Globalización: Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura


Noviembre de 2019

América Latina Dice No Al Neoliberalismo
Marcelo Colussi


30 de octubre 2019

I

América Latina se está moviendo en estos tiempos. O más que moverse: está que arde, está en estado de ebullición. En estos últimos días se dieron varios hechos que son una clara manifestación de repudio a las políticas socioeconómicas vigentes, comúnmente conocidas como neoliberalismo.

Éste, que en realidad es un brutal capitalismo sin anestesia, se viene aplicando en forma lapidaria en todo el mundo, con secuelas que muy probablemente persistan aún por un buen tiempo. Para describirlo, en pocas palabras podría decirse que consiste en un plan económico de acumulación fabulosa de riqueza por parte de un pequeño grupo de capitales con poder cada vez más creciente a nivel global, a costa del empobrecimiento inversamente proporcional de grandes masas de población, también a nivel de todo el planeta.

Dicho así, podría considerarse que se agota en un triunfo del mercado, de la lógica de la libre empresa contra la clase trabajadora y contra cualquier intento de estatización, destruyendo sin piedad también al medio ambiente, que es visto como una mercancía comercializable más. En otros términos: todo se privatiza, absolutamente todo es mercancía. Y la fuerza de trabajo, que también es una mercancía, pierde considerablemente valor ante el capital omnímodo.

Pero el neoliberalismo, en realidad, es algo mucho más complejo, más profundo. Después de los avances del campo popular en la primera mitad del siglo XX (revoluciones socialistas, organización sindical y popular, diversos procesos emancipatorios, liberación de colonias de sus metrópolis, avances sociales diversos), la reacción del sistema capitalista fue brutal. Ahí es donde surgen estas políticas, iniciadas en Chile en la década de los 70 del siglo XX de la mano de la dictadura de Augusto Pinochet (laboratorio de pruebas), extendidas luego a prácticamente todo el mundo. Sus íconos representativos en los inicios fueron Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Los organismos crediticios internacionales: Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, brazos operativos de la gran banca mundial que maneja las finanzas globales, se constituyeron en los verdaderos mandamases planetarios. ¿Qué persiguen estos planes? No solo acumular cada vez más riqueza en un reducido grupo de poderosos capitalistas sino, además, y quizá fundamentalmente, acallar todo tipo de protesta, de disenso, de posibilidad de transformación de lo ya establecido. La idea final es desarticular las luchas populares, empobrecer, hacer retroceder todas las conquistas ganadas en décadas de lucha. En otros términos: desaparecer las esperanzas de cambio. La palabra “comunismo” pasó a ser la peor blasfemia, impronunciable, anatematizada por siempre.

Toda esta detención de las luchas se ha logrado parcialmente de momento. Con la desintegración de la Unión Soviética y la desaparición del campo socialista europeo, el capital se sintió vencedor. “La historia ha terminado”, pudo gritar exultante uno de sus conspicuos voceros

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