Abordaremos el tema que nos ocupa, a partir del planteamiento de dos cuestiones que nos parecen fundamentales y que se relacionan con muchos otros aspectos cuya importancia sugiere la necesidad de estudios específicos[1].
El análisis que Foucault (1984) hace[2] del papel de la disciplina rígida que educa al cuerpo individual y social para responder al interés supremo del ejercicio del poder, así como su descripción del mecanismo panóptico de control, nos motivó a poner de relieve en el primer apartado, el “lado suave” y oculto del poder disciplinario que forma parte del espacio cultural en el que se reproduce (individual, familiar y socialmente) (Op. cit.: 219).
Así pues, nos ocuparemos básicamente del elemento discursivo que expresa y moldea la realidad desde diferentes ámbitos (científico, tecnológico, normativo, político y desde luego económico), permeando y conservando al sistema al hacerlo “soportable”.
Por
otro lado, los estudios efectuados para analizar la globalización y el capital,
suelen sustantivar dichos términos y presentar sus reflexiones respecto a uno y
otro, como si se tratara de fenómenos diferentes. Ambas situaciones atrajeron
nuestra atención y por ello, reflexionaremos sobre el particular en la segunda
parte de este breve ensayo.
En el
tercer y último apartado, concentramos las principales conclusiones obtenidas.
“porque el sistema sólo produce los datos que son funcionales
para su supervivencia” (Ibañez: 40).
En el
proceso comunicativo de la humanidad existe una gran variedad de discursos
(individual, colectivo, de clase, científico, tecnológico, económico, etc.) que
son una expresión “significante” de la realidad, esto es, que muestra y hace ser de determinada manera a esa
realidad.
Consecuentemente,
entendemos al discurso como la representación de la realidad social que
califica, jerarquiza y posibilita los modos de existir y de pensar, en
consonancia a la ideología dominante que justifica los intereses de los
detentadores del poder (ya que tienen a su disposición los medios necesarios
para hacerlo).
El discurso se asocia a la disciplina[3] y esos dos instrumentos complementarios, viabilizan el
poder. Ambos elementos circulan en diferentes áreas (por ejemplo: la
científica, técnica, social, normativa, política, económica, etc.),
interrelacionándose y retroalimentándose.
El
discurso científico con frecuencia es empleado como un sustento indiscutible
para justificar las decisiones adoptadas bajo otros criterios, como lo afirma
Ibañez[4]
(p. 32).
Luego
entonces, el trabajo científico co-responde a la estructura vigente y co-labora
con ella pues en ese proceso hay una vinculación interactuante entre
observación y transformación, ya que al observar transforma y al transformar
observa. Especialmente desde el siglo XVIII y mediante un proceso circular, la
formación de poder y aumento de saber, se han reforzado regularmente y se han
multiplicado “los efectos de poder gracias a la formación y a la acumulación de
conocimientos nuevos” (Foucault, 1984: 227), mismos que se producen en función
de para quién y para qué se usará la información, por qué y cómo se investigará
(Ibañez: 33 y ss); así, frecuentemente el producto científico destacará los
aspectos que requiera el mandante de la investigación.
Por su
parte, la práctica técnica (y por ende su discurso), está referida a fines que
se realizan (fuera de la propia técnica) en el espacio de una teoría o de una
ideología. Aquélla se articula a ésta y la ideología se relaciona con la
totalidad social organizada[5].
En las ciencias sociales el requerimiento se vincula inmediatamente con la
ideología. Las teorías sociológicas son metáforas de la ideología dominante y
las técnicas se articulan con la ideología, no con la teoría. Inclusive la
perspectiva metodológica y las técnicas de investigación, se seleccionan para
responder a la demanda, produciendo la información requerida por la
transformación demandada (Idem.: 32).
La función de la ideología, consiste en hacer deseables por los individuos algunas necesidades de la sociedad (cfr. Idem.: 33), por ello produce una representación de ésta, continua y coherente, dándoles una importancia superlativa, frente a otros tipos de necesidad que son minimizadas en función de los intereses de los patrocinadores.
Igualmente, el discurso normativo tiende a conseguir un cierto orden social (que es más efectivo cuanto más inconsciente se hace para los ciudadanos y del que sólo se les participa y hace consciente cuando la manipulación exige y permite poner de manifiesto esos efectos (Idem.)). En esas circunstancias, lo que generaliza “el poder de castigar no es la conciencia universal de la ley en cada uno de los sujetos de derecho, es la extensión regular, es la trama infinitamente tupida de los procedimientos panópticos”[6] (Foucault, 1984: 226) entre los que tienen cabida hasta las “resistencias” como parte del propio discurso y del entramado dominante, tal y como acontece con el “desarrollista” (Escobar, 1985: capítulo 5).
“bajo la forma jurídica general que garantizaba un sistema de derechos en principio igualitarios había, subyacentes, esos mecanismos menudos, cotidianos y físicos, todos esos sistemas de micropoder esencialmente inigualitarios y disimétricos que constituyen las disciplinas. (Foucault, 1984: 224 y 255)
La
desigualdad, asimetría e inequidad del poder, se hacen más evidentes en el
ámbito del discurso económico capitalista que presupone y justifica el poder
disciplinario para su crecimiento, pues la disciplina es “el procedimiento
técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo está con el menor gasto
reducida como fuerza “política”, y maximizada como fuerza útil” (Idem.: 224).
Además, presenta conceptos que adquieren estatus de certeza en el imaginario
social -como es el caso de las “teorías del desarrollo”-, reduciendo la
discusión sólo a las modalidades que puede presentar ese esquema, al dar por sentado
que éste es incuestionable, descalificando las versiones no occidentales (Cfr.
Escobar, 1995: Introducción).
Ahora
bien, el discurso en cualquiera de sus diversas modalidades se vehiculiza por
diversos medios: la familia, las aulas, las instituciones, los medios masivos
de comunicación, etc., medios en los que se propician relaciones diferentes
para la observación, para la investigación formal y para el control.
El ámbito del discurso, inicialmente más restringido y localizado, siguió su tendencia natural y se globalizó a la par del sistema al que sirve, resignificando y creando las categorías de análisis (como “subdesarrollo “o “tercer mundo” (Escobar, 1995: capítulo 2)) necesarias para ocultar la continuidad de su proceso de dominación expansiva y para mostrarse moderno.
“el primer sistema histórico que incluye el
globo entero
dentro de su geografía” (Wallerstein)
Dentro
del discurso, los términos capital y globalización actúan como ejes sistémicos
y debido a su importancia, consideramos que deben ser cuidadosamente analizados
para ponderar su intervención en el propio sistema. De hecho, a partir del
sentido que se imprima a uno y otro término, se derivan una serie de
consecuencias, propicias o no, para el funcionamiento del conjunto y cuyas
consecuencias como lo afirma García (1999), pueden ser “todavía más fuertemente
ideologizantes y abstractas”, actuando como “determinismos fatales” (Idem).
Para
mostrar más claramente ese problema, contrastemos los dos conceptos diversos
que podemos construir a partir de los elementos que se le han adjudicado a la
globalización:
A) Es un
fenómeno “ligado al capital”, de origen incierto pero que apunta con mayor
claridad hacia las comunicaciones y el desarrollo tecnológico que han acortado
las distancias, siendo por lo tanto, de reciente aparición; supone la
naturaleza económica[7],
política y socio-cultural de interdependencia, colaboración y aprovechamiento
común de los beneficios obtenidos con las soluciones que todas las naciones
toman en conjunto.
B) Es un
fenómeno que se gesta con la propia aparición del capital, por lo que su
naturaleza es fundamentalmente económica, pero con repercusiones sociales,
culturales, políticas, etc. y que se caracteriza por aprovechar los diferentes
tipos y estados de los mercados mundiales para colocar su producción o capital
(bancario, industrial o financiero) en donde maximice su ganancia en las
mejores condiciones y con la mayor libertad posibles para su crecimiento y
movilidad.
En
cuanto a su origen, es evidente que el discurso apologético de la
globalización, la coloca como un proceso ahistórico; sin embargo Vilas
demuestra que por sus características, es parte “...del proceso multisecular de
expansión del capitalismo desde sus orígenes mercantiles en algunas ciudades de
Europa en los siglos XIV y XV” (en Saxe-Fernández, 1999: p.71 y 72).
De este
modo, el avance en las comunicaciones y la tecnología ha sido un factor
importante para facilitar el aceleramiento del proceso globalizador, -al igual
que la expansión de los mercados financieros (Arrighi, 1997)- pero no es su
origen.
Resulta
innegable que el capital (en todas sus modalidades), tiende a buscar el medio
más propicio para su crecimiento y por lo tanto, esa tendencia natural que
inicialmente lo llevó a una expansión territorial limitada, lo ha hecho ir más
allá de las fronteras ya dominadas,
debido a que
el proceso multiplicador del capital va
requiriendo unmercado
(territorio) mayor, para poder realizarse[8].
En
tales circunstancias, nos parece pleonástica la expresión “globalización del
capital” si consideramos que el capital es globalizante por naturaleza. Si esto
lo llevamos a sus últimas consecuencias, advertimos que hablar de globalidad
implica la referencia histórica de los recorridos expansivos del capital
bancario, industrial y financiero, que remolca desde mercancías y tecnología
hasta cultura y costumbres, envueltos en un discurso ad hoc, premunido de toda clase de mecanismos precautorios para
garantizar sus intereses; esto es, para ejercer el control necesario.
De
suyo, la globalización actual resulta inimaginable si dejamos a un lado el
papel del capital. Luego entonces, separar a ultranza lo que es único,
distorsiona la realidad, al igual que mostrar al capital y a la globalización
como entes animados que actúan independientemente de los sujetos.
En otro
orden de ideas y en relación a sus efectos, la dinámica conocida como
“globalización económica”, da paso a un proceso más complejo. En la medida en
que la expansión de la oferta requiere de consumidores con ciertas
características y necesidades (como hábitos de compra, gusto por el producto,
etc.), el oferente no sólo se ha limitado a detectarlos, sino que ha tenido que
ocuparse de propiciar el desarrollo de esas características que potencializan
el mercado, de acuerdo a las condiciones históricas imperantes. De igual modo y
por las mismas razones, se ocupa de negociar y moldear las condiciones de
acceso a cada mercado, evitando las restricciones a su libre modus operandi, mediante acuerdos con el
sector hegemónico (Saxe-Fernández, 1999: 71 y ss.). En esta sencilla
descripción, se incluyen los elementos esenciales del proceso seguido por el
capital en sus diversas modalidades, desde el siglo XIV[9]
(See, 1994).
Los hechos evidencian ya que la intervención del capitalista –en medio de las más diversas circunstancias históricas- modifica el contexto socio-cultural[10] que va conquistando y muestra cómo se entrelazan los factores económicos globales con los cambios de otra naturaleza, al igual que la dirección original y de mayor envergadura en que se produce: del capitalista hacia la sociedad (mercado), aún cuando es evidente que también va modificándose. Esto rebela que es falaz la simultaneidad e igualdad (cfr. Idem.) de intereses y correlaciones entre ambos sujetos.
De
hecho, el capitalismo no tiene por qué ser confundido con una corriente
humanista o ecológica, ya que ha mostrado de manera consistente y coherente con
su finalidad (acumulación y multiplicación del capital), que es “...parte integral de un modo de
organización económica y social profundamente desigualador, basado en la
explotación de los seres
humanos y la
depredación de la naturaleza;
un modo de organización social que asocia el
progreso de algunos con la desventura de muchos...” (Idem).
Cabría
aclarar que tomamos esta cita sin afán axiológico, sino meramente descriptivo,
ya que no es posible considerar que lo que tiende al lucro va a llevar a la
generosidad y al equilibrio, pues ese tipo de cuidados van en contra del monto
de la ganancia.
Dos de
los más importantes elementos de viabilización del poder, son: el discurso y la
disciplina, que se complementan y retroalimentan.
El
mecanismo ideológico destaca por su capacidad para penetrar y echar raigambre
con sus instrumentos tecno-discursivos[11]
(Escobar, 1995: capítulo 2) haciendo las veces del disfraz perfecto, que ora
nos presenta como “novedosa” a la globalización (como si no fuera la
característica genética más antigua del capital), ora nos convence del carácter
externamente incontrolable pero autorregulable y hasta bondadoso del capital y
de la globalización, a efecto de dejarnos inermes ante ellos[12]
y dispuestos a servirles para que no estalle su ira en contra nuestra de manera
también “consecuente” y “natural”.
Así, la
humanidad se ve reducida una vez más, a la condición de esclava, que debe
ofrecer sacrificios sin protestar para acallar la furia, ya no de un dios
enseñoreado en un volcán o en cualquier otro fenómeno de la naturaleza, sino de
un fenómeno más abstracto y más temible que tiene tantos tentáculos como
paladines reproductores de su discurso.
La
fuerza de esa dinámica ideológica nos paraliza y nos quita la capacidad de
reacción y de responsabilidad, dejándoselo todo al “sistema” que se queda con las
ganancias envueltas en parte del mismo discurso que lo califica de “culpable
irredento” (con pocos pero importantes beneficiarios), y que por otra parte,
nos califica y etiqueta (por ejemplo, como subdesarrollados (Escobar, 1995:
Introducción)), mientras que a cambio de nuestra aceptación, nos libera de
cualquier sensación de culpa por nuestra cómplice pasividad o actividad.
Esa
última afirmación nos lleva a observar que el capital o la globalización, de
suyo, no tienen la capacidad animista que está implícita en el discurso y que
su comportamiento expansivo y explotador depende de seres humanos con nombre y
apellido, que evaden cualquier responsabilidad mediante ese recurso. De
antemano en el discurso, víctima y victimario son colocados al margen, como sujetos
incapaces en un plano de interdicción, que los excluye de cualquier
responsabilidad y que como último recurso, echa mano del argumento de que “así
es la naturaleza humana”[13]
o el “sistema”.
[1] Entre esos otros tópicos destaca la pregunta sobre la irreversibilidad de la globalización y acerca de las alternativas viables.
2 Particularmente las relacionadas en los apartados I (Cuerpos Dóciles) y III (Panoptismo) del capítulo que dedicó a la disciplina.
3 La disciplina, se constituye a base de los “...métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad...” (Foucault, 1984: 141).
4 Mediante la transformación del “requerimiento explícito en demanda implícita”, en términos de lo que señala Herbert y como una operación epistemológica que traduce los términos ideológicos en que se da el requerimiento, a términos científicos. En su obra, Ibáñez hace una interesante reseña de los usos y manipulaciones posibles en las perspectivas de la investigación social: (distributiva (nivel tecnológico), estructural (nivel metodológico) y dialéctica (nivel epistemológico)).
5 Inclusive en función del panoptismo o “procedimiento técnico, universalmente difundido, de la coerción” (Foucault, 1984: 225).
6 De este modo el panoptismo “garantiza una distribución infinitesimal de las relaciones de poder” (Foucault, 1984: 219) en la que es importante tanto la vigilancia y el castigo, como el discurso.
7 Por ejemplo, el Banco Mundial describe a la globalización como un “cambio general que está transformando a la economía mundial” a partir de causas económicas y tecnológicas (cfr. García, 1996).
8 Así lo demuestran las estrategias de las corporaciones multinacionales (cfr. García, 1999).
9Henri See hace una interesante revisión histórica de este aspecto.
10Desde la agricultura, industria, finanzas, comercio, comunicaciones, hasta el régimen jurídico-político o las clases sociales en que se apoya, etc.
11Instrumentos que conquistan los problemas y los intervienen con políticas específicas que determinan el modo adecuado en que debe vivir la población afectada, convirtiéndola en objeto de conocimiento y dominio (Escobar, 1995: capítulo 2).
12 Como lo plantea de alguna manera Hirsch (citado por Bonefeld).
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Foucault,
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Ibáñez,
Jesús, “Perspectivas de la investigación social: El diseño de la perspectiva
estructural” (cap. 1.2) en El Análisis de
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(s.d.e.).
Saxe-Fernández,
John (coord) (1999), Globalización:
crítica a un paradigma, UNAM, IIE, PJ, México.
Sée,
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Moderno, FCE, México.
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