Octubre de 2019
El consumo de la hoja de coca está relacionado con la altura y la evolución humana en los Andes Australes.
Los primeros inmigrantes al sur del Continente Andino, que posiblemente llegaron del norte cazando tapires, tuvieron que adaptarse a más de 2,500 msnm que es el hábitat de los Tapires Pinchaque, (una especie adaptada a esa altura) para soportar la mayor fatiga corporal que produce la altura por la hipoxia (insuficiente cantidad de oxígeno en la sangre), adaptándose fisiológicamente a una menor presión atmosférica (menos de 564 Torr), y socialmente, mediante la cooperación, que les permitió dividir el esfuerzo entre varios individuos y multiplicar sus beneficios.
Todo hace pensar que los andinos a lo largo de los miles de años de adaptación que tuvieron en los Andes Australes, encontraron la hoja de coca en pisos ecológicos de menor altura, comprobando que los prevenía de los efectos del soroche, o por lo menos los disminuía. No se sabe si tuvieron que hacer algún manejo genético para que alcanzara las propiedades con las que ahora se le conoce, o sólo la aclimataron y cultivaron en la “selva alta” donde únicamente crece.
Y considerando los efectos fisiológicos de la altura, debió contribuir en la adaptación y sobrevivencia de los primeros pobladores andinos, que la irían incorporando a su consumo.
El cultivo de la coca está localizado en la “ceja de selva” y “selva alta”, entre los 500 y los 2,000 msnm, justo antes de la altura en la que se produce la hipoxia, por la disminución del oxígeno necesario para el funcionamiento del organismo animal. Lo que podría interpretarse como una prevención forestal (herbolaria) para los que necesitan subir a mayor altura, como parte del orden natural; o por el contrario, producto de una decisión de los productores humanos, quiénes la habrían aclimatado en el piso ecológico en el que necesitaban consumirla, para seguir ascendiendo.
Las propiedades para prevenir o disminuir los efectos del mal de altura (soroche), ahora se sabe que las tiene por su contenido de “globulina”, que es un cardiotónico que regula la insuficiencia de oxígeno en el organismo.
Pero la hoja de coca la utilizaron también como un “complemento” alimenticio y energético, como hasta ahora se usa, cuando comprobaron que quita la fatiga y hasta disminuye el hambre.
Pero la hoja de coca además de los efectos señalados, jugó un papel insospechado hasta ahora en la adaptación social de los primeros pobladores andinos. Un efecto que podemos llamar “colateral”, porque no constituyó la finalidad inicial de su consumo (contra el soroche y energético), sino viabilizó y reforzó la empatía de la población, socializando su consumo.
Como la empatía es comprender el pensamiento de los demás y sentir como ellos, los efectos de la altura cuando no se ha logrado una adaptación fisiológica, son compartidos por todos, en la medida que también se habían sufrido sus efectos.
Y la empatía se manifiesta en compartir los beneficios de la coca para trabajar y permanecer a una mayor altura, la que se debió practicar desde hace mucho tiempo, ofreciendo hojas de coca para “chaccharla” o infusiones, como el mate de coca. Lo que hasta ahora se acostumbra en las poblaciones andinas, que habitan en los lugares de mayor altura.
Ofrecer coca o mate de coca a una persona que llega de menor altura es la mejor bienvenida que se le puede dar, patentizando la hospitalidad andina, pero especialmente manifestando su acendrada empatía.
Hasta la actualidad existen espacios, generalmente abiertos, donde la gente se reúne, muchas veces sin conocerse para “chac-char” juntos unas hojas de coca y conversar.
El papel que tuvo la hoja de coca en la evolución de la población andina fue tan importante y necesario que culturalmente se la consideró y considera “sagrada”. Gracias a ella los primeros andinos pudieron adaptarse a la mayor altura sin aflojar su trabajo y esfuerzo productivo, que inicialmente fue de “capturadores” y recolectores, ya que no lograron ser cazadores por la ausencia de especies de gran tamaño que fueran “cazables” y la falta de armas para hacerlo, como de arcos y flechas, que no tuvieron.
La mecánica evolutiva, suponemos que funcionó de la siguiente manera: Los que consumían coca no sólo se relacionaban con los demás, al ofrecerla, sino al “chac-charla”, aumentando su cooperación... Pero si por alguna causa fortuita alguien nacía con una mutación que aumentara su empatía, que ahora se sabe que se produce en el fascículo arqueado que conecta el lóbulo frontal con los lóbulos parietal y temporal del cerebro, (como últimamente lo ha demostrado Charlotte Wiesmann del Instituto Max Planck de Alemania), tenía más posibilidades de sobrevivir y de reproducirse gracias al apoyo mutuo, transmitiendo ese rasgo neuropsicológico a su descendencia. Y así se habría extendido la empatía, como una de las principales características de la población andina, hasta nuestros días, potenciada por el consumo de la coca.
De su uso para evitar el soroche y mejorar la alimentación, además de los medicinales, con la invasión europea se le pervirtió con dos acciones:
Gran parte de la explotación y el genocidio de la población andina se efectuó reemplazando los alimentos por la coca, cuando su finalidad originaria era, especialmente contrarrestar los efectos de la hipoxia producida por la altura sobre el nivel del mar.
Y en la actualidad se combate la comercialización de la cocaína, con la excusa del impacto que produce en la percepción y conducta de los consumidores, por una mayor producción cerebral del neuro-transmisor “dopamina”, a pesar de que no se persigue el consumo de tabaco que es más dañino. Aunque el principal motivo es el perjuicio en la economía norteamericana, que le representa un gasto inmanejable. Por eso el narcotráfico es perseguido internacionalmente, hasta el extremo de controlar los cultivos de coca en Perú y Bolivia declarándolos ilegales, asumiendo que están orientados a la producción de cocaína.
La coca, por ser una hierba indiscutiblemente prescrita para soportar los efectos de la altura y complementar la alimentación de los andinos, está estrechamente asociada a su supervivencia, por un doble motivo:
Así como en algunas culturas, incluso eurasiáticas, está muy arraigada la costumbre de no negar el agua a nadie; en los Andes no se pueden negar unas hojas de coca, cuando las personas se encuentran a gran altura. Pero como resultado del desarrollo de la empatía, que es un beneficio colateral de la cooperación, ya que sólo los más empáticos lograron sobrevivir mediante la cooperación, como lo he explicado. Y esa función neuropsicológica se transmite por el “gen de la empatía”, constituyéndose en uno de los principales rasgos de la población andina, incluso de los mestizos que han intercambiado genes, entre los cuales puede estar el de la empatía.
Con lo dicho, la coca es una planta necesaria para vivir en la altura por sus beneficios fisiológicos, pero también juega un decisivo papel de integración social, desarrollando la empatía y favoreciendo la cooperación, que es la esencia más rescatable de la civilización andina, a diferencia de la explotación, que lo es de las formaciones eurasiáticas.
Así, la coca y la empatía constituyen una inseparable dupla. Tan grande y funcional que sin ambas no se hubiera logrado la evolución de los habitantes en los Andes Australes. Dejando como resultado el desarrollo de la variedad andina, que entre sus principales rasgos sociales está la cooperación, sostenida por fuertes lazos de reciprocidad.
Por eso, la defensa del cultivo y consumo de la coca no sólo es parte de la esencia productiva andina, sino componente importante de la agenda reivindicativa actual de la población andina, y uno de los escalones más importantes de la descolonización y la lucha anti-imperialista.
* Pablo Masías Nuñez del Prado es Doctor en Sociología.
PUKARA Cultura sociedad y política de los pueblos originarios. Periódico Mensual Octubre 2019 Qollasuyu Bolivia Año 12 Número 158. Pp.13.
http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-158.pdf