GLOBALIZACIÓN Y DEMOCRACIA:

Una evaluación de El Estado Competitivo de Joachim Hirsch.

Werner Bonefeld

Introducción

La Globalización y el Post-Fordismo han llegado a ser desde mediados de los 80s, términos organizadores en la investigación económico-política . Efectivamente, desde el comienzo de la crisis de la acumulación capitalista hacia los finales de los 60s, nuevas agendas de investigación y nuevos términos en su organización, tales como sociedad de riesgo, posmodernismo, capitalismo desorganizado, Post-industrialismo, Post-Fordismo y globalización, han sido introducidos ostensiblemente con el fin de proveer una comprensión adecuada para los cambios contemporáneos. Este artículo no se interesa en la economía política de esta innovadora agenda. Prefiere enfocarse en la contribución de Hirsch al debate sobre la ‘globalización’ y a las implicaciones políticas de su planteamiento.

La obra de Hirsch siempre ha tenido una gran importancia y significación. Esto vale por su contribución al debate sobre la derivación del estado en los 70s, al debate sobre Modell Deutschland,al análisis sobre los Nuevos Movimientos Sociales y el Post Fordismo. Su reciente libro, The National Competition State, no es una excepción. No sólo proporciona una versión revisada de sus primeras conceptualizaciones sobre la forma del estado, sino también un análisis de las crisis del Fordismo, de la economía política de la globalización y de su impacto sobre el estado nacional. Más aún, y esto es importante, él reconceptualiza una política de emancipación al alzar el significado de la globalización para el desarrollo futuro de la democracia. Todavía más, el libro de Hirsch integra mucho del discurso actual sobre la globalización. Argumenta, como Harvey (1989) y Strange(1991), que la estructura crediticia global supone una estructura de poder dominante sobre la producción y el estado nacional. Destaca que la globalización ha acarreado una ‘estructura de conocimiento’ distintiva, una sugerencia ya realizada por Giddens (1990) y Strange (1988). Junto a Giddens (1991) y a Beck (1986), señala que la globalización lleva a una gran transformación de la tecnología y también a un ‘mayor´ riesgo. Con Strange (1991) insiste en que las compañías multinacionales dominan a la economía global. Con Held (1991,1995), Hirsch ve la globalización como una fuerza que a) orada nuestros sistemas democráticos nacionales de responsabilidades y b) determina las políticas de los estados nacionales—que se ven transformados en estados de competencia (Cerny,1990). Su argumento, entonces coincide con el punto de vista sostenido por la ortodoxia globalizacionista de que tanto los gobiernos como los trabajadores carecen virtualmente de poder frente a las demandas del capitalismo global. Coincide con Held en que la estrategia de la izquierda debe consistir en democratizar el poder político dentro y más allá del estado nacional, de modo que las fuerzas económicas globales puedan rendir cuentas a las demandas democráticas. En resumen, el libro de Hirsch

conjunta las principales características de la ortodoxia de la globalización. Entonces, este artículo proporciona un examen de la ‘globalización’ a través del lente provisto por esta contribución de Hirsch.

El artículo está dividido en tres secciones. La primera introduce y evalúa el punto de vista sobre la globalización de Hirsch y su concepción sobre el estado nacional de competencia. El artículo le imputa que sus análisis están basados en una visión esquemática del desarrollo capitalista, que constituye un punto de vista que sirve para obscurecer una análisis potencialmente perceptivo. La segunda sección examina su propuesta a favor de un reformismo radical. Se arguye que esta reconceptualización de una política de emancipación, no es más que una aceptación de la ideología burguesa. En la última sección se concluye el argumento y se proporciona un examen partidario de la ortodoxia de la globalización y de sus políticas de democratización. El propósito es abrir espacios al debate crítico.

Principales temas y argumentos

La argumentación de Hirsch puede resumirse de la siguiente manera: La Globalización susrge como una estrategia neoliberal que busca solucionar la crisis del Fordismo. El Post Fordismo y la Globalización están internamente conectados. La desregulación y la flexibilización del capital ha conducido a un proceso global de reestructuración del capital, que pareciera haber dejado atrás al estado nacional: El estado Post Fordista no se funda en una economía nacional "protegida" y tiene por el contrario, que engatuzar al capital global no regulado para que permanezca en sus límites. Define al estado Post Fordista como un estado de competencia". La globalización del capital ha llevado a los estados nacionales a eclaustrar las garantías del bienestar social del estado Fordista, y adoptar las políticas neoliberales para movilizar la sociedad en la guerra económica por la inversión de capital. Las bajas en este desarrollo no sólo la sufren los obreros y aquellos que dependen de la seguridad social, sino también, el sistema democrático en sí mismo: la globalización socava la democracia en el sentido clásico. El estado democrático pareciera ser reemplazado por un estado "eficiente" que enfatiza los criterios de mercado en su regulación de las demadas sociales a expensas de los valores y obligaciones democráticas. Así, su preocupación por renovar la influencia democrática sobre el desarrollo capitalista, tanto interna como internacionalmente, tiene mucho que ver con que la transición al post-Fordismo, y el mismo post-Fordimo, se realice sobre la base de una forma "más democrática y humana de capitalismo"(p.9, 197) 1 Él ve las políticas neoliberales de la globalización como internamente contradictorias y las acusa de llevar al sistema hacia un Apartheid global. La renovación de la influencia democrática es vista así, como "una cuestión de sobrevivencia" (p.10). En pocas palabras, aún cuando se alegue que la globalización es en sí misma, inevitable e irresistible, su forma precisa no ha sido precisada todavía.

La crisis del Fordismo y la transición al Post Fordismo.

Hirsch identifica el Capitalismo del siglo XX con el Fordismo. No hay necesidad de entrar a aquí al detalle de sus análisis del Fordismo. Basta decir que sigue a sus primeros trabajos sobre este tópico (Véase Hirsch/Roth, 1986; Hirsch, !991) 2 En el contexto de este artículo, es crucial la conección entre la crisis del Fordismo y la emergencia de la Globalización. Se dice que el Fordismo había sido socavado por la emergencia de una crisis "estructural" de fines de los 60s/comienzos de los 70s (p.84). El núcleo de esta crisis es identificado como una combinación de una reducción estructural de las ganancias del capital en los países metropolitanos, una creciente desestabilización de los mecanismos internacionales de regulación, que se incrustaron y reforzaron la crisis de los estados nacionales (p84). La crisis del capitalismo Fordista se ve también como una crisis del crédito y de las finanzas. El exceso de liquidez financiera, de acuerdo con Hirsch, habría sido causado por el estancamiento económico. (p.85). El argumenta que la tecnología Fordista estaba ya exhausta y que condujo a la tendencia declinante de la taza de ganancias," al mismo tiempo que las contratendencias Fordistas eran demasiado débiles para revertir esa caída. Este agotamiento condujo no sólo a una reducción de las tazas de ganancia, sino también a un aumento del capital financiero (pp.84-85). Este capital financiero forzó con la ayuda del neoliberalismo, la desregulación y flexibilización de los mercados financieros globales, y condujo al financiamiento del capital productivo para permitirle moverse en torno al globo en búsqueda de ubicaciones beneficiosas, minando así la integridad de las economías nacionales (p.86).

El análisis de Hirsch no se preocupa de la constitución contradictoria ofrecida por la disociación entre la acumulación monetaria y la acumulación productiva. Para él, el proyecto neoliberal de globalización se aparece sólo como una lucha muy aguda entre diferentes fracciones del capital que tratan de alcanzar la dominación. No se aprecia la disociación conducida por la crisis entre la acumulación monetaria y la acumulación productiva. 3 Se ve entonces, la crisis capitalista sólo como un momento funcional de las resoluciones del capital a sus tendencias críticas y como un período de reconstrucción de la sociedad requerido por la valorización (pp.88, 180) 4 Para Hirsch, la contradicción no se da entre el trabajo como fuente de valor y la acumulación monetaria de riqueza, una acumulación que acredita la futura explotación del trabajo con deudas, ya que la explotación del trabajo no proporciona los valores relativos para la acumulación de riqueza representada por la acumulación monetaria. Más bien, la disociación entre la acumulación monetaria y la acumulación productiva "es vista como un aumento en el poder del capital, (y no) como una manifestación de la incapacidad del capital para subordinar al trabajo" (Holloway, 1995b, p.142). Aunque Hirsch sostiene que un análisis del capitalismo es un análisis de las relaciones de clase (p.132), la crisis del Fordismo no es visto como una crisis de clases, esto es, como lucha de clases, sino como una crisis causada por contradicciones estructurales. Al trabajo de Hirsch le falta una crítica de la economía política del capital financiero. El capital financiero y el capital productivo son vistos sólo en los términos de una relación competitiva, cuya base común, el poder productivo y subversivo del trabajo, queda fuera de su marco conceptual.

Se percibe la "Globalización" como dando una solución a la crisis del Fordismo: "La lógica del nuevo régimen Post Fordista de la acumulación, consiste esencialmente en la racionalización efectuadas mediante la globalización" (p.90). De esta manera, la liberalización y la desregulación de las relaciones internacionales del dinero y del capital, son vistas como proporcionando un empuje hacia la globalización que "ha cambiado el rostro del capitalismo" (p.7) Argumenta que la globalización ha socavado la forma de acumulación y regulación centrada en el estada de la época de Fordismo: el capital ha abandonado las restricciones de la economía nacional, y por ello ha perdido su carácter nacional, que se dice, habría asumido en la época del Fordismo (p89). Se ve al Fordismo como un tipo de capital definido por las regulaciones centradas en un estado nacional y por la acumulación de capital en los marcos de las economías nacionales. El Post Fordismo se define por su contraste con el Fordismo: la acumulación de capital Post Fordista, es global. Hirsch plantea su tesis teniendo como telón de fondo la política alemana y el campo económico. Y esto por supuesto, plantea obvias limitaciones a su concepción de la globalización. Pues, si por ejemplo se tiene presente la "economía nacional británica", "la globalización" siempre ha sido su principal característica y en sus propias palabras, la "era" del Fordismo se basó en la garra global o hegemonía de los Estados Unidos de América. Pareciera así que su caracterización del Fordismo, como un proyecto nacional de la acumulación capitalista y del Pos Fordismo como un proyecto global de la acumulación capitalista, no sólo es esquemática sino que entra en contradicción con su propia concepción del Fordismo. Si fuera uno a casarse con la noción de Fordismo de un modo no crítico, concluiría como él lo hace, que es de hecho un sistema global basado en la garra global de los métodos de producción norteamericanos, multinacionales con base en Norteamérica y por supuesto, la divisa norteamericana, el dólar. De este modo, el término Fordismo, en el mejor de los casos sería indicativo de la globalización de los principios Fordistas.

Para Hirsch, la globalización socava los potenciales del estado Fordista para regular la economía a través del dinero y de la ley (p199): Los gobiernos parecieran haber quedado indefensos frente a la extensión global del capital en su búsqueda de condiciones de ganancia más allá del estado nacional (p.7). El debilitamiento de la capacidad del estado para regular la economía, como se alega habría sido el caso durante el Fordismo, plantea la petición de principios de: si el estado Fordista era en los hechos capaz de regular su "economía nacional". Por supuesto, el estado capitalista "regula" la "economía" a través de la ley y del dinero. Pero lo hace sólo de modo contradictorio, reproduciendo las contradicciones del capital en una forma política (Clarke, 1988, 1992; Bonefeld, 1992, 1993). La versión de Hirsch sobre el impacto de la globalización sobre el estado nacional involucra un contraste rígido entre el Fordismo y el Post Fordismo: mientras en el Post Fordismo, la habilidad del estado nacional para regualar la economía es hundida, el estado Fordista se caracteriza por su habilidad para regular la economía nacional. Esto, sobreestima la extensión en que el estado capitalista, Fordista o no, es capaz de controlar la relación del capital. 5 Al principio de su libro, Hirsch presenta un buen argumento de por qué la forma del estado es, en sus términos, estructuralmente incapaz de regular la relación del capital. Sin embargo, su definición de Fordismo y Post Fordismos quedan por debajo de esa iluminación.

Siguiendo a Hirsch, la globalización viene a significar que el "estado" queda cada vez más subordinado al dictado de asegurar el espacio nacional como una localización para el capital productivo (Standortsicherung). Esto se ve como que reduce el espacio de maniobra del estado nacional (pp.139, 196), y como que socava las bases de las instituciones liberal democráticas que caracterizaban la era socialdemocrática del Fordismo (pp.7, 196). Hirsch define al estado Post Fordista como un estado nacional de competencia. Esta caracterización hace eco de una intuición provista por Cox (!992, p.27) quien argumentaba que la globalización entrañaba "la subordinación de las economías domésticas a las exigencias percibidas de una economía global. Los estados lo quieran o no, venían a rendir cuentan ante una nebulosa personificada como economía global, y eran constreñidos a mistificar esta rendición de cuentas externas a los ojos y oídos de su público a través del nuevo vocabulario de la globalización, la interdependencia y la competitividad." Para Hirsch, el estado de competencia es una extensión del estado de seguridad fordista. (p.110ff)6 . El estado de competencia busca proveer, en competencia con otros estados, las condiciones apropiadas para el capital en orden a engatusar al capital móvil global y atraerlo hacia sus playas y retenerlo en su territorio nacional.7 Así, el estado de competencia pareciera entrar en colisión con las condiciones del gobierno democrático. En vez de una regulación del capital en base a una rendición de cuantas democrática, el estado de competencia es súbdito de las preferencias y demandas del capital, permitiendo así al capital explotar las ventajas comparativas. De este modo, el estado de competencia se moviliza entero y completamente a fin de preparar su territorio nacional y a su pueblo para la guerra económica de la inversión de capital (pp.109, 155).

Pareciera ser remota la resistencia a este desarrollo: los nuevos movimientos sociales parecieran haber sólo acelerado la crisis del Fordismo (p.143) y luego, a través de su ennoblecimiento, habría llegado a ser un pilar de la transformación Post Fordista del capitalismo (p.154-5). El movimiento obrero es como una víctima de la crisis del Fordismo. Él enfatiza que la globalización Post Fordista conduce a una "sociedad de clases sin clases" (p.132). El movimiento obrero ha desaparecido como actor histórico (p. 181). A pesar de los conflictos sociales continuos y de la resistencia de la clase obrera a la restructuración, estas luchas están fragmentadas en su carácter y son heterogéneas en cuanto a sus propósitos (p. 181). La crisis del Fordismo es vista como habiendo intensificado las fragmentaciones sociales socavando una concepción "solidarista" del desarrollo social (p. 181), una concepción que, por implicación, pareciera en Hirsch definir al Fordismo. El argumento de Hirsch hace eco del punto de vista de Anderson (1992, p. 366) de que "la nueva realidad es una asimetría masiva entre la movilidad internacional y la organización del capital, y la dispersión del trabajo que no tiene precedentes históricos. La globalización del capital no ha encontrado resistencias, salvo algunas muy atomizadas y lejanas" 8 De manera similar, Hirsch concibe la globalización como una fuerza que profundiza las fragmentaciones culturales, sociales y políticas, que él caracteriza como nacionalismo, sexismo y racismo, y por fin, como Apartheid social (pp. 181- 2). La transformación Post Fordista del capital, intensifica y explota "los antagonismos sociales" (p. 181). Sostiene que la globalización no es enfrentada por un sujeto revolucionario en el sentido clásico (p. 182): Todo es demasiado diverso y está demasiado fragmentado para hacer posible un sujeto de clase revolucionario, comprehensivo e universal como el proletariado internacional (pp. 173, 181-2). Hirsch construye una imagen de un sujeto revolucionario que casi invita a descartarlo inmediatamente. El continuo enlace de la causa revolucionaria de la izquierda radical, es así desechado como una anacronismo. Su postulado de que un sujeto revolucionario está ausente es más que una declaración de hecho, por malo o bueno que pueda ser este punto de vista. Su postulado cumple una importante función, la de legitimar su postura reformista radical. Ya que desde el momento que no existe un sujeto revolucionario, lo mejor que puede hacer la izquierda e adoptar un programa reformista. Vinculada con esta función legitimizante "de hecho", está la denuncia de la critica negativa como un "ejercicio inherentemente no político" (p.10). Pareciera que las cuestiones teóricas se tornan aceptables solamente si hacen propuestas constructivas para la reproducción capitalista.

La economía política de la globalización y el estado de competencia

Hirsch aprecia la globalización como el proyecto económico-político del neoliberalismo (p.9). Se dice que este proyecto habríase iniciado en los EEUU a comienzos de los 70s. tras la quiebra del sistema de Breton Woods. El capitalismo norteamericano habría entonces lanzado la liberalización del comercio internacional y la apertura de nuevos espacios a la inversión para reganar competitividad particularmente en relación con Japón (p.85).

Para Hirsch, el Fordismo se caracterizaba por un espacio social y económico cerrado, y por el estado de bienestar que permitía algún tipo de seguridad social y de igualdad y, en comparación con otros períodos capitalistas, un estado que contaba entre sus premisas la posibilidad del desarrollo democrático (p.94-95).Ya que desde los 50s la reconstrucción de posguerra se veía terrible (p.83ff), y ya que desde que el Fordismo entró en crisis a fines de los 60s, Hirsch parece sugerir que la edad dorada del Fordismo venía a darse para los 60s. Sin embargo los 60s se basaban en la liberalización de las relaciones globales de intercambio y comercio. El principio del laissez-faire del mundo de la postguerra se realizó sólo gradualmente durante los 50s: la plena convertibilidad de las diferentes monedas con el dólar, uno de los pilares del sistema de Breton Woods, se cumplía hacia 1958; y bajo Kennedy, a principios de los 60s, las negociaciones del GATT para reducir las tarifas comerciales, esto es para liberar el comercio internacional, llegáron a ser la pieza central de la política económica. Todavía más, Hirsch argumenta que la globalización Post Fordista se basa, en alguna extensión, en las compañías multinacionales que se dice habrían llegado a ser actores determinantes, forzando a los estados nacionales a adoptar sus demandas y requerimientos. Sin embargo ya se habría dado para entonces un crecimiento mayor en el comercio internacional, la inversión y en cuanto al capital financiero en los 50s y en los 60s (Véase Murray, 1971). Fue hacia los 50s cuando el flujo total de capital privado y oficial alcanzó su pico. La expansión de las multinacionales basadas en los EEUU declinó durante la llamada edad de oro del Fordismo. Sin embargo, esto fue compensado por la gran internacionalización de las firmas japonesas y europeas, desde mediados de los 60s en adelante (Brett, 1985) . No fue solamente el capital productivo el que se "internacionalizó" durante y antes de la edad de oro del Fordismo. Los bancos también se "globalizaron", paricularmente los bancos de los EEUU en los 60s-Para entonces ya los bancos británicos desde el período colonial, operaban en una escala global. La liberalización del comercio, como señala Brett, comenzó limpiamente en los 60s. Estos desarrollos llevaron a Murray (1971) a sostener la existencia de una creciente "no coincidencia territorial" entre un sistema económico global crecientemente interdependiente y el estado nacional. Otros plantearon la cuestión de si "el estado nacional estaba a punto de ser archivado en tanto unidad económica"

(Kindleberger,1969, p.207) . El punto de vista de Kindleberger parecía hacer eco a la concepción de Hirsch sobre el estado de competencia post-Fordista. Sin embargo, el foco de atención de Kindleberger estaba puesto en los 60s, que para Hirsch representaban la edad de oro del Fordismo.

Entonces, el argumento según el cual el colapso del sistema de Breton Woods llevó a una nueva forma de capitalismo, el de la globalización, induce a error. A continuación de "las "guerras económicas"de l segunda guerra mundial, la globalización ya había ocurrido durante los 50s y los 60s, reocupando el terreno perdido durante el período de la guerra. 9 En este contexto, la noción de economía nacional alcanza las proporciones de un mito (Radice, 1984). El período Keynesiano, el del Fordismo, no fue menos globalizante que el llamado capitalismo globalizado de hoy (Bellofiori,1997). Más aún, el boom de la post guerra se dio contra el telón de fondo de demandas estables de inversiones privadas, respaldadas por los estados nacionales como prestamistas de última instancia. En otras palabras, la llamada era fordistno se caracterizaba por la planificación política de la acumulación de capital y el financiamiento del déficit asociados con el Keynesianismo. El Keynesianismo entendido como una política de financiamiento del défict de la demanda vino a darse desde los 70s en adelante, especialmente durante los 80s - un tiempo caracterizado también como Keynesianismo militarista o delincuente. De este modo se obtiene, de acuerdo al esquema Fordismo-versus-Post-Fordismo", que el Keynesianismo se nos aparece en un tiempo en donde no había sido convocado para aparecer.

¿Qué queda del Post-Fordismo cuando el se encuentra al Fordismo sin bases en la realidad?10

Hirsch define al Post-Fordismo como lo puesto del Fordismo. El Post-Fordismo es como una bola de cristal (cf.Gambino,1996) que en el mejor de los casos proporciona una imagen fracturada del pasado. Más aún, la definición del Post-Fordismo como "no-Fordismo" pareciera estar construída por condiciones "pre-Fordistas" (cf.Bellofiori,1997). La comprensión no crítica del período post-1945, lleva a dos conclusiones: Primera, se dice que el Post-Fordismo plantea el problema de la sobrevivencia con ahinco, lo que lleva a retratar al Fordismo como un pasado dorado, como nunca fue. Segunda, la imagen de un futuro Post-Fordista pareciera fundarse en precondiciones "Pre-Fordistas": las luchas del neoliberalismo

Para resolver las contradicciones persistentes de la economía mundial contra el telón de fondo de una acumulación de deudas impagables, desempleo en masa, quebrantos sociales, baja inversión,etc., provocadoras de levantamientos sociales que en algunos casos llevan a regímenes bárbaros. Esto es, en resumen, como Polanyi resume las condiciones de comienzos de los 30s. Hirsch proporciona una imagen de la globalización que es similar a la que dibuja Polany para los 30s. ¿Sería exagerado decir que Hirsch retrata la tragedia de los 30s como la farsa de los 90s ?

De acuerdo con Hirsch, la globalización socava las bases de la democracia, la capacidad reguladora, y restringe la soberanía política del estado nacional (p.95). Este punto de vista no sólo sobreestima, como ya se ha dicho, la habilidad del estado para regular las relaciones sociales capitalistas, sino que también contradice la agenda de investigación de Hirsch: la noción del estado de competencia entraña un estado fuerte y "activo" que busca aprontar a su territorio para la inversión de capital. La diferencia con el estado de competencia de la era Pre-Fordista pareciera estar en que en el estado de competencia post-Fordista éste está sujeto a las demandas del capital global en tanto entidad territorial fija, en tanto el viejo estado de competencia Pre-Fordista trataba de viajar con su capital expandiendo su territorio a través de guerras y conquistas imperiales (pp.107, 169). Sin embargo, para Hirsch la globalización post-Fordista no sobrepasa al estado nacional porque para él "es el mismo estado el que adopta las políticas neoliberales de globalización (p.90). Contrastando con Hirsch, esto implicaría que las habilidades "reguladoras" del estado no se habrían tornado redundante, sino que más bien se enfatizan. El argumento de Hirsch pestañea: El Fordismo se identifica como regulado por el estado nacional. Pero a cambio cuando el Post-Fordismo se construye como el opuesto del Fordismo, la política reguladora Post-Fordista se caracteriza sólo como el estado fuerte que proporciona un respaldo de fuerza a la operación del libre mercado. Sin embargo, esta política de respaldo no puede identificarse, como pareciera sostener Hirsch, con la pérdida de la llamada capacidad reguladora del estado. El mismo Hirsch alega que los estados de competencia buscan mobilizar los recursos dentro de sus territorios, incluyendo a sus pueblos, para cumplir con los dictados del capital "global" en busca de localizaciones que le proporcionen ganancias. Sin embargo, para Hirsch este tipo de mobilización encuentra el rechazo ya que no convoca a un capitalismo justo, social y ecológicamente responsable. Esto es como si el mundo fuera analizado de acuerdo a las demandas normativas de un breviario de buena conducta, en vez de hacer todo lo contrario: ir del mundo de la explotación al libro de texto (cf.Marx,1973, p.90).

Para Hirsch, la globalización lleva a un nuevo sistema socio-político de poder político (Herrschaft), que define en términos de un "totalitarismo al nivel de la sociedad civil" (p.161)

Se ve a este sistema como intentando reforzar la relevancia de la tesis de Marcuse en El Hombre Unidimensional. Sin embargo, para Hirsch este Hombre es la base del desarrollo de la forma Post-Fordista de sociedad (p.161) . de modo que alli no sólo no hay alternativas para el sistema capitalista (p.88), sino que además se da una sobreproletarización de la existencia humana ya que toda práctica humana no conduce sino a la uni-dimensionalidad (p.181). Esto implica, según su argumentación, que la humanidad ha llegado a ser nada más que un apéndice, o un factor humano de las fuerzas del capital global (p.181).

En tanto las relaciones sociales entre la gente se tornan en apéndices unidimensionales de la reproducción capitalista, la globalización ha mostrado la habilidad inherente del capital para superar las crisis de productividad (p.180). De si la crisis de productividad ha suido efectivamente superada, es por supuesto algo sugeto a dura controversia, y hasta se podría sostener que Hirsch es culpable de confundir la autorepresentación del capital con su realidad. No hay duda que la birguesía "no puede existir sin revolucionar permanentemente los instrumentos de producción, y con ellos al conjunto de la sociedad" (Marx/Engels,1974,p.70). Hirsch pareciera confirmar esta visión. Sin embargo, en contraste con Marx, el argumento de Hirsch es parcial ya que su agenda de investigación se basa en la presunción de que "el poder del trabajo vivo como un todo está absolutamente subyugado a la imparable marcha de la acumulación: en pocas palabras, a plazo mediano o largo, el progreso del capital está destinado a continuar, mientras sus críticos se disuelven en el horizonte" (Gambino,1996,p.44). Para Hirsch, la lucha de clases es, en primer lugar, "la lucha entre capitalñes particulares y fracciones del capital... En contraste, el resultado de la lucha entre el capital y la clase obrera (ya) está prefijado, el único problema es cuanto servicio social y cuánta represión se necesitarán para asegurar la subordinación de la clase obrera" (Clarke991,p.16).,En pocas apalabras la proposición de Hirsch de que el capital es capaz de superar las crisis de productividad se sigue de un saber convencional. Sin embargo, en contraste con la crítica marxista del capital, su agenda de investigación se interesa solamente en la permanencia de la estructura económica y política a través de la cual puede subsistir la explotación y la dominación del trabajo.11 El poder productivo y subversivo del trabajo que –es sin embargo pervertido—constituye la relación de capital que permanece al margen de la teoría y del conocimientoi. Una comprensión del "capital" como algo que depende del trabajo se rechaza porque, para él, la relación de capital es fundamentalmente una relación entre capital y capital. y no entre capital y trabajo. Así, las huelgas y otras expresiones del descontento de la clase trabajadora son de menor significación para el desarrollo del capitalismo que el conflicto entre diferentes "fracciones" del capital. Entonces Hirsch acusa a los proponentes de "la cuestión laboral" como problema de luchas de clase, de una incomprensión de la estructura y de la dinámica del capitalismo Post-Fordista (p.173).

Su libro no sólo presupone la insignificancia de la "cuestión obrera" para el desarrollo contemporáneo del capitalismo, sino que a la vez muestra una gran confianza en el sueño imposible del capital.

Sin embargo, aún cuando la globalización parecía haber solucionado la crisis de la acumulación capitalista, el grado preciso de "represión social" hasta ahora no se ha decidido. Esta es la base de la propuesta de Hirsch en el sentido de que la izquierda debería adoptar la estrategia del "reformismo radical". Esta estrategia se dirige en contra del proyecto de globalización del neoliberalismo que pronosticaba un proceso de des-democratización (p.170). La globalización del capital y "la guerra económica" consecuente entre los estados para atraer y mantener la producción dentro de sus territorios, entraña la creación de una democracia encorvada, o de una democracia de baja intensidad (p.169). La "constitución democrática" del Fordismo se presume contra toda evidencia provista por aquéllos que la democracia en los hechos se ha desgastado después del período de post-guerra, incluída la edad de oro del Fordismo (Agnoli 1967/1990). El argumento de Hirsch es inconsistente: en su escrito sobre el Fordismo él apoya la propuesta de Agnoli y así arguye que su carácter "democrático" es algo "limitado". Sin embargo, cuando trata de pintar los efectos sobre la democracia de la globalización Post Fordista, alega que el Fordismo fue un período en donde el capitalismo se permitió desarrollarse democráticamente (pp.94-95). No pareciera haber caminos de salida para los misterios del Fordismo.

Se ve al neoliberalismo como un proyecto de des-democratización que se efectúa a través de la globalización (p.99). Hirsch señala que los mismos gobiernos nacionales desencadenan la ofensiva de globalización capitalista en orden no a disolver a los estados nacionales sino de destruir al keynesianismo y con él al modo Fordista de regulación centrado en el estado (p.90). Esta destrucción permite a los gobiernos nacionales declarar que el espacio de maniobra socio-político queda limitado poir la globalización, permitiéndose asi una integración selectiva de los intereses sociales, minando con ello la extensa integración social del Fordismo a través de sus programas comprhensivos de regulación socio-económica (p.181). En sus propias palabras, el conflicto social es demasiado pluralista y fragmentado para producir un impacto democratizador sobre el desarrollo capitalista (p.181). Así, la estrategia neoliberal de globalización se propone resolver la crisis del Fordismo no sólo a través de la renovación de los fundamentos de la ganancia capitalista, sino también restringiendo los costos económicos de la democracia. La concepción neo-liberal de la democracia se basa en criterios de mercado tales como eficiencia, efectividad y economía. De ahí su noción de democracia de baja intensidad: la democracia en los estados de competencia se preocupa solamente con completar los detalles de una manera efectiva, dejando el gran diseño al desarrollo socio-político del mercado. La flexibilización y la desregulación/liberalización son vistos como medios para efectuar un proceso de reestructuración mundial que asegure las condiciones propicias para la explotación (p.104) y subordine al estado nacional más efectivamente a los dictados del mercado (p.139). El mercado mundial viene aasi a ser el medio por el cual los estados nacionales, sobre su propia iniciativa, se ven compelidos a establecer democtracias de bajo costo. El nuevo totalitarismo de la sociedad civil queda provisto de "legitimidad": no hay alternativas para la rebaja de los costos, el desempleo, la desregulación y los limites salariales. Nadie puede ser acusado de deteriorar las condiciones ya que todo parece derivar de la mano invisible "personificada" por el capital global. En resumen, la imagen en espejo del proyecto neoliberal de un mercado social individualizado donde el codo habla sin cuidarse de los costos, es el estado de competencia que se acomoda a las condiciones del apartheid global imponiendo el aparteid sobre su población a fin de resultar exitosos en "la guerra económica".

La Emancipación como Renovación Democrática: Nuevos tiempos para la Izquierda.

Se arguye que aunque al presente no existe alternativa al capitalismo, la tarea de intervenir en la transformación post-fordista del capitalismo es urgente. La intervención ha de asegurar la humanización y la democratización del post-Fordismo (cap.V). Hirsch se preocupa así de las condiciones y de las bases institucionales de la democracia más allá del estado de competencia neo-liberal (p.9). Oferta su concepción de un "reformismo radical" como la alternativa política que la izquierda radical, supuestamente no política, debería abrazar en vez de una crítica negativa al capitalismo. Su preocupación es transformar la crítica negativa en una constructiva, positiva, una crítica que si debería tener un impacto real en el desarrollo del capitalismo (pp.9-10)13 . De ahí su problema: quien ha de hacer qué a fin de crear condiciones de relaciones sociales relativamente razonables, libres y justas, más allá del proyecto neo-liberal de una sociedad civil totalitaria (p.9). la anticipación de nuevas formas de democracia "inter-nacionalizada" se concibe como un problema de sobrevivencia. (p.10).

Mientras Hirsch ve al post-Fordismo como inevitable e iiireversible, subraya que la versión neo-libetral del post-Fordismo no lo es. De lleno él declara que un modo de reguklación convincentemente post-Fordista en un nivel nacional e internacional, ya ha fallado en materializarse (p.174), un bloque hegemónico post-Fordista no ha emergido hasta la fecha (p.184), y la estructura post-Fordista permanece inconclusa y todavía puede ser moldeada por el conflicto social (pp.183;186). Así, como argumenta en el capítulo V, la fuerza coercitiva del mercado mundial, junto con la creación del estado competitivo post-Fordista, no se ha desarrollado de un modo tan agudo como lo sugiere su prognosis como un desarrollo catastrófico (p.196) Mientras sus primeros análisis enfatizaban que el estado nacional se sostenía como un poder regulador (pp.10,94ff), ahora insiste que tal escrito sobre el socavamiento de la capacidad reguladora del estado nacional pertenecíaa la propaganda (p.196)! El estado nacional, entonces, permanece como la base de la renovación democrática, y nuevas formas de democracia internacional han de basarse en los proyectos democráticos nacionales.14 Más aín, la transición post-Fordista del neo-liberalismo no es estable (p.169) Entonces, para Hirsch, el proyecto neo-liberal de fuerzas de mercado desencadenas no ofrece una solución a la crisis del Fordismo puesto que es inherentemente débil (p.170). El neo-liberalismo fracasa en movilizar, en una escala global, el acuerdo social y la sumisión con una política de apartheid (p.173). En este contexto, se refiere a los zapatistas para apoyar su punto de vista de que la idea de revolución está fuera de época, de que el neo-liberalismo es inherentemente débil, y que la democratización es urgentemente requerida --para Hirsch, los zapatistas ejemplifican lo que un movimiento democrático debería parecerse (pp.204-5)

En el marco conceptual de Hirsch ¿cuáles son las fuerzas y dónde está la agencia reformista radical que es capaz de moldear el desarrollo capitalista de una manera democrática? Hirsch evade una respuesta directa, y proporciona en vez, un largo listado de lo que el reformismo radical ha logrado para asegurar la sobrevivencia global. Para Hirsch, la crisis del Fordismo y la transición al Post Fordismo, han lleva a una profunda fragmentación social, y como él lo ve, los antagonismos sociales del racismo, sexismo, nacionalismo, y ese antagonismo presentado por la relación capital-trabajo, han resultado en una red confusa de fuerzas sociales que, por razones estructurales, no logran un acuerdo de acción concertada. En vez de eso, argumenta, ellas parecen vincularse antagónicamente, unas con otras (pp. 130-31). Él acusa al reformismo radical de no haber ido más allá de estos fragmentos. Frente a tal multitud de antagonismos sociales, concede que la tarea de construir un programa viable, que satisfaga las diversas demandas a niveles nacionales y globales, es muy difícil (p.190).

De acuerdo con Hirsch, el reformismo radical incluye políticas y luchas institucionales y extra institucionales (p.199). El objetivo del reformismo radical es el de crear formas de control político y reformar el marco social y político dentro del cual, la dinámica de acumulación capitalista pueda desplegarse de modo relativamente estable (pp.183, 195). La tarea del reformismo radical es esencialmente el politizar lo económico y repolitizar lo político (p.204). Sin duda, Hirsch llega al extremo de argumentar que el programa de reformismo radical ha de ir más allá de la configuración del estado (p. 194). En suma, el reformismo radical parece proponer ir más allá de la separación burguesa entre lo pólitico y lo económico. Si bien esta propuesta sin duda pertenece a la tradición revolucionaria, el problema con la demanda de Hirsch es que: esta "revolucionaria propuesta" es encargada sólo de reformar las estructuras institucionales que supervigilan la explotación del trabajo. El reformismo radical solamente propone un marco reconfigurado, dentro del cual, la acumulación capitalista pueda subsistir. De este modo, el reformismo radical no está preocupado de superar la separación burguesa entre lo político y lo económico. Sólo quiere recomponer las estructuras: sus propuestas permanecen silenciosas sobre el problema de la propiedad privada y el control capitalista sobre el trabajo y falla en levantar la cuestión de la autonomía social frente a un estado que abraza y lo penetra todo. De este modo, en el interior de las relaciones sociales capitalistas, la politización del estado y de la economía implicaría que "la autonomía social" ha de ser sacrificada a favor de un modo de regulación omni abarcante. 16 En esencia, Hirsch reformula el concepto gradualista de la socialdemocracía y de la transformación evolucionista del capitalismo en donde las relaciones sociales son reguladas amablemente --pero no menos firmemente-- desde la cuna a la tumba. 17

Esta concepción gradualista del cambio histórico, proporciona algunos indicios a cerca de la estructura organizacional de reformismo radical. Argumenta que la globalización ha conducido por un lado, a dar una gran importancia a la ciencia: nunca como ahora, la sociedad ha estado tan basada en la ciencia (Verwissenschaftlichung der gesellschaft) (p.199). Esto significa por un lado, que los medios tradicionales al alcance del estado para regular las relaciones a través del dinero y la ley, ya no son suficientes y efectivos. Para hacer efectiva la "cientificación" de la reproducción capitalista requiere la activa participación de la población en la modelación del desarrollo socioeconómico (p.199). Para Hirsch, la participación activa es sin embargo, constreñida, ya que la globalización y el Post Fordismo se fundan en las relaciones humanas como relaciones entre cosas como la forma más completa (pp.161, 181). La regulación efectiva del Post Fordismo ¿dependería ésta de la ingenuidad del "hombre Unidimensional?" O tal vez, ¿sería el caso de que la regulación de la reproducción capitalista basada en la ciencia, sólo permitiría a los expertos científicos escapar del Unidimensionalismo, permitiéndoles aprehender la irracionaldidad del capitalismo de una manera justa y correcta? Pareciera como si la reproducción de la sociedad basada en la ciencia planteara la posibilidad de alcanzar una organización humana y más racional de la reproducción capitalista. Sin embargo, ¿podría una reproducción social más científica evitar la destrucción creativa de la acumulación de dinero sin el desempleo de obreros reales, la destrucción de comunidades, y la mayor destrucción del medio ambiente ?

Hirsch proporciona una compleja lista de requisitos esenciales requeridos para la democratización: una constitución verdaderamente democrática que enfatice valores concretos, positivos, constitucionales en contraste con declaraciones de derechos de intento re abstractas, formales y predefinidas, de derechos puramente negativos; una constitución que enfatice la soberanía del pueblo como un proceso abierto; la revisión de algunos principios básicos en la perspectiva de revisar los sistemas existentes de representación y sus aparatos institucionales a fin de alcanzar un máximo de participación. Más aún, la renovación democrática ha de definir reglas y procedimientos institucionales que estimulen la participación de todos los grupos sociales, a través de lo que podría se una forma de cooperativismo social. Esta concepción se resume como una política de "discusiones en mesa redonda" (p.201). Por último, reclama garantías constitucionales e institucionales para asegurar la cooperación social a través de estructuras políticas descentralizadas y federales (p.203). En pocas palabras, Hirsch hace un llamado por una "nueva constitución" (p.202) Solamente sobre esta base será superada la separación tradicional entre los derechos humanos y los derechos de los ciudadanos, y se puede redefinir su relación de una manera verdaderamente democrática (p.203). La noción de que el reformismo radical pudiera proveer una redefinición de las fronteras entre los derechos del ciudadano y los derechos humanos, lleva a que la separación entre lo económico y lo político no sea superada. Solamente reacomodada. Contra este telón de fondo, u silencio con respecto al más democrático de los experimentos de democracia, el de la comuna comunista, tiene sentido. Para Hirsch, esta profunda tradición democrática no merece tomarse en cuenta. Su demanda por propuestas positiva se limita sólo a aquellas tradiciones democráticas que presuponen una separación entre lo político y lo económico. En resumen, las propuestas reformistas radicales de Hirsch se enfocan sólo en la reestructuración de las estructuras en donde subsiste la explotación. Como lo establece, la tarea del reformismo radical es "expandir el control político y revisar las condiciones sociales de la dinámica de acumulación capitalista".(p.195)

El rechazo de Hirsch a la crítica negativa a favor de una contribución positiva, no le falta cierta ironía: se rechaza la crítica negativa como despolitizada, ya que al presente no existe un sujeto revolucionario. Por eso, él propone un reformismo radical. Desafortunadamente, el movimiento reformista radical pareciera existir de la misma manera que el movimiento revolucionario: está ausente. De acuerdo con Hirsch, todo lo que se requiere para hacer viable al movimiento reformista radical es un movimiento comprehensivo y radical más allá del sistema de estado nacional (p.204). Como esos que son criticados por Hirsch por buscar un nuevo sujeto revolucionario, Hirsch anda a la búsqueda de un movimiento democrático que adopte el reformismo radical. Ante la ausencia de un sujeto democrático, el reformismo radical de Hirsch aparece como una encarnación del Zeitgeist. Y mientras el Zeitgeist permanece entretenido en las aclamaciones de lo espiritual, Hirsch, como un visionario, se dedica a hacer propuestas constructivas para la superación del neo-liberalismo. El programa reformista radical ya está allí, y lo único que falta es un movimiento democrático que lo lleve al poder político (p.204). Sin embargo, desde que el Post Fordismo es el capitalismo donde surge el hombre uni-dimensional, no será que se les aparece solamente a aquellos que profesionalmente tienen una profunda comprensión de las bases científicas de la sociedad y son capaces de realizar la tarea de sentarse en una mesa redonda ? El argumento de Hirsch , en vez de mostrar el poder del análisis marxista, reivindica a Weber, en su concepción de la política como vocación, esta vez para aquéllos cuyo espíritu no ha sido corrompido por el poder del uni-dimensionalismo post-Fordista.18 En breve, el antagonismo social entre el capital y el trabajo es rebajado a una concha conceptual vacía, y reemplazado por "un campo de tensión" entre, el laissez-faire neo-liberal por un lado, y la regulación reformista radical por el otro. No se plantea el problema de quien regula a quien.

Conclusión

No hay duda de que el capitalismo ha cambiado durante los últimos treinta años, desde la ola de movilizaciones que culminaron en Mayo de 1968. 19 Sin embargo, no se trata de estas luchas en la obra de Hirsch. Aunque enfatiza el significado de la lucha de clases para el desarrollo del capitalismo, su argumento permanece esencialmente reduccionista en su método y en sus concepciones sociológicas.20 Es reduccio0nista porque Hirsch concibe al "capital" de una manera apriorística; presume un sujeto capitalista cuya existencia y poder derivan de principios que quedan más allá del juicio crítico. De ahí su sociologismo: fuera del "capital" está el mundo realmente existente de una humanidad fragmentada. Mientras el capital reina incontestado, las relaciones entre la gente son sólo las de intereses entre grupos específicos. El espacio humano se concibe sólo en términos de una sociología del conflicto. Hirsch traduce, parafraseando a Adorno (1975) , conceptos dialécticos, tales como el trabajo, en conceptos de la clasificación sociológica, creando la creencia de que el desarrollo histórico se basa en un sujeto universal, el capital. En otras palabras, "el capital" no es visto como una relación social antagónica. El trabajo es concebido sólo en la forma de salarios determinados por una posición económica (p.133), esto es en términos de la concepción fetichista de la mercadería-trabajo, definida por su fuente de ingresos. 21 Así, la lucha de clases se percibe en términos de una concepción pluralista de las relaciones sociales, una concepción vastamente criticada por Marx en su Fórmula Trinitaria: el capital genera ganancias, la tierra da rentas, el trabajo produce un salario (Marx,1966,cap.48)

Más aún, el entendimiento del trabajo en su forma pervertida de trabajo asalariado, lleva por fuerza lógica a un catálogo de antagonismos sociales tales como racismo, patriarcado, etc. 22

No hay duda que éstos son de gran importancia y que Hirsch tiene razón en enfatizar su significado en la reproducción de las relaciones capitalistas de producción. Sin embargo, en Hirsch, la concepción pluralista del conflicto social ya supone su solución: el reino supremo del capital. Para Hirsch, los conflictos sociales se derivan de las contradicciones estructurales del capital y están firmemente constituidas por, y embebidas en el marco estructural provisto por el capital. El trabajo de Hirsch depende del énfasis de Althusser en la determinación estructural de la acción social: "es siempre el mismo capital, y las estructuras que impone 'objetivamente' en las espaldas de los protagonistas, lo que pone en movimiento las condiciones decisivas de la lucha de clases y de los procesos de crisis" (Hirsch/Roth, 1986, p.37). Tal visión lleva fácilmente a una conclusión que no es excluida: las luchas contra el desarrollo del capitalismo no tienen futuro. La proclamación de Gambino (1996, p.45) que "para los regulacionistas, las huelgas, las campañas y los conflictos en el punto de la producción, son percibidos en términos del espectro pre-político, que va desde las curiosidades interesantes (de las que no puede esperarse que las investigaciones universitarias presten atención), a los fenómenos residuales" que son bien fundamentados. Sin embargo, esto ha sido colocado fuera de lugar: Hirsch ha enfatizado una y otra vez que "tenemos que despedirnos de algunas concepciones políticas y de la lucha de clases anacrónicas, y que tenemos que complementar teóricamente a Marx con Weber (véase a Hirsch, 1984). De esta manera, la crítica de las relaciones sociales capitalistas de Marx tiene que ser combinada con el apoyo de Weber al principio de la organización racional --como si la crítica de Marx apenas fuera nada más que un análisis crítico de los elementos irracionales del capitalismo que pueden ser superados por una organización buena y racional.

En suma, como Clarke ha demostrado (1991, p.49), la agenda de las investigaciones de Hirsch siempre han sido fieles "tanto política como teóricamente a la 'perspectiva sociológica' de la escuela de Frankfurt {representados por Offe y Habermas} con la que él comenzó". Aún más, ya que para Hirsch el capital ha sido siempre el que pone en movimiento las condiciones decisivas de la lucha de clases, no sorprende que el perfil del proyecto neo liberal del estado competitivo Post Fordista pareciera como si hubiera sido leído en libros de mercadotécnia o revistas empresariales. Sin embargo, el trabajo de Hirsch no debe ser descartado --por el contrario, debe ser tomado seriamente, pues: la proyección del Post Fordismo, como un sistema global del apartheid es sin duda, una posibilidad escalofriante, Y esto no se debe a la "globalización", sino a que esto está "inscrito" en relación con el capital desde sus inicios. El salvajismo de la acumulación primitiva no es sólo una presuposición capitalista, ya que también constituye su reproducción a través la acumulación expansiva del capital: 23 las relaciones sociales capitalistas dependen de la separación del trabajo de los medios de producción y subsistencia, y de su constitución como propiedad privada. Hirsch nos hace ver la urgencia de detener el "sacrificio de 'las máquinas humanas' en las pirámides de acumulación."(Gambino, 1996, p.55). A pesar de todo, para Hirsch, la tarea así formulada no es politizada. Esto hace que su trabajo y en general aquel de la ortodoxia de la globalización sea interesante, como un estudio que reivindica, parafraseando a Adorno (1973), la jerga capitalista como un destino manifiesto.

 

Reevaluación

Antes de tratar la noción de Hirsch sobre globalización, es importante notar que subsiste la relación capital, desde su comienzo histórico, como una relación global. Según Marx, "el mercado mundial es el presupuesto del todo y de su subtrato" (Marx, 1973 pp.127-8). No hay nada nuevo en eso del carácter global de las relaciones sociales capitalistas. Una temprana caracterización del "estado como un estado de competencia" puede encontrarse en los escritos del economista clásico Ricardo. El insistía ya en 1821 que el estado "no debería tratar de proteger los empleos interfiriendo con la inversión, ya que "si no se permite al capital obtener los más grandes ingresos netos, que le permita el uso de la maquinaria, se kla llevará para afuera, produciendo un serio desaliento en la demanda de trabajo" (Ricardo, 1995, p.39). Marx hace eco de este punto en su crítica de la economía política cuando muestra que la sociedad burguesa está concentrada en la forma del estado y que el mercado mundial es la conclusión, el sustrato de las relaciones burguesas.

Más aún, no se ve sólo "la globalización" de la competencia como habiendo creado el mercado mundial, sino que también, "produciendo la historia mundial por primera vez, en tanto que hace a todas las naciones civilizadas, como a cada miembro individual de ellas, dependiente de todo el mundo para la satisfacción de sus deseos". (Marx/Engels, 1974, p.78). Es a través de la dimensión global de la relación de capital como se impone la dura mano de las formas del valor sobre los estados nacionales, determinando de este modo, el carácter de clase del estado. "La implicación inmediata es que, el estado nación no se levanta por encima del capital, ya que el capital es un fenómeno global. Esto significa que no puede levantarse por encima de la ley del valor, para imponer una forma "política" de regulación alternativa sobre la producción capitalista, como dice Hirsch que puede ocurrir, ya que la ley del valor se impone sobre los estados nacionales, del mismo modo como se impone sobre los capitalistas individuales, a través de la competencia internacional (Clarke, 1991, p.54). Así, la crítica de la economía política, con los argumentos de Hirsch, no puede ir más allá de la perspectiva del estado nacional y de su economía nacional. Según Von BraunMuhl (1976, p.276) "cada economía nacional solamente puede ser conceptualizada de modo adecuada como una específicamente internacional y como, como parte integrante del mercado mundial. Al estado nacional sólo se le puede ver en esta dimensión. La relación del estado nacional con la "sociedad" siempre ha estado constituida como una relación entre el estado nacional y la relación global del capital, esto es, el antagonismo de clase entre el capital y el trabajo. Es ésta la dimensión global "en donde todas las contradicciones entran en juego" (Marx, 1973: p.227). Las relaciones capitalistas globales, lejos de ser un fenómeno nuevo, han sido un momento constitutivo del "estado" desde sus comienzos (Burgham, 1995).

La noción de la globalización Post Fordista de Hirsch es convencional: se ve la base de la globalización en el avance tecnológico, incluyendo los sistemas de comunicación y medios de transporte; la globalización económica en términos de una flexibilización internacional del "capital"; la apertura política del capital y de los mercados financieros; y por último, la creciente regionalización (p.103). Más aún, se dice que el movimiento a escala mundial del capital, ha creado y reforzado "una multitud de capitalismos nacionales" (Hirsch, 1989, p.92; ver también Hirsch 1995, parte I). De este modo, el estado nacional no se concibe como un nodo a través del cual las relacione globales de producción adquieran significado y definición política. Más bien, hay diferentes capitalismos nacionales amarrados juntos en diferente grado y con implicaciones divergentes en relación al "capitalismo" global. A pesar de la globalización, el estado nacional sigue siendo para Hirsch, el principal punto de referencia. Este punto de vista neo realista, refuerza un entendimiento de la separación de lo político de lo económico: lo político es percibido como doméstico, y lo económico como global. Los estados nacionales no están sin embargo, aislados unos de otros, sino que subsisten a través de la acumulación de capital en una escala global (Holloway, 1995). Esta concepción es la premisa en el entendimiento de lo político y de lo económico como "distintos-en-la-unidad" (sobre esto Bonefeld, 1992). En contraste, la aproximación de Hirsch se basa en la concepción errónea de que la relación de capital existe en una separación estructuralmente precondicionada de lo político y de lo económico (Clarke, 1991). Su concepción pluralista de una multitud de capitalismos nacionales y su fragmentación pluralista de los antagonismos de clase entre el capital y el trabajo en una sociología de los antagonismos, solamente sirve para reforzar la percepción de que su propuesta de un "reformismo radical" está mal equipada para comprender las bastas implicaciones de la crisis de la acumulación capitalista en el último cuarto del siglo. Las limitaciones del reformismo radical, y del libro de Hirsch como un todo, están en que aceptan la fetichización de la lucha de clases en distintos canales económicos y políticos, lo que lleva a imaginar la posibilidad de transformar la sociedad por la sola conquista de las instituciones políticas. Es característica del reformismo, en resumen, aceptar la ideología burguesa. 24

Postdata

La atracción del "reformismo" yace en su tentativa constructiva de hacer del mundo un mundo mejor sin desestabilizar las relaciones de explotación. Sin embargo, "en la miseria de nuestro tiempo, encontramos lo positivo solamente en la negación" (Agnoli, 1992, p.50). Para Hirsch, tal punto de vista es profundamente anacrónico. ¿Cuál sería su respuesta si estallaran rebeliones; o si solamente los obreros fueran a una huelga para pedir mejores condiciones? ¿Sus huelgas serían tildadas de anacrónicas, y por ello de despolitizadas y por tanto contraproductivas para el proyecto reformista radical de democratizar la intervención del estado, incluyendo la regulación democrática de la ley y del orden? Su negación de "el rol histórico de la razón, que en cualquier época ha provocado insubordinación y destruido horrores" (Agnoli, 1992, p.44) es sin lugar a dudas, estremecedor. Los intentos de descartar la crítica negativa en favor de propuestas democráticas constructivas por una explotación del trabajo justa, socialmente responsable y balanceada, se encuentra con la paradoja de que el esfuerzo por humanizar, presupone condiciones inhumanas. Humanizar las condiciones inhumanas, arrastra no sólo al remiendo, sino también al sostenimiento del status quo.

 

Notas

  1. Todas las referencias a páginas son de Hirsch (1995).
  2. Críticas al trabajo de Hirsch, véase Bonefeld (1991); Clarke (1988/1991; 1991); Gambino (1996); Holloway (1991); y Psycchopedis (1991).
  3. Sobre esto: Mandel (1987),Narazzi (1975), Bonefeldd (1993, 1995), y Bonefeld/Holloway (1995).
  4. La perspectiva de Hirsch es una imagen de espejo de la visión marxista ortodoxa que ve la ley sobre la tendencia a la baja de la tasa de ganancia como la ley del colapso inevitable del capitalismo Grossmann 1929/1992). Para Hirsch, es sólo el vehículo para la inevitable reconstrucción de la explotación y dominación capitalista.
  5. Para una crítica de la periodización de la 'forma de estado' de acuerdo a 'las funciones regulativas' acrecentadas por el estado, vea a Clarke (1992).
  6. Sobre esto, vea a Hirsch (1980, 1991ª).
  7. La conceptualización de Hirsch es a lo menos inconsistente. En su capítulo teórico sobre la forma del estado capitalista, él argumenta que la función del estado es asegurar las condiciones políticas para el buen funcionamiento de la acumulación capitalista. Ya que esto es, de acuerdo a Hirsch, la determinación funcional del estado capitalista, su advertencia de que el estado competitivo será fiel a su determinación funcional no tiene sentido.
  8. Vea el volumen editado por Bonefeld y Holloway (1995) para una análisis de clase de esta proposición. Allí, el argumento es que el trabajo, más que ser sobrepasado, es la raíz de los problemas del capitalismo debido a su continua insubordinación.
  9. Sobre la operación global del capital en la segunda mitad del siglo XIX, vea a Clarke (1988).
  10. Sobre esto: Clarke (1988/1991; 1991b); Bonefeld (1991); Bellofiori (1997).
  11. Vea nota al pie de página 1.
  12. Sobre esto, Bonefeld (1995b).
  13. La caracterización del conflicto como un conflicto constructivo es intrínsico a la noción de una sociedad pluralista y ha influido en el estudio de una gran cantidad de campos, tales como el de relaciones industriales y las teorías sobre la democracia parlamentaria. Comprender la noción de que el conflicto es endémico a la sociedad pluralista no significa que el conflicto deba ser provocado. Significa que tanto los reglamentos, los procedimientos y las leyes son invocados, los que regulan el conflicto y a través de los cuales el conflicto puede expresarse en forma constructiva. Una teoría sobre la funcionalidad del conflicto fue presentada por ejemplo, por Coser (1956) y ha sido desarrollada dentro de los marcos marxistas por Poulantzas (1973) del que depende Hirsch. Sobre esto, vea Agnoli (1990, 1992).
  14. Para mayor clarificación, vea Held (1991, p.158): La democracia 'ya no puede ser elaborada como teoría sobre las políticas de territorialidad solamente, ni tampoco puede el estado nación desplazarse a ser el punto central de referencia'.
  15. Hirsch alude a los zapatistas como una forma de resistencia post modernista (p.204). Este punto de vista es sintomático. El tratamiento post modernista de la resistencia como 'significado vacío' (Laclau, 1994) permanece como un recordatorio de que para los regulacionistas, 'el capital' es el único asunto significativo.
  16. Por supuesto, 'la autonomía' es un concepto altamente poco claro. Sin embargo, dentro del propio marco conceptual de Hirsch, la autonomía social es importante. Y esto no es porque él proyecte la autonomía en términos de una demanda revolucionaria de autonomía social y de allí, la abolición de la forma del estado. Su concepción de autonomía se construye en términos de una autonomía social dentro del capitalismo. Esto se vincula con el término 'estratificación' que implica que hay algo fuera de la supervisión reguladora del estado y que este algo, está más y más sujeto al abrazo amoroso de una extensa seguridad estatal. Pareciera que la búsqueda de politización de parte del reformismo radical, tratara de reemplazar la 'mala' estratificación social del neoliberalismo, por la 'buena' regulación de la nueva ciudadanía.
  17. Véase el concepto de Nftali (1928/1969) sobre la democracia industrial y las visiones socialdemócratas de un capitalísmo justo y bueno basados en los derechos de ciudadanía para toda la sociedad. Tal 'politización' se bate contra la desintegración revolucionaria y trata de subsumir lo potencialmente subversivo a la obligación de responsabilidad. ¿Llegará la concepción de Hirsch de la economía politizada hasta subsumir a los obreros bajo la misma obligación y transformar así su descontento potencial en aceptación responsable de la explotación eficiente de su fuerza de trabajo, se requiere a fin de soportar la competencia capitalista global?
  18. Véase Weber (1984, p.330) sobre el rol y función de los inteletuales: "El estado... espera orientación de los grupos sociales especiales para su apoyo y disposición de sus políticas en cuestiones económicas y políticas. Y delmomento en que los investigadores pertenecen al segmento dominante de la sociedad... ellos tienen un interés natural en un sistema que los privilegie".
  19. Sobre esto ver: Bonefeld / Holloway (1995); Inegri (1988, 1989, 1992).
  20. Véase Clarke (1991); Psychopedis (1991); Bonefeld (1992).
  21. Para una crítica de tal punto de vista, véase Bonefeld (1995b) y Holloway (1995c).
  22. La sociología de los antagonismos sociales de Hirsch niega la visión de que los misterios teóricos encuentran su solución en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica. (c.f. Marx). En la economía política clásica, se entendía la sociedad en términos de su constitución económica. Sobre esto, la declaración clásica es provista por William Robertson (1890, p.104) que sostuvo que "en toda investigación que se interese en la operación de los hombres unidos en sociedad, el primer objeto de operación ha de ser el modo de su subsistencia". Aunque esta afirmación molestará a algunos como extremadamente reduccionista, es sin embargo, una verdad decir que sin abrigo, viviendo, ropa y otros placeres materiales, cualquier investigación post modernista sobre la no existencia de relaciones sociales definidas, sería absolutamente imposible. Parafraseando a Bertold Brecht, el orden de las cosas es primero el pan, y despues la sociología post modernista.
  23. Como Marx lo vio, "la acumulación capitalista presenta como un proceso continuo lo que en la acumulación primitiva aparece como un proceso histórico distinto, como el proceso de emergencia del capital".
  24. Esto parafrasea una visión tomada de Holloway y Picciotto (1976).

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(artículo traducido por F.García, de su versión original publicada en  Common Sense -journal of the Edinburgh Conference of Socialist Economists, n. 22., pp.61-82)