DISCURSO DE LA GLOBALIZACIÓN

 

Verónica Ramona Ruiz Arriaga

 

 

INTRODUCCIÓN

 

 

Abordaremos el tema que nos ocupa, a partir del planteamiento de dos cuestiones que nos parecen fundamentales y que se relacionan con muchos otros aspectos cuya importancia sugiere la necesidad de estudios específicos[1].

El análisis que Foucault (1984) hace[2] del papel de la disciplina rígida que educa al cuerpo individual y social para responder al interés supremo del ejercicio del poder, así como su descripción del mecanismo panóptico de control, nos motivó a poner de relieve en el primer apartado, el “lado suave” y oculto del poder disciplinario que forma parte del espacio cultural en el que se reproduce (individual, familiar y socialmente) (Op. cit.: 219).

Así pues, nos ocuparemos básicamente del elemento discursivo que expresa y moldea la realidad desde diferentes ámbitos (científico, tecnológico, normativo, político y desde luego económico), permeando y conservando al sistema al hacerlo “soportable”.

Por otro lado, los estudios efectuados para analizar la globalización y el capital, suelen sustantivar dichos términos y presentar sus reflexiones respecto a uno y otro, como si se tratara de fenómenos diferentes. Ambas situaciones atrajeron nuestra atención y por ello, reflexionaremos sobre el particular en la segunda parte de este breve ensayo.

En el tercer y último apartado, concentramos las principales conclusiones obtenidas.

 

 

DISCURSO E IDEOLOGÍA

“porque el sistema sólo produce los datos que son funcionales

 para su supervivencia” (Ibañez: 40).

 

En el proceso comunicativo de la humanidad existe una gran variedad de discursos (individual, colectivo, de clase, científico, tecnológico, económico, etc.) que son una expresión “significante” de la realidad, esto es, que muestra y hace ser de determinada manera a esa realidad.

 

 

Consecuentemente, entendemos al discurso como la representación de la realidad social que califica, jerarquiza y posibilita los modos de existir y de pensar, en consonancia a la ideología dominante que justifica los intereses de los detentadores del poder (ya que tienen a su disposición los medios necesarios para hacerlo).

El discurso se asocia a la disciplina[3] y esos dos instrumentos complementarios, viabilizan el poder. Ambos elementos circulan en diferentes áreas (por ejemplo: la científica, técnica, social, normativa, política, económica, etc.), interrelacionándose y retroalimentándose.

El discurso científico con frecuencia es empleado como un sustento indiscutible para justificar las decisiones adoptadas bajo otros criterios, como lo afirma Ibañez[4] (p. 32).

Luego entonces, el trabajo científico co-responde a la estructura vigente y co-labora con ella pues en ese proceso hay una vinculación interactuante entre observación y transformación, ya que al observar transforma y al transformar observa. Especialmente desde el siglo XVIII y mediante un proceso circular, la formación de poder y aumento de saber, se han reforzado regularmente y se han multiplicado “los efectos de poder gracias a la formación y a la acumulación de conocimientos nuevos” (Foucault, 1984: 227), mismos que se producen en función de para quién y para qué se usará la información, por qué y cómo se investigará (Ibañez: 33 y ss); así, frecuentemente el producto científico destacará los aspectos que requiera el mandante de la investigación.

Por su parte, la práctica técnica (y por ende su discurso), está referida a fines que se realizan (fuera de la propia técnica) en el espacio de una teoría o de una ideología. Aquélla se articula a ésta y la ideología se relaciona con la totalidad social organizada[5]. En las ciencias sociales el requerimiento se vincula inmediatamente con la ideología. Las teorías sociológicas son metáforas de la ideología dominante y las técnicas se articulan con la ideología, no con la teoría. Inclusive la perspectiva metodológica y las técnicas de investigación, se seleccionan para responder a la demanda, produciendo la información requerida por la transformación demandada (Idem.: 32).

 

 

 

La función de la ideología, consiste en hacer deseables por los individuos algunas necesidades de la sociedad (cfr. Idem.: 33), por ello produce una representación de ésta, continua y coherente, dándoles una importancia superlativa, frente a otros tipos de necesidad que son minimizadas en función de los intereses de los patrocinadores.

Igualmente, el discurso normativo tiende a conseguir un cierto orden social (que es más efectivo cuanto más inconsciente se hace para los ciudadanos y del que sólo se les participa y hace consciente cuando la manipulación exige y permite poner de manifiesto esos efectos (Idem.)). En esas circunstancias, lo que generaliza “el poder de castigar no es la conciencia universal de la ley en cada uno de los sujetos de derecho, es la extensión regular, es la trama infinitamente tupida de los procedimientos panópticos”[6] (Foucault, 1984: 226) entre los que tienen cabida hasta las “resistencias” como parte del propio discurso y del entramado dominante, tal y como acontece con el “desarrollista” (Escobar, 1985: capítulo 5).

El discurso normativo está profundamente vinculado con el discurso político, hoy igual que en el siglo XVIII en el que 

“bajo la forma jurídica general que garantizaba un sistema de derechos en principio igualitarios había, subyacentes, esos mecanismos menudos, cotidianos y físicos, todos esos sistemas de micropoder esencialmente inigualitarios y disimétricos que constituyen las disciplinas. (Foucault, 1984: 224 y 255)

La desigualdad, asimetría e inequidad del poder, se hacen más evidentes en el ámbito del discurso económico capitalista que presupone y justifica el poder disciplinario para su crecimiento, pues la disciplina es “el procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está con el menor gasto reducida como fuerza “política”, y maximizada como fuerza útil” (Idem.: 224). Además, presenta conceptos que adquieren estatus de certeza en el imaginario social -como es el caso de las “teorías del desarrollo”-, reduciendo la discusión sólo a las modalidades que puede presentar ese esquema, al dar por sentado que éste es incuestionable, descalificando las versiones no occidentales (Cfr. Escobar, 1995: Introducción).

Ahora bien, el discurso en cualquiera de sus diversas modalidades se vehiculiza por diversos medios: la familia, las aulas, las instituciones, los medios masivos de comunicación, etc., medios en los que se propician relaciones diferentes para la observación, para la investigación formal  y para el control.

El ámbito del discurso, inicialmente más restringido y localizado, siguió su tendencia natural y se globalizó a la par del sistema al que sirve, resignificando y creando las categorías de análisis (como “subdesarrollo “o “tercer mundo” (Escobar, 1995: capítulo 2)) necesarias para ocultar la continuidad de su proceso de dominación expansiva y para mostrarse moderno.

 

GLOBALIZACIÓN Y CAPITAL

“el primer sistema histórico que incluye el globo entero

dentro de su geografía” (Wallerstein)

 

Dentro del discurso, los términos capital y globalización actúan como ejes sistémicos y debido a su importancia, consideramos que deben ser cuidadosamente analizados para ponderar su intervención en el propio sistema. De hecho, a partir del sentido que se imprima a uno y otro término, se derivan una serie de consecuencias, propicias o no, para el funcionamiento del conjunto y cuyas consecuencias como lo afirma García (1999), pueden ser “todavía más fuertemente ideologizantes y abstractas”, actuando como “determinismos fatales” (Idem).

Para mostrar más claramente ese problema, contrastemos los dos conceptos diversos que podemos construir a partir de los elementos que se le han adjudicado a la globalización:

A)     Es un fenómeno “ligado al capital”, de origen incierto pero que apunta con mayor claridad hacia las comunicaciones y el desarrollo tecnológico que han acortado las distancias, siendo por lo tanto, de reciente aparición; supone la naturaleza económica[7], política y socio-cultural de interdependencia, colaboración y aprovechamiento común de los beneficios obtenidos con las soluciones que todas las naciones toman en conjunto.

B)    Es un fenómeno que se gesta con la propia aparición del capital, por lo que su naturaleza es fundamentalmente económica, pero con repercusiones sociales, culturales, políticas, etc. y que se caracteriza por aprovechar los diferentes tipos y estados de los mercados mundiales para colocar su producción o capital (bancario, industrial o financiero) en donde maximice su ganancia en las mejores condiciones y con la mayor libertad posibles para su crecimiento y movilidad.

En cuanto a su origen, es evidente que el discurso apologético de la globalización, la coloca como un proceso ahistórico; sin embargo Vilas demuestra que por sus características, es parte “...del proceso multisecular de expansión del capitalismo desde sus orígenes mercantiles en algunas ciudades de Europa en los siglos XIV y XV” (en Saxe-Fernández, 1999: p.71 y 72).

De este modo, el avance en las comunicaciones y la tecnología ha sido un factor importante para facilitar el aceleramiento del proceso globalizador, -al igual que la expansión de los mercados financieros (Arrighi, 1997)- pero no es su origen.

Resulta innegable que el capital (en todas sus modalidades), tiende a buscar el medio más propicio para su crecimiento y por lo tanto, esa tendencia natural que inicialmente lo llevó a una expansión territorial limitada, lo ha hecho ir más allá de  las  fronteras ya dominadas,  debido  a  que  el  proceso  multiplicador  del  capital  va  requiriendo    unmercado (territorio) mayor, para poder realizarse[8].

En tales circunstancias, nos parece pleonástica la expresión “globalización del capital” si consideramos que el capital es globalizante por naturaleza. Si esto lo llevamos a sus últimas consecuencias, advertimos que hablar de globalidad implica la referencia histórica de los recorridos expansivos del capital bancario, industrial y financiero, que remolca desde mercancías y tecnología hasta cultura y costumbres, envueltos en un discurso ad hoc, premunido de toda clase de mecanismos precautorios para garantizar sus intereses; esto es, para ejercer el control necesario.

De suyo, la globalización actual resulta inimaginable si dejamos a un lado el papel del capital. Luego entonces, separar a ultranza lo que es único, distorsiona la realidad, al igual que mostrar al capital y a la globalización como entes animados que actúan independientemente de los sujetos.

En otro orden de ideas y en relación a sus efectos, la dinámica conocida como “globalización económica”, da paso a un proceso más complejo. En la medida en que la expansión de la oferta requiere de consumidores con ciertas características y necesidades (como hábitos de compra, gusto por el producto, etc.), el oferente no sólo se ha limitado a detectarlos, sino que ha tenido que ocuparse de propiciar el desarrollo de esas características que potencializan el mercado, de acuerdo a las condiciones históricas imperantes. De igual modo y por las mismas razones, se ocupa de negociar y moldear las condiciones de acceso a cada mercado, evitando las restricciones a su libre modus operandi, mediante acuerdos con el sector hegemónico (Saxe-Fernández, 1999: 71 y ss.). En esta sencilla descripción, se incluyen los elementos esenciales del proceso seguido por el capital en sus diversas modalidades, desde el siglo XIV[9] (See, 1994).

Los hechos evidencian ya que la intervención del capitalista –en medio de las más diversas circunstancias históricas- modifica el contexto socio-cultural[10] que va conquistando y muestra cómo se entrelazan los factores económicos globales con los cambios de otra naturaleza, al igual que la dirección original y de mayor envergadura en que se produce: del capitalista hacia la sociedad (mercado), aún cuando es evidente que también va modificándose. Esto rebela que es falaz la simultaneidad e igualdad (cfr. Idem.) de intereses y correlaciones entre ambos sujetos.

De hecho, el capitalismo no tiene por qué ser confundido con una corriente humanista o ecológica, ya que ha mostrado de manera consistente y coherente con su finalidad (acumulación y multiplicación del capital), que es  “...parte integral de un modo de organización económica y social profundamente desigualador, basado en la explotación  de los  seres  humanos  y  la  depredación de la naturaleza;  un  modo  de organización social que asocia el progreso de algunos con la desventura de muchos...” (Idem).

Cabría aclarar que tomamos esta cita sin afán axiológico, sino meramente descriptivo, ya que no es posible considerar que lo que tiende al lucro va a llevar a la generosidad y al equilibrio, pues ese tipo de cuidados van en contra del monto de la ganancia.

 

CONCLUSIONES

 

Dos de los más importantes elementos de viabilización del poder, son: el discurso y la disciplina, que se complementan y retroalimentan.

El mecanismo ideológico destaca por su capacidad para penetrar y echar raigambre con sus instrumentos tecno-discursivos[11] (Escobar, 1995: capítulo 2) haciendo las veces del disfraz perfecto, que ora nos presenta como “novedosa” a la globalización (como si no fuera la característica genética más antigua del capital), ora nos convence del carácter externamente incontrolable pero autorregulable y hasta bondadoso del capital y de la globalización, a efecto de dejarnos inermes ante ellos[12] y dispuestos a servirles para que no estalle su ira en contra nuestra de manera también “consecuente” y “natural”.

Así, la humanidad se ve reducida una vez más, a la condición de esclava, que debe ofrecer sacrificios sin protestar para acallar la furia, ya no de un dios enseñoreado en un volcán o en cualquier otro fenómeno de la naturaleza, sino de un fenómeno más abstracto y más temible que tiene tantos tentáculos como paladines reproductores de su discurso.

La fuerza de esa dinámica ideológica nos paraliza y nos quita la capacidad de reacción y de responsabilidad, dejándoselo todo al “sistema” que se queda con las ganancias envueltas en parte del mismo discurso que lo califica de “culpable irredento” (con pocos pero importantes beneficiarios), y que por otra parte, nos califica y etiqueta (por ejemplo, como subdesarrollados (Escobar, 1995: Introducción)), mientras que a cambio de nuestra aceptación, nos libera de cualquier sensación de culpa por nuestra cómplice pasividad o actividad.

Esa última afirmación nos lleva a observar que el capital o la globalización, de suyo, no tienen la capacidad animista que está implícita en el discurso y que su comportamiento expansivo y explotador depende de seres humanos con nombre y apellido, que evaden cualquier responsabilidad mediante ese recurso. De antemano en el discurso, víctima y victimario son colocados al margen, como sujetos incapaces en un plano de interdicción, que los excluye de cualquier responsabilidad y que como último recurso, echa mano del argumento de que “así es la naturaleza humana”[13] o el “sistema”.

 

NOTAS

 

 

[1] Entre esos otros tópicos destaca la pregunta sobre la irreversibilidad de la globalización y acerca de las alternativas viables.

2 Particularmente las relacionadas en los apartados I (Cuerpos Dóciles) y III (Panoptismo) del capítulo que dedicó a la disciplina.

3 La disciplina, se constituye a base de los “...métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad...” (Foucault, 1984: 141).

4 Mediante la  transformación del “requerimiento explícito en demanda implícita”, en términos de lo que señala Herbert y como una operación epistemológica que traduce los términos ideológicos en que se da el requerimiento, a términos científicos. En su obra, Ibáñez hace una interesante reseña de los usos y manipulaciones posibles en las perspectivas de la investigación social: (distributiva (nivel tecnológico), estructural (nivel metodológico) y dialéctica (nivel epistemológico)).

5  Inclusive en función del panoptismo o “procedimiento técnico, universalmente difundido, de la coerción” (Foucault, 1984: 225).

6 De este modo el panoptismo “garantiza una distribución infinitesimal de las relaciones de poder” (Foucault, 1984: 219) en la que es importante tanto la vigilancia y el castigo, como el discurso.

 

7 Por ejemplo, el Banco Mundial describe a la globalización como un “cambio general que está transformando a la economía mundial” a partir de causas económicas y tecnológicas (cfr. García, 1996).

8 Así  lo demuestran las estrategias de las corporaciones multinacionales (cfr. García, 1999).

9Henri See hace una interesante revisión histórica de este aspecto.

10Desde la agricultura, industria, finanzas, comercio, comunicaciones, hasta el régimen jurídico-político o las clases sociales en que se apoya, etc.

11Instrumentos que conquistan los problemas y los intervienen con políticas específicas que determinan el modo adecuado en que debe vivir la población afectada, convirtiéndola en objeto de conocimiento y dominio (Escobar, 1995: capítulo 2).

12 Como lo plantea de alguna manera Hirsch (citado por Bonefeld).

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Arrighi, Giovanni (1997), “Acumulación de Capital”, arrighi@binghamton.edu

Bonefeld,Werner (s.a.e.), “Globalización y Democracia”, http:www.rcci.net/globalizacion/fg048.htm

Calva, J. Luis, et. al (1995), Globalización y Bloques Económicos. Realidades y Mitos, Juan Pablos Ed., México.

Escobar, Arturo (1995), Anthropology and the Colonial Encounter, Princeton University Press, N. J.

Foucault, Michel (1984), Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo XXI Editores, novena edición, traducción Aurelio Garzón del Camino, México.

García M., Federico (1999), “Globalización: Definiciones, Ideología y Realidades” (s.d.e.).en:

Globalización, Revista Mensual de Economía, Sociedad y Cultura:

http://www.rcci.net/globalización/index.htm

 

__________________ (1996) “Identidad y Globalización. Las alternativas en un mundo en crisis”, ponencia presentada en el X Congreso de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI), Mesa 67, Oaxtepec, Morelos, México, 30 de noviembre.

__________________ (1997) “La Debacle que Comenzó en Asia”, (s.d.e.).

Ibáñez, Jesús, “Perspectivas de la investigación social: El diseño de la perspectiva estructural” (cap. 1.2) en El Análisis de la Realidad Social. Métodos y Técnicas de Investigación, Alianza Editorial, (s.d.e.).

Saxe-Fernández, John (coord) (1999), Globalización: crítica a un paradigma, UNAM, IIE, PJ, México.

Sée, Henri, (1994), Orígenes del capitalismo Moderno, FCE, México.

 

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[13] Argumento que por su importancia ideologizante, sería motivo de un análisis particular.