. Una mirada retrospectiva permite empezar a vislumbrar que el Salar de Uyuni escondía el mineral del futuro, pero también la maldición de otra crisis, la que hoy le depara al país un futuro desconocido. Mientras tanto, el litio y la democracia siguen esperando.
*Por Lucio Garriga Olmo para Letra P / Foto de portada: A/N
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