UNA CRISIS MUY GRANDE: O EL AÑO DEL OSO.
Federico García Morales
Desde hace un par de años estabamos anotando que lo que muchos señalaban como una bondad extraordinaria, era la característica más crítica de la actual fase del capitalismo a escala mundial: la hiperinflación de la esfera financiera, aparejada con una infraestructura productiva y con mercados agotados. Y es así como desde octubre pasado, sucesivos desgarramiento de la burbuja financiera han ido precipitando lo que primero se describió como un estallido local, hasta lo que ahora es reconocido como una recesión generalizada, una fase depresiva del ciclo, la entrada a un período simbolizado en la jerga del mercado neoyorkino por la figura del oso. En otras terminologías se comienza a hablar de la entrada a una grave crisis.
La percepción corriente del problema no examina la economía mundial en su conjunto. Se priva con eso del placer de apreciar la operación global de la economía y del mercado capitalista en esta llegada de un nuevo siglo. Y se prefiere jugar con un modelo reactivo, (donde lo que ocurre en un lugar del mundo tiene mayores o menores efectos sobre otros lugares) y con un modelo en donde al parecer solamente son visibles los datos que provienen de las cotizaciones en las bolsas, y de los movimientos que realiza un puñado de especuladores.
De este modo viene a ser fácil decir: la culpa la tiene Japón, y será Japón el que nos saque del embrollo. O también, si el yen sigue firme todo seguirá firme.
Pero ya vemos que no es sólo el yen el que manifiesta una terrible incapacidad para sostenerse. Los rublos, ya de antes de la crisis del yen estaban mal; los pesos mexicanos se han venido devaluando en casi un 100% desde 1994; las economías latinoamericanas ya no pueden con sus deudas externas; hace ya bastante tiempo que el sistema creado después de Breton Woods no está funcionando equitativamente; se ha estado dando una inmensa operación de desmontaje de los sistemas productivos para adaptarlos a una época de transnacionalización; los ensayos que han buscado sostener el financiamiento del sector privado en los países emergentes mediante la venta de bonos en los mercados centrales, hace meses que muestran serios deterioros... Es decir hay bastantes factores que llegan a esta operación global, mostrando signos de debilidad o de descomposición o de ineficiencia.
De todos modos, si es que Japón tiene la culpa de lo que pasa, estaríamos ante una situación en donde la economía mundial tiene muy pocas posibilidades de recuperarse, por lo menos al corto plazo, ya que como se dan las cosas, la propia economía japonesa no tiene visos de recuperarse. Su situación es extremadamente grave:
También es evidente que en este sector del mundo comienzan a imponerse condiciones deflacionarias, y en algunos casos las condiciones de la más abierta entrada a una crisis con todos los elementos que la caracterizan: parálisis productiva, disrupción de los mercados, falta de abastecimientos, desempleo, inflación, etc.
Otro gran sector es Rusia, en donde ya dos inyecciones del FMI no han logrado resucitar un mercado financiero que se encuentra en el nivel de la más completa anulación. Lo que llega a ser divertido, si no fuera bastante trágico, es la alegría con que los desesperados inversionistas de Occidente recibieron las declaraciones del binomio Yeltsin/Kyriyenco en el sentido de que "ellos" mantenían el valor del rublo.
En la clasificación globalizante, asoman también entre "las economías emergentes" las latinoamericanas, inmersas hasta estos días en la transnacionalizante transformación estructural dominada por el negocio de las privatizaciones.
Pero en el terreno de la crisis en marcha, estas economías van entrándole de lleno, con sus carteras en muy mal estado, sus fuertes deudas , la constitución burbujeante de sus mercados financieros, su corrupción y la enorme desventaja de los desempleos masivos, de las descapitalizaciones derivadas de la privatización y de la pérdida de valor de sus exportaciones principales. En el proceso de entrada a la crisis, los latinoeamericanos casi no aparecen como actores, porque vienen a ser víctimas.
A partir de la semana que se inauguró el 10 de agosto recién pasado, se da una afiebrada baja en los mercados mundiales. Y el desastre lo dirigió la propia bolsa de Nueva York, que perdió, comparando los puntajes del Dow en julio (9400) con los de ahora (8400) más del 10% de sus valores. En términos semejantes retrocedieron las bolsas de América Latina, y en términos un poco menores las de Europa. En Asia esto fue una catástrofe. Rusia debió paralizar.Los matices fueron puestos, claro está por las especiales condiciones de cada país. Hay cuales tienen sistemas bancarios y financieros más expuestos.
Pero no sólo se vieron afectadas las acciones. Ha habido corridas devaluatorias muy fuertes , y no precisamente del yen o del yuan, como mucho se decía. El yen, es cierto, retrocedió algunos centavos. Pero monedas como la mexicana, experimentaron devaluaciones cercanas al 10%.En Indonesia o en Singapur, las bajas fueron mayores. Y en lugares en donde se venían apreciando desde hace tiempo las capacidades milagrosas de sus economías, como en el caso de Chile, la bolsa se fue hacia números rojos, y las monedas también. Como un signo de que esos países están maduros para entrar en esta nueva realidad globalizante:la crisis.
Pero todo esto es casi una reacción ante perspectivas posibles. Todavía no son reacciones frente a realidades demasiado patentes. ¿Qué irá a ocurrir cuando realmente se de una fuerte devaluación del yen? ¿Qué pasará cuando China llegue a la evidencia de que no puede seguir descapitalizándose para sostener el yuan? ¿Qué ocurrirá cuando llegue a un nivel de real introyección de la evidencia de que la economía rusa es una catástrofe ambulante y su sistema financiero sólo un espectro? ¿Qué pasará cuando en el mercado americano no se logren despegar esos capitales que se han adherido a las inversiones institucionales y a los fondos mutuos como última tabla de refugio? ¿Qué ocurrirá cuando comience la desesperada lucha de los funcionarios para defender cualquier perspectiva de salvación bajando o subiendo los intereses? ¿Qué pasará cuando la extensa parálisis crediticia en muchos países empujen a la quiebra en línea? Estos escenarios no están muy lejanos.
En EEUU ya muchos comentaristas anuncian la llegada del "oso", y dicen que cuando llega el oso, se desploma a la mitad todo lo que reunió el "bull", el toro. Es decir, que podría perfectamente caer el puntaje Dow a menos de los 5000. Pero también está la otra experiencia, que viene a demostrarse en el costo monstruoso que ha tenido la recuperación capitalista cada vez que ha ocurrido una crisis. Y la apuesta vendrá a ser cuánto tendrá que pagar el mundo por ésta.
Nos falta, como conclusión , decir algo muy importante: la realidad económica que está tambaleándose, y quizás entrando al prólogo de su final, es la de la aclamada globalización. La globalización ahora puede verse en perspectiva, no como un mundo nuevo, sino como nuestro viejo conocido, el capitalismo, al que podemos reconocer por sus cojeras, por sus estornudos y escalofríos, si es que no queremos verlo como un sistema fundado en la explotación del trabajo y sujeto a crisis recurrentes y desvastadoras. En seguida, los sistemas que están en tan poco recomendable estado, se suponían funcionando de acuerdo a las reglas y modelados del neoliberalismo: al menos las intervenciones del banco Mundial, del FMI y del Grupo de los 7, para no hablar de los disparates de todos o casi todos los gobiernos del planeta, se hicieron de acuerdo a esta santa doctrina, y ahí pueden ver a dónde van llegando. Una de las razones para pensar de que esta crisis es imparable, es porque para empujarla vendrá a ayudar una buena cantidad de viejas recetas neoliberales. Los dioses ciegan a los que quieren perder.