Junio de 2020
Bolivia en disputaAlfredo Serrano Mancilla
Estamos cada vez más cerca de las elecciones presidenciales en Bolivia. Una cita que se repite en menos de un año, en el que ha ocurrido absolutamente de todo: una nueva presidenta, sin votos, fruto de un golpe de Estado; gran convulsión política y social, Evo en el exilio, cambio del Órgano Electoral, muchas decisiones sustanciosas en materia económica e internacional, nuevas elecciones con muchas caras nuevas y, para colmo, una pandemia de grandes dimensiones.
Con tanta densidad de sucesos notables en tan corto periodo de tiempo, se torna realmente complicado caracterizar el actual escenario electoral. Casi ningún hecho ocurrido ha tenido aún el tiempo suficiente para dejar su propia huella. Se fueron solapando acontecimientos, unos tras otros, que hacen que estemos ante un momento altamente incierto, una suerte de tempo en disputa lleno de contradicciones, algunas creativas y otras destructivas, sin saber cuál será el sentido del reordenamiento político y electoral resultante de este magma boliviano.
La
última encuesta de CELAG (2.000 casos, ámbito rural y urbana), sumada a otras cuatro realizadas en este último año, nos ayudan en parte a disponer de algunas pistas y hallazgos para descifrar el complejo puzzle político-electoral boliviano. He aquí algunos ejes claves:
La presidenta interina Áñez fue fagocitada por su propia gestión. Su imagen positiva se viene abajo (26,6%), al mismo tiempo que aumenta el descontento por la gestión de la economía (65%) y de la pandemia (60%). A eso hay que sumarle la sensación mayoritaria de que se trata de un Gobierno corrupto. Todo índica que Áñez ya fue, y la gran duda es si continuará hasta el final o se bajará antes. Esto dependerá de cómo quiera y pueda negociar, y con quién.
La población boliviana se empobrece sin que nadie lo impida. En muy poco tiempo, ha habido un reenclasamiento económico negativo. El 38% ha dejado de percibir la totalidad de los ingresos y el 52% una parte de los mismos. Existe una mayoría (64%) que considera que las ayudas económicas del actual Gobierno fueron insuficientes.
A pesar de tanto vaivén, perdura una matriz de sentidos comunes progresistas. El 70% está en contra de las privatizaciones de servicios básicos y sectores estratégicos; se valora el rol del Estado en la economía (74%); se desea ampliar el sistema público único de salud (90%); gran mayoría a favor de suspender pago de deuda y renegociar (62%), e incluso dejar de pagar y exigir condonación (21%); y máximo respaldo a un impuesto que afecte a los súper ricos (64%).
Ni el golpe de Estado, ni la represión ni la persecución judicial y mediática logran hacer desaparecer la principal fuerza política del país. A día de hoy, el candidato del MAS, Luis Arce, goza de un 41,9% de intención de voto proyectado (sobre válidos). Su principal adversario, Carlos Mesa, queda lejos, a 26,8%.
El voto útil será nuevamente el gran actor en la próxima cita electoral. ¿Hacia qué dirección se decantará? ¿A qué candidato irá a parar este “voto en contra de”? Todo depende del eje plebiscitario que se imponga en este tramo final de campaña. Ciertamente, con números en la mano, Arce necesita mucho menos para ganar en primera vuelta de lo que precisa Mesa para forzar una segunda. Arce todavía podría llegar a convencer a un sector que no tiene valoración definida sobre él, y también podría atraer a los votantes del candidato Chi Hyun Chung, por su proximidad en cuanto a algunas ideas y propuestas. Tiene a su favor el voto útil para que no impere un modelo económico empobrecedor. En el otro lado estará Mesa, que procurará llamar al voto útil para que no gane el MAS. En la elección de octubre del año pasado le funcionó para crecer, pero no tanto como para forzar una segunda vuelta. Se quedó a 10,3 puntos de diferencia. Ahora puede repetirse una situación parecida, con la particularidad que existe Camacho, el candidato cruceño de ultraderecha, que podría granjear parte del voto en fuga de Áñez y que, además, es mucho más beligerante contra toda propuesta que venga del occidente del país, aunque venga de Mesa.
Queda poco tiempo de campaña electoral. Sin embargo, dado el ritmo de los sucesos en Bolivia, podemos afirmar que aún resta mucho. Todo está por verse. Lo claro es que la economía, en el sentido más cotidiano del término, será central. Y también es seguro que aquellos que fueron -por activa o por pasiva- responsables del golpe de Estado, no habrán remado tanto para dejar que vuelva a ganar el MAS tan fácilmente. Ojalá las elecciones sean limpias y sin proscripciones de ningún tipo. Veremos.
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