LAS MURALLAS DE FLORENCIA

 

 

Federico García Morales

 

A los Ciuto Brandini de mañana y de pasado mañana.

 

"A Firenze si puó mal viver ricco senza lo stato" (II Magnífico).

 

 

TODA CIUDAD -piedras, adobes, puertas, murallas, lugares, pisa­das, sonidos, ¡y tantos caminos!- es un presente ininteligible sin los rastros de un pasado que, a veces, como en Florencia, es remoto.

 

"En ninguna ciudad que yo conozca, hay tanto "pasado útil" y aun en uso, no en el espíritu de conformidad piadoso, sino como una función continua de la vida diaria", dirá Mumford. Lo que no va en desmedro del orgullo con que el florentino pasea entre objetos, monumentos y edificios amohosados de le­yendas.

 

La materialidad más inerte de la ciudad estará constantemen­te recordándonos que nuestra vida cotidiana, nuestra pequeña historia, se engarza en una historia más larga donde nuestro ritmo vital encuentra su significado en una modulación más tre­menda. Este trabajo discurre entre estos dos tiempos de la his­toria; por eso parecerá a medias sociología y a medias pequeña anécdota.

 

Pero sigamos adivinando el pasado por entre el paisaje.

Allí está todavía el resto de la antigua muralla de la vieja Fiésole, la etrusca hermana mayor que sufriera un destino cruel; y el baptisterio de San Giovani -atribuido a Liutprando, uno de los azotes de Roma-; y la finísima capilla de San Miniato, que nos trae la piedad de aquel obispo lujurioso, magnífico, pero al fin arrepentido, que fue Hildebrando, y todos aquellos torreones que sobraron de una época donde las querellas de señores y repúblicos, de güelfos y de ghibelinos, de blancos y de negros, dieron su tono a la vida.

 

Debajo de la cúpula de Brunelleschi está el espectro de un Medici asesinado. Y está la vieja plaza romana, mercado y lugar de tantas ceremonias y autos de fe de una época más "progresista". ...Y los puentes del Arno, de alguno de los cuales la leyenda dirá que escuchó los pasos del propio julio César, que habría fundar Florencia.

 

Todo eso lo vemos todavía, y, positivamente, sobre esas rocas, mármoles y yesos, cubiertos por la limpia verticalidad del cam­panil de Giotto, se escabulló hace algunos siglos la sombra de Maquiavelo.

 

 

Maquiavelo. Su obra sólo es Florencia, y ya sabremos qué era Florencia. Su sabiduría era la de los florentinos. También es florentino en sus errores y hasta en su manera de manejar la his­toria -en la práctica y en los libros.

 

Para conocer de sus motivos y de sus racionalizaciones, es im­portante hacer un análisis de la historia florentina, del modo corno hoy la vemos, inevitablemente a través del espesor de nuestra propia historicidad.

 

Son muchos los que han aportado elementos decisivos para la construcción de este cuadro. Desde los cronistas corno Villani, y el mismísimo Maquiavelo, hasta Davidsohn y Schevill, Sapori y Genicot, y las investigaciones monográficas de orden econó­mico y social para el extenso período de la vida de Florencia y que aumentan de día en día.

 

Esta historia nos lleva a vislumbrar hasta qué punto Maquia­velo fue sólo el sintetizador de un espíritu que se reparte a lo largo de la historia florentina. Una síntesis que también volará como búho de Minerva al caer la tarde de ese espíritu. Y se transformará en carroña de eruditos.

 

I

 

La Florencia maquiavélica surge como el eslabón de una larga cadena de sucesos que se van organizando en función de un número de coordenadas cada una de las cuales sería preciso analizar en profundidad:

 

1. La organización productiva italiana a partir de las leyes agrarias de julio César;

El destino ulterior de Roma como sistema mundial y las revoluciones sociales del bajo imperio;

 

3. Los desplazamientos sociales y las disputas que llevan a la formación de las nacionalidades europeas;

 

4. El modo cómo se constituyen sistemas de explotación agra­ria diferenciados en la Italia Medieval y su evolución en relación, sobre todo, con el mercado;

 

5. Las corrientes monetarias y mercantiles que se desenvuel­ven desde la caída de Roma en adelante;

 

6. En relación con lo anterior, la estructura que adopta la "sociedad mediterránea" con sus nuevos ejes de poder econó­mico en Bizancio y en el Islam con sus conexiones continentales;

 

7. El curso -muy a menudo crítico- del desarrollo capitalis­ta europeo;

8. Las grandes disputas que tienen su centro en el imperio germánico, en el imperio mongol, y en aquéllas que llevan al surgimiento de reinos unidos en Francia y España;

 

9. Las contiendas entre las ciudades y comunas de la Tos­cana, y

 

10. Y expresando todo esto, el proceso social en el interior de las murallas de Florencia.

 

Si se saca alguna enseñanza de la historia florentina hasta la época de Maquiavelo, sería ésta: que no hay historia aislada. En este artículo trabajaremos con esta perspectiva alguno de los puntos señalados y relacionaremos otros.

 

 

 

II

 

Florencia tiene restos de tres murallas concéntricas, que, hasta donde las murallas significaron algo, encierran en sus ani­llos tres períodos distintos. Sin embargo, en un pasado más re­moto hay que contar otra muralla: la de Fiésole.

 

Esta cuarta muralla se debió a los primeros habitantes del Arno, de los que algo se sabe: los etruscos, que llegaron a Italia probablemente desde el Asia Menor en las inmediaciones del año 1000 a. C. Un pueblo que realizaría una extensa labor cultural y que serviría de eslabón a muchos otros; comerciaba el hierro de España y el oro y las joyas del Oriente. Fiésole fue un asentamiento etrusco y se rodeó de un contorno ciclópeo ("donde lo indispensable es la fortaleza, se prescinde de la her­mosura", diría Maquiavelo en su Arte de la Guerra, libro vii) , y se la considera como el punto de partida de Florencia, que surge realmente después de la destrucción del poder etrusco, cuando Fiésole establece una colonia, hacia el año 200 a. C., en las mismas riberas del Arno, bajo protección romana. Esta co­lonia adversa al partido aristocrático sería arrasada por Sila en el año 82 a. C.

 

Bajo el consulado de julio César se dicta una ley en 59 año a C., que impulsará la reconstrucción ciudadana, y es así como a cierta distancia de las ruinas primitivas se levantó esta segunda Florencia sobre un plan en cuadro, de gusto romano, que tenía por lado no más de 500 metros, que enmarcó una muralla con cuatro puertas. En el centro del plan había un forum o plaza de mercado, que corresponde al Mercato Vecchio. Los romanos también construyeron un puente que se identifica -a pesar de sus reconstrucciones- con el Ponte Vecchio. Por allí pasaba -viniendo de Roma- la Vía Casia. En el resto -siempre hay una cultura de la servidumbre -Florencia sería una Roma em­pequeñecidda, en sus estilos, gustos y distracciones.

 

 

Sin embargo, Florencia, a pesar de su característica de mer­cado protegido, de cuasi-ciudad, en la Toscana de los tiempos romanos, no era la forma predominante de establecimiento. Por entonces, y a todo lo largo de Italia, predominó una pobla­ción dispersa en haciendas agrupadas o aisladas (fundi cum casis, villae) . En los siglos siguientes, de desorden y devastación surgiría la tendencia a concentrarse en ciudades, castillos y al­deas, proceso que continuaría con la construcción de los castella durante la Alta Edad Media (1)

 

La Historia de Florencia estuvo sujeta a los grandes aconteci­mientos que dan forma al Imperio -el cambio en la composi­ción del comercio, el cambio de sus elites, los nuevos movimien­tos religiosos. Los primeros auténticos cristianos que aparecen en esta ciudad romana son comerciantes viajeros del Mediterrá­neo Oriental; son griegos o asiáticos helenizados, y su mártir -bajo Decio- será San Miniato, un griego. (250 d. C.).

 

El año 405 se hace presente un nuevo signo de la historia mundial, en la forma del primer sitio contra sus murallas, esta vez por cuenta de Radagasio el Godo, que fue derrotado por Estilicón -otro bárbaro al servicio de Roma. Honorio por aque­llos tiempos se creía en el caso de publicar tres edictos donde prohibía la difusión de la moda germánica en Roma: "de sacos de colores sin mangas, de pantalones anchos y de cabellos lar­gos, como solían los bárbaros" (2)

 

Pero Radagasio era sólo el comienzo de un derrumbe. En 476 se da la crisis final cuando la autoridad máxima pasa en Italia a manos de Odoacro. En 489 Teodorico el Ostrogodo cruza los Alpes y, educado al fin en la corte Imperial, intentará una re­organización, pero a su muerte en 526 se continúa marcando la tendencia.

 

Justiniano será otro paréntesis, cuyos generales pasan por una Roma que se comienza a esfumar en el medievo. Después ven­drá la conquista Lombarda.

 

"El principal objetivo de los bárbaros -dice Schevill- era la tierra, pues la tierra podía sostenerlos con el trabajo de esclavos y de colonos que bajo el largo régimen imperial la habían cul­tivado en beneficio de los grandes señores. Debemos compren­der que estos tres términos, esclavos, colonos (o siervos) , seño­res, describen los elementos sociales principales del último sis­tema agrario romano. Los lombardos sólo tuvieron que dar cuen­ta de la clase de los terratenientes, asesinándolos o exiliándolos, para obtener un éxito completo"(3).

 

Para entonces, la muralla romana muy poco significa, si ya las más poderosas de la propia Ciudad Eterna dejaban pasar por sus boquetes al mundo provincial subvertido. Es un tiempo en que se disuelven las definiciones legales de Roma, en favor de un gobierno arbitrario que afirmaba la superioridad social del invasor.

Los lombardos habían llegado -como cuenta Maquiavelo en su Historia de Florencia.- bebiendo en el cráneo de los vencidos, pero en una lucha de resistencia demasiado larga, terminaron asimilándose en cierta medida, haciendo retornar viejas normas de convivencia.

 

Esta convivencia se organiza por atajos que llevan más allá de Italia, hacia la política de los griegos y de los francos, y hacia la integración mediterránea que recomenzaba en torno a la actividad islamita. Por entonces ya comenzaba a surgir al sur de Nápoles, Amalfi, que iniciaba su período de oro como centro comercial de la Europa Cristiana en el Mediterráneo, como in­termediaria entre el este y el oeste. Sus comerciantes se encuen­tran entonces activos en los puertos de Sicilia, Túnez, Egipto y Palestina. Más adelante se establecerían en Jerusalén y en An­tioquía. Su fortuna tenía su origen en privilegios comerciales en el Imperio bizantino y en el cuasimonopolio de la venta en Italia de objetos de procedencia oriental. Drenaban minerales, maderas y productos agrícolas de Italia hacia África del Norte, donde otra operación los traducía en aceite y en oro, que en puertos egipcios terminaban convertidos en especies, productos orientales y nuevamente oro (5).

 

La circulación monetaria no se extingue con las invasiones y teje lazos que consolidan el proceso civilizador.

 

Cuando Maquiavelo, muchos siglos después, hace la historia del período, sale también de Florencia, se ve obligado a hablar de los emperadores, de los francos y del Papa, también de los árabes, y encierra en ese vasto círculo superestructural un gran vacío que es la vida desconocida de Florencia.

 

Sin embargo, la historia económica y social, nos entrega un cuadro diferente, donde no se precisa recurrir a una refunda­ción de Florencia por Carlomagno para llegar a crear vida en las orillas del Arno. Desde la caída del Imperio en Occidente, ésta continuó. Las teorías catastrofistas que intentaron cerrar con mucha facilidad un ciclo cultural y abrir otro nuevo, se ensañaron durante la infancia de la ciencia histórica descri­biendo una vida romana detenida o muerta, un esclavismo sus­tituido por un feudalismo, la muerte de la vida comercial y de la circulación monetaria en favor del regreso a una economía natural. Pero ya vimos a los amalfitanos del siglo viii usando y cambiando el oro y al aprovecharse de la diferencia de cambios, crear un capital. M. Lombar ha dicho que el flujo de oro de los países árabes que comienza en el siglo viii y que continuará a través del xi, invirtió una vieja tendencia del intercambio comercial entre oriente y occidente. Grierson, por su parte, ha sostenido que la circulación de moneda de oro nunca se inte­rrumpió en Italia desde el fin del Imperio Romano y a través de toda la Edad Media.

 

Sobre esto todavía: El emperador Luis II (875) acusaba a los napolitanos de proveer a los infieles con "arma, alimenta et cetera subsidia", y Liutprando de Cremona decía: "Los mer­caderes de Amalfi y de Venecia necesitan nuestro grano para vivir, y para obtenerlo nos proveen de estos ornamentos" (6).

 

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III

 

Sin embargo, la estabilidad no parece ser signo saludable en la historia, y los propios lombardos se encargaron de dar un paso que les resultó desafortunado al pretender renovar el ob­jetivo de la conquista de Italia, bajo Liutprando y su hijo Ais­tulfo, lo que da origen a la intervención de los francos, con Pi­pino y luego con Carlos (774). Este desarrollo político involu­cra el grado notable de revitalización de Occidente.

 

Durante este período, Florencia, al igual que las otras ciu­dades romanas, sufre un proceso de desdibujamiento, y se re­organiza sobre sus despojos, dando lugar en el trastorno de las formas arquitectónicas a algo que comienza a ser normal, y que se convierte en uno de los centros de actividad lombarda.

 

Luego de los duques y gestalds lombardos se vienen a esta­blecer los funcionarios francos (los condes) , y también el mar­grave, que tendrá como aspiración el dominio de la Toscana. Entre todos, la que bajará a la fama, será la gran condesa Matil­da. Con esta sucesión se inicia el fenómeno que hace caracterizar a la Italia medieval como el laboratorio de ensayo de todos los regímenes políticos (E. Leonard) .

 

Estos desarrollos administrativos no carecen de importancia, pues, contribuyen en alta medida a la creación de la tradición política florentina. De hecho, casi insensiblemente, hacia el 854, esta ciudad, donde ya operaban "negociatores majores", estaba a la cabeza del más grande condado de Toscana. Si se piensa que la ciudad estaba organizada sobre el poder de los principa­les unidos por lazos de vecindad, es probable que esta hegemo­nía se tradujera en luchas contra otras villas por los mercados y las vías. Los mercaderes, y las otras clases ciudadanas, jueces, notarios, monederos, artesanos, cardadores, con sus propias for­maciones aristocráticas, libran también una lucha lenta, pero inexorable contra los jefes administrativos, que fortalecidos en sus privilegios, sólo aspiran a aumentar su riqueza y su poder personal en la forma de la propiedad terrateniente (7).

 

En esta lucha pesan viejos fantasmas ideológicos en torno a la comuna romana, y también la presencia de la iglesia. Esta última dará durante una época las figuras dominantes de la vida política de la ciudad. Hildebrando fue uno de estos jerar­cas, y solía recibir a su grey teniendo siempre a su lado a la mujer de carácter que le tocó en suertes. Un vicio menor en una época en que los Papas no solían morir en olor a santidad. Pero aun esa forma de sujeción fue quedando atrás a medida que la península italiana asumía su destino de "clearing-house" en el intercambio entre oriente y occidente y el movimiento comunal cobraba vigor.

 

El último acto de una política señorial sería representado por la gran condesa Matilda, que concentró en sus manos los más grandes dominios de Italia. Hija del margrave de Toscana, víctima de un breve matrimonio, alcanza a vivir lo suficiente como para conocer el último esplendor de las cortes y no lo­grar entender ese renacimiento que sigue al año 1000. Pero, mientras tanto, si no comprende por qué los ciudadanos de Florencia atacan los castillos señoriales del entorno, va en ayu­da del Papa, lo designa heredero de la Toscana -con lo que inicia un largo pleito- y en su castillo de Canossa presencia la humillación del Emperador Enrique iv (1077).

 

Condesa Matilda

 

IV.

 

Entretanto se dejaban sentir en toda su importancia, dos procesos que se entremezclaban: la acumulación del capital, que aceleraba su ritmo, y la aproximación interna que experi­mentaba no sólo la sociedad europea, sino también el conjunto mediterráneo y sus conexiones asiáticas y africanas.

 

Sobre el primer aspecto, cabe señalar que jamás imperó en Europa un sistema económico molecular entre los siglos ix y x11 (edad de Oro del pretendido feudalismo) . Esta conclusión parece ser sólo el resultado de una generalización excesiva de un "modelo" "típico" manorial. Sin embargo, el resultado de una investigación masiva viene a demostrar que en la Edad Media europea no se dio en ningún país la posibilidad de que este modelo resultara descriptivo. En Inglaterra, por ejemplo, Kosminsky ha descubierto que sólo el 60% del territorio era “manorial", y que el resto no lo era: no tenía siervos o no tenía dominio, o era todo dominio carente de siervos. Y en estos se­ñoríos, el pago de la renta dependía de la habilidad del tenedor para obtener dinero a través del comercio. ¿Y habrá que olvidar el papel de las ferias en la Edad Media? .

Dice H. Heaton: '`en algunos períodos y en lugares remotos, quizás el dinero y el comercio disminuyeron considerablemente; pero dudamos pro­fundamente de si el dinero estuvo ausente de la circulación en cualquier comunidad rural desarrollada... Hay- demasiados obreros industriales y vendedores en los informes señoriales me­dievales para creer que el aldeano hacía todo para su propio consumo...

Similarmente, ninguna aldea estaba ubicada en un lugar tal que produjera todo lo que necesitaba. El hierro debía comprarse para los herreros, la sal para la carne, el pescado, etc. Podía no haber piedras en el distrito para el molino. Y los nobles tenían sus gustos en materia de telas, armas, joyas, es­pecies, cosméticos ...” ( 10).

 

Florín (1189-1352) Florín (1315-1325)

 

 

Respecto al origen del capital que aparece filtrando toda la sociedad europea, se han desarrollado numerosas teorías, muchas de las cuales se encuentran todavía determinadas por los cono­cimientos históricos del siglo xix, en donde, por ejemplo, solía enfatizarse el proceso de la manufactura sólo a partir del si­glo xvi, generando de esta manera la posibilidad operativa de un modelo de desarrollo del capital que admitía internamente cortes racionaljstas. En algún lugar, el capital comercial, en otro, el capital industrial "moderno". También se dio forma al esquema del origen del capital en una actividad parasitaria o de simple atesoramiento. Para otros, el capital derivaba del cam­po. Sombart, por ejemplo, supuso que el origen del capital es­taba en la venta de tierras o en su renta acumulada. Tesis reba­tida especialmente por Strieder.

 

Sin embargo, en la alta Edad Media, se observa la continua­ción de la actividad productiva minera, manufacturera y agríco­la (y también maderera) en que intervenía una mano de obra sometida a un capital. Este capital -como en el caso de los ju­díos que fueron obligados a vender sus propiedades terrate­nientes en los siglos vi y viii- pudo volcarse hacia el comercio. Pero en Venecia, era el caso que la intervención en el comercio en gran escala, se logró mediante la explotación de la sal en la costa Adriática, amén de los servicios prestados por los barcos venecianos al exarca de Ravena. Lo sucedido con Amalfi, ya lo analizarnos, aun cuando vale la pena señalar que los documen­tos de Geniza, editados por S. D. Gotam, y que están referidos al comercio de Amalfi con Egipto, hacen saltar en pedazos la idea confesional de una sociedad europea separada de la musul­mana, y pone un nuevo problema a los teorizantes sobre la for­mación del capital -"sin base manufacturera"- enn Europa. En cuanto a Florencia, su fama se basa, desde época temprana en primer lugar en su industria, y en seguida, en su comercio y en su banca. Florencia ya antes del siglo xiii no era tanto un intermediario como un productor, su problema -dice J. W. Thompson- era buscar un material de demanda universal y manufacturarlo. De ahí alguna de las orientaciones de su polí­tica: porque Cerdeña proveía la lana, como también Castilla, el Languedoc e Inglaterra. Las villas y monasterios en torno a Florencia eran crianzas de ovejas y ranchos (el más famoso: la casa de los Humiliati, una orden monástica con 150 casas, todas dedicadas a la producción de lana) . Para dar color a sus telas dieron vuelta el mundo buscando vegetales extraños y mine­rales (11).

 

Pero ya dos veces nos sale al paso el tema del encuentro de las civilizaciones. Se cuenta que cuando en 1498 llegó Vasco de (.ama a Malabar se encontró estupefacto ante dos moros que ha­blaban genovés. Y es que desde hacía muchos siglos se viene de tejer por encima del mar y por las rutas caravaneras una deli­cada tela. La misma Génova, por ejemplo, mucho antes del in­signe descubridor había tenido establecimientos en el Egeo, en Pera Galata, en el Mar Negro, en el Mar de Azov, en Flandes, en Inglaterra, en el Danubio, en Polonial (12). Cubría los terminales de todas las rutas que conducían desde Asia a Europa. Por ejem­plo ésta que partía desde China y que seguía el itinerario: Per­sia-India-sur de Rusia y Asia Menor, en donde el camino se di­sidía: hacia Constantinopla y el Mediterráneo por el sur, a través de Rusia por Verangian y hacia el Báltico por el norte, a Kiev ti, al oeste hacia Polonia y Bohemia o Hungría y Austria en di­rección a Europa Central y el Rhin (13). En 1096, Venecia inicia sus propios contactos con los terminales de rutas. Los venecianos llevan peregrinos a Tierra Santa, comercian con Constantinopla, sur de Rusia, Siria y Egipto, y acumulan barcos, capitales, expe­riencia.

 

Con todo, eran viejas rutas. Para protegerlas, los romanos libraron guerras agotadoras, desde Lúculo, Pompeyo y Craso hasta la serie de emperadores cautivos de los partos. A su ma­nera, los europeos de los años 1000 van tras esas rutas cuando dicen que van "A Dios" y parten para las cruzadas. Estas tam­bién tienen por objetivo Bizancio y la concesión en Levante (le "una iglesia, de una casa de cambios y del monopolio comer­cial" para algún grupo de cristianos mercaderes. Eran las rutas (le la seda, y en la disputa de los tejidos naturalmente entraba Florencia. No hablemos de cómo se entramaba esta historia "eve­nemencial" con su banca y algunos de sus triunfos financieros como fue el transformase en la capital de la acuñación del oro, el famoso florín.

 

El oriente fue en realidad "la gran reserva" que impidió un receso de consecuencias desastrosas, en donde se apoyó la revita­lización de Europa. En 762 se fundaba Bagdad, que habría de producir una revolución en el movimiento de las rutas que anu­dan el mundo escandinavo, la Rusia kieviana, Constantinopla y el occidente, con el extremo oriente en donde se desplazaba una onda civilizadora extremadamente poderosa. Desde el siglo vi en adelante las relaciones entre China e Indochina --el reino Champa-- se establecen ya dee modo continuo, y estos últi­mos, entre los siglos v y x, según Le Than Khoi "controlaron el tráfico de las especies entre la Insulandia y la China, y el co­mercio de la seda entre el imperio Tang, la talasocracia dravi­diana y el imperio abasida de Bagdad' 11. En China, en 960 se ha producido la reunificación con la fundación de la dinastía Song, época en que la construcción de navíos realiza grandes avances técnicos y hace su aparición la pólvora de cañón y el comercio recibe el apoyo de un Estado interesado en intervenir activamente en el modelamiento del proceso económico (refor­mas de Wang Ngan-che), a pesar de las teorías confusianas que consideraban al comercio como algo sórdido con lo que el Empe­rador no debía mezclarse. Un texto chino de 1178 dice: "los barcos que navegan en los mares del sur son como casas. Cuando las velas se despliegan se parecen a las nubes en el cielo. Un solo barco lleva muchos centenares de hombres. A bordo se ha almacenado grano suficiente para un año". Este es en parte el origen de ese tremendo despliegue de ciudades que causa la maravilla de los Polo cuando llegan al imperio de Kublai Kan, doscientos años después.

 

Los movimientos comerciales y demográficos en torno al dé­cimo siglo nos permiten entender mejor el avance que comienza a experimentar en Europa la vida ciudadana. La intensificación del movimiento mercantil, el desarrollo de la manufactura, el mismo proceso de urbanización, produjeron un alza en el nivel de vida occidental y los antiguos poderes señoriales a menudo se encontraron -por sus gustos- ante serias estrecheces finan­cieras. Este problema pudo ser momentáneamente paliado por el dinero de los mercadores, pero cada préstamo significó siempre la imposibilidad de reembolsarlo, y las hipotecas y la po­breza, y el hecho de que al cabo de dos siglos, en la Toscana como en muchos otros lugares, casi toda la propiedad terrate­niente pasara a manos de los nuevos amos de las ciudades. La acumulación del capital iría tomando diversas formas históricas.

También en aquel momento iniciaría su movimiento "imperial".

 

Las ciudades -nos enseña Schevill- que fueron más enérgicas en el desarrollo de sus especialidades manufactureras, o que tu­vieron algunas ventajas en la disposición de materia prima, o suficiente agua para mover sus molinos, o que dominaron un sistema de carreteras, fueron adelante de las otras y terminaron por dominarlas. De esta manera Bolonia llegó a ser la metró­poli comercial de la Romaña, Génova de Liguria, Milán de Lombardía y Florencia. a pesar del adelanto en la partida de Pisa, y de Lucca) , se puso a la cabeza y llegó a ser la metrópoli de la Toscana (16).

 

En los primeros tiempos, y para proteger su comercio de telas, los florentinos mantendrán una alianza con Pisa, muv favo­recida por su posición en la costa, particularmente entre 1115 y 1171 cuando la guerra de Mallorca y el tratado entre alabas ciudades, donde los florentinos obtienen concesiones moneta­rias (minas de plata) y, facilidades de tránsito para sus mercade­rías y mercaderes.

 

Para entonces Florencia es ya una democracia de las 21 gildas constitutivas, y entre ellas las más poderosas son la Lana y la Calimala, las que estaban tejiendo la lana de un inmenso im­perio.

 

La acumulación de capital no los ha llevado sólo a la des­trucción de antiguas formas de trabajo y de apropiación, no sólo se ha logrado el sometimiento de los grandes señores Al­berti y Guidi, sino que también, bajo la forma de una lucha por la ruptura de los vínculos de fidelidad, se da una expropiación que priva a la gran masa del pueblo de la tierra y de los medios de vida e instrumentos de trabajo. Toda esa masa queda sujeta a las grandes potestades de las gildas y aun se les prohibe su organización. Es manejada para las finalidades expansivas de los grupos gobernantes, pero su resistencia da forma también a una lucha de clases que tendrá momentos de agudeza y profun­didad pocas veces conocidas.

 

La muralla romana no desapareció durante la alta Edad Me­dia, pero con el crecimiento que experimenta la población a partir del año 1000, surgen suburbios y quedan expuestos. En 1172, al borde de una nueva crisis corrigen esta situación y comienzan a levantar un segundo círculo. La empresa duró cuatro años incluyendo un área tres veces superior a la del pri­mer círculo.

 

 

V

 

Era la época en que Federico I paseaba una mirada furi­bunda sobre la libertad de las ciudades italianas, y había aplas­tado a Milán. Desde entonces, y en adelante, hasta la muerte de Federico II, el más grande de los Hohenstaufen, en 1250, Flo­rencia se defiende astutamente frente a estos poderosos enemi­gos Y desarrolla reformas que la llevarán al filo del 1300 a la cumbre de su poderío. Justo al borde de un colapso que en­volvió en un desastroso fin esta continua serie de triunfos.

 

Federico II

 

Es también el tiempo en que se constituye en el poder el dominio de grandes magnates a la cabeza de combinados comer­ciales, manufactureros y bancarios que se han lanzado desde el año 1000 con energía en la aventura mercantil. Con el fruto construyen torreones y fortalezas que entrecruzan de pétrea pe­santez a la vieja ciudad, en donde refugian sus querellas de clan que dan la apariencia a la política. Sobre esto, un párrafo de Maquiavelo: "1215. Entre otras familias poderosas, había en­tonces en Florencia las de Buondelmonti y Uberti, y al nivel de ellas las de Amidei y Donati... De esta última era una viuda rica con una hija bellísima que la madre proyectaba casar con Buondelmonti. Pero se supo que éste se iba a casar con una Amidei. Esperando que la belleza de su hija bastaría para im­pedir aquella boda, y al ver un día que Buondelmonti iba solo hacia su casa, bajó a la puerta, seguida de su hija, y le detuvo, diciendo: "Mucho celebro que hayáis elegido esposa, aunque guardaba para vos esta hija mía". Y entreabriendo la puerta la mostró (el caballero se maravilló, y sin tardanza celebró la bo­da "sin tener en cuenta la palabra empeñada, la ofensa que cau­saba, etc.). La noticia llenó de indignación a la familia Amidei, y a la de los Uberti, emparentados con ella y puestos de acuerdo con otros ...decidieron vengarse matando a Buondelmonti... Die­ron el encargo del homicidio a Mosca, a Siatta Uberti, a Lambertuccio Amidei y a Oderigo Fifanti... y cuando en un caballo blanco pasaba Buondelmonti por el Puente Viejo, lo mataron junto a una estatua de Marte. Este homicidio dividió la ciudad ...y como ambas familias tenían numerosas casas y sitios forti­ficados y hombres a su servicio, combatieron muchos años, sin que ninguna lograra expulsar a la otra" (17) . Y sobre esta rivalidad elevada a los niveles de la lucha por la primacía en Italia se habrían formado las líneas florentinas de güelfos y ghibelinos (el partido imperial). Cuando un bando desterró a otro, pronta­mente saqueó sus palacios y niveló sus murallas con el suelo. Muchos personajes de esta época quizás nos parezcan indignos de figurar en la historia, pero es el caso que Dante, más víc­tima que actor, tuvo el buen gusto de dejárnoslos en Il Inferno.

 

Las compañías comerciales habían desarrollado para enton­ces, con sus ramas en las principales ciudades de occidente, gran­des intereses internacionales. Florencia se había transformado en el centro monetario del mundo. Al poder prestamista -a reyes y papas- de los Mozzi y los Scali (que aparecen en la lista güelfa de Maquiavelo) sigue el de las casas de los Frescobaldi, los Bar­di, los Acciaiuoli y los Peruzzi. En relación con los Bardi se le­vantará más adelante la casa Medici. Tienen intereses en Ingla­terra, la Morea y Flandes y a través de sus operaciones traen hacía la ciudad del Arno un flujo de influencias económicas y políticas de orden mundial. No debemos olvidar que el movi­miento del capital en la esfera internacional también tenía otros focos en las ciudades de los Países Bajos y en las actividades de la Orden Templaria. Esta última apoyada en sus establecimien­tos en Siria, se había transformado desde fines del siglo XII en el banquero favorito de numerosos estados.

 

Cuando una serie de acontecimientos que lanzaban la historia mundial hacia un nuevo ciclo minaron esta delicada estruc­tura, los efectos fueron explosivos y de largo alcance.

 

El patriciado que domina a Florecía durante este período de rápida expansión estaba mediado por sus intereses terratenientes y por sus contactos financieros con la aristocracia, y a me­nudo su vocación republicana debió experimentar el contraste de los sectores medios, particularmente las gildas que propug­naban una mayor participación popular en el poder. La pre­sión sustantiva venía, sin embargo, de los sectores bajos que habían experimentado un inusitado crecimiento.

 

En efecto, la población de Florencia que en 1281 podía esti­marse en 45.000 habitantes, se había expandido hacia 1331 a 90.000. En 1308, según Villani, 30.000 personas trabajaban en la lana y anualmente producían 1.200.000 florines de oro.

 

En los años que siguen la muerte de Castruccio Castracani, usualmente hay unos 1.500 extranjeros en Florencia, cerca de 10.000 niños asisten a las escuelas primarias y 600 a escuelas de más alto nivel. De las 110 iglesias, 57 parroquias. Hay tam­bién 30 hospitales con capacidad para 1.000 camas. Hay 60 mé­dicos, ¡80 bancos!, 600 juristas, 100 boticarios (18).

 

No era de extrañar pues que surgiera un movimiento popular en esta población que ya desde 1280 no puede mantenerse den­tro del segundo círculo de murallas. Un movimiento que será general en todas las principales ciudades. En Milán, ya en el siglo x11, las clases bajas están agrupadas en una organización que ocupa su lugar bajo el estrato de los mercaderes. Lo mismo en Siena, Piacenzza y Arezzo. En Génova y Venecia los magnates se defienden mejor aun cuando conceden algunos puestos en el gobierno al populus. En Venecia los artesanos y obreros fue­ron dominados por el Estado que interfirió en su organización interna (19). En 1282, en Florencia, las gildas de mercaderes se to­maron el poder político, estableciéndose el control de las gran­des gildas (arti maggiori) que eran siete:

 

1. La gilda de los jueces y notarios

 

2. La gilda Calimala -refinadores de telas extranjeras;

 

3. El Cambio: gilda de cambistas;

 

4. La Lana: manufacturera de telas;

 

5. La gilda por Santa María, de los almaceneros (el mercado por o porta Santa María, donde se juntaban con los mer­caderes de la seda) ;

 

6. La gilda de los físicos y de los apothecarios, incluyendo estos últimos a los comerciantes en especies, y

 

7. La gilda de los herreros.

 

La primera gilda fue sólo un grupo legal, de presión, impor­tante; son las seis restantes las que constituyen el Comité Eje­cutivo de seis priores que toma las riendas del poder en 1282-3.

 

Guilda de la Lana G.de los apothecariosG.la Calimala Escudo de los cambistas

 

La pequeña burguesía y los almaceneros y artesanos estaban organizados en no menos de 25 gildas menores (arti minorí) . Los mercaderes mayores los temían, y en vista de eso invitaron a 5 de las más influyentes gildas menores a compartir el poder con ellos. Pero su papel fue puramente decorativo (20). A través de las siete mayores, el poderoso partido güelfo continúa domi­nando, basándose en un apoyo que va más allá de Florencia, y los flamantes gobernantes llegaron a sentirse secretamente unidos al campo aristocrático, lo que se expresa en la detención de muchas medidas contra ellos, algunas de las cuales, como el alza de los impuestos, curiosamente, servían para sostener las guerras expansivas al servicio del capital. Y fue una de estas guerras en que se tramaba la conquista del Arno y de Pisa, y su fracaso, lo que originó en 1292-3, un alzamiento de las arti minori restantes, dirigidas por un noble de la Calimala: Giano della Bella. El 18 de enero de 1293, los vineros, los vendedores de sal, aceite y queso, los armeros, los forjadores, los aserraderos y panaderos, constituidos en Gobierno promulgan las Orde­nanzas de justicia. En dichas Ordenanzas hay un apartado con­cerniente a las viejas familias, a las que denomina "magnates". Cada miembro masculino de estas familias debería prestar ju­ramento de obediencia al gobierno de los priores que se institu­ye con esta revolución, y rendir fianza por la suma de dos inil libras de que mantendría la paz. Las familias magnates que­daban excluidas del priorato. Para perseguir a los desobedientes se forma una justicia (Gonfaloníere della Gíustizia) que cuen­ta con una fuerza especial de 1.000 hombres proporcionados por las gildas. Es la "revolución democrática". Esta organiza­ción política po implicaba que los más pobres elementos pu­dieran expresarse por sí mismos. En Florencia, en los hechos, los empresarios mercaderes mantuvieron la dirección de las ar­tesanías en sus propias manos: los artesanos de las industrias manufactureras nada tenían que decir acerca de su propio arte. La revuelta de los Ciompi (1378) modificó este estado de cosas solo temporalmente (21).

 

La historia paralela también se da en los Países Bajos, cuando en 1225 un falso conde Balduino IX levanta al pueblo de Flan­des, o cuando en 1253, en Lieja, Henri Dinant asume la direc­ción de los artesanos y trata infructuosamente de derribar a los majores.

 

La posibilidad de una intervención abierta de estas artis mi­nores y de otros sectores más pobres, se debió en gran medida a que sus acciones se apoyaban en las profesiones, en donde los artesanos a través de sus fraternidades secretas caritativas o reli­giosas podían desarrollar una actividad clandestina. Pero al pueblo común, y sobre todo al sector obrero, este estado refor­mado, a pesar de la profundidad de su organización democrática, opuso leyes de hierro que impedían su organización en gildas. Sólo los amos podían determinar el monto de los salarios, y ha­cia 1338 no sólo quedaba prohibida toda organización de los trabajadores subordinados (sottoposti), y puesta fuera de la ley toda reunión de más de diez obreros cualquiera que fuera su propósito. La pena más común era el divieto, o sea la exclusión del "criminal" de la lista de obreros aprobada por uno o más años. Cuando a raíz de la crisis, en 1345 se genera un ascenso de la lucha obrera, un obrero cardador, Ciuto Brandini, se esfor­zará en organizar en una gilda a sus hermanos de clase. ``Apre­sado una noche mientras dormía, fue arrastrado ante el capitano del popolo e inmediatamente sentenciado a la horca'” (22).

 

VI

 

En 1340 estalla una crisis financiera. Se la atribuye a la ayuda prestada por los banqueros a las aventuras bélicas de Eduardo III, interesado en la sucesión del trono Capeto. En efec­to, en Inglaterra, desde el reino de Eduardo I, los Bardi y Pe­ruzzi habían contado prácticamente con el monopolio de la exportación de lana. El favor del soberano lo retornaban suple­mentando su tesoro con moneda, hasta el punto que ambas casas, hacia la época de Eduardo ni, habían quedado totalmente en­vueltas en las finanzas reales. Hacia 1340 -al inicio de la guerra en Francia- la deuda de Eduardo iii había subido de £ 57.000 a 300.000. Los Bardi entre 1338-9 solamente, le han adelantado ,C 125.000. Hacia adelante ya no hay más crédito. En 1343, el rey inglés debe a los Bardi £ 63.000 y £ 40.000 en intereses. A los Peruzzi 44.000 en préstamo y £ 40.000 en intereses. Poco después los representantes de los Bardi en Inglaterra son arres­tados, y luego liberados a condición de que renuncien a recla­mar el pago del interés (23).

 

Sin embargo, ya en los comienzos del siglo xiv hay una in­tranquilidad general que podría ser el síntoma de una crisis grave al nivel de la historia larga, y que debe integrarse a la explicación de los sucesos que preocupan a Europa en la pri­mera irritad de ese siglo. Son procesos lentos y situaciones leja­nas que deben dejar pasar el tiempo para inducir efectos masi­vos, y su anotación sólo es posible con el conocimiento actual, en una larga perspectiva, de la historia mundial.

 

En 1250 ha muerto Federico II, y a su política de conciliación con los musulmanes, con los que negocia hasta la corona de Jerusalén que se cala sin derramar una gota de sangre, sigue la más agresiva de Carlos de Anjou. Sin embargo, todavía es el esplendor y cuando en Venecia en 1268 asume el poder como nuevo dux Lorenzo Tiépolo, nimbadas de esplendor, perla, seda y platería pasaron ante él las gildas, y los Polo recorren todavía los caminos que llevan a la China donde los mongoles en medio de una gran vorágine de pueblos habían desplazado a los S'ong (Pekín había sido ocupado en 1215 por Gengis Khan); aun cuando el destronamiento del último S'ong ocurre en 1276. Pero en 1256-1258 los mongoles ponen fin al califato abbasida de Bagdad, y en 1291 viene la ruina de los Estados latinos (con la Orden Templaria al frente) de Siria. En 1240 los tártaros toman Kiev.

 

En Europa hay, un desplazamiento destructivo del germanis­mo (las campañas de la orden teutónica) hacia el este -una verdadera guerra de exterminio. Las rutas comerciales se ven como anegadas de peligros, y las últimas cruzadas, a pesar de las alianzas con los mongoles de Persia, no logran sajarlas. Fuer­tes presiones se descargan sobre los Países Bajos. Francia echa manos sobre los tributos flamencos que antes iban a Inglaterra. Las comunas de Flandes y de las ciudades francesas se sublevan, o al menos conspiran. Los grandes duques y los reyes son inca­paces de reembolsar a sus prestamistas lo que gastan en la gue­rra, Eduardo iii no es el único caso. Felipe de Francia arresta a sus prestamistas, los templarios, y en colusión con el Papa los expropia, les sigue un juicio de impiedad y los lleva en 1310 a la hoguera.

 

Pero no son los únicos signos; se despiertan movimientos de independencia en Escocia, que culminarán en la rebelión de David Bruce. En España la crisis despertará las inquinas entre distintos sectores de la nobleza (el poder y el destino de don Pedro el Cruel) . Las rutas Mediterráneas y continentales se han trastornado. El mundo árabe se ve atacado por diversos ángulos: cristianos, mongoles, turcos otomanos y las hordas de Tamerlán. Hay extraños impulsos que agarrotan esta sociedad que heredara a la vieja Roma, en donde todos parecen haberse vuelto ciegos -ese castigo de los dioses que algunos llaman necesidad histórica, pero que igual lleva a la pérdida. Bizancio, víctima de sus luchas internas y de la colonización latina ocupa un lugar señalado en esta tragedia. Es un hombre que muere ( 24).

 

Florencia seguía desarrollándose en medio de este océano, lanzada desde hacía tiempo por sus mercaderes en una política de imperialismo económico. Tenía ya alrededor de 120.000 habitantes, una población industrial cuyos productos invadían los distintos mercados del mundo. Toda esta población desarro­lló una mentalidad imperialista, y desde los peones a los más altos mercaderes sostuvieron la política expansionista que com­partieron todos sus gobiernos. Y probablemente tenían sus ra­zones, pues la dialéctica del amo y del trabajador había pro­ducido una identidad de destinos que quedó claramente en evidencia cuando los Bardi y Peruzzi anunciaron la bancarrota de sus ramas inglesas. Se produce inmediatamente una corrida que afecta a bancos grandes y pequeños, pero que también acarrea otras consecuencias. Schevill, siguiendo a Sapori, nos da un resumen de la situación:

 

"La confianza general fue derribada y se requirió una serie de mora­torias tanto del gobierno como de los depositantes antes de que el pú­blico se calmara un tanto y los negocios pudieran continuar ordenada­mente. Pero sin ninguna duda, debido a la inmensa deuda de guerra de Eduardo III, la estructura financiera florentina estaba en peligro ya en 1339. Si el presupuesto del Estado florentino hubiera tenido una base sólida habría podido salvarse esta situación. Pero Florencia también acababa de emplear grandes sumas en la guerra -y seguiría haciéndolo a pesar de la advertencia de 1339. El gobierno estaba en manos del popolo grasso, y nada podían hacer los banqueros mientras fueran parte del sistema sino apoyar la empresa contra Lucca en la que estaba com­prometida toda la ciudad. Cuando las autoridades, en vista de la situa­ción del tesoro, resolvieron suspender el pago de las obligaciones de la ciudad, ya no podían detener una segunda convulsión financiera. Y bajo estas circunstancias es cuando las grandes compañías mercantiles, para evitar la catástrofe que las amenazaba, resuelven darle a la ciudad un tirano de su propia elección" (25).

 

Este es el origen de la tiranía del duque de Atenas.

 

VII

 

Reflexionando sobre este período, Maquiavelo, aunque do­lorido por el destino de la República, nos proporciona sus ca­racterísticas:

 

''Las graves y naturales enemistades que existen entre plebeyos y nobles, por querer éstos mandar y aquéllos no obedecer, fueron causa de todos los males de la ciudad; porque de esta diversidad de inclina­ciones toman aliento todas las demás cosas que perturban las repúblicas. Esto mantuvo la desunión en Roma; esto, si es lícito comparar las cosas pequeñas con las grandes, ha mantenido la división en Florencia (sólo que en Florencia) ; la división trajo el combate... el destierro y la muerte

de los ciudadanos... la extinción de la virtud militar... la completa igual­dad... En Florencia, cuando vencía el pueblo, los nobles eran privados (te los cargos públicos y, para reconquistarlos, necesitaban asimilarse, no sólo en la apariencia, sino en la realidad, a las opiniones, costumbres y modo de vivir del pueblo" (26).

 

En Florencia no se podía ser rico sin disponer del Estado. Esta es una reflexión que se encontró en las notas de un diario de Lorenzo el Magnífico y, probablemente, nadie disputó esta sentencia antes ni después. Y era una verdad mayúscula tratán­dose de un período de crisis financiera. La disputa del poder entre los grupos más poderosos se tornaba, en 1340 extremada­mente agria. La República no podía salvarse salvando a todos, y se inicia entonces un reagrupamiento de fuerzas que mira­ban, entre ellos los Bardi y los Fescobaldi, a obtener una se­lección de magistrados que los favoreciese. Al fracasar en sus maniobras se lanzaron a la conspiración abierta y traman un golpe de estado que fracasa, acarreándose el destierro y el patí­bulo (Stiatta Frescobaldi sería decapitado). En el ínterin, Flo­rencia sufría un estruendoso fracaso frente a Pisa en su disputa por el dominio de Lucca, lo que enciende la crítica al gobierno aristocrático. Ante la amenaza de un alzamiento popular, el Consejo de los Veinte, pide el apoyo de la casa de Anjou -anti­gua cliente de los banqueros florentinos- que envía a Gauthier de Brienne, duque de Atenas, personaje pintoresco cuyo título venía de las aventuras latinas tras los despojos de Bizancio (su padre había sido creado duque de Atenas después de la Cuarta Cruzada, pero había sido muerto por los mercenarios catalanes) . El Consejo le entrega la dictadura. De inmediato ha de recoger las solicitaciones de los Acciaiuoli, de los Peruzzi "que agobia­dos de deudas y sin poder pagarlas con sus bienes, deseaban satisfacerlas con los de los otros" (27). Pero el Duque más intere­sado en explotar esta última oportunidad que le brindaba la fortuna, se abandona a una política demagógica (persigue a los "causantes" de la derrota de Lucca, se va a vivir a un convento, y convocó al pueblo logrando que éste lo proclamase "señor por toda la vida") . En vano, según Maquiavelo, los ricos le habían aconsejado: "Pensad, señor, el esfuerzo que es necesario para tener en servidumbre tan gran ciudad... la plebe, en quien vos confiáis, por el menor accidente cambia; de suerte que, al poco tiempo, tened por cierto que toda la ciudad será enemiga vuestra, lo cual ocasionará vuestra pérdida y la suya. No podréis encontrar remedio a este mal, porque sólo pueden ejercer su autoridad seguramente los señores que tienen pocos enemigos y pueden acabar con ellos, o matándoles o desterrándoles; pero cuando el odio es universal, no se encuentra seguridad alguna, porque no se sabe dónde ni cómo estallará el conflicto. Quien tenle a todos, en ninguno puede tener confianza; y si lo intenta, acrece el propio peligro, porque los que a su lado quedan le odian más y están más dispuestos a vengarse” (28)

 

El Duque no pudo gobernar en medio de la crisis. Osciló entre la plebe y los patricios. Una vez atacó a unos (tributos más pesados) otras veces quitó las banderas a los confalonieros del pueblo y anuló los Reglamentos de justicia hechos contra los grandes; pero también hizo regresar del destierro a los Bardi y a los Fescobaldi. Hasta que el arzobispo de Florencia Agniolo Acciaiuoli comenzó a predicar en su contra. En realidad confluyen contra él 3 conspiraciones que llevan al levan­tamiento del 26 de julio de 1343 que produce la deposición del Duque.

 

Lo sustituye un Consejo de los Catorce, una mitad de magna­tes y otra de ricos burgueses (popolani) . El pueblo, sin em­bargo, no lo acepta y un nuevo levantamiento en septiembre introduce cambios moderados, los suficientes en todo caso para privar de protección estatal a los bancos que continúan que­brando. En 1346 se produce el final del más poderoso: la casa Bardi. Sigue a esto la bancarrota de numerosos comerciantes, especialmente los establecimientos laneros. La crisis de la ciudad se traslada al campo. En ese año las cosechas son malas.

 

Florencia y sus 120.000 habitantes ya había sobrepasado el se­gundo círculo de murallas, y las fuertes presiones políticas del rnil trescientos, sobre todo cuando se levanta la amenaza de Castruccio Castracani, habían estimulado el afán por construir un tercer círculo, especie de pentágono, mas a la altura tam­bién de las nuevas técnicas guerreras. La primera parte que se construye sobre la ribera derecha del Arno, mide, según Villani que participó en su construcción, "siete mil cien brazas donde había nueve puertas, cinco grandes y cinco poternas, cada una con una torre de sesenta brazas".

 

En su interior, ya en 1340 se deja caer una "pestilencia" que en ese invierno deja 15.000 cadáveres. Pero lo peor estaba por ocurrir. En 1347 se deja caer una nueva plaga que con sus cuatro mil muertos es sólo el anuncio imperceptible de lo que ocurri­ría hacia la primavera de 1348. Era la Muerte Negra que arrasó todos los países europeos en el annus terribilis. Florencia perdió entonces a lo menos los dos tercios de su población.

Rat

VIII.

 

La historia ha sufrido un vuelco. De ahí en adelante, y hasta la restauración de la oligarquía bajo el gobierno centrista de los Medici, se mantendrá la ofensiva del partido popular. El popolo minuto se organiza.

 

En 1378 estalla la Revolución. Creo que podemos ponerla con mayúscula. No fue una tempestad de día de verano. Como vemos venía siendo preparada desde largo tiempo. En ese inven­tario debemos colocar de manera dominante la quiebra de la antigua prosperidad que determina una incapacidad de los optimates para continuar gobernando; pero hay que agregar la lucha entre las corporaciones mayores y menores; la destruc­ción del partido ghibelino y de parte del güelfo; los intentos de organización obrera (Brandini); las revueltas obreras, los asaltos a los molinos; los resultados políticos de la deposición del duque de Atenas; las circunstancias italianas que culminan en la formación de los estados papales en la Romana, donde el Papa impone el embargo a la exportación de granos, que excitan corrientes anticlericales en Florencia y el llamado a la guerra contra el Papa. Los florentinos acompañan una agitación polí­tica en los estados papales que en 1376 incide en la producción de diversos alzamientos.

 

En ese ascenso político de las clases bajas, no debe verse tampoco un fenómeno aislado en Florencia: en la misma Roma el movimiento comunal había cobrado inusitado vuelo desde las vísperas del año terrible. En 1347 Cola di Rienzo había asu­mido el título de tribuno del pueblo y había desencadenado su serie de grandes reformas, que comenzaron, de modo revolu­cionario, con la reorganización del ejército y de la milicia. El fracaso no enterró las conquistas comunales, ni sacó de su colap­so a la vieja aristocracia.

 

Il popolo minuto, había tenido en Florencia un efímero re­conocimiento como gilda en la época del duque de Atenas, y los mercenarios franceses solían llamarlos "compére" -de allí el apelativo de los "ciompi" que dio su nombre a la revolución de julio de 1378. Después de un mes de agitación los "ciompi" demandan el derecho de asociación y de participación en el gobierno. El 22 hay grandes manifestaciones, y esta vez la mul­titud tiene éxito en ocupar los edificios del Gobierno. A la cabeza iba un obrero de la lana: Michele di Lando, que es pro­clamado Gonfaloniero. Para la ocasión lleva sólo camisa, las pier­nas desnudas y un par de sandalias.

 

Los trabajadores se reúnen en una sola gilda; ésa era la rein­indicación primitiva. Pero luego se organizan en tres: Tintori, Farsettai y Popolo minuto (o gilda de los ciompi) .

 

Para los grandes el control obrero era una catástrofe peor que la peste. En aquella época sus finanzas reposaban amplia­mente en el crédito estatal (el Monte), y cualquier movimiento de las reglas impositivas les podía significar la ruina. Cerraron sus negocios y fábricas y esperaron la hambruna.

 

Esto desencadenó una tercera revuelta -Michele di Lando no parecía muy dispuesto a adoptar medidas enérgicas. Un grupo más radical estableció un gobierno rival y el 31 de agosto envió dos mensajeros al palacio, demandando que los rebeldes fueran admitidos a compartir el poder. Y aquí comienza la paradoja de muchas revoluciones.

 

Las peticiones de los revolucionarios eran demasiadas para Michele di Lando que comenzaba a sufrir las tentaciones del poder y tornando una espada echó a los mensajeros. Inmedia­tamente llama a sus partidarios e inicia la persecución de la izquierda ciompi. De regreso al Palazzo Publico será saludado por el popolo grasso como "el hombre que había salvado a la república". Al día siguiente cesa en su mandato. Le sucede un gobierno de las artis minori que atacará a la burguesía güelfa, pero que principalmente dirigirá sus golpes contra los ciompi. En adelante, la iniciativa pasará a los magnates. Vendrá la época de los Niccoló de Uzano y de los Giovanni di Bicci-Medici, que se mueven en torno al tesoro público. A éstos seguirán di­nastas que ásumirán el poder de la manera que se hacía ya corriente en Italia.

 

Giovanni di Bici-Medici Cósimo de Medic Lorenzo

 

"El despotismo en Italia presenta el cuadro de una serie de Estados basados en la fuerza, regidos y modelados por la voluntad de los prín­cipes, cuya mira no es otra que la de mantener por medio de tropas mercenarias el poder usurpado, arrebatando al pueblo toda actividad política. Esto hace que los principados italianos, por mucho que difieran en cuanto al origen y al carácter de su gobierno o a sus relaciones con la Iglesia y con el Imperio, tiendan todos, en lo fundamental, hacia el mis­mo tipo. Todos ellos giran en torno a la voluntad omnímoda del déspota, consciente de sus designios personales y egoístas y perfectamente cons­ciente en cuanto al modo de llevarlos a cabo" (29).

 

 

La derrota de las comunas hizo que los Medici en Florencia, los Bentivoglio en Bolonia, los Petrucci en Siena, tendieran a pensar en los negocios públicos en la misma forma que los Visconti en Milán o los Sforza, y que siguiendo su huella ter­minarán emparentándose con las casas principescas de Europa. Se pavimenta en un ámbito mayor la orientación absolutista. No importaba al caso que el déspota burgués viviera sometido a continuo terror. La tendencia se afirmaba. La idea de un go­bierno de tipo representativo se esfumaba, y los filósofos siste­matizaban la realpolitik o dibujaban cuadros utópicos. No siem­pre los planos se separaban, como surge del dictamen sobre la reforma de la Constitución de Florencia que Maquiavelo pre­senta al Papa León x. Obra que nos hace pensar en Adimantes cuando le dice a Sócrates que el filósofo es un extraño en la ciudad, raro, "inútil como una semilla venida de otra parte".

 

Toda la obra de Maquiavelo estaba encadenada a un ámbito histórico limitado por pesadas inercias. Allí la fortuna podía reiniciar su paseo, pero la historia no comenzaba en Florencia, simplemente continuaba. Como dice Genicot: "los períodos históricos se suceden, no se anulan".

 

 

NOTAS

 

1)       'Cambrige Economic History of Europe, t. ii, pág. 386

 

2)       Dopsch: Fundamentos Económicos Sociales de la Cultura Europea. Ed. Fondo Cultura Económica, México, 1951, pág. 80

 

 

3) F. Schevill: History of Florence from the founding of the City through the

Rennaissance, ed. Frederick Ungar Pu­blishing Co. New York, 1961, pág. 18. 'L.

 

4) L.Homo: Rome Médiévale, 476-1420. Histoire-Civilisation-Vestiges. Peyot, Pa­ris. 1956, págs. 7-56.

 

5) Armand O., Citarella: Patterns in Me­dieval Trade: The Commerce of Amalfi Before the Crusades. En The Journal of Economic History, vol. xxviii -december 1968, N° 4, págs. 531 s.

Véase además, Guillard, Rodolphe, L'Empire Bizantin, págs. 172-3, en Histoi­re Universelle, v. 2 de la Pleiade. Galli­mard, 1957.

 

6) A. Citarella: ob,cit., pág. 540.

 

7) Véase al respecto F. Scheviil., ob. cit., págs. 29-62.

 

8) H. Heaton: Economic History of Eu­rope. Harper and Row, London, 1965, pgs. 86 y s.

 

9) Cambridge Economic History of Eu­rope. t. in, pgs. 119-150, articulo del prof. C. Verlinden. The Cambridge University Press. 1965.

 

Véase además, Eileen Power: El cam­pesino Bodo. Cómo se vivía en un fun­(lo campesino en tiempos de Carlomagno, en Gente de la Edad .Media, págs. 11 s. Ed. Eudeba, Bs. Aires, 1966.

 

1o) H. Heaton: ob. cit., págs. 94 s.

 

11) J, W. Thompson: Economic and Social History of the Middle Ages, vol. i

pgs. 46) s., ed. Frederick Ungar Pub., New York, 1959.

 

12) Geo Pistarino: Genova Medievale ira oriente e Occidente. En Rivista Storica Italiana, anno Lxxxt-fascicolo i, Napoli Ed. Scientifiche Italiane, 1969, págs. 44 s. 13)

 

13) Véase H. Heaton, ob. cit., págs. 151

[s. Eileen Power, ob. cit., cap.ii, Un via­jero veneciano del siglo XIII. R de Roo­ver: The Organization of Trade, chap.ii de The Canibrige Economic History, vol. III, pgs. 59 s.

 

14) Citado por A. W. Macdonald, Pleiade, . Histoire Universelle, t. n, pág. 1414

tomado de Le Than-Khoi: Le Viet nam, Histoire et Civilisation, t, Paris, 1955,

 

15)         Mac Donald, ob. cit., pág. 1508.

 

16)         Schevill, F.: ob. cit., pág. 286.

 

17) Maquiavelo: Historia de Florencia, libro segundo, pf. iii, en Obras históricas de Maquiavelo, ed. Poseidón. Buenos Ai­res, 1943.

 

18) Véase Schevill, ob. cit., págs. 211 s. Thompson, ob. cit., t. 1, 467 s.

 

19) Véase Sylvia L. Thrupp: The Gilds, chap. v, Cambridge Economic History, vol. in, pigs. 230 s. Giorgio Cracco: So­cietá estato nel Medioevo veneziano (se­coli xii-xiv), Venezia, Fondazione Giorgio Cini, 1967. Sapori, Armando: Studi di storia económica vol.iii Biblioteca Sto­rica Sansoni, Florencia.

 

20) Schevill ob. cit.. pag. 155; Cambridge, ob. cit., págs. 34-35.

 

21) Sobre los Ciompi, véase Maquiavelo, ob. cit., libro tercero xiit s. Schevill, ob cit., págs. 277 s.

 

22) Ver Schevill, ob. cit., pág. 266.

 

23) Ver Cambridge. págs. 454 y s.

 

24) Sobre este proceso crítico, conviene ver: Genicot, L.: el artículo Agriculture in transition en la Cambridge Economic History, v. t, donde se encuentra abun­dancia de consideraciones de tipo demo­gráfico. También del mismo autor. El Es­píritu de la Edad Media, págs. 245 y s. Ed. Noguer, Barcelona, 1963. También E. Parroy, Les crises du xiv siécle en Anna­les, t. tv, págs. 172 s. Paris, 1949. Id. Bre­hier. Vida y Muerte de Bizancio, págs. 326 y s. UTEHA, México, 1956, y el artícu­lo de A. W. MacDonald ya citado.

 

25) Schevill, ob. cit., pág. 219, con referencia a A Capori: La crisi delle Compagnie Mercantile del Bardi e del Peruzzi. Florencia, 1926.

 

26) Maquiavelo,ob.cit. Libro III, pg 1.

 

27) Maquiavelo, ob.cit. Libro II, pag.33.

 

' J. A. Symonds: El Renacimiento, México, 1957. Italia, i, paíg. 120. Ed. Fondo cultura economica.

 

 

ENLACES COMPLEMENTARIOS

 

Florence Town Walls, Oltrano District

Oltrarno muralla

Florence and Tuscany History pages

Art and History of Florence

N.Macchiavelli: History of Florence and the Affairs of Italy

History of Florence of N.Macchiavelli

Obras Históricas de Nicolás Maquiavelo

Niciolas Machiavel, Histoire de Florence

 

Progetto Niccolò Machiavelli

G.Boccaccio: Decameron

Giovanni Villani: Nuova Crónica

G.Villani: Florentine Chronicle

Matilda de Tuacania

The Art of Renaissance Europe

Florence Art Guide

Progetto Trecento

Sandro Botticelli

Lévolutione del Comune di Firenze nel Medioevo

The Black Death (1348)

WWW Italian History Index