Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Marzo de 2020

PERÚ: UN CONGRESO NEOLIBERAL, LLEGAN NUEVAS ORGANIZACIONES CRIMINALES
JORGE LORA CAM


UN PAÍS EN CRISIS MULTIDIMENSIONAL, UN ESCENARIO COMPLEJO. Las elecciones se dan en un escenario de crisis múltiples que este Congreso electo debería resolver y sin embargo, no podrá hacerlo considerando que el propio Congreso nace en crisis, es parte y producto de la crisis, por ello incapaz de reconstruir el país y edificar siquiera el orden liberal de la política, destruido cotidianamente por el neoliberalismo. La lumpenburguesía y sus políticos en los poderes del Estado, han destruido el país y sin embargo, sus pensadores orgánicos presentan el saqueo como exitosa gestión, debido al crecimiento del PBI y de las divisas, que se traduce en más ganancias para las corporaciones y sólo beneficia a un reducido sector de la sociedad. En este sentido, el voto, que analizaremos, no servirá absolutamente para nada. La solución está en los de abajo, en una rebelión emancipatoria desde la autoorganización y movilización consciente contra el capitalismo neoliberal causante de esta devastación.

El contexto nos muestra el enorme poder obtenido por las empresas transnacionales apoyadas por los Estados imperiales en el mundo, principalmente en las regiones coloniales como la nuestra, donde el neoliberalismo impera en medio de crisis generadas recurrentemente por el mismo, pues es parte de su naturaleza. Considerando que su objetivo es la desposesión, el régimen sólo puede existir creando crisis. Las privatizaciones nacen de las crisis y su instalación conduce a más crisis, y cuando quieren lograr nuevos beneficios, otra vez construirán escenarios de crisis, siempre multidimensionales. El neoliberalismo trasciende lo económico para proponerse también en crisis cultural, política, social, jurídica y en todos estos campos generando ingobernabilidad. Las trasnacionales y la lumpenburguesía (y sus sicarios políticos), que viven del Estado desde su nacimiento, se han convertido en el núcleo de una organización que, junto con las múltiples instituciones regionales, locales, estatales y multilaterales internacionales, conforman un poder corporativo que construye un nuevo sistema incluyendo todas sus facetas y lo hace en medio de la crisis global financiera y del cambio climático, de la consunción de materiales y fuentes estratégicas de energía fósil. En esta etapa de su vida, el neoliberalismo, pretenderá superar las trabas a la inversión y al comercio que impiden la estabilidad de la acumulación, confrontará obstaculos sectoriales, sociales, políticas y geográficos que deben ser derribados, para facilitar una ofensiva mercantilizadora y de financiarización a escala global que nos empuja al desgobierno, al abismo social y al colapso ecológico.

El extractivismo es la politica de Estado hegemónica y se dirige a la desposesión de los territorios para impulsar la mineria a cielo abierto y el fracking, agronegocios, recursos naturales, industria de la construcción e infraestructura (prioritariamente para los megaproyectos donde el Estado construye la infraestructura energética, transporte y agua), urbanismo, alimentación, servicios, compra pública, etc. En este contexto de agravamiento exponencial de la disputa entre el capital y la vida, los territorios emergen como espacios estratégicos para la contienda política, de la cuarta guerra mundial por estos hoyos de mercado del capitalismo del siglo XXI. Las grandes corporaciones impulsan megaproyectos orientados al extractivismo y de toda índole, herramienta fundamental del asalto a territorios habitados por sociedades organizadas bajo otras formas, parcialmente comunales, que ahora son criminalizadas por oponerse a la destrucción de la biodiversidad y la contaminación de regiones o cuencas integras.

Las empresas transnacionales concentran en la actualidad un poder sin precedentes. La globalización neoliberal ha posibilitado la ampliación de su hegemonía económica y cultural, al situarla en el puesto de mando de las principales cadenas globales de producción, extracción, tecnología, finanzas, comercio y distribución. De este modo, el control de mercado que ejercen es indiscutible. Sin embargo, atravesamos dos problemas, está en cuestión la relación entre el modelo extractivo, la redefinición estatal y la distribución de la renta. Se ha modificado tanto el Estado que ha abierto contradicciones irresolubles. Y, por otro lado, la ocupación de territorios modificando el régimen político y extendiendo la corrupción, desatando la resistencia de indigenas, ciudadanos y otros actores colectivos con nuevas estrategias contestartarias.

El Estado no es que se achique sino que ahora sólo sirve a las corporaciones y sus inversiones. Mientras las potencias defienden su soberanía y su poder, los Estados coloniales neoliberales extinguen la soberanía a favor del capital. Los poderes centrales son los más importantes para ellos, pero también los regionales y locales. En estos ámbitos destacan el apoyo a la inversión en urbanismo y construcción, tanto de viviendas y edificaciones, como de grandes infraestructuras para garantizar el flujo de comercio e inversión; agricultura y alimentación, fundamental para el sustento de la vida humana; y, muy especialmente, bienes naturales —agua, tierra, energía, etc.—, una de las claves de la disputa económica y geopolítica actual. Éstos, junto con otros sectores como los servicios o la compra pública, hacen del territorio subnacional una espacio valioso, en disputa porque atesora ámbitos indispensables tanto para la vida vista, fuente inagotable de beneficios, como para la acumulación capitalista, en un momento crítico de reducción de su base física y material. El territorio pretende ser arrebatado a la lógica comunitaria, social y/o pública, poniéndolo definitivamente al servicio de los intereses del capital transnacional, a través de megaproyectos en monocultivos agroindustriales, desiertos verdes, minería a cielo abierto, acaparamiento de tierras, puertos, canales, fracking, licitaciones petroleras y gasíferas, capitalismo verde, infraestructuras de distribución y logística, etc., para mercantilizar en su favor los territorios. Por el otro, se exprimen hasta la última gota las fuentes clásicas de ganancia —v.gr. sobre explotación a través de la uberización laboral, por un lado, blindaje de un mercado financiero desregulado, por el otro—, y se inserta en la lógica mercantil global prácticamente todo espacio que aún no estaba totalmente a su merced: educación, salud, agua, energía, tierra, compra pública, inversión, comercio digital, innovación, etc., se convierten en objetivos estratégicos.

Los cambios constitucionales y las reformas políticas e institucionales ofrecen un blindaje político-jurídico a la medida de su hegemonía global. Se establece una gobernanza mundial y estatal donde priman los ámbitos regional y multilateral como espacio de toma de decisiones, alejados de la autodeterminación nacional, de la ciudadanía y la autonomía en defensa del interés general, para dar paso al control de las instituciones del poder (ejecutivo, judicial, congreso) mediante el lobby, las puertas giratorias y la corrupción naturalizada. Por el otro, se genera toda una arquitectura de la impunidad en favor de la corrupción de multinacionales y sus politicos, que evidencia la primacía jurídica de la injusticia –internacional y local- sobre los derechos humanos, colectivos e individuales y la soberanía popular. En definitiva, las empresas transnacionales y su red de instituciones, conforman un poder corporativo que abarca la totalidad de nuestra existencia, articulando, a su vez, una cadena jerárquica de corrupciones.

El dominio económico de las trasnacionales –como vemos- se proyecta hacia lo político y cultural, acorde con sus necesidades, valores y perspectivas. Políticamente, la ofensiva económica va necesariamente aparejada al desmantelamiento de las instituciones liberales sobrevivientes, a la perdida de las capacidades legislativas, ejecutivas y judiciales del Estado. Su actuación queda reducida a la eliminación de derechos ciudadanos y laborales y al control del orden público, donde prima la lógica securitaria privada frente al interés general (habiendo llegado al aberrante extremo de que la empresa privada contrata los servicios policiales públicos). En lo segundo, el creciente manejo empresarial de la educación, información, la comunicación y los medios favorecen el adiestramiento laboral y el posicionamiento de imaginarios que destacan la relevancia estratégica positiva para un país de las grandes empresas en inversión, creación de empleo, transferencia tecnológica, etc.; en sentido opuesto, ocultan los sistemáticos impactos nocivos de su actividad. Un sistema, no obstante, en profunda crisis, dado que las expectativas de ganancia y crecimiento económico son poco promisorias para las cuatro próximas décadas (OCDE, 2014). Encontrar espacios de reproducción para el excedente económico actual, sin expectativas estables de crecimiento, con una base física decreciente y en un contexto de vulnerabilidad climática y financiera, política y social, es la encrucijada que enfrenta el poder corporativo comandado por las empresas transnacionales. El colonialismo es su salida, pues no es sólo un régimen jurídico y administrativo, sino que tiene que ver con la serie de dominaciones, opresiones y conquistas de un Estado sobre naciones. Los últimos seis presidentes colonialistas y corruptos con sus politicos enquistados en los poderes del Estado, están generando una situación de caos en todos los ambitos de la sociedad. ¿En esta dura realidad que puede hacer este Congreso?

EL NUEVO INCAPAZ Y DISPERSO CONGRESO NEOLIBERAL FRENTE UNA CRISIS MULTIFACÉTICA

Este es el momento histórico en el que se dan las elecciones. En medio de una crisis multidimensional, cuando el neoliberalismo ya es hegemónico pero llega a sus límites al haber destruido las débiles bases políticas en las que se asentaba: el sistema de partidos, la soberanía, el frágil Estado de derecho, la autonomía del poder electoral, la seguridad pública. Estas relaciones de dominación clásica van destruyéndose y ahora tenemos crisis permanente, despojo y saqueo, corrupción, inseguridad pública, injusticia, destrucción de pueblos indígenas, desborde migratorio, desempleo y uberización del trabajo, extractivismo y su conexión con el cambio climático, epidemias provocadas por el extractivismo y la contaminación de cielo, tierra y aguas etc. que se agregan a las secuelas permanentes: miseria creciente, deterioro de la educación, salud y vivienda, criminalización de las luchas sociales, aumento de la violencia, esperanza en la religiosidad, etc.

A esta agresiva situación, es a la que el Congreso –y todo el poder político- debe dar salidas. Las respuestas populares, que son las que empujan el cambio, son combativas pero aún son localizadas y orgánicamente poco consolidadas. Un escenario excelente para potenciar un gran movimiento popular por la vida, una rebelión contra este desastre, en la que la izquierda no ha sabido responder y que cuando ha ocupado los espacios oficiales de la política, se ha comportado como cualquier corrupta organización política delincuencial de la derecha. Después de las derrotas de la izquierda oficial reformista, cuando en 1985 renuncia Barrantes a ir a una segunda vuelta frente a Alan García, la disolución de Izquierda Unida y el apresamiento de los dirigentes de Sendero Luminoso y el MRTA al iniciar los años 90, el pueblo siguió votando por la izquierda hasta lograr un triunfo en la Capital, donde ganó la alcaldía Susana Villarán; también llegaron Gobernadores de izquierda en Cajamarca (Gregorio Santos), en Puno (David Jiménez) o Lambayeque (Yehude Simón), etc. con nefastas consecuencias al haberse integrado al sistema corrupto. Sin embargo, el 2011 la supuesta izquierda conseguía tener un Presidente (Ollanta Humala) que, no obstante, años mas tarde aliado y al servicio de los neoliberales, será procesado por corrupción. El 2016 otra vez el pueblo vuelve a confiar y vota por la izquierda en cada vez menos lugares, logrando vencer en Moquegua (el prominero actual gobernador Zenón Cueva) y los mas críticos Cáceres Llica en Arequipa, Vladimir Cerrón en Junín y Walter Aduvire en Puno. Las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles en crisis de reproducción y el nacimiento de organizaciones populares territoriales de defensa de sus espacios y contra la contaminación minera, es el nuevo escenario donde la izquierda otra vez participa en las elecciones. Visto así, desde la correlación de fuerzas, y sin otras consideraciones, el menguado voto por las fuerzas de cambio no resolverá las profundas contradicciones que vive el país y mas bien, puede abrir las puertas de la lucha política y teórica, considerando que sólo será una gran rebelión popular la que nos emancipe del capitalismo.

Dada la antidemocrática ley electoral donde una región tiene 36 representantes y otras 2, donde la cifra repartidora y el voto preferencial impide que sean electos muchos de quiénes tienen mayor votación, donde están autorizadas las organizaciones criminales a participar; pero además donde el poder electoral no es autónomo y está bajo el mando de un podrido sistema judicial, se podía prever este desastre electoral. Aunque a diferencia de las elección 2016, en ésta la manipulación clientelar y la influencia de los medios y las encuestadoras, lo mismo que el financiamiento de campaña no fueron factores decisivos, aunque no dejaron de ser siempre importantes; otras variables si afectaron más que antes el dato final: la mercantilización de los partidos en descomposición, la privatización de la política y las campañas individualizadas, impidió que hubiese una confrontación de proyectos políticos, de programas o siquiera de combate ideológico. Y allí están los resultados: ausencia de iniciativas para enfrentar la crisis, exclusiones y desintegración política, continuismo y falta de proyectos de reformas, debilidad extrema de las organizaciones políticas, la desilusión en los partidos principalmente de izquierda, la continuidad de la presencia de la corrupta derecha fujimorista, la dispersión y antagonismos internos en las fuerzas políticas; todo ello da como resultado un Congreso débil, precario y frágil, sin capacidad de respuesta, y carente de fuerza para afrontar los retos que vive el país.

La enclenque ciudadanía busca nuevas opciones para el Congreso, mientras más del 40% opta por el voto viciado, en blanco o la abstención. Fuerza Popular con sus sospechosos 15 escaños fue el verdadero ganador, pues siendo una reconocida organización criminal asociada al poderoso Clan narcojudicial, los Cuellos Blancos del Puerto, seguirán operando hasta recomponer sus redes empresariales y políticas. Una mafia diez años más antigua recupera fuerzas. El viejo dicho de que el pueblo no tiene memoria vuelve a la escena y el viejo partido de la derecha (con un ala corrupta y criminal), Acción Popular, vuelve por sus fueros neoliberales, que inicio en 1980 junto a Pedro Pablo Kucsinsky. Encuentran en Podemos, enquistado en universidades de lucro un aliado que llegó y se quedo mediante el fraude, y el otro, secuaz es APP, otro mafioso partido regional de empresarios de la educación y gobiernos regionales del norte. Otro firme colaborador de las mafias son los Morados, adeptos que ofrecen una esperanza intelectual y tecnocrática neoliberal.

Ganaron los partidos neoliberales:

► Acción Popular: 25 escaños / 10,30% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas)► Alianza Para el Progreso: 22 escaños / 8,06% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas) ► Fuerza Popular: 15 escaños / 7,24% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas), ► Podemos Perú: 11 escaños / 8,08% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas), o sea 73 congresistas (52%). Estas dos últimas organizaciones criminales que suman 26 escaños, son las más peligrosas, juntas –con el APRA- controlaron el Conesjo Nacional de la Magistratura y en la Junta de Fiscales donde aún conservan su control. José Luna Gálvez, propietario de universidades deleznables, dueño de Podemos, reemplazará al Apra sólo que ahora sin una mayoría corrupta. Otros aliados como Castañeda y su grupo Solidaridad, perdieron piso.

En el centro neoliberal, ambiguo en aspectos de proximos debates: ► Somos Perú: 11 escaños / 6,11% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas)► Partido Morado: 9 escaños / 7,38% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas): 20 (16%)

En la izquierda ► Frente Amplio: 9 escaños / 6,22% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas), que sumados a los indefinidos pero populares, sin representación, al no pasar la valla ► FREPAP: 15 escaños / 8,25% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas)► Unión Por el Perú: 13 escaños / 6,91% (ONPE al 99,91% de actas procesadas y 87,67% contabilizadas): 37 (28%)

En síntesis, más del 50% opto por el neoliberalismo, otro 16% por un neoliberalismo moderado y el último tercio antineolberal, al que si le agregamos el 50% de votos en blanco, viciados y abstención pasaría el 50%. En síntesis, gobernara el neoliberalismo congresal con más de 70 congresistas (que aumentó por la cifra repartidora) aliados con el ejecutivo al servicio de la CONFIEP, las trasnacionales. ¿Por qué votó la ciudadanía por los ganadores neoliberales? Para entender –como hemos tratado de hacerlo- habría que correlacionar marca, caudillismo carismático, poder económico, sentimiento anticorrupción, análisis de clase, memoria histórica, religiosidad, liderazgos. Los partidos que optan por el saqueo y la corrupción, AP-Podemos-APP-FP mantienen vínculos con el viejo y nuevo poder económico. Los votos provienen de la burguesía, la lumpenburguesía y una mayoría de la clase media de las grandes ciudades que no quiere mayores cambios, pero también de los pobres que optan por ser clientes políticos y vivir de migajas. Se constata que los propietarios de Universidades como José Luna Gálvez o Cesar Acuña no sólo obtienen enormes ganancias de sus estudiantes, sino también votos. Personajes caudillescos como Urresti, Antauro Humala o la familia Ataucusi con sus indefinidos movimientos constituyen los outsiders con sus tradiciones mesiánicas o nacionalistas. Lo que no ven los analistas es que está en marcha la dinámica de división en la comunidad, agudizando conflictos preexistentes —como, por ejemplo, identidades culturales o religiosas— o impulsando nuevas disputas que tratan de convertir la diversidad en diferencia. Cuando el rechazo y la resistencia se imponen, se da paso a la lógica represiva, que combina la vía legal y la criminalización de la protesta desde la impunidad corporativa, usando la violencia si se dieran las condiciones, en un marco en el que está, como hemos dicho, se ha convertido en estructural y sistémica.

Existe un voto que expresa una cultura popular marcada por la desesperanza y la ausencia de una izquierda honesta y rebelde. Los de abajo, los marginados y victimas del despojo y el racismo, del colonialismo, la explotación, recurren a votar por propuestas religiosas milenaristas y mesiánicas andinizadas o por los nacionalistas liderados por ex militares y licenciados indígenas de las Fuerzas Armadas. Nos referimos al Frente Agrícola Popular del Perú (FREPAP), producto de una opción antirracista, se apoyan en el antiguo testamento, no se autoidentifican como miembros de pueblos indígenas, no poseen un ideario político, pero sí se autorefieren a una opción agrarista tawantisuyana. Literalmente siguen buscando a un Inca (Jonás Ataucusi estuvo desaparecido, un hijo del “mesías” perdido en las sombras) tanto como su futuro político. Mientras, Unidos por el Perú (UPP), que tendrá importante presencia dentro de un fragmentado Congreso para este periodo 2020-2021, se consideran ideológicamente antineoliberales pero los sujetos reales al mando buscan alianzas con algunos de sus representantes más reconocidos como Hernando de Soto o empresarios de dudosos antecedentes. La “izquierda”, tuvo resultados peores que los esperados; con ausencia de claras propuestas o indefinidas reformas esbozadas en la campaña, carente de liderazgos solventes, con algunos candidatos prontuariados y otros que no permiten siquiera vislumbrar debates contundentes y menos que se acepten sus propuestas con mayor fondo, no auguran un mejor futuro cercano. Una visión pesimista nos diría que el Frente Amplio se redujo de 20 congresistas a 9 y que no van a contar con experimentados polemistas. Para otros, los optimistas, basados en los datos oficiales, dirán que se acumuló un total de 1’869,272 al 99% de los cómputos. Si a esos votos, les agregan los de Democracia Directa, que también se considera de izquierda, la cifra se elevará a 2’356,312. Estos números, por si solos, habrían bastado para colocar a la Izquierda delante de todos los competidores. Con las cifras alcanzadas por las agrupaciones de la Izquierda, ésta habría podido obtener no menos de 51 lugares, acreditándose muy largamente como la primera fuerza política en el Parlamento Nacional. Nos recuerdan, que el Partido que ganó la contienda -Acción Popular- acumuló solamente 1’341,323 votos. Entre los partidos de izquierda sólo el FA pasó la valla electoral con 808,559 votantes, (6,21%- 9 escaños). El siempre cuestionado Juntos por el Perú con 7 partidos y otros grupos, 619,901 votos (4,76%) y Patria Libre, 447,334 (3,44%). Como se puede apreciar, JPP y PL, que estuvieron aliados, han sumado 8,2% que no sólo hubieran superado la valla, sino también al FA.

El FA que como vimos perdió posiciones, encerrado en sí mismo y en el Congreso, sin organización, sin un grupo motor, sin liderazgos colectivos, sin proyecto claro, que fue elaborándose en el camino, sin mística y sin mitos de rebeldía, sólo pueden atinar a las reformas y más promesas electorales. Aunque nace desde los problemas reales: sociales, laborales, corrupción, ambientales, salud, educación, etc. no ha logrado su consolidación debido a que lideres y burócratas quedaron absorbidos por la gestión del sistema político. Ante una crisis múltiple en desarrollo, no se aprovechó de la coyuntura. Desubicados ante las urgentes reformas política, electoral, Judicial, para no mencionar problemas graves como las existencia de una minería depredadora, la contaminación de los ríos más importantes del país, - en referencia a un solo problema- no trascenderán colocarse en la agenda impuesta por el ejecutivo o la mayoría neoliberal; su participación no saldrá del debate de los decretos de urgencia y la política neoliberal, sin opción siquiera de buscar remedios duraderos para los graves problemas de los de abajo.

Por lo que hemos visto de este proceso político, se avizora entonces un Parlamento precario de escasa calidad teórica, y gran confusión ideológica, aparte de que muchos son ignorantes de la técnicas de la política oficial, aprendices de brujos que no les servirá su diversidad de experiencias en su magra formación política. La desadaptación de quiénes sólo pretenden continuar la campaña electoral o no entienden el país, la irracionalidad de fanáticos religiosos y militaristas frente a los procesos políticos será una rémora que restará posibilidades de hacer algo en este breve periodo de gobierno legislativo, periodo de dificultades económicas, agudización de conflictos sociales y con interferencia de intereses de campañas electorales con miras al 2021.

Nuestra esperanza radica en el cada vez mayor protagonismo de las mayorías populares autoorganizadas, especialmente de quiénes suelen tener un carácter subalterno y minorizado dentro de éstas, como etnias, mujeres, indígenas o afrodescendientes, campesinas, LGTBI, ambientalistas, ecologistas, hasta socialistas y anarquistas, etc., a partir de la sistematización de sus experiencias, luchas y rebeldías contra el despojo; ponen en valor los saberes, iniciativas y procesos impulsados por éstas, desde una perspectiva de la dinámica política, que permita identificar organizaciones solidas, honestas y con tendencias de futuro anticapitalista. Es necesario analizar las condiciones de probabilidad de la esperanza, así como los principios de acción de los de abajo, que promuevan la realización de esas condiciones y favorecer un diálogo, en última instancia, entre contextos, enfoques, agendas y sujetos diversos, traduciendo éstos en un acumulado colectivo de aprendizajes de todo tipo, fundamentalmente de prácticas rebeldes y saberes populares para crear un ethos y una república del bien común, una cultura y una vida emancipatoria. La contienda de esta cuarta guerra es entre el poder gubernamental, económico y político frente al potencial poder popular. Se puede terminar con un futuro más democrático o se puede caer en la criminal violencia estatal, dependerá de la inteligencia, la tenacidad y rebeldía con la cual el poder popular siga asumiendo su papel histórico, transformador y liberador.


1 Resultados Elecciones 2020: ¿quiénes son los nuevos congresistas peruanos?, El Comerio, 8 de febrero 2020,
https://mag.elcomercio.pe/mag/resultados-elecciones-2020-onpe-quienes-son-los-nuevos-congresistas-nnda-nnlt-noticia/?ref=ecr


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